Es que en nochevieja me pongo siempre melancólica

 

Lo acaba de decir mi vecina favorita para justificar la necesidad que tenía de darme un achuchón. Se lo he “consentido” y me he dejado apretujar, porque el último día del año da ocasión y también justificación para realizar lo que ha quedado en el deseo o en el tintero. Hay que hacer balance, ¿no? Pues cerrémoslo ajustando las partidas.
Claro que tampoco hay que pasarse, no todo es posible ni sería conveniente. Hay que dejar alguna cosa en el debe, para tener ocupaciones con qué iniciar la siguiente jornada. Si empezáramos con la pizarra limpia, ¿por dónde cogeríamos el hilo?
Lo que no debe permanecer al empezar de nuevo con 2014 es precisamente melancolía. ¿Echar de menos algo del 2013? De un año tan aciago, mejor no recordar absolutamente nada.
Supongamos, pues, que acabamos a cero. Así, empezamos por abajo. A nivel.
Y pongamos que si el profeta afirmó:
Ahora te hago saber cosas nuevas,
secretas, no sabidas,
7que han sido creadas ahora, no hace tiempo,
de las que hasta ahora nada oíste,
para que no puedas decir: “Ya lo sabía.” (Isaías 48, 6b-7)
Y el que manda porque puede dice:
-«He aquí que hago nuevas todas las cosas». (Apocalipsis 21, 5)
¿Vamos a ser menos nosotros? Puesto que solos no podemos gran cosa, contemos con la Fuerza de Quien Es, nos sostiene y en el que somos, en expresión que ahora tanto se lleva, porque hay que estar a bien con las cosas del momento.
Yo soy mucho más simple y digo con quien sea que escribió esta plegaria, y aprovechando que he encontrado lo que dicen que es su versión original:

Seigneur, faites de moi un instrument de votre paix.
Là où il y a de la haine, que je mette l’amour.
Là où il y a l’offense, que je mette le pardon.
Là où il y a la discorde, que je mette l’union.
Là où il y a l’erreur, que je mette la vérité.
Là où il y a le doute, que je mette la foi.
Là où il y a le désespoir, que je mette l’espérance.
Là où il y a les ténèbres, que je mette votre lumière.
Là où il y a la tristesse, que je mette la joie.
Ô Maître, que je ne cherche pas tant à être consolé qu’à consoler,
à être compris qu’à comprendre,
à être aimé qu’à aimer,
car c’est en donnant qu’on reçoit,
c’est en s’oubliant qu’on trouve,
c’est en pardonnant qu’on est pardonné,
c’est en mourant qu’on ressuscite à l’éternelle vie.



La Oración de san Francisco de Asís, también llamada Oración simple, u Oración franciscana por la paz, es un poema escrito probablemente a principios del siglo XX pero atribuido hasta fines de ese siglo al fraile italiano Francisco de Asís (1182-1226). Investigaciones posteriores realizadas por el académico francés Christian Renoux permitieron entrever los verdaderos orígenes de la oración, cuya autoría continúa siendo incierta. Con todo, la oración fue objeto de análisis y predicación por personalidades contemporáneas de variada extracción, y fue integrada en el programa de «los doce pasos» de recuperación del alcoholismo por parte de Alcohólicos Anónimos. Esta oración es hoy una de las devociones más populares dentro del cristianismo, reconocida como una síntesis -hasta el presente anónima- del ideario vivido por el «santo de Asís».

¡Es un virus!


 

Cuando el jefe se enteró de mi noche de anoche, una noche “vallisoletana”, fue lo que sentenció. Así pues, es un bichito que me ha cazado y me ha puesto del revés haciéndome devolver la primera papilla que tomé.
Menos mal que con don Sánchez Albornoz a quien sigo leyendo su Anecdotario político y con Gumi de compañía fiel e incondicional, logré sobrevivir hasta el amanecer. Tras el paseo, he mantenido mi cuerpo hidratado con “agua de borrajas” y en la comida he ingerido un sustancioso caldito hecho a la medida.
Ya por la tarde, tras un sueñecito reparador, he podido sacar algo de sustancia a este día aciago, y esta vez ha sido el buenazo de Berto quien me ha tenido sometido a estrecha vigilancia.
Me alegro de poder descartar el “golpe de calor” con el que diagnosticamos en agosto aquel también desventurado vapuleo que sufrí, del que no quedó secuela alguna.
Espero poder pasar página a este año 2013 sin más novedades. Salvo que san Silvestre me tenga reservada alguna otra sorpresilla. ¡Si será pillín!

