Para dar vueltas y vueltas a las cosas. ¿O no?
Dicen
que un círculo es una cosa redonda, que empieza en un punto y termina
en el mismo sitio. O sea, que si sigues la línea, y no te paras,
vuelves al principio. Si repites la operación una y mil veces, resulta
que no avanzas nada, permaneces quieto aunque con apariencia de no
parar nunca.
Eso es lo que cuenta la historia de Sísifo, condenado a subir una pesada piedra a lo alto de un monte; llegado a la cima, la piedra caía hasta la base de la montaña y el pobre debía volver a cogerla para iniciar de nuevo el ascenso. Una y otra vez. Una y mil veces. Toda la vida. Para siempre. Decididamente nunca esa piedra formará un muro, y el incansable -es un decir- Sísifo malamente puede ser considerado constructor.
No es nada original, porque de parecida manera Prometeo, Ticio, Ixión, las Danaides repiten, aún ahora y desde hace ya la tira, un mismo ejercicio en un proceso sin solución de continuidad.
Del eterno retorno, que tiene una estrecha relación con esto que vengo diciendo, hablaron los griegos mucho.
Ahora ya no. Ahora se mira al futuro con la vista hacia adelante, porque consideramos que lo de atrás es el pasado, que ya no volverá.
“Volverán las oscuras golondrinas…” decía Bécquer, aunque ahora sabemos que las cigüeñas ni se van. Las golondrinas, ¿quién tiene interés por ellas? Si se van y luego vuelven, o si siempre están aquí y no las miramos, lo importante son los versos, que casi nadie ignora; aunque viéndolas, a las golondrinas, digan simplemente mira, unos pájaros han cagado los cristales, qué marranos.
Internet es, ES. Tenemos el universo mundo en nuestras manos. Todo los conocimientos, todas las bibliotecas juntas en un sólo lugar, toda la música, todas las obras pictóricas, todos los ingenios que el saber hacer humano ha sido capaz de realizar, todo, ABSOLUTAMENTE TODO, eso es Internet.
Desapareció la mala memoria, ya no hay necesidad de adoptar un buen sistema de registro, las secretarias y los secretarios han quedado obsoletas y obsoletos, fuera de servicio. Si tienes curiosidad, o necesidad, o te apremia responder a alguien sin saber de qué va la cosa, si quieres dejar a la otra parte sentada de culo con tu gracejo y ocurrente discutir, pinchas en el buscador de google y te sale todo, absolutamente todo.
De ahí a tener un blog, no hay ni un paso. Con esa mochila tan inmensa disponible, ¿quién no pone una pequeña tienda de todo a cien en plena calle? Sin costo alguno, y con la ayuda del robot de turno, dicho y hecho en apenas unos minutos. ¡Ale!, ¡a publicar!
Como ya diserté sobre esto mismo varias veces hace algún tiempo, no volveré sobre ello. Quien quiera, que lo haga. Basta que vaya a blog en etiquetas, y lo tiene en un plis plás.
Aquí sólo dejo esto más: Internet es un círculo vicioso.
Un enorme, maravilloso y deslumbrante círculo. Lo que en él entra, ya no sale. Lo que hay en su interior da vueltas y vueltas, aparece una y otra vez, se repite, lo repiten, nos repetimos… He hecho un ejercicio simple, he escrito mi nombre en el buscador y aparezco un número de veces imposible, repetido estoy hasta la eternidad.
¡Socorro!
Y además de círculo, es vicioso. Nos tiene cogidos por los mismos… No sólo no podemos salir, tampoco queremos; es que ni se nos ocurre pensarlo.
¡Con lo bien que nos lo pasamos!
Eso es lo que cuenta la historia de Sísifo, condenado a subir una pesada piedra a lo alto de un monte; llegado a la cima, la piedra caía hasta la base de la montaña y el pobre debía volver a cogerla para iniciar de nuevo el ascenso. Una y otra vez. Una y mil veces. Toda la vida. Para siempre. Decididamente nunca esa piedra formará un muro, y el incansable -es un decir- Sísifo malamente puede ser considerado constructor.
No es nada original, porque de parecida manera Prometeo, Ticio, Ixión, las Danaides repiten, aún ahora y desde hace ya la tira, un mismo ejercicio en un proceso sin solución de continuidad.
Del eterno retorno, que tiene una estrecha relación con esto que vengo diciendo, hablaron los griegos mucho.
Ahora ya no. Ahora se mira al futuro con la vista hacia adelante, porque consideramos que lo de atrás es el pasado, que ya no volverá.
“Volverán las oscuras golondrinas…” decía Bécquer, aunque ahora sabemos que las cigüeñas ni se van. Las golondrinas, ¿quién tiene interés por ellas? Si se van y luego vuelven, o si siempre están aquí y no las miramos, lo importante son los versos, que casi nadie ignora; aunque viéndolas, a las golondrinas, digan simplemente mira, unos pájaros han cagado los cristales, qué marranos.
Internet es, ES. Tenemos el universo mundo en nuestras manos. Todo los conocimientos, todas las bibliotecas juntas en un sólo lugar, toda la música, todas las obras pictóricas, todos los ingenios que el saber hacer humano ha sido capaz de realizar, todo, ABSOLUTAMENTE TODO, eso es Internet.
Desapareció la mala memoria, ya no hay necesidad de adoptar un buen sistema de registro, las secretarias y los secretarios han quedado obsoletas y obsoletos, fuera de servicio. Si tienes curiosidad, o necesidad, o te apremia responder a alguien sin saber de qué va la cosa, si quieres dejar a la otra parte sentada de culo con tu gracejo y ocurrente discutir, pinchas en el buscador de google y te sale todo, absolutamente todo.
De ahí a tener un blog, no hay ni un paso. Con esa mochila tan inmensa disponible, ¿quién no pone una pequeña tienda de todo a cien en plena calle? Sin costo alguno, y con la ayuda del robot de turno, dicho y hecho en apenas unos minutos. ¡Ale!, ¡a publicar!
Como ya diserté sobre esto mismo varias veces hace algún tiempo, no volveré sobre ello. Quien quiera, que lo haga. Basta que vaya a blog en etiquetas, y lo tiene en un plis plás.
Aquí sólo dejo esto más: Internet es un círculo vicioso.
Un enorme, maravilloso y deslumbrante círculo. Lo que en él entra, ya no sale. Lo que hay en su interior da vueltas y vueltas, aparece una y otra vez, se repite, lo repiten, nos repetimos… He hecho un ejercicio simple, he escrito mi nombre en el buscador y aparezco un número de veces imposible, repetido estoy hasta la eternidad.
¡Socorro!
Y además de círculo, es vicioso. Nos tiene cogidos por los mismos… No sólo no podemos salir, tampoco queremos; es que ni se nos ocurre pensarlo.
¡Con lo bien que nos lo pasamos!
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