En una mula blanca



Tal vez me esté metiendo en camisa de once varas. Allá en Orihuela sabrán de sobra cómo hacer estas cosas, pero usar una mula para cumplir con ciertas tradiciones me parece ir a contra pelo.
Esto es que ha tomado posesión del lugar el nuevo obispo, Jesús Murgui, que procede de Mallorca y ahora viene a este lado de la mar, a tierra firme. Parece ser que la primera parte de la ceremonia, la callejera, compete al ayuntamiento de la villa. La segunda le corresponde al cabildo, y tendrá lugar en el interior del “recinto sacro”, la catedral.
El burro que ha servido para estas ocasiones ha sido sustituido por este otro animalito, una mula blanca, de nombre “Pepita”.
El motivo de traer esta noticia a mi blog es la cara de susto que el pobre Murgui manifiesta en la foto de arriba, y eso que tiene a ambos lados sendos escuderos que parecen saber del oficio. No se cayó, a lo que parece.
Por un momento tuve ese temor, tras ver la foto de la noticia. Luego ya me quedé más tranquilo, como lo llegó a estar el mismo recién estrenado prelado de la diócesis levantina.
¡Anda que si llega a besar el suelo, menudo principio para tan esforzada empresa!
Primera estación, parece decir el obispo, y he salido indemne. Veamos ahora qué es lo que procede y en qué otro lío me meten, y si seré capaz de dar la talla. ¡Uf!

Treinta años son demasiados años

 
La antigua almenara "La Torre del Loro", los relucientes contenedores de basura y el Océano Atlántico. Es Doñana
La letra del viejo tango está también aviejada. El tiempo no pasa en balde; y si se mide en años, treinta da para mucho; hasta para cambiar la faz de la tierra.
Eso me ha pasado a mí, que he repetido una excursión por el sur con más canas de las que quiero reconocer, intentando recordar lo que visité peinando una abundante mata de pelo color caoba.
Nada me resultó familiar, reconocible. El pequeño corsa, con climatizador, no es el antiguo dianseis con las ventanas abiertas de par en par; ni estas autovías aquella carretera estrecha. Pero tampoco aquellos campos abiertos y los pueblos blancos apretados junto a su iglesia son estas urbes desparramadas, que se extienden a través de arenales, pinares, marismas y barrancos. Tampoco el sabor es el mismo; aquel tenía acento andaluz, éste malamente puede llegar a discriminarse.
Todo ha ido perdiendo personalidad, se ha planificado, uniformizado, hasta el punto de hacerse irreconocible.
Sólo el sol, el cielo, el aire, el agua permanece. Y la luna, que me ha tocado en creciente.



Pero los atardeceres, ¡ah! ¡¡¡Im Presionantes!!!

El viento me ha traído de vuelta


Son las 08:00 y algo está a punto de ocurrir

África sigue en el sitio de siempre, aunque las nubes quieran ocultarla

Y nunca mejor dicho, porque desde Tarifa he volado para casa más rápido de lo que nunca conseguiría imaginar. Una intempestiva y más que de sobra anunciada borrasca procedente de las Azores hízome desmontar tienda y recoger cacharrería campamentil y embutirla junto con mis amiguitos en el corsa, y salir zumbando. Llovía a mares y el viento racheado amenazaba hundir por estribor al pequeño utilitario; pero salimos airosos del percance y arribamos a puerto seguro a tiempo de poder contarlo.
No obstante el atraque en la playa de Los Lances de Tarifa no pudo ser más placentero. Así amaneció el día siguiente, y eso que ya avisaron que nada de confianzas ingenuas, que aquel cielo y aquel mar no avisan cuando atacan.
El sol sale por donde debe, siempre por encima de las montañas

