Desde que la vi me dije: esta casa es una ruina. Pero no se arruinó, aún sigue en pie y haciendo su labor. Es lo único que tenemos, y hay que ver el mucho rendimiento que le hemos sacado y la de satisfacciones que nos ha procurado; aunque bien mirado está toda llena de goteras.
A eso he dedicado dos mañanas, aprovechando que el tiempo está seco y no ha hecho viento, a recolocar y reponer tejas. A fuerza de subir y bajar del tejado, he llegado a ser bastante experto en quitar goteras, y también en hacerlas, no vaya nadie a creer otra cosa. Aunque me da lo mismo, siempre las habrá; me lo decía mi padre, «Si faltare, falte para la teja vana», y aquí se ve que siempre faltó, y de todo. Este conjunto de edificios, del que me hice cargo hace la friolera de treinta años, era tal cochambre que, cuando mi señor arzobispo lo vio, me dio su bendición para los restos. Y ha servido, puesto que sigo vivo y coleando. Y quitando goteras.
Hoy, sin embargo, no he despegado los pies del suelo, porque ha tocado reparar bajuras. También las goteras se dan por estos sitios, y por otros de los que ya he comentado en este blog más de una vez. Agua, electricidad, yeso, cemento, cerrajería varia, pintura y chapuzas a diestro y siniestro, nada de todo ello me es ajeno.
El complejo parroquial, curioso eufemismo para denominar esto que hay, lo componen un cuerpo de casa de dos plantas y añadidos sucesivos -gallinero, cuadras de vacas, marranera, pajar, conejeras- que ofrecían un aspecto surrealista y sugerente, lleno de aberturas y cerramientos, hechos en los más diversos materiales, que los dueños de esta propiedad fueron haciendo conforme a la actividad a que la destinaban. Llegó incluso a existir en este sitio una fábrica de terrazos, de cuando los suelos se hacían directamente sobre el terreno. Así que llegó uno y abrió ventanas, que el siguiente tapió. Alguien se inventó una escalera, que otro acomodó para rampa de alpacas de alfalfa. Pero a continuación, otro perforó el suelo del pajar, para tirarlas sin más hacia la cuadra. Como no hay mejor explicación que la visual, ahí van algunas fotos:
Para igualar las diversas fachadas de los variados edificios que componen todo el conjunto, alguien del barrio tuvo la solución, la más barata y más a nuestro alcance: dar de tirolesa con cemento blanco.
El puzzle multicolor quedó unificado, pero como prendido con alfileres. Sobre el compuesto de cal y arena primitivo, el cemento apenas agarra, y ya es mérito que aún se mantenga ahí, casi tal cual. Pero es inevitable que con el paso del tiempo, la humedad y el roce, en las partes bajas aparezcan desconchones.
Periódicamente trato de repararlos, pero es demasiado complicado para mí conseguir que lo nuevo no resalte sobre lo viejo, ni en color, ni en textura. De modo que esto va pareciendo con el paso del tiempo un auténtico “patchwork albañileril”.
Nadie, sin embargo, me regaña por ello ni me lo afea. Y yo no sé hacer otra cosa mejor. Esto es lo que he conseguido tras una mañana haciendo masa y dando de llana:
Una cosa tan remendada da el pego, y la gente que llega nueva a estos parajes ni se imagina lo que contiene en su interior. En este caso cumple perfectamente el axioma «las apariencias, no engañan», pero permiten que sus destructores cachorros suban las escaleras dando brincos, rellenen con sus pequeños cuerpos las ocho salas del piso superior y salgan, terminada la catequesis, corriendo al patio como si fueran leones desenjaulados, deseosos de apurar con juegos el poco tiempo que les queda antes de incorporarse a la siguiente actividad, allá en el conservatorio, en la academia de idiomas, en la escuela de danza o en su casa frente al ordenador.
Los bollos que les vayan saliendo a las paredes irán poco a poco reparándose de la misma forma que siempre lo han sido. Hasta que haya una autoridad que ose declarar a esta ruinosa casa oficialmente en ruina.
Pero eso no va a ocurrir. No, al menos en esta vida.
3 comentarios:
No se pueden ver las fotos. UFA.
¡¡Que no te harán el trabajo desde el obispado, eso seguro!,! tendrán "cosas mejores" en las que gastar los cuartos, no quiero ni siquiera aventurar en qué pero imagino cosas muy malas, así que, amigo mío, demasiado bien está todo para hacerlo con los recursos personales y materiales de que dispones. Lo que debes procurar es: 1º no subirte más a los tejados porque los años no pasan en balde y 2º y alguna vez amenaza ruina que no te pillé dentro, ni a ti ni a nadie, claro.
Besos
corrección de errata: quise decir: " y 2º Si alguna ..."
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