Ya va siendo habitual
que, con motivo de las fiestas del barrio de La Cañada, se nos invite a pasear
por nuestra ciudad de la mano y la sapiencia de una guía de mucho postín: Paz
Altés. De modo que a las ocho de la tarde, cuando más paseantes había por las
calles de Valladolid, un grupo de personas esforzadas nos congregamos puntuales
a la cita para escuchar, contemplar y pasear.
Este es el relato
escrito de la susodicha peripatética [1], que el hablado quedó allí [2], en medio de
algunas plazas de la capital.
Ruta: 10 plazas con mucha historia…Una plaza fue el germen de Valladolid: la plaza de Santa María (hoy de la Universidad). Una plaza acogió nuestro primer gran mercado: la Plaza Mayor. Y una plaza aglutinó el esplendor cortesano de la ciudad en tiempos de Felipe II y Felipe III: la plaza de San Pablo. La historia de Valladolid puede leerse en sus plazas:Plaza de Zorrilla / Plaza de Santa Ana / Plaza de la Comedia / Plaza Mayor / Plaza de la Rinconada / Plaza del Corrillo / Plaza del Ochavo / Plaza de Fuente Dorada / Plaza de Portugalete / Plaza de la Universidad
Plaza de Zorrilla
Durante siglos fue llamada "Puerta del Campo", confluencia de las actuales calles de Santiago y de Claudio Moyano. Entre el s. XIII y el XVII constituyó el límite sur de la ciudad, con carácter almenado y defensivo. Ya en época moderna se convirtió en un elemento más suntuario con la erección del llamado Arco de Santiago, que servía más de ornato que de barrera. Era un arco de doble cara: en su lado hacia el Campo Grande presentaba una hornacina con una imagen de San Miguel; en el lado hacia la calle de Santiago el hueco lo ocupaba una imagen de la Virgen de San Lorenzo. El "arco" era a menudo re-decorado, como hizo el mismísimo Juan de Juni con motivo de la visita de Isabel de Valois a la ciudad en 1565. En 1864 el "arco" fue destruido porque era un estorbo para el tráfico. En lo que es propiamente la plaza de Zorrilla se desarrolló una variadísima actividad: durante la Edad Media fue "Campo de la Verdad", donde se realizaban los duelos y los torneos de la época; en la Edad Moderna, allí se celebraron las recepciones oficiales y fue lugar de paseo y divertimento. En 1559, la "ahora plaza" fue escenario de las ejecuciones derivadas de los famosos autos de fe. El principal edificio del entorno era entonces el Hospital de la Resurrección (antes mancebía de la ciudad). En tiempos del alcalde Miguel Íscar (1877), con el río Esgueva ya cubierto, se produjo la planificación definitiva del Campo Grande y la plaza comenzó a tener fisonomía propia. La plaza se llamó "de Zorrilla" desde 1894, con ocasión de la muerte del poeta en 1893. En 1896 se instaló la primera fuente y en 1900 la estatua del poeta obra de Aurelio Rodríguez Carretero. En 1909 comenzó a funcionar el Teatro Pradera y en 1930 concluyeron las obras de la nueva Academia de Caballería, sobre el solar que ocupara desde mediados del siglo XIX el "octógono" del primigenio "Colegio de Caballería". Desde el derribo del Pradera, en 1967, la plaza ha sufrido varias remodelaciones hasta llegar a la configuración actual.
Plaza de Santa Ana
Llamada en tiempos plazuela de la Trinidad, por la proximidad del convento de los Trinitarios calzados, recibió su denominación actual en 1843, por ser lo más relevante de su contenido el convento de San Joaquín y Santa Ana, construido sobre planos de Francisco Sabatini, el arquitecto de Carlos III. Lugar de paso entre la plaza Mayor y la calle de San Lorenzo donde, además de la iglesia de Ntra. Señora de San Lorenzo, se encontraba la Casa de la Moneda y la entrada al Teatro de la Comedia.
