La brevedad de febrero me ha asaltado, de manera que aún mantenía su
hoja al frente como si hoy fuera 31 en lugar de 3, pero de marzo. Ello me ha
provocado una sensación no de adelanto, sino de regreso; como si esos dos días
que han permanecido ocultos bajo la falda del mes ya agotado no los hubiera
vivido, hubieran pasado sin más, de tapadillo. Y no, precisamente esos dos días
no han sido en balde. Esa puede que haya sido la razón de no atenderlos y
dejarlos de la vista. Pasar página, en este caso, no ha sido hacer patente el
tiempo no cronometrado; sino, y más bien, reconocer haberlo vivido a otro
ritmo, con otras urgencias, con la mente y el interés en cosas que importan.
Por eso, tal vez, no supe qué responder cuando me preguntaron si había
visto el debate de investidura, que lo dieron por la tele. Me encogí de
hombros, un poco azorado por el temor a parecer desinteresado por el tema. Me
salvó la intervención de un médico en ejercicio: “Los que no estamos jubilados
hemos de atender a otras cosas”. Ya sé que no fue una respuesta convincente;
incluso trabajando puede seguirse el marcador de un partido de pelota o el
resultado del bombo de la lotería.
Pasar página suele significar que se deja, cerrado o aparcado para
siempre, un asunto sobre el que se ha estado muy, o poco o algo, “enfrascado”.
Y también ocurre en la generalidad de los casos que, hecho el gesto y pensando
que “a otra cosa mariposa”, se tiene la convicción de que ya no va a volver a
interesar, y que otra u otras preocupaciones van a ocupar la primera plana.
Si la nueva página estuviera en blanco, tal vez fuera posible empezar de
cero y dar por concluido lo anterior. No ocurre así con marzo: está todo lleno
de números, exactamente 31; y con sus correspondientes anotaciones.
He aquí, pues, que me zambullo en un mes ya comenzado y con una carga
considerablemente importante de profundidad que, tarde o temprano, puede que explote.
Y no lo digo, solo, por lo de la cal, sino (sobre todo) por los modos que al
parecer se gastaron las ilustres personas que deberían tener en la palabra su
distintivo, para eso se dicen parlamentarios, de parlar. Si hubo brillo alguno
no lo enfocaron las cámaras ni lo recogieron los micrófonos. Tal vez estuviera
a ras de suelo, al nivel del betún.
Afortunadamente, si la climatología se cumple, este mes es el ventoso.
Que llegue pues el aire en movimiento y levante con fuerza las cartas de este falso
castillo en el que nos vemos encerrados. Hay tiempo, aún quedan 28 días, total
otro febrero.
1 comentario:
Madre mía, Míguel, qué harta me tienen todos estos papagayos, harta hasta tales niveles que los únicos a los que reconozco un cierto aire de parlamento es ¡¡¡¡a los nacionalista vascos y catalanes!!!, ¡¡¡quién me lo iba a mi a decir!!!. Otra cosa es lo que propongan y lo que pretendan, el contenido exacto de lo que quieren para sus respectivos "sitios", otra cosa es que sean tan de derechas como el que más, pero al menos, mantienen las formas, se expresan con cierto aire comprensible e incluso, mantienen las distancias con unos y otros con cierta elegancia. Estoy ojiplática de que sean estos representantes de las oligarquías nacionalistas los que más me hayan convencido en sus formas de parlamento. Me queda, en mi área de preferencia, Garzón, pero ¡es tan joven!. Echo de menos tanto a algunos. El resto, de unas y otras bancadas, no puedo con ellos. Están a ras de suelo como tú dices. Si marzo tuviera la capacidad de borrarles parte de sus tontás y sustituirlas por ideas claras que transmitir, sería un buen mes de marzo. Porque luego llega abril y ahí, amigo mío, ya hay fechas que no pueden ser oscurecidas por nada del mundo, el 10, por ejemplo, el 14 y el 26. A esperar a abril.
Besos
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