Y Blanca recibió el Bautismo




El hombre propone y Dios dispone, me soltó hace apenas nada el padre que venía junto con la madre a solicitar el bautismo para Blanca. Les estaba esperando, porque el tiempo apremiaba y las fechas se apelotonaban con urgencia. Pensaba yo, iluso de mí, hacerlo de otra forma, más a ritmo con la catequesis que estaba recibiendo, y dando al grupo –cuarenta y siete rapazuelos/as y sus catequistas– participación y ocasión de celebrar y vivir el Bautismo que todos ellos dentro de muy poco, a la vuelta de las vacaciones, iban a recordar y revivir.
Pero no ha podido ser.
Incluso pretendía yo, cándido de mí, que Blanca experimentara la suerte y la gracia de haber podido elegir, de decidir por sí misma, que la habían dejado esa oportunidad. Pero tampoco.
Se trató, simplemente de un atraso por circunstancias diversas, unas encontradas y otras ya previstas. Enfermedades, trabajo, cambio de domicilio, ausencia de alguna persona imprescindible… En fin, que lo fueron dejando para más adelante, hasta que se dieron con el muro.
La pared no fue obstáculo. Al contrario, fue aprovechada cual trampolín para hacer a Blanca una fiesta, ya que ella se prestaba y lo quería. Y con la iglesia abarrotada por la feligresía, con el cura al borde de los nervios por culpa de quienes a última hora quieren hacer una consulta o colocar un ramo de flores o hacer sugerencias varias, con el reloj remarcando la hora, empezó a ceremonia.
Gestos, cantos, moniciones, lecturas, plegarias e himnos fueron preparando cada signo bautismal, que Blanca fue recibiendo sobre su persona a la vista de todo el personal, aguantándose la vergüenza –eso lo dijo al terminar– que le producía estar tan en el centro de todo. Incluso al recibir el agua ella misma se recogió el cabello e inclinó dócilmente su cabeza para ser ungida y consagrada como miembro de un pueblo que lo es, de profetas, sacerdotes y reyes. Bautizada en el agua y en el Espíritu.
Antes, ofreció su frente para ser signada con la cruz por cuantas personas tuvieron a bien acercarse a darla la acogida, y se descubrió el pecho para ser oleada catecúmena siquiera por unos breves momentos.
Y después, dejó colocarse la vestidura blanca símbolo de la realidad nueva para ella que acababa de descubrir, y agarró con fuerza la vela encendida desde el cirio pascual, decidida a llevar la Luz que ahora iluminaba su existencia y la convertía a ella en luminaria para sí y para los demás.
Ni que decir que recibió un aplauso cerrado y duradero, que acabó aflojando los nervios que tenía atenazados desde el principio.
No importó el exceso horario. Esta vez el acontecimiento lo requería.
Si tuviéramos otro hijo, dijo el padre ya en la calle, no lo dudaba. Que decida él y viva su bautismo como lo ha vivido su hermana.
Ya a solas conmigo mismo, pienso en las catequistas de Blanca. Durante tres años la han conducido y ayudado a prepararse para este momento. Se alegrarán por supuesto. Pero lamentarán no haber estado presentes.
El día trece, lunes, a las seis y media lo arreglaremos. Por tutatis.

Me quedó absoluta y meridianamente clara

 

Fue una explicación de novela, concretamente de El nombre de la Rosa, con crímenes de por medio junto a una biblioteca del medioevo, en lo alto de un monte pelado. Y un rastreator escocés, ¿o irlandés?, un perverso anciano toledano y muchos otros personajes inconfundibles e ¿inimitables? Bueno, y también un ingenuo jovenzuelo de nombre corto, Adso, que sale de narrador, y mucho tiempo después de penitente anciano y descreído. ¡El único inocente!
Así es, así está, la factura de la luz.
No es que me gustara demasiado la comparación. Más bien nada en absoluto. Salvo lo de los turbios manejos, que en eso ¿cuándo no van a existir coincidencias, al menos una sola por lo menos?
Me preocupa, muy mucho, los personajes que intervienen. Son siempre los mismos. Están en todas partes, donde interesa. El interés lo puede todo. Lo organiza todo. Decide por mí, por ti, por aquel… por el que quedó sin saber.
Una cosa es segura: si en aquel oscuro y profundo siglo hubiera existido la energía eléctrica, la abadía se habría incendiado de igual modo. Basta con ver lo que ha ocurrido con el templo de A Virxe da Barca. Claro que Galicia también es profunda.

Una mala noche la tiene cualquiera


Busto de Claudio Sánchez-Albornoz en Ávila
 
CUATRO CURAS ESQUIROLES

Había muerto la reina Mercedes, primera mujer de Alfonso XII. Era alcalde de Ávila mi abuelo y decidió organizar unos funerales solemnísimos. En Ávila, había un cabildo catedral y cuatro conventos de frailes, muy nutrido el de los carmelitas de Santa Teresa y más aún el de Santo Tomás donde se formaban los dominicos de Filipinas; había asimismo ocho parroquias y más de una docena de capellanes de conventos de monjas. Mi abuelo no encontró cuatro sacerdotes que quisieran cantar el funeral y hacer el sermón de honras por la Reina Católica; todos eran carlistas. Y hubo de viajar a Madrid para contratar cuatro curas esquiroles que le sacaran del aprieto. Se los procuró el padre Ruiz Zorrilla, hermano del famoso repúblico y que ejercía autoridad en las Escuelas Pías Y sólo así se pudieron hacer en Ávila las honras fúnebres debidas a la reina Mercedes. La numerosa grey clerical de la ciudad no perdonaba la tolerancia religiosa de la monarquía.