Plaza de la Comedia
Su verdadero nombre es plaza de Martí y Monsó, pero durante siglos fue conocida como "de la Comedia", por estar allí el "corral de comedias" más importante de la villa, cuya explotación servía de sustento a los niños del Hospital de San José y Niños Expósitos, desde 1574. A comienzos del siglo XVII, el Teatro de la Comedia fue ampliado (la Corte estaba en Valladolid…); y en el siglo XVIII pasó a ser regentado por el Ayuntamiento, hasta su demolición en los años 60 del siglo XIX, coincidiendo con la construcción y apertura del Lope de Vega (1861) y el Teatro Calderón (1864). La Fuente de las Sirenas es de Concha Gay y la escultura de El Comediante de Eduardo Cuadrado.
Plaza Mayor
Nuestra Plaza Mayor fue en su origen "plaza del Mercado" y en ella tuvieron lugar, además de dicho uso, torneos, toros, mascaradas, celebraciones reales, etc. En 1561, un pavoroso incendio destruyó todo el centro de la Villa y la reconstrucción de la plaza corrió a cargo del arquitecto Francisco de Salamanca, que la concibió como hoy la conocemos: un gran espacio abierto y rectangular, con soportales corridos, que serviría como modelo a plazas tan célebres como la de Madrid. La Plaza Mayor de Valladolid es una de las primeas que incorpora la numeración de sus viviendas, todas ellas de tres alturas y con terrazas en la última de ellas. La Casa Consistorial actual es de 1908; en el centro de la plaza se erige la estatua del conde Pedro Ansúrez, repoblador del lugar en tiempos de Alfonso VI, esculpido por el popular Aurelio Rodríguez Carretero en 1903. Donde ahora se alza el Teatro Zorrilla, estuvo en tiempos en gran Convento de San Francisco, donde el Concejo celebró muchas de sus sesiones y donde fue enterrado, entre otros, el mismísimo Cristóbal Colón. La Plaza Mayor fue escenario de la coronación de Doña Berenguela y Fernando III el Santo (1217) y de la proclamación como rey del vallisoletano Felipe II (1557). En 1559 se celebraron aquí los dos autos de fe inmortalizados por Miguel Delibes en El Hereje. ¿¡Cuántos episodios más!?
Plaza de la Rinconada
Esta plaza era un "ensanche" de la gran vía de "mercaderes" que corría paralela al ramal norte del Esgueva. Este "rincón" comenzó a tener su propia personalidad a raíz de la reconstrucción del centro tras el incendio de 1561. Tradicionalmente, la Rinconada albergó el llamado "mercado de la Red", en cuyas casetas se vendía el pescado al pormenor. Asimismo, fue lugar de posadas y establecimientos de hospedaje; aglutinados en el solar que, a partir de 1922, ocupó el actual edificio de Correos y Telégrafos. Desde comienzos del siglo XVII, con la traída del agua de Argales por Francisco de Praves a la ciudad, la plaza dispuso de una fuente, que hoy por hoy es un elemento inseparable de la plaza. La actual, titulada Fuente de Los Colosos, es obra de Pedro Monge.
Plaza del Corrillo
Esta plaza fue, tradicionalmente, el epicentro de las vías gremiales más significadas de la Villa: la de los plateros (Platerías), los cebaderos (Cebadería), los especieros (Especiería), los guarnicioneros y los lenceros (Lencería). En aquellas épocas, muchas "transacciones" se hacían en la calle, en lugares como este "corrillo"; de ahí su nombre. Su fisonomía triangular corresponde al trazado diseñado por Francisco de Salamanca para la reconstrucción del centro tras el mencionado incendio de 1561.
Plaza del Ochavo
Esta plaza también es fruto de la planificación urbanística de Francisco de Salamanca, tras el incendio de 1561. Se planteó como entrada a la flamante calle de Platerías (antes "La Costanilla"). Recibe su nombre de su propia "forma ochavada" (octogonal, de ocho lados) y la encontramos citada en un Entremés de Cervantes, Los habladores: "En Valladolid hay una placita que llaman del Ochavo". La leyenda dice que fue en esta plaza donde el verdugo degolló a Don Álvaro de Luna (1453), hombre de confianza de Juan II; y que su cabeza estuvo durante días colgada de una argolla que aún puede verse, para escarmiento público.
