(Foto C. Serrano) |
Nada teme y nada espera Juliana Vermeire, monja cisterciense belga que vive en mitad de un prado, a los pies de la Sierra Cebollera, en una casa prefabricada de madera sin calefacción y sin agua. Se levanta a las 2.00 de la mañana y se acuesta sobre las 8 de la tarde, aprovechando la mayoría de las horas para rezar, principalmente, leer y escuchar a Bach. No come más que lo que su pequeña huerta le proporciona y a sus 81 años de edad afirma no querer ser famosa por su forma de vida. “Las cosas buenas no necesitan promoción, no me hagáis fotos”, sentencia en un perfecto castellano.
(Foto C. Serrano) |
Su forma de vida siempre ha llamado la atención. La familia Gómez-Zardoya tuvo noticias de ella en 1995, cuando la monja belga vivía en el campanario de la iglesia de El Royo. “Nosotras fuimos a buscarla y entre varias familias le convencimos de que se viniera a Sotillo. Vivía en unas condiciones, que para nosotras eran infrahumanas, sin embargo, ella nunca se ha quejado de esta situación, e incluso un día, ya con una edad avanzada, nos comunicó que quería ir a vivir a una cueva, una idea que poco a poco se la fuimos quitando de la cabeza”.
Juliana permanece en su casa, normalmente, con la ventana abierta. La casa de madera está compuesta por un pequeño habitáculo donde ha instalado un altar para rezar y una habitación sin cama, ya que, duerme en un saco, donde pasa la mayoría del tiempo en invierno. Dice que nunca ha estado enferma y reconoce que en Soria sí pasa frío. “Soy humana, pero creo que la mayoría de los hombres viven de forma irracional y no son responsables ni con el medio que les rodea ni con su propia condición de personas”.
(Foto C. Serrano) |
Juliana es, además, una mujer culta que sabe hablar flamenco, español, inglés, alemán y un poco de euskera y que ha escrito el libro ‘Aquel que yo más quiero’. Antes de asentarse en Soria vivió como ermitaña en las provincias de La Rioja, Vizcaya y Zaragoza. Lee a Kierkegaard y escucha las noticias durante cinco minutos al día, con el fin de enterarse si ha ocurrido alguna catástrofe en el mundo por la que tenga que interceder orando. “Cuando la guerra de Irak pedí que dejaran de tirar bombas y le dije a Dios que daba mi vida a cambio”, rememora.
(Foto C. Serrano) |
Su espiritualidad va más allá del rezo y la oración, tal es así que ahora pide a Dios sufrir como Jesucristo. Además, es generosa, en el sentido más amplio del término. Los contados frutos que le da su huerto los suele repartir entre el pueblo y hasta su único medio de locomoción, una bicicleta, se la llegó a regalar a un niño. “No tiene nada y lo poco que tiene lo da”, apuntan las Gómez-Zardoya.
Mientras el mundo se enfrasca en la fiebre de las compras y las tarjetas de crédito estas navidades, Juliana prevé orar por todos, ya que insiste en que los hombres son muy egoístas. “La Navidad la celebraré como todos los días. Recuerda que Dios te quiere y yo también”, exhorta en el momento de la despedida.
Apareció en la prensa local el pasado domingo y ya está en 5.720 lugares de Internet. Hay noticias que vuelan…
2 comentarios:
¡Vaya tocaya que me ha tocado en suerte! ¡Dios mío, me está entrando un frío...! ¿Esto es saludable?, porque, una cosa es lo del Papa y la curia romana con sus excesos de boato y etc, y otra esta austeridad y ascetismo tan extremo. En fin, no sé qué decir, me deja de piedra a esa edad; ¿y su familia?, estoy perpleja, la verdad.
Besos, Miguel.
A esto se llama verdadero desprendimiento y economía de subsistencia. Con personas así no habría crisis de ningún tipo, ni económicas, ni de valores, ni espirituales,ni de salud (por lo que se puede observar), ni de trabajo... ¡¡Sólo Dios basta!!, como decía Santa Teresa, para vivir en plenitud. Esta mujer es una muestra. Una bendita de Dios.
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