Hasta ahí he llegado leyendo, luego de haber intentado dormir inútilmente. Me había acostado desvelado y tampoco leer me resultaba placentero. Mi anecdotario político, de don Claudio Sánchez Albornoz, no supuso ninguna mejoría ni siquiera placebo capaz de hacerme olvidar el motivo de mi estado, a pesar de que quien me lo recomendó juzgó que me curaría de mi inopia política y me divertiría al mismo tiempo.
Nada. Ni siquiera el grato recuerdo de haber compartido mesa y conversación con un bisnieto del historiador abulense y político por algún tiempo, me sirvió de ayuda.
¿Qué cuál fue el motivo de mi postración? ¡Cuáles! debería decir. Por lo menos dos.
El primero. Tras desechar un estupendo combi por consejo del técnico de turno –que lo condenó por obsoleto a la chatarra–, para adquirir esta vez por separado un corrientito frigo y otro más bien normal arcón congelador, descubro que simplemente cambiando el termostato, cosa sumamente fácil, por poco más de veinte euros seguiría teniendo el aparato en uso por lo menos hasta mi jubilación definitiva. Así la broma ha costado casi quinientos euros. No está mal.
El segundo. Y éste, justo antes de apagar el ordenador ya sin ganas de más gaitas. Está repetido por Internet hasta la saciedad.
–Sr. Liminski, escuche por una vez a un viejo obispo. En mi última visita al Papa Francisco pude hablar muy francamente con el Santo Padre sobre todos los temas. Y también le dije que cuando habla en forma de entrevistas y breves discursos se quedan algunas preguntas abiertas, que para los no iniciados deberían en realidad precisarse más. El Papa me miró fijamente y me dijo que le mencionara un ejemplo.
Y mi respuesta fue entonces que a su regreso de Río a Roma, mientras viajaba en el avión, se le mencionó el problema de los divorciados vueltos a casar. Entonces el Papa simplemente me respondió: «los divorciados pueden comulgar, pero no así los divorciados vueltos a casar. En la Iglesia Ortodoxa se pueden casar dos veces». Hasta ahí su declaración.
Luego habló de la misericordia que, sin embargo, a mi modo de ver, y así se lo dije, en este país siempre se interpreta como un sustituto de todas las posibles faltas del hombre. Y el Papa me respondió muy enérgico que era un hijo de la Iglesia Católica, y que él no dice otra cosa que lo que la Iglesia enseña. Y la misericordia debe ser idéntica a la verdad, de lo contrario no merece el nombre de la misericordia.
Y, por lo demás, él me dijo expresamente que cuando ciertas cuestiones teológicas se mantienen abiertas, entonces la importante Congregación para la Doctrina de la Fe está ahí, para aclarar y formular detalladamente. También debe pensar que antes del Concilio el propio Papa era el presidente de esta congregación, y ella es, en el orden curial, la que está en el primer puesto, ahora lo mismo que antes. No se puede hablar del Prefecto como si fuera un ciudadano particular, sólo porque él anteriormente fuera miembro de la Conferencia Episcopal (alemana).


Es el arzobispo de Colonia, cardenal Joachim Meisner, en una entrevista concedida al parecer recientemente, pero que no logro precisar ni a quién (¿tal vez un tal Liminski?) ni cuándo (¿ayer, hace un mes, hace medio año?).
Incapaz, pues, de continuar entre las sábanas, vuelvo a activar el teclado y transcribo estos pensamientos.
Nada puedo decir de esto segundo. Si así están las cosas, pues así están y punto. Pero sobre lo primero, dejaré constancia una vez más de que a chapuzas no hay quien me gane. No irá a la chatarra. Tendrá el combi en cuestión un destino más honroso. En un rincón de la nave servirá para guardar y conservar lo que sea menester. Y ojalá que sea para los restos.

La fuerza de las palabras, o su desinfle




Acabo de leer un artículo de José I. González Faus, sobre el significado de la Navidad y la Encarnación, y comenta la Primera Carta de San Juan que sirve de primera lectura litúrgica de estos días. Me llama la atención que en una nota trata de aclarar que utiliza la palabra Amor, con mayúscula, porque no encuentra actualmente otra manera de traducir el griego ἀγάπη.
Es sabido que en Grecia había varias palabras para expresar lo que nosotros denominamos amor: χάρις (cháris), ἔρως (érōs), ἀγάπη (agapê) y φιλία (philía). Pero tenían sus diferencias. Eros, sería el amor carnal. Agapê, el amor espiritual. Y Philía, el amor mental. Esto a grosso modo, aproximadamente, porque los griegos eran muy suyos y muy profundos. Lo más sublime es Cháris, que no tiene reflejo en castellano; propiamente es Caridad, del latín Charitas; y sería gracia, don, dádiva, es decir, lo que Dios es, siente y hace por el ser humano.
San Juan en su primera carta se refiere a que Dios se entrega a los seres humanos, a la humanidad entera, porque piensa siempre, y actúa, movido por su χάρις. De tal manera que Gracia viene a ser sinónimo del mismo Dios. Y Caridad la debilidad que tiene por los seres humanos; un amor elevado a la enésima potencia, o al infinito, que es decir lo mismo. San Juan es simple y contundente: «Dios es amor» (5, 16b).
Pero, claro, en castellano no hay equivalencia. Y amor es el único sustantivo que tenemos, al que hay que añadir predicados, adjetivos, para explicitar y cualificar ese amor. Así hablamos de amor de amigos, amor de familia, amor de pareja, amor sexual…
San Pablo lo tiene también claro, «todo es Gracia» (Romanos 4, 16) y así lo expresa en su famoso himno de primera a Corintios (12, 31-13, 13), sea propio o apropiado, donde ensalza la Caridad.
Faus corta por lo sano, como médico ante gangrena, y dice Amor, con mayúscula, porque, y aquí se explaya: Mantengo la palabra Amor con mayúscula cuando se refiere a Dios, para eludir la ambigüedad de nuestras traducciones que no tienen palabras para la “agapê” griega. Pues traducir por amor conlleva el riesgo de nuestra identificación facilona entre amor y deseo. Pero traducir por caridad es proyectar en Dios la devaluación minimalista que nosotros hemos hecho de esa espléndida palabra (pues caridad empalma con el griego “charis” que alude a la gratuidad). Y traducir por solidaridad, que pudo ser hoy la palabra más expresiva, puede implicar una reducción grupal de la solidaridad, que la prive de su carácter universal. En el primer caso el amor haría menguar la libertad, en el segundo la igualdad y en el tercero la fraternidad. Por eso opto por Amor con mayúsculas”.
Esto es una consecuencia de haber convertido en hacer caridades, dando lo que sobra o lo que nos estorba, hiriendo y humillando a quien se hace objeto de nuestra donación, o vanagloriándonos de hacerlo, lo que en realidad tenía que ser algo sublime por la Gracia de Dios.
Pero hay otra devaluación que ahora está en el candelero. Me refiero a “banco de alimentos”.
Desde que consigo recordar, la batuta en esto de tener alimentos, recogidos como donativos o adquiridos con los donativos recibidos, para entregarlos a personas necesitadas, le corresponde a Cáritas, en sus escalonados niveles parroquial, diocesano y nacional. Luego sobrevino la situación de tener excedentes agrícolas, ocurridos o forzados, y fue el estado a través del ministerio de agricultura el repartidor oficial. Y hace como unos veinte años, vino por aquí un señor a presentarme un proyecto de recogida de alimentos de establecimientos al público. Resultó ser el embrión del ya conocido como Banco de Alimentos.
Este es el momento en que toda aquella institución, ong o grupo de gente buena, que se precie, tiene su propio banco de alimentos.
Así ocurre que a esta mi parroquia se acercan personas en necesidad que acuden al banco de alimentos parroquial. Hay establecimientos de venta que organizan entre sus clientes campañas para el banco de alimentos, que luego entregan a esta parroquia. Y también está la operación kilo o campaña solidaria de navidad en colegios y similares que utilizan la misma expresión, banco de alimentos, para hacer notar que luego se entregan a la parroquia.
Pero que conste que no son lo mismo, aunque tengan en común la recogida y reparto de comestibles.
¿Que como al final se trata de atajar el mismo problema, lo mismo da que me da lo mismo? Pues sí, pero no.
Al menos en esta parroquia no se trata sólo y exclusivamente de repartir cosas. Tampoco, en lo que sé y conozco, en el resto de Cáritas. El contacto persona/persona es antes que nada; es lo fundamental.
Y es que las palabras tienen su importancia, y no hay que hacerlas parecer otra cosa diferente de lo que son. Si me he explicado bien en la primera parte de este escrito, huelga que añada aquí alguna cosa más. Y si no lo he hecho bien arriba, diga lo que diga aquí tampoco aclarará el asunto.