Venga o no a cuento, no sobra un indicador bien puesto

Es importante saber dónde está uno, no sea que alguien lo pregunte

No es desierto, es playa; según se mira hacia la izquierda

La misma playa, mirando hacia la derecha

Océano Atlántico, un poco más adelante

Océano Atlántico, mirando hacia el Mediterráneo

Dio la casualidad de que esa vaca parió aquella noche ese bebé choto; y le sacó de paseo

Pero esto ocurrió el penúltimo día. El primero empezó por otro lugar, de lo que daré cumplida cuenta en mensajes sucesivos. Y no será aquí, sino en el otro blog, En un lugar de Castilla…, donde suelo comentar mis viajes y experiencias por tierras que descubro o a las que vuelvo para recordar tiempos pasados.
Un poco de paciencia con este viajero penitente; necesita reposar lo vivido y ordenarlo siquiera un poco para exponerlo.

A donde me lleve el viento


A punto de alcanzar la vertical sobre mi casa, en la mañana del 16/09/12, 09:16 horas

Había dos templos rivales. Los dos maestros —probablemente sólo se trataba de supuestos maestros; en realidad, debían ser sacerdotes– estaban tan en contra el uno del otro que le dijeron a sus seguidores que no debían mirar nunca hacia el otro templo.  Cada sacerdote tenía un niño a su servicio para traerle cosas o hacer los recados. El sacerdote del primer templo le dijo a su niño sirviente:
—No hables nunca con el otro chico. Esa gente es peligrosa.
Pero los niños son niños. Un día se encontraron en la carretera, y el niño del primer templo le preguntó al otro:
¿Adónde vas?
El otro le dijo:
—A donde me lleve el viento.
Una gran declaración. Pero el primer niño estaba muy avergonzado y ofendido porque no había encontrado ninguna respuesta a esto. Estaba triste y enfadado, y también le remordía la conciencia: Mi maestro me ha dicho que no debía hablar con esa gente. Esa gente es realmente peligrosa. Pero ¿qué clase de respuesta es ésa? Me ha humillado. Fue a su maestro y le dijo lo que había ocurrido:
—Siento haber hablado con él. Tenías razón, son raros. ¿Qué clase de respuesta es ésa? Yo le pregunté: «¿Adónde vas?» una pregunta sencilla, normal y sabía que estaba yendo al mercado igual que yo. Pero me contestó: «A donde me lleve el viento.»
El maestro le dijo:
—Te había advertido, pero no me has hecho caso. Mira, mañana te vuelves a colocar en el mismo sitio. Cuando llegue él, le preguntas: «¿Adónde vas?», y él dirá: «A donde me lleve el viento.» Entonces, tú también tienes que ser un poco más filosófico y decirle: «¿Y si no tienes piernas?, porque el alma es incorpórea y el viento no se puede llevar al alma a ningún sitio, entonces, ¿qué harás?»
El niño quería estar absolutamente preparado; se pasó toda la noche repitiéndolo. A la mañana siguiente se marchó muy pronto hacia el lugar, se colocó en el mismo sitio, y a la misma hora volvió a aparecer el otro niño. Estaba muy contento, ahora le iba a enseñar qué es la verdadera filosofía. Así que le preguntó:
—¿Adónde vas?
Y se quedó esperando. El niño dijo:
—Voy al mercado a comprar verduras.
Y ahora, ¿de qué le servía la filosofía que había aprendido?
La vida es así. No puedes prepararte, no puedes estar listo. Ésa es su belleza, ése es el misterio, que siempre te coge de sorpresa, siempre llega de sorpresa. Cada momento es una sorpresa y no se puede aplicar una respuesta premeditada.
Osho - El Coraje de Vivir peligrosamente


