José, aquel santo varón de Nazaret, es el personaje de este día. Con el ropaje y la apariencia de San José, hoy se le venera en todo el mundo como El Esposo de la Virgen María. O sea, justo al revés que lo que ocurre cuando a una dama se la cita por su relación con un caballero, tal que la médica, la boticaria, la farmacéutica, la veterinaria, la alguacila… como ocurría en mi pueblo con las esposas de los susodichos profesionales o cargos municipales.
Y no. San José ya existía antes de que a María la sacaran a escena. Además, no era un cualquiera, era de la aristocrática casa de David. O sea.
San José me cae muy bien. Tengo razones. En mi casa siempre le he tenido a la vista, ya que mis padres lo colocaron entronizado en el cuarto de estar, así que era y es de la familia.
Pero sobre todo, José, el marido de María y el papá de Jesús, me resulta atractivo por sí mismo. Es, eso creo, o fue para ser más exacto, un señor como Dios manda. Un paisano de pueblo, trabajador, serio, con sentido del humor, algo soñador, responsable, cumplidor de las leyes, capaz de improvisar, nada figurón, buen esposo y mejor padre, bueno como el pan de pueblo. No voy ahora a desarrollar todas mis afirmaciones porque tampoco pretendo con esta entrada hacer un trabajo científico tipo tesis o tal, así que no cunda el pánico.
No tengo otro interés que recordarle, porque se lo merece, y al mismo tiempo felicitar a aquellas personas que de entre las que conozco directa, indirecta o circunstancialmente, llevan su nombre.
Así que ahí va mi felicitación, primero para él, José de Nazaret, San José Bendito.
Y luego, para José, de apellido Ratzinger, actual papa Benito, o Bendito, o Benedicto, dieciséis.
A continuación para otro José, obispo emérito de mi diócesis, que me ordenó de cura. Se apellida Delicado, como su persona.
A los demás lo cito de corrido. Un tal Bono, don José, que cohabitó conmigo en un colegio mayor hace demasiado tiempo. De apellido Zapatero, este José es el presi, saludos. A esta mujer la pongo ahora, La Jose, que es la mandamás de mi asociación de vecinos predilecta y una mujer muy entera. Y a este Jose también, faltaría más, aunque no está entre mis amistades más cercanas y cuando le vuelva a ver me va a escuchar un par de cosas. Se apellida Castillo y tiene un humor muy raro, pero fue mi profe y ahora es teólogo reputado y rebotado. Conocido como Pagola, todo el mundo habla de él, y yo también le leo, por eso le cito. Un tal Arregui, con el que ya he disentido en varias ocasiones, y que no falten, que escribe muy bien, aunque a veces desafine. Luego tengo muchos Pepes a quienes recordar; todos ellos vayan incluidos en esta frase.
Pero a mi vecino José, a este sí que le pongo aparte, porque se lo merece, por buena persona, buen vecino y buen médico. No hay como tener a mano un profesional de la sanidad, te puede sacar de algún mal aprieto. Además es manso hasta en el apellido.
Y una nota final, que me resulta chocante. Con lo devoto que soy de San José, también es mala foyá no tener a nadie en mi familia directa, indirecta o circunstancial que lleve este honroso nombre. En qué estarían pensando mis ancestros.
Post Data.-
Mmmm ¡Cachis! Casi me olvido de este otro Pepe, siempre tan cortés y que tiene mucha enjundia cuando coge un papel y un lápiz; lo mismo si escribe que si pinta, lo que expresa tiene demasiada sustancia.
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