¡Ni uno más!

 

Llegaba tarde y dando voces, como siempre que tengo que asistir a una reunión de curas. Y Teodoro, que estaba a la puerta, me manda callar con un dedo cruzado sobre los labios. ¡En lo que queda de año, no se puede morir ni uno más! Era don Ricardo hablando a los presentes.
Entré, no tendría ni que decirlo, de puntillas y me coloqué donde buenamente pude. Nuestro obispo estaba explicando que ya eran trece los curas diocesanos fallecidos a lo largo del año, y que ya estaba bien. Todos sonreímos y dijimos que lo intentaríamos.
Nos habíamos convocado para felicitarnos las pascuas, como todos los años, el día después de Navidad. San Esteban Protomártir.
El resto del rato lo pasamos con café y pastas. Y charlando de las cosas de la vida. Luego cada cual a su cubil.
Te veo bien, me saludó al final don Ricardo. Y yo a usted también. Siga así, le dije. Por cierto, ¿no se marchará a Madrid, verdad?, le pregunté. El bueno de don Ricardo dijo encontrarse bien aquí y no pensar de marcharse, de momento. Claro que las más altas autoridades puede que tengan otros planes. Todo se verá.
De momento, nosotros ¡antes morir que perder la vida!

«Et Verbum caro factum est». Dios se humanizó





1 1Al principio ya existía la Palabra.
La Palabra se dirigía a Dios,
y la Palabra era Dios.
2Ella al principio se dirigía a Dios.

3Mediante ella existió todo,
y sin ella no existió cosa alguna
de lo que existe.
4Ella contenía vida
y la vida era la luz del hombre:
5esa luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la ha apagado.

6Apareció un hombre, enviado de parte de Dios,
su nombre era Juan;
éste vino para un testimonio,
7para dar testimonio de la luz,
de modo que, por él, todos llegasen a creer.
8No era él la luz,
vino sólo para dar testimonio de la luz.

9Era ella la luz verdadera,
la que ilumina a todo hombre
llegando al mundo.
10En el mundo estaba
y, aunque el mundo existió mediante ella,
el mundo no la reconoció.
11Vino a su casa,
pero los suyos no la acogieron.
12En cambio, a cuantos la han aceptado,
los ha hechos capaces de hacerse hijos de Dios:
a esos que mantienen la adhesión a su persona;
13los que no han nacido de mera sangre derramada
ni por mero designio de una carne
ni por mero designio de un varón,
sino que han nacido de Dios.

14Así que la Palabra se hizo hombre,
acampó entre nosotros
y hemos contemplado su gloria
–la gloria que un hijo único recibe de su padre–
plenitud de amor y lealtad.

15Juan da testimonio de él
y sigue gritando:
–Éste es de quien yo dije:
«El que llega detrás de mí
estaba presente antes que yo,
porque existía primero que yo».

16La prueba es que de su plenitud todos nosotros hemos recibido:
un amor que responde a su amor.
17porque la Ley se dio por medio de Moisés;
el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías.

18A la divinidad nadie la ha visto nunca;
un Hijo único, Dios, el que está de cara al Padre,
él ha sido la explicación.

[Prólogo del Evangelio de Juan]


Todavía “no hay lugar para ellos”,
ni en Belén ni en Lampedusa.

¿Navidad es un sarcasmo?
“Si tu Reino no es de este mundo”,
¿qué vienes a hacer aquí,
subversivo, aguafiestas?

