Busto de Claudio Sánchez-Albornoz en Ávila |
CUATRO CURAS
ESQUIROLES
Había muerto la reina Mercedes,
primera mujer de Alfonso XII. Era alcalde de Ávila mi abuelo y decidió
organizar unos funerales solemnísimos. En Ávila, había un cabildo catedral y
cuatro conventos de frailes, muy nutrido el de los carmelitas de Santa Teresa y
más aún el de Santo Tomás donde se formaban los dominicos de Filipinas; había
asimismo ocho parroquias y más de una docena de capellanes de conventos de
monjas. Mi abuelo no encontró cuatro sacerdotes que quisieran cantar el funeral
y hacer el sermón de honras por la Reina Católica; todos eran carlistas. Y hubo
de viajar a Madrid para contratar cuatro curas esquiroles que le sacaran del
aprieto. Se los procuró el padre Ruiz Zorrilla, hermano del famoso repúblico y
que ejercía autoridad en las Escuelas Pías Y sólo así se pudieron hacer en
Ávila las honras fúnebres debidas a la reina Mercedes. La numerosa grey
clerical de la ciudad no perdonaba la tolerancia religiosa de la monarquía.
Hasta ahí he llegado
leyendo, luego de haber intentado dormir inútilmente. Me había acostado
desvelado y tampoco leer me resultaba placentero. Mi anecdotario político, de don Claudio Sánchez Albornoz,
no supuso ninguna mejoría ni siquiera placebo capaz de hacerme olvidar el
motivo de mi estado, a pesar de que quien me lo recomendó juzgó que me curaría
de mi inopia política y me divertiría al mismo tiempo.
Nada. Ni siquiera el
grato recuerdo de haber compartido mesa y conversación con un bisnieto del
historiador abulense y político por algún tiempo, me sirvió de ayuda.
¿Qué cuál fue el
motivo de mi postración? ¡Cuáles! debería decir. Por lo menos dos.
El primero. Tras
desechar un estupendo combi por consejo del técnico de turno –que lo condenó
por obsoleto a la chatarra–, para adquirir esta vez por separado un corrientito
frigo y otro más bien normal arcón congelador, descubro que simplemente
cambiando el termostato, cosa sumamente fácil, por poco más de veinte euros
seguiría teniendo el aparato en uso por lo menos hasta mi jubilación
definitiva. Así la broma ha costado casi quinientos euros. No está mal.
El segundo. Y éste,
justo antes de apagar el ordenador ya sin ganas de más gaitas. Está repetido
por Internet hasta la saciedad.
–Sr.
Liminski, escuche por una vez a un viejo obispo. En mi última visita al Papa
Francisco pude hablar muy francamente con el Santo Padre sobre todos los temas.
Y también le dije que cuando habla en forma de entrevistas y breves
discursos se quedan algunas preguntas abiertas, que para los no iniciados
deberían en realidad precisarse más. El Papa me miró fijamente y me dijo
que le mencionara un ejemplo.
Y
mi respuesta fue entonces que a su regreso de Río a Roma, mientras viajaba en
el avión, se le mencionó el problema de los divorciados vueltos a casar.
Entonces el Papa simplemente me respondió: «los divorciados pueden comulgar,
pero no así los divorciados vueltos a casar. En la Iglesia Ortodoxa se pueden
casar dos veces». Hasta ahí su declaración.
Luego
habló de la misericordia que, sin embargo, a mi modo de ver, y así se lo dije,
en este país siempre se interpreta como un sustituto de todas las posibles
faltas del hombre. Y el Papa me respondió muy enérgico que era un hijo de la
Iglesia Católica, y que él no dice otra cosa que lo que la Iglesia enseña. Y la
misericordia debe ser idéntica a la verdad, de lo contrario no merece el nombre
de la misericordia.
Y,
por lo demás, él me dijo expresamente que cuando ciertas cuestiones
teológicas se mantienen abiertas, entonces la importante Congregación para la
Doctrina de la Fe está ahí, para aclarar y formular detalladamente. También
debe pensar que antes del Concilio el propio Papa era el presidente de esta
congregación, y ella es, en el orden curial, la que está en el primer puesto,
ahora lo mismo que antes. No se puede hablar del Prefecto como si fuera un
ciudadano particular, sólo porque él anteriormente fuera miembro de la
Conferencia Episcopal (alemana).
Es el arzobispo de Colonia, cardenal Joachim Meisner, en
una entrevista concedida al parecer recientemente, pero que no logro precisar
ni a quién (¿tal vez un tal Liminski?) ni cuándo (¿ayer, hace un mes, hace
medio año?).
Incapaz, pues, de
continuar entre las sábanas, vuelvo a activar el teclado y transcribo estos
pensamientos.
Nada puedo decir de
esto segundo. Si así están las cosas, pues así están y punto. Pero sobre lo
primero, dejaré constancia una vez más de que a chapuzas no hay quien me gane.
No irá a la chatarra. Tendrá el combi en cuestión un destino más honroso. En un
rincón de la nave servirá para guardar y conservar lo que sea menester. Y ojalá
que sea para los restos.
5 comentarios:
Eso de campeón de las chapuzas habría que comprobarlo con otro que también se considera el rey de las ídem.
Porque es el día de los Inocentes te consiento que entres en mi casa a hacerme la competencia.
No he necesitado cambiar el termostato. Simplemente lo he ajustado con un tornillico que tiene escondido, y que parece que a los técnicos les sobra. Ahora funciona a las mil maravillas.
Y deja de cambiar de nombres, se te conoce, Hermenegilda.
Nadie me gana con las chapuzas, hago efectivamente eso, chapuzas..
Teniendo en cuenta lo que dice el DRAE sobre “chapuza”, –1. f. Obra o labor de poca importancia. 2. f. Obra hecha sin arte ni esmero. 3. f. Méx. estafa (‖ acción y efecto de estafar)–, me desdigo y no me reconozco como facedor de tales cosas en ningún caso.
Inmediatamente me pongo a buscar una mejor definición de mí mismo.
Gracias, jordim, por identificarte y hacerme caer en la cuenta de mi error.
Oh de nada. Suelo pasar por aquí, pero nunca sé qué comentar por los blogs (que luego soy muy escueto y la gente cree que no leo...)
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