Dice el diccionario
de la RAE que rebaño es “hato grande de ganado, especialmente
del lanar”, dando por supuesto que “hato” es una porción de ganado mayor o
menor.
Bueno,
también dice que una congregación de los fieles respecto de sus pastores
espirituales, o el conjunto de personas que se mueven gregariamente o se dejan
dirigir en sus opiniones, gustos, etc., son rebaño. Pero de esto ahora
no quiero hablar, aunque tenga una opinión hecha y fundada. Y discrepante. Al
menos, en parte.
Maripili
y Maripuri pertenecen al colectivo que denominamos ganado lanar y a tenor de lo
que expresa la RAE constituyen un hato, que al ser tan pequeño no merece la
denominación de rebaño.
Llegaron
porque alguien las trajo, y crecieron porque comieron cuanto les vino en gana.
No hizo nunca falta pastor para ellas, fueron libres para ir o venir dentro de
unos límites adecuados y suficientes, y pacieron o sestearon cuando y cuanto les plugo;
de modo que si fuera el caso tampoco les corresponderían las otras acepciones que el
diccionario oficial refiere a rebaño. Pero que nadie me discuta lo que mis ojos
están viendo: Maripuri y Maripili son ovejas.
Maripili y Maripuri, Maripuri y Maripili, pero ni idea quién es una y quién la otra. Siempre juntas, eternamente
iguales, ya las he puesto aquí y nadie ha sabido decirme cómo distinguirlas.
El caso es que Maripili,
o tal vez Maripuri, parió estas navidades dos preciosos animales. Aquí están, y no
me preguntéis sin son lechazo y/o lechaza, porque no tuve oportunidad de echar un
ojo. Sólo pude atizarles con la digital, y gracias. Maripuri, o quizás Maripili, se me
encaró muy seria y no quise esperar al siguiente gesto, por si acaso.
Mientras tanto Maripuri, ¿o
sería Maripili?, mataba su tiempo con este carnerito, cuyo nombre desconozco, y que también llegó algún día porque alguien lo trajo. Y no
debieron perderlo, me refiero al tiempo, porque hace unos días también ha parido.
Acaban
de decirme que Maripili, o Maripuri, la mamá de los dos corderitos, ha muerto. Descanse
en paz.
Ahora Maripuri, o Maripili,
sea quien sea la que queda viva, tendrá que hacerse cargo de tres criaturas,
tres, y ayudarlas a ser alguien en la vida.
Suerte, vista y al carnero,
seas Maripili, seas Maripuri.
Y otra cosa, ahora para el conjunto: multiplicaos, pero con moderación; evitad con todas vuestras fuerzas que os tengan que asignar un pastor, y paséis entonces a ser un rebaño de verdad. Sería vuestra ruina.
Este relato, enteramente verídico, está también dedicado al doctor que ahora descansa en casita porque ya pasó el terrorífico examen que le va a permitir ejercer de por vida la actividad que más quiere: la medicina.
¿Cómo dices? ¿Que si ha aprobado? Sí, pero él aún no lo sabe.
¿Cómo dices? ¿Que si ha aprobado? Sí, pero él aún no lo sabe.
4 comentarios:
La vida y su sucesión: la muerte.
Me resultan tiernos los corderillos.
Un saludo.
Pues fíjate, paratilibre, que la viva y recién parida, que ha resultado ser Maripuri, se niega a dejarse mamar por los pobres huerfanitos de Maripili. Hay que darles biberón, y los pobres están algo flacuchos. Pero saldrán adelante, como lo hizo Gumi, al que tuvimos que destetar antes de tiempo para no dejar seca a su mamá, que tenía cuatro más pequeños.
Un saludo cordial
Enhorabuena al doctor, no es fácil aprobar ese examen (supongo que es el MIR).
Besos para ti
Julia: Ya veo que caminas hacia atrás, pues vale. Sí, es el MIR. Nieto e hijo de veterinario, cambia una animalidad por otra animalidad. Yo no le arriendo la ganancia. Mucho mejor la irracional, dónde va a parar.
Besos.
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