Un
niño de 12 años, en 1960, conoció esta escena mirando los carteles
publicitarios de la película en los escaparates de los comercios de su
ciudad. Era "gravemente peligrosa", según decía el letrero. Y él se
preguntaba dónde estarían los indios malvados, los nazis sanguinarios o
los feroces leones que amenazaban a la señora mayor, tan rubia y tan
escotada; el señor no parecía malo, el agua no cubría casi y el frío se
aguanta. ¡Dónde estaría lo divertido! Y se marchó todo contento porque
era día sin cole y a la tarde en el Capitol echaban dos de vaqueros, en
sesión continua.
* * *
«'La
dolce vita' no era una gran película. Existe por aquella escena
increíble, estábamos yo y Marcello. Más yo, la verdad. Estaba bellísima,
lo sé»
«¿Quiere
saber si me siento un poco sola? Sí, un poco sí. Pero no me arrepiento
de nada. He amado, he llorado, he vencido y he perdido. No tengo marido
ni hijos».
* * *
(La
fontana de Trevi sigue igual y en el mismo sitio, según me informan amigos que han estado recientemente en Italia; pero Anita Ekberg, la
musa de 'La dolce vita', icono sexual del cine, ha acabado en una
clínica de monjas de Nemi, cerca de Roma. Allí ha cumplido 80 años, en
una silla de ruedas tras romperse las dos piernas y sin apenas visitas.)
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