En el día en que los
Gasol bois pierden con Rusia, las chicas del voley playa ante Italia, los mozos
del tenis frente a Francia y los del 1.500 quedan eliminados, sólo las
escuadras de balonmano y de balonagua, o sea waterpolo, conservan intactas las
esperanzas. Y no cuento a mi paisana, la palentina Marta Domínguez, porque esa
es de otra pasta, si lo sabré yo.
Tal parece que el
derrumbe en que anda sumido el país entero ha llegado a hacer mella también en
nuestros deportistas olímpicos. Eso es lo que ha forzado a un atleta a
exclamar: “Soy español. ¿A qué quieres que te defraude?”
“Defraude” puede
significar dos cosas bien diferentes, y no creo que este muchacho se refiera a
la que más ha abundado por aquí en los últimos tiempos. Sin duda él está
queriendo decir que las cosas no pueden estar saliendo peor para nuestro
deporte, y que eso ocurre a pesar de todo el esfuerzo, el tiempo y las
ilusiones que el conjunto y cada uno de ellos y ellas han aportado desde que
empezaron a prepararse para participar en estos juegos olímpicos.
El personal quiere
trofeos, triunfos, victorias. Eso de que lo importante es participar es para
contentar a los nenes cuando no les salen las cosas como les gustaría. A los
mayores nos corresponden las copas, las medallas y los podios, que son las que
salen en las fotos y las que se apuntan en las estadísticas para los siglos de
los siglos.
Y si en lugar de
“derechos” llegan “reveses”, en seguida sale de cada uno el puñetero pesetero,
ahora traducido a euros, que enarbola los impuestos que le han detraído para
mantener a tanto maula, vago/a, fallón o como quiera que se diga para referirse
a quien participa y no vence.
Hubo un tiempo en que
fui deportista, sí de competición. No digo en qué deporte, porque por entonces
no estaba bien visto en persona de sexo masculino; ahora ya no, porque son unos
tiarrones, y tiarronas de más de dos metros, que te pegan un mate en tus partes
que te mandan a la uvi. Y viví la tensión por competir, por conseguir triunfos
que se traducían en subvenciones, en viajes para asistir a torneos, en fotos en
la prensa local, en envidia de los compañeros que jugaban a otras cosas donde
había más competencia porque era a lo que jugaban todos. Éramos como un élite,
y se nos exigía. Y se nos cobraba por la ficha, y nos pagábamos la ropa, y nos
costaba los desplazamientos. De la manutención, si hizo falta, ya ni digo.
No llegué a nada
porque ni eran épocas, ni yo estaba por la labor.
Ahora hago deporte, y
paso de competir, aunque sea muy sano. No quiero subvenciones que me puedan
luego echar en cara. No quiero defraudar a nadie, y que cada quien se esperance
con sus cosas: con su trabajo, con su tesón, con su tiempo, con su dinero y con
su familia…
Yo ahora sólo compito
conmigo mismo. A ver si, por ejemplo, ando seis kilómetros en una hora, o subo
a la Laguna Grande de Gredos en menos de dos horas, o nado mis series bajando
de los treinta minutos. Y así…
No, no quiero
defraudar. Ni en lo uno… ni en lo otro. Por eso ni me planteo ir por lana…
1 comentario:
Para ver lo que hemos vista hasta ahora de nuestros representantes, creo que tu y yo no hubieramos defraudado.
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