Tal vez porque tras la siesta el día
sigue nublado y cae un chirimiri empalagoso, me ha invadido la nostalgia y me
ha llegado de repente una musiquilla dulce, con una letra, no cursi pero sí
“antigua”, que me ha transportado a la niñez.
Angelicalmente a mis siete años,
saliendo del banco con mis compañeros para formar dos filas en el pasillo
central de la enorme capilla del colegio, me acercaba a comulgar entonando
cantos con el acompañamiento al órgano del hermano Jorge.
Podía ser un domingo o un viernes
primero de mes. Quizás fuera en alguna fiesta señalada, tal que el día 11 de
febrero, la Virgen de Lourdes, patrona del colegio; o el 7 de abril, San Juan
Bautista de la Salle, fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, los
“baberos”… Aunque, recordándolo mejor, en esos días tan señalados el canto correspondía a la Escolanía, que ocupaba todo, absolutamente todo, con el hermano Julián a la batuta; los demás sólo escuchábamos y comulgábamos.
No, no nos hacían ir mucho a misa,
al menos a los alumnos externos. Pero yo sí iba, todos los domingos y todos los
primeros viernes de mes.
Los domingos, porque por la mañana
había deporte de alto nivel. Y entonces éramos importantes en balonmano. Luego
sería el baloncesto. Hasta la hora de comer teníamos diversión asegurada.
Los primeros viernes, porque en casa
me inducían a ello, y me divertía ir al cole en ayunas con un bocadillo de
tortilla francesa y una pieza de fruta, y salir de clase para ir a la capilla
mientras “los que no” se quedaban allí en silencio y trabajando.
Ya había casi olvidado aquella
piadosa práctica de mis años infantiles, y hete aquí que por correo acaban de
recordármela. Una circular de la Delegación Diocesana de Pastoral, llegada esta
misma mañana, insta a todas las parroquias a reinstaurar aquella devoción de
antaño, con el añadido de la práctica de la confesión.
Mientras tomo nota y veo lo que
proceda, he recordado una de aquellas canciones con las que, en fila, nos
acercábamos a comulgar. Internet me dice que además de tener la música, también
sabe quién fue su autor, precisamente el hermano León. ¡Qué cosas!
Oh, buen Jesús
Autor: Hno. León de JesúsLetra:
- ¡Oh, buen Jesús!, yo creo firmemente
que por mi bien estás en el altar,
que das tu Cuerpo y Sangre juntamente
al alma fiel en celestial manjar,
al alma fiel en celestial manjar.
- Indigno soy, confieso avergonzado,
de recibir la Santa Comunión.
Jesús, que ves mi nada y mi pecado,
prepara Tú mi pobre corazón,
prepara Tú mi pobre corazón.
- Pequé, Señor, ingrato te he ofendido.
Infiel te fui, confieso mi maldad.
Me pesa ya, perdón, Señor, te pido;
eres mi Dios, apelo a tu bondad;
eres mi Dios, apelo a tu bondad.
- Espero en Ti, piadoso Jesús mío,
oigo tu voz que dice: "Ven a Mí".
Porque eres fiel, por eso en Ti confío,
todo, Señor, yo espérolo de Ti;
todo, Señor, yo espérolo de Ti.
- ¡Oh, Buen Pastor, amable y fino amante!
Mi corazón se abrasa en santo ardor.
Si te olvidé, hoy juro que, constante,
he de vivir tan sólo de tu Amor;
he de vivir tan sólo de tu Amor.
- Dulce maná y celestial comida,
gozo y salud de quien te come bien.
Ven sin tardar, mi Dios, mi Luz, mi Vida.
Desciende a mí, hasta mi pecho ven;
desciende a mí, hasta mi pecho ven.
Nota:
La devoción de los "Los Nueve Primeros Viernes dedicados al Sagrado Corazón de Jesús" consiste en asistir a misa, confesar y comulgar. En mi infancia para comulgar debía guardarse ayuno riguroso desde el día anterior, o sea desde las 0:00 horas. Sólo se podía tomar un poco de agua, en caso de necesidad.
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