Es una forma de
hablar. La campaña navideña ha comenzado mucho antes; según empresas y
comercios, hace dos o tres meses. Pero eso no quita que hasta ultimísima hora
compradoras y compradores se apiñen sobre los estantes y mostradores buscando
productos de la más diversa condición, calidad y precio.
En la liturgia hoy
(ayer), día diecisiete, comienza la cuenta atrás. El texto que lo lidera es la
genealogía de Jesús, un largo párrafo del evangelio de Mateo (1, 1-17) que enumera todos
los ascendientes de Jesús, tres listados de catorce
nombres correspondientes a los tres períodos de la historia de Israel: de Abraham a
David, de Salomón al destierro en Babilonia, y de la vuelta del exilio hasta
José, el de María. Saboreé su lectura por primera vez en mi vida. Nunca me
había ocurrido algo semejante.
Pero que estamos en
plena vorágine comercial lo prueba el hecho de que una familia y yo no
consigamos encontrar una fecha apropiada para el bautizo de Blanca. Por dos
razones: la madrina vive fuera y la mamá trabaja en el corte inglés. Para éste
ya no existen días festivos en navidad, todos son días de puertas abiertas. Y así no hay
manera.
Esto no tiene nada
que ver con lo que ocurría hace mucho tiempo. En mi casa, por ejemplo, había
rebaño. Y la carne de lanar estaba disponible para los de casa durante todo el
año menos en Navidad. Entonces el elevado precio sobre todo de lechazos y
corderos volvía prohibitivo llevarnos a la boca un trozo de asado, por lo que
la puerta de la tenada estaba cerrada por lo menos hasta que, después de reyes,
la cuesta de enero nos lo ponía en la cazuela.
¿Que esto no está
relacionado? Puede que parezca eso, pero quien como yo ha vivido en relativa
dependencia de la tierra, sabe que en invierno la vida se aquieta, se ajusta a
lo que hay en la hacienda y calcula lo que falta hasta que todo vuelva a
revivir. La panera no se puede vaciar antes de tiempo.
Oigo, ya entrada la
madrugada, que en Castilla y León se sacrificarán para estas próximas fiestas
cincuenta mil lechazos de la tierra que serán enviados por todo el mundo
mundial, y me hago la pregunta más natural que me sale: a nueve euros al
pastor, catorce en el matadero… ¿a más de veinte al consumidor? ¿Habrá dinero
para llevarse tal bocado exquisito a la boca? Parece que sí. ¿Dónde está la
crisis?
No me extraña que el ministro
del ramo nos haya condenado con la subida de la luz precisamente en enero. Si
hay dinero, que se note.
En efecto, estamos en
campaña navideña. Ya ha sonado el silbato de salida.
Es que es demencial que a los trabajadores de los comercios les hagan trabajar en fiestas, me niego a comprar en domingos y festivos. Estas personas tienen familia. Siempre el sábado se ha hecho la compra para el fin de semana y no ha habido problemas.
ResponderEliminarMira el año pasado, como ya sabes, pasé la Navidad en EEUU, y ahí no cierran nunca los comercios, es el consumo puro y duro, no importa el día ni la hora , todo a disposición del que quiera comprar. No me gusta ni un pelo esa forma de vida. Consumismo elevado a la máxima potencia.
Y después comentas lo del cordero, el lechazo para mas señas y allá vamos con la especulación, de los animales que están recién nacidos y necesitarán hacerse un poco- digo yo-, y el asunto de los precios, que suben y nos comemos no solo la carne del animal sino nuestro propio sudor al precio que marquen los intermediarios. Lo de la luz, es un tócame las narices, por no decir otra parte del cuerpo, porque el que tiene el problema de no poder pagar la luz tampoco tiene para lechazo, y es qué siempre toca a los mismos, joer.
Esto no es la Navidad. Es otra cosa, como la de EEUU.
Esta Navidad, para mi, va a ser "durilla", aunque vamos recogiendo de aquí y de allá personas que tienen a la familia lejos, y están solas, parece que las soledades compartidas se sienten menos. A estas alturas todavía no sé que poner en la mesa para comer, pero estoy segura que algo saldrá.
He aprendido a hacer unas patatas rellenas que son el deleite de quien las prueba, mira se me acaba de ocurrir, ¡como entrada no estarán mal!.
Besos