«¿Ya te diste la soba?», me dijo por todo saludo el nadador de la calle de la derecha cuando salía del agua en busca de las zapatillas.
«Sí, ya terminé por hoy», respondí mientras me las ponía.
Somos habituales. Nunca más allá de hola, qué hay, adiós. Resultamos conocidos que no sabemos del otro más que eso, que venimos a la piscina a nadar. Vaya a la hora que vaya siempre alguna cara me suena. Somos las mismas personas que, con nuestra mochila al hombro o con la bolsa del brazo, salimos en busca de un poco de alivio para dolores del cuerpo y un rato de relajación y silencio para los males del alma. Bueno, también hay gente que va a nadar para hacer ejercicio y mantener musculatura y elasticidad.
Ya me expliqué en otra ocasión. Tenía olvidado el agua, el bañador y cómo desenvolverme desnudo frente al público. Muchos años sin hacerlo, ya había tirado la toalla. Fue necesario aquel percance, y sobre todo el susto que me dio aquel dolor cervical y lumbar que me duró meses y meses. Ocurrió cuando más comprometido estaba con la ancianidad de mis padres. De repente pensé que no podría cuidar de ellos, estar a su lado cuando más falta les hacía. También contó el miedo a quedar dependiente.
Ahora ya no hay respeto humano. El bañador bien ceñido, marcando lo que haya que marcar, el mínimo de tela para que estorbe lo imprescindible. Salgo de la ducha, me pongo el gorro y las gafas y busco una calle vacía. Si no la hay, la que esté ocupada por el mejor nadador, no importa si hombre o mujer, y me meto tirándome de pie.
Cojo mi ritmo pausado, primero braza, luego crol, luego espalda, luego crol… y así una y otra vez hasta que completo mi serie: cincuenta largos de piscina. Desde hace dos meses y medio he aumentado la dosis en dos diarias. Treinta-treinta y cinco minutos. Termino. Salgo del agua, me quito gorro y gafas y me dirijo a la ducha.
Total, ida y vuelta, hora y cuarto, hora y media. Todos los días. Llueva o haga sol, sople el viento o tenga la agenda colmada. Por la mañana, al mediodía, tras la siesta o antes de cenar. Incluso, después, si hay tiempo, que cierran a las diez y media. En la piscina más cercana, la del Matadero, o en la que venga bien mientras voy o vuelvo de hacer gestiones o de reunirme con. Así ya llevo más de seis años.
Me lo he impuesto como una obligación. Pero es diversión, y sobre todo, previene lo que yo tanto temí: quedarme inválido para los restos.
No lamento repetirme, no me importa que haga bien poco que hablé de esto; pero es que hoy es domingo y sin embargo agosto aún continúa, y dentro de ná me voy con la mochila al agua. Hoy me toca de mañana. Es mi sino.
7 comentarios:
Vaya, vaya ahora te cuento mi historieta piscinil. Igual que tu, no pisaba una piscina en serio, es decir sin críos alrededor en 26 años. Decidí ir, en cuanto me liberé, para prevenir posibles achaques de índole genética y degenerativa. Nadaba tres días por semana, 1000 m., sigo igual desde hará unos 16 años, pero ahora voy más despacio, tengo mucha más técnica y enseguida cojo frío, por lo que me embuto el neopreno para poder permanecer en el agua durante una hora, nadando sin parar. No sé cuantos metros haré (alrededor de 1000 o un poquito más, calculé hace tiempo). La mayoría a crawl y una tercera parte espalda, alguna braza por variar.
El mes pasado nadé a diario, mar y piscina. Este mes nada. Espero empezar pronto aprovechando que estoy en Madrid y que la pisci esté abierta cuando vuelva. Lo cierto es que este año me he abandonado un poco y no está bien. La última meta que me planteé ya está cumplida con creces. Ahora toca replantearme el tiempo y las actividades de nuevo.
Ja, ja, tu ajustado y yo con neopreno, pero nadando y guardando la ropa, que es lo que importa. Un abrazo.
Mira mis dos predeserores (el escritor y la comentarista...
Pues yo estaba mirando al borde de la piscina y Miguel Ángel me dijo --¿No nada nada?
Y yo le contesté
-No traje traje.
No soy andaluza, ni americana PREDECESORES.
Una buena disciplina. Lo mío es andar y pedalear por esos caminos del monte.
Será con toda probabilidad mi futura actividad deportiva....
Hasta ahora me desplazaba en bicicleta por Barcelona,pero creo que tardaré en volver a hacerlo.
Pues yo no nado nada, soy de río, nieta de pescadores que nadaban como las truchas y aquí me tienes, veo el agua y me ahogo, pero alguno de estos años o en cualquier momento me da la vena y me voy a la piscina municipal más cercana (y lo está) y me pongo en plan muy serio de aprender y nadar, porque esto no puede ser... ¡¡¡qué vergüenza todos como peces y yo de secano total!!.
Míguel hasta pronto; besos
, te mereces un premio por nadar enfundada en neopreno. Tiene que ser incomodísimo. Y en piscina climatizada, un auténtico infierno, uf ¡qué caló! Pero si es por tu gusto, la cosa cambia. ¡A nadar! Un abrazo.
mariajesús, tú puedes bañarte sin traje, que tienes piscina pa ti solita. Pues que te sepas que durante todo el mes de agosto he podido nadar todos los días con una calle para mí solito también. Eso sí, con traje, que estamos en público.
Arobos, eso está muy bien. Yo con bici ya no salgo a los caminos. Pedaleo en la ciudad. Y ando por el campo. Pero nadar, en el agua.
Anna, ya verás qué bien te viene hacer natación cuanto te desprendas de esos hierros. Con bici entre el tráfico no te conviene meterte demasiado pronto, más vale que esperes un tiempo.
Julia ya estás tardando en aprender… Disfrutarías haciendo la plancha, es una gozada.
Besos
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