Con frecuencia me
cuesta empezar a escribir en el blog porque no encuentro la manera de que no
tenga que citar nombres de personas físicas para dar sentido a lo expresado. Es
complicado para mí hablar en tercera persona y aludiendo a cuartas, sin poder decir
detalles que identifiquen, incluso apunten con el dedo. Sin embargo es lo único
que sé hacer, contar lo que me pasa o lo que sucede en mis proximidades.
De ayer, por ejemplo,
tengo varias cosas que resultarían interesantes. Por ejemplo, un funeral. Pero
¿cómo hacerlo sin describir y descubrir a nadie?
Ha sido todo un logro
porque las lecturas fueron las de la feria del 18 de diciembre, ¡y han
encajado! De la parte músico vocal, mejor no decir nada, no sea que me juzguen
pachanguero. La difunta no puso ninguna objeción y la asistencia participó…
según y cómo.
Pero no la has citado
demasiadas veces, me reprocharon al terminar. Oye tú, respondí, soy el cura, no
un allegado. Que hubiera salido alguien a hablar de ella y de su larga y
abnegada vida como mujer, abuela, madre y vecina. Hice lo que tenía que hacer,
centrar el acto y animar a vivirlo; orientar la plegaria y enfocar a los
participantes a vivir bajo teja con la mirada alta y a lo lejos; aceptar que
hemos recibido un legado que es relato del pasado que nos habla de un futuro
que debemos vivirlo como presente aunque su realización ¿la veremos? En todo
caso no podemos quedárnoslo, también hay que cederlo…
Creo que me expliqué
bastante mejor de lo que lo hago ahora, porque cuando improviso sé que me ocurre,
me lo han asegurado. Pero una vez dicho, ya no lo recuerdo.
El caso es que Tina
fue la gran ausente. Ya estaba enterrada. Y mira que insistí en que no era nada
complicado hacer su funeral antes de llevarla al campo santo. Ganó la
funeraria, una vez más, que busca la manera de evitarse traslados adicionales.
Hubiera deseado
hacerlo de otra manera, despidiendo a una parroquiana con los signos y gestos
de rigor y merecidos: el agua bautismal, el cirio pascual encendido, el
incienso merecido… En su lugar hube de apelar al adviento, a la tercera vela de
la corona y a la navidad, a ocho días vista.
Lo conseguido, fue
más por su disposición que por mis méritos.
Míguel no hay mejor cosa que adaptarse a las necesidades conforme se presentan, sin expectativas para uno mismo, porque no es asunto apropiarse de lo que no nos pertenece.
ResponderEliminarHiciste, creo yo, lo que estaba en tu mano. Al fin y al cabo los ritos, en la esencia, pierden su cometido.
Un abrazo.
Ligero
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