Plaza de Fuente Dorada
Al amparo de la soberbia Plaza Mayor, esta plaza irregular y secundaria ha tenido siempre una personalidad muy especial. De forma triangular y dotada de soportales desde la remodelación de Francisco de Salamanca, en la plaza siempre hubo, desde que se realizase la traída de las aguas desde el pago de Argales al monasterio de San Benito a comienzos del siglo XVII, una fuente de carácter singular; que no pasó inadvertida ni al mismísimo Miguel de Cervantes, que la cita en su obra La ilustre fregona. El nombre de "fuente dorada" hace referencia, al parecer, a la fuente originaria, instalada en los primeros años del siglo XVII, que estaba coronada por una pieza de bronce dorado. En el siglo XVIII esta pieza (¿una bola?) fue sustituida por una figura alegórica de la primavera también muy dorada. A mediados del siglo XIX, la fuente es sustituida por una nueva, adornada con un "Apolo", ya sin dorar; y poco a poco fue perdiendo su carácter monumental para acabar siendo un sencillo pilón rematado por una farola. En los años 40 del siglo XX, se intentó recuperar "la tradición" instalando en la fuente una escultura de un atleta con antorcha, pintado de purpurina para semejar bronce: la gente no tardó en apodarlo cariñosamente "Don Purpurino". Sin embargo, tampoco esto duró demasiado y el Ayuntamiento de Valladolid terminó regalando la escultura al pueblo de Tamariz de Campos, donde aún está. En nuestros días, desde 1997, la plaza luce una fuente homenaje a los oficios que antaño estuvieron asentados en las calles cercanas, obra de Fernández González Poncio. El vaso de la fuente es… dorado.
Plaza de Portugalete
Esta plaza existe porque el proyecto de Juan de Herrera para el claustro fabuloso de la "cuarta Colegiata" (hoy, catedral) no se llevó a efecto. La presencia del ramal norte del Esgueva, el muro lateral de la Colegiata, la cercanía de la Casa de Orates, los pilones de tintar, un lavadero público, un rastro de carnes varias… El lugar debió de ser ciertamente populoso y, en la época cortesana de los siglos XVI y comienzos del XVII, con Felipe II y Felipe III, lugar a medio camino entre las dos grandes plazas de la Villa: la antigua plaza del Mercado (hoy, Plaza Mayor); y la plaza de San Pablo, convertida en núcleo de la vida de la Corte. Sobre la plaza de Portugalete cayó de lleno la torre del Evangelio de la Catedral, en 1841, conocida como "la Buena Moza" por los vallisoletanos [3]. Desde 1881, prácticamente toda la plaza de Portugalete permaneció ocupada por uno de los tres mercados de hierro de la ciudad, que estaría en pie hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX y que aún permanece en la memoria de muchos.
Plaza de la Universidad
Esta plaza, antigua plaza de Santa María, fue la primera gran plaza de Valladolid y su centro neurálgico durante gran parte de la Edad Media. Su origen está muy vinculado al Conde Ansúrez quien, recibido el señorío de Valladolid de manos de Alfonso VI en 1074, construyó en las inmediaciones de este lugar su propio palacio, la iglesia de La Antigua y la Colegiata de Santa María (hoy, catedral). La plaza fue un bullicioso lugar de mercado. La Colegiata fue sede tanto del Concejo como de la Universidad (Estudio General, desde el siglo XIII), pero ambas instituciones necesitaron unas instalaciones específicas a partir del siglo XV. En principio, el edificio de la Universidad se abría a la calle de la Librería pero, entre 1715 y 1724, el arquitecto carmelita fray Pedro de la Visitación trazó la actual fachada, rematada con las conocidas esculturas de los monarcas protectores de la entidad: Alfonso VIII, Juan I, Enrique III y Felipe III. Las columnas del atrio coronadas por leones con escudo limitaban la zona jurisdiccional del rector de la Universidad. La estatua de Miguel de Cervantes es obra de Nicolás Fernández de la Oliva; fue la primera escultura pública de Valladolid (1877) y en principio iba a ser instalada frente a la Casa de Cervantes.