Para ser el Dios-con-nosotros
has de serlo en la impotencia,
con los pobres de la Tierra,
así, pequeño, sí,
desnudo de toda gloria,
sin más poder que el fracaso,
sin más lugar que la muerte,
pero sabiendo que el Reino
es el sueño de tu Padre,
y también es nuestro sueño.

Todavía hay Navidad,
en la Paz de la Esperanza,
en la vida compartida,
en la lucha solidaria,
¡Reino adentro, Reino adentro!

(Pedro Casaldáliga)
 

Hay que seguir desvariando, esta noche es nochebuena



Hay que estar muy loco para querer venir a este mundo, tal como está –así lo estamos dejando–, y poner aquí la tienda. Hay que estar de atar para meterse en nuestra carne, y no pedir una cirugía estética, hacerse una liposucción o vacunarse siquiera contra la idiotez. Hay que estar majara, muy majara, para llegar hasta acá, sabiendo cómo somos.
Pero se ha empeñado, y no ha sido un pronto. No sé cómo lo hará esta vez; sí sé cómo lo hizo la primera, y la segunda, y las demás…
Se va a encontrar todo cerrado porque esta noche ni gatos por la calle; todo el mundo encerrado en casa con la familia. Ni hoteles, ni restaurantes, ni un mal bar de carretera, nada.
Seguro que encontrará algún rincón en las afueras, y allí esperará acontecimientos.
Pienso salir de madrugada por si me lo encuentro.
Entre tanto, escucho este villancico con el que nos hemos machacado el cuerpo durante este Adviento.


Desvariando. Un gerundio como otro cualquiera



Detalle de la "Puerta de Ramos", de la Catedral Nueva de Salamanca
Siempre pensé que en la parábola –con artículo definido– faltaba algo. Para mí es la parábola; me refiero a la del Padre bueno, también conocida como la del Hijo pródigo. Ahí se echa de menos un cuarto personaje, la madre, otro hermano, o si se me apura, una hermana. Sí, es necesario poner a la hermana. De ahí que en mi opinión tal como nos presentan la parábola esté algo coja. Con ese cuarto elemento familiar  todo encaja mucho mejor.
Ella, como la Marta de la otra casa, la de Betania, es la encargada de los asuntos domésticos y familiares, la jefa podríamos decir. Aunque no figure, está y organiza y dispone.
Cuida y atiende a los tres varones en cuanto está en su mano. Y con la mirada observa a sus dos hermanos; con el ojo izquierdo al pequeño, por ejemplo, y con el derecho al mayor. También podría ser a la contraria, eso no tendría ninguna importancia, aunque sí alguna trascendencia. Por eso mismo tal vez tuviera a uno consentido y al otro vigilado. Satisfecha del cumplidor y silencioso, preocupada por el inquieto y calavera. Sin embargo, como mujer, incapaz de terciar y poner –ordeno y mando– bálsamo de paz y de concordia en aquel hogar.
Si el primogénito es frío y distante, el menor resulta complicado de satisfacer e incapaz de colaborar. No es culpa de ella, porque no sabe por cuál inclinarse. Participa de las ganas del uno por vivir la vida y recorrer mundo, como del amor al orden y el placer de las cosas bien hechas del otro. Se iría con aquel, pero se queda junto a éste. No satisfecha, la verdad; pero no se va. Tampoco habla. Sufre, pero no protesta. Su queja no se hace notar.
Lloraría con el padre la salida hacia más allá de las fronteras del joven, mientras seguiría preparándole las cosas al mayor, haciéndole aparecer como buen mozo observante y de confianza.
No le retuvo al irse, también es verdad; pero al volver el que marchó, se alegró tanto como el padre. Y desde luego se dio cuenta de la reacción del tercero. Por eso, tras la blanda reconvención que este otro recibió del progenitor al fin y al cabo entrañablemente misericordioso, a ella le correspondió llevárselo a los corrales y allá, los dos a solas, echarle en cara más que palabras.

* * *

Es ya de todo el mundo conocido que en la Iglesia entró el frío hace demasiado tiempo, tras haberse abierto ventanas y puertas y luego de probar la cálida brisa que inundó el viejo edificio. Unos se aposentaron como jefes y cerraron puertas y ventanas. Otros se fueron marchando porque se sentían ahogar. Pero quienes también se ahogaban pero callaron, los que estuvieron como convidados de piedra, aquella inmensa multitud que ni se fue ni estuvo activa durante tan gélida estación, deberían ahora empezar a decir por esa linda boquita.
Es verdad que merced a su estar, aunque no estando, todo ha seguido en orden. Sin polvo, pero mate. Habitable, aunque frío.
Urge sacar la caja de la cera para darle lustre al mobiliario. Poner leña en la estufa y caldear el ambiente. Correr visillos y cortinas para que entre luz. Colocar manteles en la mesa y también flores frescas.
Y lo no menos importante: decirles a los que echaron aldabas y cerrojos que no lo vuelvan a hacer; y a los que se fueron, que tampoco.
Por su parte deben también hacer examen de conciencia. Su responsabilidad es excusable; perdonable por supuesto; de ninguna manera mantenible. Como hermana debe ponerse en su puesto, el que le corresponde dentro de la familia.

*     *     *

Como vuelva a repetirse en mi vida un domingo como este, palabra de honor del bueno que no respondo de mí ni de lo que sea capaz de hacer de palabra, obra y omisión.
Ni siquiera me sirve como excusa aducir que ha sido un mal sueño en una noche de verano.

