En Teología de la
liturgia, o Liturgia a secas, el profe nos pidió como examen único y final un
trabajo referente a la materia que había impartido, siguiendo el programa del
curso, de contenido libre. Corría el año 1970 y estaba en 2º.
Hice un trabajo
cortito, pero precioso. Así me lo pareció. Puramente experiencial.
Cuando se lo
entregué, él lo ojeó y mirando el último folio por detrás me preguntó por la
bibliografía. Le indiqué el primero, donde estaba el título: Liturgia en una
comunidad de base.
En aquellos años
florecieron multitud de grupos cristianos, adheridos a parroquias, a centros de
estudios, a lugares de trabajo, a barrios… en los que rompiendo rigideces, se
celebraba la fe sobre la marcha, con mucha preparación pero improvisando. Es
decir, ni caso al ritual. Yo estuve en uno. Y sobre ello hice mi trabajo.
Aprobé. No recuerdo
la nota, tampoco importa.
Pero me mosqueó que
me pidiera bibliografía.
He tenido la
desgracia que escuchar a oradores, predicadores y discursistas que cada tres
palabras que decían dos eran citas. Y citas del estilo: Como muy bien dice
Santo Tomás de Aquino, amémonos los unos a los otros, porque en esto conocerán
que somos discípulos de Cristo.
O, según las palabras
del Santo Padre, quien ama tiene cumplida la Ley.
Cuando la cita recibe
más rigor y autoridad por quien la repite que por quien la emite
originariamente, es que no vamos nada bien.
Es verdad y no
miento. En una homilía escuché al celebrante, tras proclamar el evangelio de
las bienaventuranzas, citar al Papa no sé cuántas veces. Ninguna a los
evangelios.
No me gustan las
citas cuando están de más. Y si hay que ponerlas, que merezcan la pena y
poniendo, por supuesto, la referencia. No vale apropiarse del pensamiento
ajeno.
Yo, cuando hablo en
público, no suelo citar. Hablo desde mí. Y digo lo que pienso, y trato de
pensar en lo que digo.
Digo todo esto porque
he encontrado un blog muy interesante, de nombre y apariencia extraña, Joludi Blog se llama, del que aún no he conseguido saber quién está detrás,
aunque he curioseado un poco.
Husmeando he
encontrado una entrada que sólo por esta frase ya tiene mi aplauso: «
4 comentarios:
Vengo del blog que citas...la plantilla es el diseño moderno de blog, que ahora tambien lo implantará Blogger, para quienes solo quieran escribir dejando a un lado los gadgets y la personalización.
Lo de las citas, que yo suelo usarlas mucho a mi no me desagradan, lo que si es cierto repasando mis entradas que tendría que poner (que falta), el autor de las mismas.
Un abrazo.
Por supuesto, Anna, las citas bien puestas enriquecen el escrito, y refuerzan tus argumentos. Pero si no es evidente por archiconocida, la fuente sí hay que ponerla siempre. Es un argumento de autoridad al que apelas.
Eso de la plantilla es interesante. Pero para mí, me basta con lo que uso.
Un abrazo y sigue recuperándote
Mas que citas, soy dada a los refranes, dicen que son unas muletillas para salir del paso, yo las utilizo por costumbre, mi madre las decía y son una forma de reconocerme en ella.
A mi no me molestan, pero hay que poner el autor, sino parece que estas robando.
Hoy estoy super cansada, así que me voy al cine de las sábanas blancas.
Besos
Laura, con el follón de la boda y el domingo casi te dejo olvidada, pero no. A mí también me salen de vez en cuando los refranes, pero no como muletilla, sino como confirmación de lo que en ese momento se está hablando. Para decir, por ejemplo, de esto ya hablaron los antiguos y no hemos aprendido nada nuevo, así que o nos ponemos a estudiar o lo dejamos tal cual.
Y las citas yo las pongo sólo en casos necesarios y digo dónde se encuentran y de quién son. Pero generalmente digo con palabras mías lo mismo, y eso suele ocurrir cuando ya he rumiado largamente y lo he digerido hasta convertirlo en mi mismo pensamiento. Entonces ya no tengo que citar, porque el que habla soy yo.
Como hoy es martes, habrás descansado sobradamente durante el finde, habrás tenido ocasión de cansarme de nuevo y ahora volverás a querer marcharte a ese cine tan diver…
Besos
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