Fue una explicación
de novela, concretamente de El nombre de la Rosa, con crímenes de por medio
junto a una biblioteca del medioevo, en lo alto de un monte pelado. Y un
rastreator escocés, ¿o irlandés?, un perverso anciano toledano y muchos otros
personajes inconfundibles e ¿inimitables? Bueno, y también un ingenuo
jovenzuelo de nombre corto, Adso, que sale de narrador, y mucho tiempo después
de penitente anciano y descreído. ¡El único inocente!
Así es, así está, la
factura de la luz.
No es que me gustara
demasiado la comparación. Más bien nada en absoluto. Salvo lo de los turbios
manejos, que en eso ¿cuándo no van a existir coincidencias, al menos una sola
por lo menos?
Me preocupa, muy
mucho, los personajes que intervienen. Son siempre los mismos. Están en todas
partes, donde interesa. El interés lo puede todo. Lo organiza todo. Decide por
mí, por ti, por aquel… por el que quedó sin saber.
Una cosa es segura:
si en aquel oscuro y profundo siglo hubiera existido la energía eléctrica, la
abadía se habría incendiado de igual modo. Basta con ver lo que ha ocurrido con
el templo de A Virxe da Barca. Claro que Galicia también es profunda.
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