Tengo miedo





Lo reconozco. Y no me da vergüenza expresarlo. Se acerca Navidad y es la primera vez que estoy en duda. ¿Deberé mantener las puertas abiertas, o las abriré bajo vigilancia?
¡Es que en esta parroquia no existen llaves! Es la recriminación de algunas personas, que piensan que el templo y los locales no están seguros con esta costumbre. Se abre al amanecer y se cierra al anochecer. Desde hace mucho tiempo. Ya es costumbre, o sea tradición.
Este año se pone este misterio, me ordenan. Se trata de tres figuras talladas en madera que vinieron de África; representan a una familia, niño incluido.
No tengo oro ni plata; pero lo que tengo ahí está. Y nunca ha faltado nada, salvo una vez que arramplaron con una de las cajas con la colecta de varias semanas. Descuido mío por desatender mis obligaciones. Nos quedamos sin unos pocos cientos de euros. Ahora ya no suelo descuidarme en recogerlo.
Pero esto es distinto. No es reemplazable. Si se lo llevan nos quedamos sin el Nacimiento africano.
Y tengo miedo de que pueda suceder si lo expongo y desaparece.
No me encuentro a mí mismo sintiendo esta zozobra en estos días. Y ando preocupado…

Hoy tocaba ir a por turrón

 
Yo, en Navidad, turrón duro o turrón blando; pero de todas todas, Iborra
Y, por no ser ni previsor y ni madrugador, me chupé cola. A las once menos cuarto pillé el papelín con el 20; en la pantalla lucía el 98. Calculé, mirando al mostrador y a la persona que en ese momento era atendida en sus múltiples y detallados requerimientos, que tenía para una hora por lo menos. ¿Qué hago ahora, dónde ir? Como no tenía otro encargo en el centro, me aposenté en el rincón de la derecha, y apalancado contra la pared, di en mirar al personal, variopinto en edad y aspecto; todas aquellas personas rebosaban paciencia y buen ánimo.
Alguien, que en la calle hacía corro cuando llegué, decidió entrar, digo yo que porque ya se le acercaba el momento de pedir. Sacó un papel del bolsillo y pude adivinar que traía un pedido múltiple. Pero igual que hablaba dirigiendo el cotarro en la acera, dentro si no lo orquestaba, él sólo se complacía. Hiló con la jefa del negocio y amenazó con volver el domingo a por más, si era necesario. Saludó a alguien de aquel montón humano como si fuera viejo conocido. Y en tanto era atendido y despachado, manteniendo la voz alta y mirado a su alrededor como quien sabe ser escuchado, inició una serie de chascarrillos, la mayoría de acentuado tono machista. Lejos de guardar silencio ya que recriminar parece que no procedía, la mayoría asentía con sonrisas o a carcajadas. Por igual varones y hembras. Eso no le retrajo ni le espoleó; él siguió con si tal cosa. Yo, desde mi rincón, observaba.
Me tocó por fin, leí de corrido mi lista, y esperé. Con el montón sobre el mostrador, la joven que me atendía se paró mirándome. Faltan las frutas escarchadas, dije. Es que tiene que elegirlas. Dudé, miré el repertorio y sentencié: una pieza de cada. Resultó casi un kilo. Así está bien; dos, por favor.
Salía con tres bolsas de la mano, porque eran tres los destinos, y justo al llegar a la puerta una elegante señora se me planta delante y sonriendo me aborda. La reconocí al momento. ¡Evelia, cómo estás! Quien fue catequista mientras hacía derecho en el turno de la mañana ahora es la señora jueza que atiende asuntos en el Juzgado nº X. Ya en la calle, –ella con un ojo seguía el marcador por si le llegaba el turno–, dimos en parlar y lo hicimos hasta que tocaron el clarín. Nos despedimos ya con prisas, ella entró a realizar su encargo y yo me dirigí a mi vehículo a motor, ni de explosión ni eléctrico, de fuerza bruta. Pedaleando a ritmo, como acostumbro cuando callejeo, volví a casa con mi dulce transporte.
Llegué con el tiempo justo de enjaretar la comida. Hoy me apetecieron sopas de ajo. Y como estaba el horno encendido, aproveché para asar una dorada. Luego la comida fue otra historia, porque hubo que ordenar antes el alijo de alimentos del colegio de las cubanas, que el último día de clase antes de Navidad lo trasvasa el alumnado en pleno en los coches de sus profes.
Y de la siesta tampoco digo más. Fue interrumpida porque a unos familiares les urgía sacramentar a la abuela moribunda.
Pero el dulce ya duerme a buen recaudo y en lugar seguro. No puede ser que en Navidad no haya turrón en casa. En la mía y en la de mis amistades.

Triste invierno hemos pasado



Así decía un vieja canción de un joven –entonces, que ahora ya serán también ancianos– grupo músico vocal segoviano. Y continuaba la letra: “esta gente jornalera”*.
¿Que cuántas mantas hemos repartido hasta la fecha? No podría decir cifra, ni siquiera aproximarme. Creo que acabamos con las existencias de Palencia, Zamora y parte de Ávila y Soria. Las de Burgos están encargadas.
Y aún no ha empezado el invierno. O sea…
El Roto. 24/02/2012


* Resulta que se trata de una copla popular tradicional castellana, recogida por Nuevo Mester de Juglaría en su disco “Párate y te contaré”, editado por Philips en 1977. Así describe estos versos el inconmensurable Joaquín Díaz: “El canto de trabajo como denuncia social. El filo de las palabras intenta rasgar el cielo, romper moldes y abrir camino, un camino más justo, libre de pesadas cargas y de guijarros cortantes. La poesía popular adquiere un compromiso y se eleva sobre el amor, la soledad y la existencia para hablar de la miseria y de la angustia, del hambre y del trabajo”.