Esta mañana, ya volviendo en el paseo matutino con mis politos, vimos por encima de los pinos cuatro, ocho, doce, dieciséis globos aerostáticos que se elevaban hacia el cielo. Lamenté no llevar la cámara para datar el momento. El viento suave, apenas una tenue brisilla, en principio los traía hacia el sur, pero al poco viró y los vi desplazarse con la misma parsimonia hacia el norte. Ya os tengo, me dije. Pero casi no.
Cuando llegué a casa sólo pude cazar a éste, el último. Los demás ya estaban demasiado distantes y parecían puntitos sobre el firmamento azul.
Así voy a ser yo a partir de mañana: un globo que el viento lleve a donde a él le plazca. En principio hacia el sur, buscando las marismas del Guadiana o del Guadalquivir. Pero el viento es caprichoso…
No lo hago por satisfacer al viento. No lo hago para tomarme vacaciones. No lo hago porque quiera huir de nada ni de nadie. Simplemente quiero satisfacer a quienes no han dejado de insistirme durante todo este verano: ¿Vas a salir? ¿Ya has vuelto? ¿Dónde has estado? ¿Aún no te has ido? ¡Hay que tomarse unos días de descanso! ¡Viene bien cambiar la rutina siquiera por unos días! ¡Viaja, hombre, viaja!
A la vuelta contaré qué ha sido de mí y de mi tropa, qué tal se ha portado con nosotros ese viento en cuyas alas nos vamos a montar dentro de unas horas. Allá nos vamos, ligeros de equipaje, con la tienda de campaña y mi mochila de colores. Seguro que nos pinta de rechupete.

La jodegética


A aquel frailón devenido y reciclado en maestro de escuela y abuelo por partida múltiple, ha tiempo que se lo llevó esta vida por delante; pero cada vez que paso cerca de su casa en el barrio de La Victoria, camino de la única piscina abierta en la tarde de los domingos, lo recuerdo. Y no escasean otras ocasiones en que lo mentamos, por algún chascarrillo suyo que recordamos, o simplemente porque cuadra en conversaciones sobre otros tiempos.
Manolón lo definía totalmente. A los chavales del barrio España no les salía don Manuel, pero no sabían llamarlo sin el don; Manolo no les era permitido. Así pues, para ellos, don Manué.
En cierta ocasión me agarró con todas sus fuerzorras por el pestorejo, y en plan del que ya ha sido antes fraile que cocinero, o al revés que me estoy liando, me soltó que si ya había dado mistagogia y jodegética. Respondíle que ni una ni otra, que no me sonaban. Y era verdad.
Ahora ya sé qué es la mistagogia, y como está en el diccionario, que se pase por allí el que quiera saber de qué se trata. Tiene que ver con el aprendizaje de los misterios propios de la fe. Emparentada con la catequesis, deja a un lado los saberes y aprenderes para pasar directamente hacia la adhesión personal. Podíamos llamarlo catecumenado.
El otro palabro, sencillamente lo olvidé. Hasta hoy por la tarde. Y fue casualidad; mejor dicho, fue el Gumi, que ha aumentado de peso sorpresivamente, el culpable de esa recuperación. Tengo la uña del dedo gordo del pie derecho jorobada, a punto de caerse. Y el muy bestia me pisó, yendo yo en sandalias; o sea. Me salió sin querer, y sin mirar. ¡Jod… En ese punto me percato que estoy en medio del parque rodeado de mamás con sus retoños jugando en la arena o en los columpios. Así que la palabra iniciada terminó de esta forma: …egética!
Nadie volvió la cara, ningún comentario, todo siguió igual.
Hodegética es una palabra totalmente nueva para mí, que no tendría nada que ver con la que yo terminé pronunciando, si es que existiera; que no existe. Tampoco, pues, significa nada relacionado con la interjección que me quiso salir de natural.
Dice así la enciclopedia de la red: «Hodegética significa, guiar o mostrar el camino. Como término técnico de la pedagogía histórica es, en esencia, la doctrina de dar instrucciones. La tarea de la Hodegética es transmitir “el propósito de los estudios académicos y su metodología” (Horst Kunze). La hodegética se apega al estudio de la disciplina y gobierno de los alumnos... “consiste en la educación ética y estética en primer lugar, cuyo objeto es influir sobre los sentimientos y la voluntad y formar el carácter del educando”. La hodegética (del griego odeghéo = guío) se refiere al munus regendi, es decir, a la dirección de las almas y al gobierno de la comunidad, y a la buena administración de sus bienes espirituales y materiales». (Tomado de Wikipedia)
Mira tú por cuanto Manolón ya me avisó de lo que podría ocurrir algunos años después de que él desistiera de seguir viviendo. Me vino a decir, más o menos, -si es que lo cogí bien, que no lo tengo nada claro-, que si no me adentraba por mi propia voluntad en un mundo de intimidad con el misterio marchándome como él hizo cuando cogió un pajar de alta montaña y lo remozó en un cálido refugio apartado del mundanal ruido, tendría que dejarme joder y ser adoctrinado y amansado y dirigido y administrado, tanto en lo material como en lo espiritual.
Ya me lo estoy imaginando, a carcajada limpia, enseñándome sus grandes dientes entre la poblada barba negra, y sus ojos escondidos tras aquellas lentes redondas, moda años veinte del siglo diecinueve. Mira que ya te previne, Miguel Ángel; tenías que haber seguido estudiando. ¡Te van a meter en cintura!
Manolón, como te pille, te mato. ¡No te jode!

