Hogar de la parroquia de Guadalupe |
Ayer por la mañana estaba
avisada reunión de arciprestazgo, y tocaba precisamente celebrarla aquí. Estuve
dándole dónde tenerla, en el despacho, en la biblioteca o en el hogar. Como era
a las doce, ya que a continuación comíamos juntos, pensé que el mejor sitio
sería el hogar, con el sol ya alto y entrando por las ventanas y la calefacción
funcionando. Todo hay que mirarlo, porque la peseta, –el euro quiero decir–, es el euro,
y estamos en tiempos de crisis. Calentar una sala para un ratejo no compensa; y
si hay que calentarla, que dure tanto como el sol, por lo menos.
Salón de plenos del Ayuntamiento de Valladolid |
Sillería del coro de la catedral de Sevilla |
Total, que fui a
acondicionar el lugar. Los miércoles, o sea antes de ayer, las señoras terminan
sus actividades y lo limpian. Luego me dejan a mí que recoja los artilugios de aseo y cierre ventanas, baje persianas, etece… Por la noche aún seguía
una pizca húmedo el suelo y lo dejé para el día siguiente, o sea ayer. Por la
mañana, todo recogido y aderezado, con las sillas vueltas a su posición y
bajadas de las mesas, (creo que es viceversa, pero se me entiende), presentaba
un magnífico aspecto, una pulcritud acrisolada y un orden milimétrico. No pongo
más adjetivos para que no se note demasiado que tomé parte, siquiera pequeña,
en todo ello.
Me apeteció sacar una
instantánea, y, ya ampliada y visionada en la pantalla del ordenador, me parece
ahora conveniente resaltar algunos aspectos que no se dan en otras “sillerías”
ni en muchos “hogares”. Una primera ojeada manifiesta que en sillas hay
variedad, y que con tal de que sirvan para sentarse o apoyar sobre ellas lo que
tenga que apoyarse, cuatro patas son suficientes; al margen de la forma, el
color, o las medidas que tengan; estén fabricadas con madera, hierro o material
plástico; y no importa si la fecha de caducidad está más que olvidada o si no
pasaron por ventanilla a la hora de consignar quién fue su diseñador a quien
deber por usarlas las royalties correspondientes.
Pasados unos
instantes, y realizado un pequeño recorrido visual por la estancia, se puede
concluir que no existe, no sólo otra silla igual a una cualquiera, sino que ninguna
de ellas puede parecer un grado, o medio siquiera, superior a cualquier otra;
son en puridad democracia pura; por sí mismas, ninguna hace a quien se siente
en ellas persona más alta, más ancha, más súper.
¡Una sillería coral!
me salió casi sin querer, sin pensar. Y era verdad. Este lugar vale también
para una reunión de curas. Si viniera Francisco, el papa, no desentonaría. ¿O sí? Ya que le he citado, bien merece la pena poner este enlace que si no es complemento, bien puede aclarar el motivo de este post: http://blogs.periodistadigital.com/miradas-cristianas.php/2013/03/15/carta-a-los-medios-de-comunicacion-sobre#comments
No hay comentarios:
Publicar un comentario