A vuela pluma



Con frecuencia me cuesta empezar a escribir en el blog porque no encuentro la manera de que no tenga que citar nombres de personas físicas para dar sentido a lo expresado. Es complicado para mí hablar en tercera persona y aludiendo a cuartas, sin poder decir detalles que identifiquen, incluso apunten con el dedo. Sin embargo es lo único que sé hacer, contar lo que me pasa o lo que sucede en mis proximidades.
De ayer, por ejemplo, tengo varias cosas que resultarían interesantes. Por ejemplo, un funeral. Pero ¿cómo hacerlo sin describir y descubrir a nadie?
Ha sido todo un logro porque las lecturas fueron las de la feria del 18 de diciembre, ¡y han encajado! De la parte músico vocal, mejor no decir nada, no sea que me juzguen pachanguero. La difunta no puso ninguna objeción y la asistencia participó… según y cómo.
Pero no la has citado demasiadas veces, me reprocharon al terminar. Oye tú, respondí, soy el cura, no un allegado. Que hubiera salido alguien a hablar de ella y de su larga y abnegada vida como mujer, abuela, madre y vecina. Hice lo que tenía que hacer, centrar el acto y animar a vivirlo; orientar la plegaria y enfocar a los participantes a vivir bajo teja con la mirada alta y a lo lejos; aceptar que hemos recibido un legado que es relato del pasado que nos habla de un futuro que debemos vivirlo como presente aunque su realización ¿la veremos? En todo caso no podemos quedárnoslo, también hay que cederlo…
Creo que me expliqué bastante mejor de lo que lo hago ahora, porque cuando improviso sé que me ocurre, me lo han asegurado. Pero una vez dicho, ya no lo recuerdo.
El caso es que Tina fue la gran ausente. Ya estaba enterrada. Y mira que insistí en que no era nada complicado hacer su funeral antes de llevarla al campo santo. Ganó la funeraria, una vez más, que busca la manera de evitarse traslados adicionales.
Hubiera deseado hacerlo de otra manera, despidiendo a una parroquiana con los signos y gestos de rigor y merecidos: el agua bautismal, el cirio pascual encendido, el incienso merecido… En su lugar hube de apelar al adviento, a la tercera vela de la corona y a la navidad, a ocho días vista.
Lo conseguido, fue más por su disposición que por mis méritos.

Empieza la novena



Es una forma de hablar. La campaña navideña ha comenzado mucho antes; según empresas y comercios, hace dos o tres meses. Pero eso no quita que hasta ultimísima hora compradoras y compradores se apiñen sobre los estantes y mostradores buscando productos de la más diversa condición, calidad y precio.
En la liturgia hoy (ayer), día diecisiete, comienza la cuenta atrás. El texto que lo lidera es la genealogía de Jesús, un largo párrafo del evangelio de Mateo (1, 1-17) que enumera todos los ascendientes de Jesús, tres listados de catorce nombres correspondientes a los tres períodos de la historia de Israel: de Abraham a David, de Salomón al destierro en Babilonia, y de la vuelta del exilio hasta José, el de María. Saboreé su lectura por primera vez en mi vida. Nunca me había ocurrido algo semejante.
Pero que estamos en plena vorágine comercial lo prueba el hecho de que una familia y yo no consigamos encontrar una fecha apropiada para el bautizo de Blanca. Por dos razones: la madrina vive fuera y la mamá trabaja en el corte inglés. Para éste ya no existen días festivos en navidad, todos son días de puertas abiertas. Y así no hay manera.
Esto no tiene nada que ver con lo que ocurría hace mucho tiempo. En mi casa, por ejemplo, había rebaño. Y la carne de lanar estaba disponible para los de casa durante todo el año menos en Navidad. Entonces el elevado precio sobre todo de lechazos y corderos volvía prohibitivo llevarnos a la boca un trozo de asado, por lo que la puerta de la tenada estaba cerrada por lo menos hasta que, después de reyes, la cuesta de enero nos lo ponía en la cazuela.
¿Que esto no está relacionado? Puede que parezca eso, pero quien como yo ha vivido en relativa dependencia de la tierra, sabe que en invierno la vida se aquieta, se ajusta a lo que hay en la hacienda y calcula lo que falta hasta que todo vuelva a revivir. La panera no se puede vaciar antes de tiempo.
Oigo, ya entrada la madrugada, que en Castilla y León se sacrificarán para estas próximas fiestas cincuenta mil lechazos de la tierra que serán enviados por todo el mundo mundial, y me hago la pregunta más natural que me sale: a nueve euros al pastor, catorce en el matadero… ¿a más de veinte al consumidor? ¿Habrá dinero para llevarse tal bocado exquisito a la boca? Parece que sí. ¿Dónde está la crisis?
No me extraña que el ministro del ramo nos haya condenado con la subida de la luz precisamente en enero. Si hay dinero, que se note.
En efecto, estamos en campaña navideña. Ya ha sonado el silbato de salida.

¿Tú qué coges?