Jeg elsker dig



En realidad no dijo eso, sino esto otro:
Jeg, Andreas, jeg modtager dig, Inés, hustru, og jeg overgiver til dig og lover at være tro i gode tider og i dårlige (i velstand og i modgang) i sundhed og sygdom, og så kærlig og ære dig alle dage i mit liv.
Porque Andreas es danés, e Inés se lo quiso escuchar en su propio idioma. Así que el novio nos soltó esa parrafada que, para que lo entendamos, en español es así:
Yo, Andreas, te recibo a ti, Inés, como esposa y me entrego a ti y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas (en la prosperidad y en la adversidad), en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.
De modo que la ceremonia bailó de uno a otro idioma, para que nadie entendiéramos nada, o casi, pero lo comprendiéramos todo.
En lo que sí coincidimos fue en el estar y en el escuchar. Fue, ¡cómo no!, la música el vehículo universal de comunicación. Sintonizamos todos los presentes.
Este fue el repertorio completo, para quien tenga la paciencia de escucharlo. Y para quien no, aquí está el índice:
1. Gloria de El Mesías, de Händel
2. Laudate Dominum, de Händel
3. Ave María, de Javier Busto
4. Heilig, Heilig, Heilig, de Schubert
5. Alleluia, de Mozart
6. Dona nobis pacem, de Mozart
7. Ave Verum Corpus, de Mozart
8. Hallelujah de El Mesías, de Händel
9. Te quiero, letra de Mario Benedetti, música de Alberto Favero


Y para que conste en acta, la fe también nos unió, unidad en la diferencia: católicos y luteranos juntos y a pesar de todo también revueltos. Aquí, como en otras cosas, el algodón no engaña.
Impresionante fue el final, tras la firma de los documentos pertinentes; los nuevos esposos rodeados de testigos y familiares recibieron un sentido homenaje con el canto final. Hasta el novio se emocionó. Del padrino, o sea el padre de la novia, mejor no hablamos. Es que Benedetti es mucho.

Te quiero



Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro
tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero
y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Mario Benedetti

Ya que Julia ha levantado la liebre, aquí está la gran Nacha Guevara, y su versión musicalizada de este poema.
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Lesula, nueva especie de primate descubierta en el corazón de Congo.