Aquí terminó la
partida, y llegada la hora de la cena, cada mochuelo se fue por los medios que
le parecieron oportunos. Servidor, en bici. Del resto, no sé, no contesto.
En cuanto al
reportaje gráfico, es decir las fotos, son de mi factura. He preferido hacerlo
así, aunque hay en la red material de sobra y con mucha mayor calidad, para
quien quiera ampliar.
Por mi parte añado estas curiosidades:
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Ese agujero en los soportales de la Plaza Mayor no es para tirar las llaves cuando alguien llega tarde, qué va. Es la mirilla que usaban nuestros mayores por donde observaban al que llamaba a su puerta.
Si no salimos por piernas ocupan la plaza y no podemos continuar nuestra ruta. Su presencia no constaba en nuestro guión [4].
Tampoco estaban en el guión los preparativos a base de tubos, tornillos y planchas que ocupaban casi toda la plaza. Se trata de una exhibición de padel que tendrá lugar próximamente.
Estuve esperando un buen rato, pero no pude verlo: es el "guardia" que vigila la entrada del parking de la Plaza Mayor. Se ha cargado los bajos de varios vehículos por saltarse el disco en rojo. Ha sido noticia en los periódicos de los últimos tiempos. Lo mejor es pasar por encima a todo gas… o no intentarlo por si acaso.
Esta foto tan fatalmente sacada pudiera inducir a pensar que está de más en este blog, en el que la calidad prima por encima de todo. Sin embargo, tan dado que es uno a lo "parabólico", tiene su aprovechamiento. Somos todos los que estuvimos caminando tras y junto a Paz, -a la derecha según se mira, la primera. Desenfocados, para no ser reconocidos, porque la persona tiene derecho a su propia imagen, y ni he pedido permiso ni lo pienso pedir, que éramos demasiadas. Pero así, de frente, por la Calle Comedias, antes de las Campanas, parecemos todo un ejército en orden de batalla. Y sin meter ruido ni exhibiéndonos como otros, sino discretamente, como es nuestro natural.
Claro que tengo que reconocerlo, la calle en cuestión es estrecha de narices. Menos mal que en ese momento no salió ningún vehículo del aparcamiento…
Claro que tengo que reconocerlo, la calle en cuestión es estrecha de narices. Menos mal que en ese momento no salió ningún vehículo del aparcamiento…
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[1] Peripatética,
porque tenían la costumbre de enseñar paseando… Nada que ver con lo
estravagante o lo ridículo.
[2] Esta vez la
cámara sólo la utilicé para hacer fotos, no para grabar vídeo. Podría haberlo
hecho, pero me habría perdido la jugosa disertación de Paz Altés. Por cierto,
su padre Fernando Altés fue más que compañero de Miguel Delibes. ¿Me comprenden
ustedes?
[3] Es público y
notorio que la catedral tiene dos torres, pero una de ellas mocha, porque se
vino abajo. Los vallisoletanos decidieron dejarla como estaba. En su lugar
terminaron la otra, que estaba a medias, pero la remataron, es decir, la
fusilaron. Puede verse con sólo mirarla.
[4] Si se me
permite decirlo, en cuanto que los vi creí que llegaba la comitiva para el auto
de fe, y me llevé un susto. No se puede leer El hereje y luego seguir tan
tranquilo.
1 comentario:
Miguel Angel, ¡vaya entrada más completa!
(me extraña desde luego la foto del final)...haz como yo con mis escritos del sabueso, esos malos, malisimos, que los estoy borrando casi todos, ¡quitala!, está todo tan bien hecho, que para que no se vean las imágenes, que una ya se hace la idea de lo que es un grupo en "visita turistica"....
(Bueno amigo, haz lo que creas conveniente...)
Un abrazo de jueves,de viernes , de sábado y de domingo que este fin de semana, me voy a celebrar San Juan por todo lo alto.
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