Que equivale a ¡escoge! o ¡ahora te toca a ti elegir! de cuando nos dividíamos en dos bandos para jugar a civiles y ladrones o simplemente a pegar patadas al balón hacia la portería contraria, y había que elegir los miembros de cada equipo. Hacían falta dos líderes, se dice ahora; entonces eran los dos mejores, los dos más listos o sencillamente los que siempre mandaban y había que hacer lo que ellos dijeran. Así fue la democracia de nuestra infancia.
Íbamos quedando para el final los peores, los menos dotados, los más torparrones; también éramos escogidos; pero el orden era importante, marcaba una diferencia sustancial. Y en todo era siempre igual. Por eso ni contaba nuestra voluntad ni podíamos elegir nunca, hacíamos lo que nos mandaban, lo que había que hacer. Eso, o no jugar. Con ellos, los demás, en la calle, o en casa y solos.
A estos arbolitos tampoco se les dio ocasión de elegir. Estaban en el vivero, juntos todos o cada uno en un envase, y alguien dijo, “vosotros para Las Villas”. Y los colocaron en fila, justo al lado de la estrecha acera que bordea el lateral de los edificios, entre el césped que sembraron para hacer jardín lo que antes era un parque infantil. Ahí están creciendo desde hace unos cinco años. Nadie les pidió opinión. Ahora parece que tampoco nadie les hace caso.
Éste, por ejemplo, se fue torciendo y, si no le enderezan pronto, terminará por caerse del todo y habrá que sacrificarlo por inútil. Antes debieron tomarse medidas para que resultara más fácil y con menos consecuencias. ¿Se hará ahora que aún hay tiempo?
No sé si podré relacionar esto con esto otro que acabo de recibir, supongo que en plan de felicitación navideña. Es de Dolores Aleixandre, y habla de Navidad; si no se trata propiamente de un crisma, bien puede servir de recordatorio; y como además tiene substancia, –o sea mondongo, contenido, y no simples palabras para cubrir el expediente y salir del paso– y sabiduría –y no precisamente porque cite en griego– y se lee de corrido porque no es nada rebuscado aunque se trate de una clase de teología para andar por la vida, –no sólo en casa con bata y pantuflas o en clase con el uniforme oficial según las ordenanzas–, lo pongo aquí, que para eso lo he encontrado en mi buzón.

TÍS TÍ ARE

Mantengan el suspense sobre el título que lo voy a explicar después. Antes quiero decir algo sobre las dos últimas tonterías que he visto en las vallas publicitarias: una anuncia moda: “Llega tu otoño”; otra es sobre un coche: “De Mii a Mío por 2 euros al día”. Las dos coinciden en considerar a sus destinatarios, o sea nosotros, tan irremediablemente estúpidos que sólo nos fijaremos en lo que lleve delante su correspondiente posesivo: mi otoño, mi coche…, misma táctica que en mis documentos, mis descargas, mis imágenes, mi iphone, mi ipad… Y la nueva ola de “yo cuantificado” que se nos viene encima: mis calorías, mis latidos, mi tensión, mis sensores… Y lo malo es que la cosa no es reciente y se remonta a mi infancia: ya entonces el devocionario que usábamos niños y niñas era el “Mi Jesús”. No tenemos remedio.
Lo constata Rilke en uno de sus poemas:
 “No debes tener miedo, Dios. Ellos dicen mío
a todas esas cosas, tan pacientes.
Son como el viento
que roza las ramas y dicen: árbol mío.
 Dicen mío y llaman su posesión
a lo que se cierra cuando se acercan,
al modo que un insulso charlatán
llama acaso suyo al sol y al relámpago…
Y en medio de este pringue pegajoso del yo, mi, me, conmigo y para mí, emerge la “pasarela Belén” por la que vuelven a desfilar, como cada año, unos personajes peculiares con aire de vivir ajenos al tema de los posesivos e incapacitados para decir: mi posada, mi establo, mi pesebre, mi paja, mis pañales, mis ángeles, mis pastores… Y ahora es cuando viene lo del tís tí are del título en griego: “quién cogía qué” sería la traducción en bruto de lo que dice Marcos al contar que los soldados echaron a suertes las vestiduras de Jesús.  “Que cada cual coja lo que quiera o pille lo que pueda…”, diríamos hoy.
Como si fueran dos páginas distantes del Evangelio pero que al doblarlas coinciden, la escena del comienzo de la vida de Jesús está ya “anticipando tendencia” de cómo van a ser su trayectoria y su final. Ya desde el principio lo encontramos acampado en un espacio público, abierto y a la intemperie, sin puertas, defensas, cerrojos o alambradas. Qué acierto el del posadero al reservarse el derecho de admisión y no dejar entrar a aquella pareja de indocumentados sin blanca. Que esto no es Lampedusa, oiga, y yo no hago más que seguir directrices europeas y estoy muy satisfecho de haberme adelantado a la “Jornada Mundial contra las Migraciones Indeseables”, que debería celebrarse todos los 24-D.
Así que el niño se quedó fuera en plan “indignadito”, precursor de los que vendrán después y que sabrán poco de propiedad privada, ese inviolable derecho que permite a algunos “obtener, poseer, controlar, emplear, disponer de, y dejar en herencia tierra, capital, cosas y otras formas de propiedad”, según la definición de Wikipedia.
Perteneció al colectivo de los que carecen de estrategias para proteger lo suyo y no consiguen entender las bondades de “lo privado”: desde que salió de Nazaret, no supo ya lo que era disponer de casa propia ni de un lugar donde reclinar la cabeza. Pescaba, dormía y cruzaba el lago en una barca de amigos; comía y bebía donde le invitaban y, cuando fue él quien dio de comer a la gente, solo pudo ofrecerles como asiento la hierba de un descampado. Pidió prestados el borrico sobre el que entró en Jerusalén y la sala en la que se despidió con una cena de los que llamaba suyos, porque él sólo usaba los posesivos para decir “mi Padre” y “mis hermanos”.
Al morir, echaron a suertes su túnica y volvió a estar tan desnudo como en el pesebre.
Se nos anuncia una gran alegría: nos ha caído en suerte un Niño. Que cada uno coja de él lo que quiera. Y que siga haciendo lo mismo que él hizo en memoria suya.

(Dolores Aleixandre RSCJ. ALANDAR, Diciembre 2013)



Post Scriptum: Cualquier coincidencia es pura casualidad…

ElPaís.com (17/12/13; 09:39)