Poniendo límites, acotando cosas



Cada vez que me pongo manos a la limpieza de mi casa tengo que mirar al reloj o desear fumarme un cigarro. Empiezo siempre por el cuarto de baño, sigo con la cocina, luego el dormitorio, el mal llamado despacho que en realidad es el almacén, el cuarto de estar, el pasillo y… el patio. Como la puerta casi está permanentemente abierta sigo con el cepillo dándole a la acera y… si no digo basta que me orino o voy a decir hola al vecino no sé dónde y cómo acabar la faena. La vivienda es pequeña, pero el jardín ya no tanto; y si además resulta que la calle está exenta de vehículos y hay colillas o papeles o tierra, la limpieza se convierte en una obra de titanes. Por eso, digo yo, existen horarios, direcciones obligatorias y límites o fronteras. Porque ya puestos, mi casa puede ser el mundo entero. Y no creo que nadie me vaya a decir limpia tu casa y deja en paz todo lo demás, que a nadie le amarga un dulce o que le hagan las faenas domésticas o ciudadanas gratis et amore.
Así que he decidido parar de barrer, sentarme y fumar al tiempo que le doy a la tecla.
El viernes se casan Inés y Andreas. Va a ser una ceremonia en spanis/inglis/danis, porque de allá, de Dinamarca es el pavo, y se trae una tropa larga de familiares y amigos que están todo alborozados porque les han montado un fiestorro en la soleada España; una semana de vacaciones por aquí y vuelven a casa tostados como sepias.
El caso es que ayer fuimos en panda a ver el lugar de la ceremonia. Ella quiere que sea en el colegio donde vivió su infancia feliz. Él acepta, faltaría más. Y quedamos en la entrada a las 13:00 horas, según el Meridiano de Greenwich, para ver cómo es el sitio y disponer cosillas que siempre conviene prever.
Puntuales como europeos de pro a la cita, nos vimos en recepción. Pero allí ponía “reception” en un letrero recientito sobre lo alto del mostrador. Nos miramos y callamos. En el amplio recibidor se abren en varias direcciones puertas que dan acceso a según qué sitios: capilla, comunidad, aulario, sala de visitas, etc. Cada una de las puertas tenía antes un letrero con letras blancas sobre fondo negro que nombraba para informar. Ahora los letreros son al revés, letras negras sobre fondo blanco; pero en inglés. Así chapel, community, classrooms, room visits… No ha variado en un lateral bien discreto lo referente a los retretes, que mantiene el cartel de W.C. sobre el quicio de su puerta.
Sólo Andreas se me acercó para preguntarme el porqué de aquellos indicadores. Le extrañaba que no aparecieran en castellano, sólo en inglés.
Me encogí de hombros, dije no saber, tampoco comprender. Y comenté que tal vez era una nueva disposición acordada en reunión del Consejo de Padres o por toda la Comunidad Educativa. Incluso llegué a decir que tal vez fuera una cláusula obligatoria del Ideario del Centro sugerida o impuesta por quien puede y además lo hace. O entiendes y te expresas en inglés, o lo vas a tener crudo.
Nunca fui un lince para los idiomas. Ni el latín ni el griego, ni el francés ni el inglés, tampoco el alemán –cuyos abecedarios han sido de alguna manera objeto de mis afanes estudiantiles– han logrado progresar en mí. De modo que para qué voy a citar el gallego, el vascuence, el catalán o mismamente el italiano, que me rozaron bien rozado cuando convivía con pensantes y parlantes en los susodichos idiomas; si los llegué a comprender, ahora no me apetece.
Tiene que ser un danés, venido de aquel país del norte el que levante esta liebre y nos diga ¡pero estáis tontos o qué! ¿Para eso he aprendido castellano, para llegar a Castilla y verlo todo en inglés?
Inés habla español y muy bien inglés. En danés se defiende mejor que él en castellano, al decir de Andreas. Ambos se manejan en la intimidad en inglés, me confesó ella; y lo mismo con la tropa que llega; de modo que tanto el spanis como el danis quedan reducidos para los recalcitrantes que sólo y apenas nos apañamos con lo de casa, lo de toda la vida. 

¡Uf! ¿No sería conveniente poner en fijo tanta variedad? Creo que algo parecido ocurrió en Babel, pero no lo tengo claro. Voy a ver si me entero.

