Llegaron a primera hora de la tarde con dos cajas enormes y enseguida se pusieron manos a la obra de dejármelo todo listo y en funcionamiento.
Luis y Manolo, venían con el ordenador y la impresora que según sus apreciaciones mejor se adecuaban a las necesidades mías y de la parroquia. Un iMac de 350 gigas y una impresora multifunción, Xerox Phaser 6110MFP.
En un plis plas lo tuvieron todo dispuesto.
Lo malo vino cuando me quedé yo solo.
Había disfrutado de mi viejo ordenador durante demasiado tiempo, sin un problema. Pero no tenía internet, y eso era de todo punto necesario. Así me lo habían dicho en la oficina del jefe: “Miguel Ángel, tienes que enchufarte, no puedes seguir por más tiempo aislado del mundo”. Y fui a encargar un equipo, que ahora empezaba a disfrutar.
No fue disfrute, no. El salto cualitativo y cuantitativo que acababa de dar no estaba fácilmente al alcance de mis circunstancias.
De modo que empecé a gastarme en desentrañar el mundo que acababan de dejarme en las manos. Y mucho sudé para empezar siquiera a entenderlo.
Con alguna ayudeja de Jesús y de Fernando, dos colegas, algo fui consiguiendo.
Pero quiá, la primera sorpresa fue el apagón. Se apagó, sencillamente. ¿Qué hago ahora? Tiro de manual, sigo las instrucciones, y vuelve a encenderse. No por demasiado tiempo. Al poco, vuelve a apagarse. Tiro de teléfono, llamo a Luis, y me dice que posiblemente tengo floja la instalación de la luz y que las caídas de tensión producen esas cosas.
Pasan días, y la cosa sigue igual. Consulto en una tienda de electricidad y me hablan de aparatos que controlan esas cosas, pero que son muy caros y que no merecen la pena para un domicilio particular. Si fuera una gran empresa… Total, que me aconsejan un chisme que sí controla las subidas imprevistas y desorbitadas de tensión, para proteger a la máquina de un esceso de energía. Lo compro, lo instalo, y no mejoro en absoluto. Síguese apagando.
Tiro de coche y se lo devuelvo; y esta vez es Juanjo el que lo supervisa. Lo tiene encendido en el taller día y noche, haciéndole trabajar a todo trapo. Ningún problema. Así que vuelta a casa.
No pasan quince días, y ya agotado, y también cabreado, vuelvo a devolvérselo. Para contentarme lo reparan cambiando la fuente de alimentación. A ver si es este el problema…
Otro quince días, y vuelvo con las mismas. Vale, te cambiaremos la placa lógica, por ver si es esto otro. Y atinaron.
Y ha estado funcionando sin problemas tres años justos. Mi experiencia ha servido para que los nuevos aparatos ya vinieran con la placa lógica debidamente supervisada. Se conoce que aquella remesa salió con fallo.
Estas Navidades pasadas tuve la necesidad de grabar un cedé con unas fotos que tenía que regalar a mi ahijada Yaquelín, de su bautizo. Y no me dejó el aparato. Me mosqueé, pero no le di mayor importancia. Se las llevé en el pincho, y arreglado.
Pero cuando una mañana tuve que volver a meter el disco de reinstalación para arreglar un asuntillo de tipos, el lector no me lo aceptó. Casi al mismo tiempo el ordenador empezó a hacerse lento, a no responder a las órdenes, y a quedarse congelado.
A la mitad de enero, llamé a Luis para quejarme, y me avisó que el disco duro posiblemente se estaba rompiendo. “Haz copia de todo lo que puedas, porque ese disco no tiene solución”, me dijo. Como me había descuidado en la tarea de la seguridad, me pasé toda la tarde y noche del domingo asegurando todo lo que pude. El lunes por la mañana terminó de hacer crac.
Ahora tengo un imac que es prácticamente nuevo. Sólo la carcasa exterior permanece. Miro la lista y me sale que no proceden del origen:
la fuente de alimentación,
la placa lógica,
el disco duro,
el sistema operativo
y el superdriver.
Y como uso aplicaciones del sistema anterior, que llaman Clasic, he tenido que instalar tipo de letras apropiadas para que no se me descuajeringuen los documentos que conservo desde tiempos inmemoriales.
Ha sido toda una odisea, pero parece que ha llegado la normalidad que necesito. (¿Debería tocar madera?)
Ahora recuerdo que aquel primer día, de aquella lejana Navidad, Luis, cuando llegaba con aquellos enormes paquetones, me avisó: “Haz copia de seguridad de todo lo que puedas, porque los discos duros se rompen, sean grandes o pequeños”. Deslumbrado por mi nueva adquisición, entonces no le hice demasiado caso. Ahora lo comprendo. Gracias a Dios he podido rescatar de alguna manera todo lo que tenía. Sólo una pena: no conservo mis fotos en tamaño original, porque eran demasiado grandes para encontrar dónde almacenarlas; las copias que me quedan son unos simples sellos de correos, de los tiempos en que aparecía el rostro de Isabel la Católica.
Una pena, ya digo. Y un aviso a navegantes: No os fiéis de vuestro ordenador, por bueno y caro que sea. También se puede romper. De hecho, el mío se ha roto.
Mirad, mirad, qué cara se me ha quedado…
Ahora, si sigue dándome la tabarra, ¿de dónde tiro?
Post data: De la impresora, mejor no digo nada. Este verano la tuve que tirar y comprar otra nueva. Aquella dio mucha guerra, y eso que fue carísima. Y por último se rompió de tal manera que no compensaba repararla. Aún está por llegar la respuesta al correo que envié a la casa, en Madrid, quejándome de la cosa cochambrosa que me habían endosado.
3 comentarios:
Mi querido Miguel Ángel.
Con que gracejo lo cuentas...
Es así, despues de casi tres años aún añoro mi viejo ordenador, lo conéctaba y cerraba con un parpadeo.
Estos tan modernos y con tantas prestaciones, por lo menos a mi a veces mi viene grande.
(Hace tiempo que no se nada de ti).
Muchos abrazos, no sé si te llegaran ya que la niebla es muy espesa.Pongo fuerza y voluntad
Por densa que sea la niebla, no conseguirá impedir que tu abrazo me alcance, ya lo has logrado en otras ocasiones.
También es cierto que la técnica nos es favorable, a pesar de que en momentos nos deje en la estacada. Así he estado yo durante estos últimos quince días. Pero siempre es posible ver amanecer, y entonces la niebla embellece el paisaje y no impide que luego el sol, en lo alto, reine sobre todo.
¡Qué fácil parece cuando las cosas ruedan suavemente!
Y una cosa más: no pongas tanta fuerza, te sobra con la voluntad.
También yo alargo mis brazos para abazarte.
¡¡Dios!! miedo me da, mi eMac ya tiene más de cinco años, si se me rompe me parte por el eje y no porque almacene muchas cosas interesantes pero sí algunas pocas valiosas. Voy a hacer copias en CD's ya mismo. Bueno menos mal que ya tienes herramienta en uso, cruza los dedos y ¡¡¡que dure!!!.
Besos
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