Un año más festejamos a esa cosa que algunos llaman “carta magna” y la mayoría silenciosa titulamos simplemente como “la constitución”. Generalmente los que habitamos la calle no nos acordamos de esa ley, salvo cuando nos la recuerdan desde los medios políticos y demás a la hora de zaherirse unos a otros, o hablamos con alguien que necesita hacer valer su derecho avalado por la norma fundamental de nuestra democracia; tal es el caso del que busca y espera trabajo, solicita porque necesita vivienda, o requiere plaza en colegio público para su prole.
Cuando desde un programa de televisión nacional se ve necesario explicar lo que es un trillo, mostrando la imagen de este apero de labranza empleado en alguno de nuestros pueblos como puerta de un cobertizo o pajar, o indicar que los perros se aspean (es decir, se lastiman la pezuñas si las tienen delicadas) cuando corren por terreno abrupto, resulta que estamos llegando a ser un país de desmemoriados; no sólo nos hemos alejado del mundo rural que nos parió, también hemos olvidado nuestra historia más reciente; y lo que es más grave, eso no parece estar en los manuales que utilizan nuestros jóvenes estudiantes, que apenas si saben lo que sucedió en España tal que antesdeayer. No les preguntes de más allá, que no lo saben.
Pero llega el día 6, y como casi todos los años coincide junto a días de descanso, el personal aprovecha la tanda de posibles días de asueto no para celebrar que somos una democracia y que esta ley se selló como abrazo de reconciliación y principio de un nuevo ser como país. Sino para tomarse unas vacaciones de invierno, y largarse carretera adelante hacia los cuatro puntos cardinales.
Este año viene a ser una situación de “alarma”, porque, tras lo de los controladores aéreos y el atasco en los aeropuertos, el gobierno ha asentado un precedente que muchos aplauden, algunos temen y un servidor recuerda, maldito recuerdo, el “estado de excepción” que nos tocó vivir cuando no sabíamos propiamente qué era vivir.
No me gustan las medidas de fuerza. No me gusta lo militar en lo civil. No me gusta que nadie nos haga habitar en el miedo, aunque avisen que va a ser sólo por quince días. El turrón, -quienes lo puedan comer estas Navidades-, sabrá amargo y eso no se puede perdonar.
Tal vez existan en este país demasiadas minorías intocables, grupos de élite o personas escogidas; porque tratan lo exquisito o porque en sus manos tienen las vidas de muchos, porque saben lo que el resto ignoramos o porque pueden con su dinero y poder lo que todos juntos nunca lograremos.
Tal vez ya podemos continuar nuestro viaje rumbo al puente vacacional sabiendo que estamos en buenas manos.
Tal vez papá estado vigile mientras nosotros dormimos.
No me da ninguna tranquilidad, aunque sé que hay una ley que asegura el derecho y el orden. Demasiados y demasiadas en este pequeño terruño saben cómo torear su letra y retorcer sus argumentos.
Han pasado treinta y dos años desde mil novecientos setenta y ocho. Algunas cosas están más claras que entonces. Otras, no tanto. Y alguna bien urgentemente necesita algún retoque…, o ir a ella en profundidad.
Hoy no se lo escucho a nadie. No importa. Hoy me apetece decirlo: ¡Viva la Constitución!
4 comentarios:
http://www.youtube.com/watch?v=qJXM1F1_3f4
Great post, I am almost 100% in agreement with you
Viva, desde luego. Pero ya va siendo hora de que cambien el sistema electoral, que está demostrando ser muy injusto y discriminatorio, amén de arriesgado. Creo que, después de lo que ha llovido, algún cambio merecería para que todos nos sintiéramos más confortables.
Que viva y se cumpla en todos sus términos y se actualice en aquello que ya no sirve, que algo hay. Suscribo lo dicho por Fernando Manero , el sistema electoral es injusto y debe ser reformado ya. No podemos seguir con "dos grandes partidos" (es una forma de hablar por lo de grandes) y la hiper-representación de los partidos nacionalistas que terminan siendo... bueno no diré más porque está claro lo que hacen y son.
Míguel, besos.
Publicar un comentario