Así me lo soltó aquel
buen señor, ex arquitecto municipal de una villa noble y laureada, Medina del
Campo, devenido en misionero en Centroamérica tras ser ordenado de presbítero. “Estas
ya no se llevan. La teología de la liberación sólo existe en España, allá está
superada”.
Claro que también
fueron suyas las expresiones siguientes: ¿Todos estos coches son de obreros?
¿Ahora los trabajadores comen en restaurantes? ¿Y dices que aquí los sábados
nadie trabaja?
Corrían los finales
años 90, y aquí aterrizó esta persona, porque mi señor arzobispo, don José, se
veía apremiado por mi soledad ante el boom constructivo que se había declarado
por esta parte de la ciudad. Esta “ayuda” me sería de mucho alivio, según sus
palabras. Sin embargo, entonces empezaron mis quebraderos de cabeza.
Poco tiempo paró el
pobre, que se volvió en cuanto pudo a sus misiones. Esto ya no era para él.
¿Allá donde volviera sería su lugar?
No me lo puedo creer.
Llegó acá renegando de la teología y de la pastoral que se encontró, y lo que
explicó de cuanto hacía allá a mí me sonaba a los viejos años cincuenta, de
cuando yo era niño y la religión era el aire que respirábamos, sí o sí, por las
buenas o por las malas.
Criticó cuanto pudo,
apeló a una espiritualidad y ritualismo trasnochados, no aportó ni una miaja de
lo que otros y otras se deshacían en explicarnos era la salsa viva de aquellas
comunidades populares, y nos dejó un cuerpo muy maltrecho.
Nuestras canciones le
sonaban a consignas políticas, y sus autores auténticos guerrilleros tupamaros.
No sé qué será de él.
A buen seguro que ahora estará dándole al pensamiento de si es que nos estamos
volviendo locos o algo parecido si llega a enterarse de que en el Vaticano
acaba de salir un documento de postín en el que se pone en valor la teología de
la liberación y se condena sin ambages los malos modos que se utilizaron contra
sus expositores y defensores.
Tal vez todo se deba
a la llegada de Bergoglio a Roma como Francisco papa. Tal vez sea que la cosa
estaba ahí enquistada y ha tenido que ser un alemán que habla hispano, un tal Gerhard
Ludwig Müller, actual Prefecto del dicasterio vaticano la Congregación para la
Doctrina de la Fe (CdF), quien ponga orden y concierto. Tal vez, por qué no,
los viejos y despreciados dinosaurios de la progresía eclesial, como Gustavo Gutiérrez, han hecho buena
labor durante todo este tiempo de invierno cuaternario y ahora empiezan a
notarse sus frutos. Tal vez sea, en fin, que la vida es una pachanga y todo,
absolutamente todo es posible, mientras el sol siga saliendo cada día y los
seres vivos sigamos caminando sobre la faz de esta tierra.
Bienvenido sea ese
reconocimiento, si es que termina de llegar. Sin embargo, no siento ninguna
alegría por ello; al contrario, auténtica pena y dolor por los muchos que
cayeron, por las ilusiones rotas, por la pérdida de oportunidades, por la
verdad que tan obtusamente se negó.
Tan clara como ahora
aparece la luna en el oscuro firmamento, si la teología no libera, no es más
que palabrería. Y si la fe en Jesús no mueve a cambiar estas estructuras,
injustas e inhumanas, no sirve. Por eso seguimos utilizando los cantos que
contiene nuestro cancionero: para cantar, para orar, para reflexionar y para caer
en la cuenta y enardecernos hacia el compromiso con esta tierra y con todos sus
habitantes.
¡Vaya si están de
actualidad, si no todos, la mayoría!
1 comentario:
Totalmente de acuerdo contigo. Parece que este papa apunta maneras con hechos concretos que esperemos vayan calando en la caverna jerárquica y cambien también. No veo la hora en que en la conferencia episcopal española se haga una limpia a fondo y manden al "banquillo" a tanto facha decimonónico como ese colega que te "adjudicó" tu obispo por un tiempo.
Tú siempre has estado en el lado correcto, sigue ahí como tú sabes hacerlo.
Besos amigo mío.
Publicar un comentario