De todos los árboles frutales que me encontré en este patio de monipodio que es ahora el parroquial, y que más propiamente debería renombrar como el jardín de las delicias, sólo ha sobrevivido el membrillo, y nada sano, para decir la verdad. Si quien los plantó supo cómo hacerlo, y además se esmeró en cuidarlos, los continuadores no, y así cuando yo me vi con ellos estaban famélicos y cocosos. Del manzano no pude sacar sino hojas en otoño, para recogerlas. Del ciruelo claudio apenas probé alguna, y lo mismo del francés. Del albaricoquero comí mucho fruto, repartí mucho más y con el resto me hice mermelada durante unos cuantos años, hasta que hubo que darle matarile, porque se me venía encima de la casa.
El membrillo ha sido el más valiente, el más tenaz, y también el más agradecido. Yo lo recibí tocado pero vivo, y más grande. Desde el principio gusté de sus frutos, y también me dio para dar y repartir. Ahora está aviejado y manco, que perdió una de sus dos ramas principales. Porque os juro que este árbol bien parecía una Y. Pero ya dejó de parecerlo. Aquí está, como el de Lepanto.
El mal sigue ahí, que ya pregunté y me dijeron que no tenía solución, que mientras lo tuviera, lo disfrutara.
Él es duro como la gente de esta tierra, y se resiste a morir. Y en tanto lo hace,
va cediéndose de lado, a la izquierda según esta vista, a la derecha si le miráramos del otro lado.
Pero sigue produciendo, no para. Miento, que el año pasado no quiso hacerlo. No se sabe si fue por la climatología, o porque él se negó en redondo y quiso tomarse un descanso. Yo acabé mis reservas de mermelada de mebrillo, y tuve que ir a comprar. Pero no había comparanza, ni hablar.
Este año, sin embargo, ha vuelto por sus fueros. No tanto como en el pasado, cuando tenía que colocar un varal atado al tronco para sujetar con cuerdas sus ramas rendidas por el peso para que no se troncharan.
Los frutos son algo más pequeños, pero no tienen maldad; están sanos.
Tampoco son tan numerosos.
Aún así, tienen bonita presencia, y su aroma llena todo el jardín.
Esta mañana, cuando el sol estaba en lo más alto, he ido desprendiendo uno por uno estos hermosos, tersos, amarillos frutos, que voy a administrar a la manera usual. Haré unos lotes semejantes, y las catequistas recibirán su porción, como cada año. Para ponerlos en la cocina, para meterlos entre la ropa, para hacer conservas y dulces, para comérselos a mordiscos…
Con mi lote aún no tengo pensado nada. Cuando lo decida, vengo y os lo cuento.
El membrillo ha sido el más valiente, el más tenaz, y también el más agradecido. Yo lo recibí tocado pero vivo, y más grande. Desde el principio gusté de sus frutos, y también me dio para dar y repartir. Ahora está aviejado y manco, que perdió una de sus dos ramas principales. Porque os juro que este árbol bien parecía una Y. Pero ya dejó de parecerlo. Aquí está, como el de Lepanto.
El mal sigue ahí, que ya pregunté y me dijeron que no tenía solución, que mientras lo tuviera, lo disfrutara.
Él es duro como la gente de esta tierra, y se resiste a morir. Y en tanto lo hace,
va cediéndose de lado, a la izquierda según esta vista, a la derecha si le miráramos del otro lado.
Pero sigue produciendo, no para. Miento, que el año pasado no quiso hacerlo. No se sabe si fue por la climatología, o porque él se negó en redondo y quiso tomarse un descanso. Yo acabé mis reservas de mermelada de mebrillo, y tuve que ir a comprar. Pero no había comparanza, ni hablar.
Este año, sin embargo, ha vuelto por sus fueros. No tanto como en el pasado, cuando tenía que colocar un varal atado al tronco para sujetar con cuerdas sus ramas rendidas por el peso para que no se troncharan.
Los frutos son algo más pequeños, pero no tienen maldad; están sanos.
Tampoco son tan numerosos.
Aún así, tienen bonita presencia, y su aroma llena todo el jardín.
Esta mañana, cuando el sol estaba en lo más alto, he ido desprendiendo uno por uno estos hermosos, tersos, amarillos frutos, que voy a administrar a la manera usual. Haré unos lotes semejantes, y las catequistas recibirán su porción, como cada año. Para ponerlos en la cocina, para meterlos entre la ropa, para hacer conservas y dulces, para comérselos a mordiscos…
Con mi lote aún no tengo pensado nada. Cuando lo decida, vengo y os lo cuento.
5 comentarios:
El membrillo es uno de los arboles mas resistentes que conozco. A las pruebas me remito. Ya se ve por las fotos. UFA
Pues yo paso a saludarte, a decir ¡menudo cosechón, amigo!, y a irme ya al campo, donde tengo unos veinte membrillos esperando para que los convierta en carne de membrillo. Ya te diré cómo ha salido el potingue. Un abrazo.
Madre mía, cómo tienes el valor de decir que no son grandes, son estupendos esos membrillos. Que los disfrutes.
Por cierto, hasta en inglés te hacen comentarios pero te mandan a un sitio que no sé yo... tú verás.
Besos
Miguel Angel, me acabo de acordar de una historia con un árbol de membrillos. Tenía yo 14 años y fui a comer con mis abuelos y unos amigos de mis abuelos a un restaurante al aire libre de Coín. En el patio había un membrillero con unos frutos como esos de tú nos muestras. La amiga de mi abuela quedó tan enamorada de los membrillos que me incitó a robar algunos para hacer mermelada. Yo dije que no, pero tanto insistióo que acabe colándome unos cuantos debajo de mi jersey. Ayy mi conciencia...
Las fotos son espléndidas de este resilente árbol que todavía sigue en pie.
emejota, más que resistente, es un cabezota, como yo. Por eso nos llevamos tan bien. TBO
Clares, que pases buen rato y te salga de rechupete. Ni le eches mucho azúcar, ni lo dejes demasiado duro. Lo justo. Un abrazo
Julia, pues son de tamaño regular, al menos comparándolos con los de otros años; pero están lisos y limpios, y otras veces estaban acocados y llenos de arrugas. Y ya ves, este membrillo me ha a hacer famoso allende el mar y las fronteras. Besos.
Encarni, esa historia la preparas un poco, la adornas otro poco y te queda un relato que causa sensación. Estúdiatelo. Si te hacen falta fotos, toma las que quieras, para ambientarlo. Y para la conciencia, lo mejor es meter entre col y col alguna buena cuchufleta. ¿Sabes quién las hacía muy bien?: Gloria Fuertes.
Publicar un comentario