«El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante,
lo que no significa alocadamente, sino mimando cada situación, escuchando a
cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del
otro, examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no
lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida».
Confieso que desde que le escuché al profesor Keating decirlo por la
tele, dejé de sentir agobio por usarlo en mis homilías. “Aprovecha el momento”,
frase latina donde las haya, en boca de Robin Williams en El Club de los poetas
muertos, dejó de ser entonces una frase culta y para gente cultivada, y pasó a
ser de uso general, para cualquier persona de no importa qué edad y condición.
Hay personas que marcan, y Robin ha sido una de ellas. ¿Un actor? Pues sí.
Y siento pena de tener que hablar ahora en pasado, porque su muerte, conocida
esta mañana al despertar, me ha dejado tocado del ala.
Y la otra muerte, la del misionero repatriado por el ébola, Miguel
Pajares. ¡Claro, un cura es diferente! Pues no, no precisamente por eso.
Una por imprevista, la otra por no deseada.
Ambas vidas no dejarán de seguir teniendo presencia. La de Robin
Williams por las películas que protagonizó y los personajes que encarnó. La del
hermano misionero, porque a partir de él las enfermedades de pobres han
golpeado nuestra conciencia de ricos.
Si en vida destacaron con sus hechos, muertos se convierten en profetas.
Ya no podemos seguir igual que antes. Algo debemos y podemos hacer…
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