Conozco, -mejor, ella se considera buena amiga mía-, a una persona muy docta en artes y letras. Ocupa un puesto, no alto sino de alta responsabilidad, en el ayuntamiento de mi ciudad. Hace entre otras cosas discursos para ciertos personajes que, por falta de tiempo, con una frecuencia más que relativa, no los pueden hacer, pero sí decir como si fueran propios.
También tiene una sección fija en uno de los medios escritos de comunicación de esta parte del mundo. No sé exactamente qué día de la semana le toca, así que no os lo puedo indicar. Pero publica, vaya si publica.
El caso es que en cierta ocasión casi me deja con la palabra en la boca porque tenía que hilvanar unas líneas, corriendo para que entrara en prensa el documento y pudiera salir con el diario del día siguiente, y aún no sabía sobre qué asunto trataría el escrito. Por supuesto, a la mañana siguiente allí estaba ella, su foto quiero decir, encabezando la columna perfectamente alineada en sentido horizontal y vertical.
Esto ocurre cuando se tiene el día y la agenda completamente ocupados, todo llenos de encuentros, citas, reuniones, asuntos varios y encargos que hacer o que mandar. Pero cuando no es así, el asunto es mucho más fácil. Cualquier cosa puede valer.
Sería quizás un premio Nobel el que dijo que al escribir hay que sentarse de culo y esperar que la inspiración te sorprenda trabajando. Así debió hacerlo él toda su vida, y así se ganaría, digo yo, ese premio tan importante. Pero aún con todo ello, ni una sola de sus obras ha sabido llamar mi atención y, todo lo premiado que haya sido, no me gusta ni su estilo, ni sus temas, ni tampoco él como persona. Pero he de admitir que su mérito tiene, y hay que reconocérselo.
Pero es que yo soy de gustos muy sencillos, y también un poco raros. Mejor dicho, el raro soy yo. No hay más que decir.
Viene esto a cuento de que ayer me enteré que la página web del Vaticano tiene exactamente 3.000.000 de visitas cada día. A poco que se opere matemáticamente salen… al año. Aún así, el encargado del tema, que se formó por cierto en España, piensa que con ciertos cambios en esto y en lo otro, con gran facilidad aumentará la dicha cifra, y se puede llegar a…
A mí, ¡pero qué mentecato soy!, lo único que se me vino a la mente es una vieja canción de Víctor Jara que decía más o menos: «Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz, canto porque la guitarra mía tiene sentido y razón…»
Esta mañana se me ha vuelto el recuerdo emoción, y quiero despertaros con esta mezcla de ternura y utopía, de lirismo y bruta realidad, de afán por hacer bien las cosas o no hacerlas, de sentir lo que se vive o de irse a tomar viento y con la música a otra parte.
También tiene una sección fija en uno de los medios escritos de comunicación de esta parte del mundo. No sé exactamente qué día de la semana le toca, así que no os lo puedo indicar. Pero publica, vaya si publica.
El caso es que en cierta ocasión casi me deja con la palabra en la boca porque tenía que hilvanar unas líneas, corriendo para que entrara en prensa el documento y pudiera salir con el diario del día siguiente, y aún no sabía sobre qué asunto trataría el escrito. Por supuesto, a la mañana siguiente allí estaba ella, su foto quiero decir, encabezando la columna perfectamente alineada en sentido horizontal y vertical.
Esto ocurre cuando se tiene el día y la agenda completamente ocupados, todo llenos de encuentros, citas, reuniones, asuntos varios y encargos que hacer o que mandar. Pero cuando no es así, el asunto es mucho más fácil. Cualquier cosa puede valer.
Sería quizás un premio Nobel el que dijo que al escribir hay que sentarse de culo y esperar que la inspiración te sorprenda trabajando. Así debió hacerlo él toda su vida, y así se ganaría, digo yo, ese premio tan importante. Pero aún con todo ello, ni una sola de sus obras ha sabido llamar mi atención y, todo lo premiado que haya sido, no me gusta ni su estilo, ni sus temas, ni tampoco él como persona. Pero he de admitir que su mérito tiene, y hay que reconocérselo.
Pero es que yo soy de gustos muy sencillos, y también un poco raros. Mejor dicho, el raro soy yo. No hay más que decir.
Viene esto a cuento de que ayer me enteré que la página web del Vaticano tiene exactamente 3.000.000 de visitas cada día. A poco que se opere matemáticamente salen… al año. Aún así, el encargado del tema, que se formó por cierto en España, piensa que con ciertos cambios en esto y en lo otro, con gran facilidad aumentará la dicha cifra, y se puede llegar a…
A mí, ¡pero qué mentecato soy!, lo único que se me vino a la mente es una vieja canción de Víctor Jara que decía más o menos: «Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz, canto porque la guitarra mía tiene sentido y razón…»
Esta mañana se me ha vuelto el recuerdo emoción, y quiero despertaros con esta mezcla de ternura y utopía, de lirismo y bruta realidad, de afán por hacer bien las cosas o no hacerlas, de sentir lo que se vive o de irse a tomar viento y con la música a otra parte.
4 comentarios:
Siempre habrá en el mundo gente muy importante, muy premiada y muy leída.
Por suerte para ellos no saben que algunos que tenemos un humilde blog, del que disfrutamos, SOMOS FELICES.
Se de algunos sesentones, al menos, que han llegado a las mismas conclusiones por caminos bien diversos. Es por ello que no puedo hacer otra cosa que felicitarte por que eres uno de ellos. Un abrazo.
Este no lo he pillado, ¿estaré espesa hoy?
Ya me contarás...
mariajesús, y seguro que les fastidia mucho. O tal vez, y lo consideran como una válvula de escape inofensiva. Pobrecitos, dirán, dejad que se entretengan. ¡Con qué poco se contentan! Y una cosa más, no te pienses que esto es gratis, esto lo pagamos también nosotros.
emejota, pero no te creas que me sirve de mucho. Como dicen en mi pueblo “pinto menos que Chimeneas en Ampudia”. El tal “Chimeneas” debía ser poco importante en ese pueblo de la Tierra de Campos palentina. Dame ese abrazo, pero resulto poco resultón.
Julia, pues tú tranqui, que no tiene casi sustancia. Espeso, el chocolate. Lo demás importa poco. Y por supuesto que te seguiré contando…
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