Literatura al alcance de todos





Lo de Bertoldo trae cola, al menos para mí. Y voy a ir tirando de ella…
Casi con toda seguridad mi padre tuvo conocimiento de la historia de Bertoldo, de su hijo Bertoldino y de su nieto Cacaseno, así como de la mujer del primero, Marcolfa, por tradición oral. Mejor dicho, por boca de los cómicos de la legua y a través de los pliegos de cordel. Si hubiera sido de otra manera, a buen seguro hubiera guardado aquel libro, y en casa yo nunca lo vi.
Esto me ha hecho recordar una visita que hice a la Fundación Joaquín Díaz, en la casona de Urueña, donde tiene su sede. Allí, entre muchísimas cosas que no es plan ahora enumerar, vi unos pliegos enormes, llenos de escenas subtituladas, que contenían resumidos libros completos, tales como el Quijote y escenas de la Biblia. Es muy posible que viera, aunque no recuerdo, entre aquellos papelones la vida de Bertoldo y su familia.
En cualquier caso, lo he encontrado, porque Joaquín Díaz lo tiene expuesto en su web.
Una sola vez en mi vida presencié una actuación de los cómicos de la legua, en vivo y en directo. Tendría yo… ¿cinco o seis años? Llegaron en tropel al pueblo y nos convocaron a la plaza mayor. Allí nos fuimos después de cenar, muchos con un taburete a cuestas, a presenciar la actuación. No recuerdo cuál fue el contenido de la función, pero sí retuve un detalle: alguien, simulando ceguera, cantaba como en una salmodia, la historia que estaba dibujada y escrita en un enorme lienzo, al ritmo que otro con un puntero iba señalando.
Así es como llegaba al pueblo llano la literatura culta que por precio y por seriedad le estaba vedado. Aquellos cantores resumían y hacían asequible, a base de rebajar e incluso infantilizar, los grandes dramas literarios. Pero siempre había una enseñanza, una pretensión moralizante y, por supuesto, un público que se lo pasaba bien durante toda la función, que luego recordaba en las noches oscuras, bien al calor de la gloria, bien al fresco de la calle.
El pliego que está ahí arriba resume en cuarenta y ocho escenas un libro de cuatrocientas páginas. Quien prefiera leerlo ya sabe cómo encontrarlo. Quien se contente con el resumen, puede verlo a continuación.
Servidor sigue leyendo lo que comenzó ayer. Que un extracto con Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno es una falta de respeto, si no a la buena literatura, sí a un texto que ha saltado los océanos y que ha sido traducido a casi todos los idiomas conocidos. La historia que comenzó con mi padre, se completará conmigo.

















Un recuerdo de la infancia, pero no le encuentro la gracia



Muchas veces escuché en mi casa la frase “Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno”, y sospechaba que se refería al título de un cuento; pero nunca tuve acceso a él. Ciertamente no estuvo nunca en el domicilio familiar. Es posible que mi padre recitara una lectura de sus tiempos infantiles, pero si así fue, nunca me contó aquella historia. Sólo y apenas el título de marras.
Quiero creer ahora que de alguna manera nos estaba diciendo que para cuentos aquellos, y no los que tanto mi hermano como yo utilizábamos. Sí, los tebeos no eran de su agrado. Tanto colorín, tanto monigote, tanto diálogo en forma de globo saliendo por la boca de aquellos dibujillos… a mi padre le parecían muy poco serios; nada apropiados para niños como nosotros y poco educativos.
Ayer, al llamar a Berto, por una sinrazón me salió Bertoldo; y de ahí recordar el título completo, la frase tantas veces repetida por mi padre. Cogí internet y buceé. Y lo encontré a la primera.
Parece ser que se trata de una colección de cuentos, obra de dos autores italianos del siglo XVII, Gulio Cesare Groce y Adriano Banchieri, que retoman cuentos antiguos de la Edad Media.
El libro está en muchos lugares para ser leído o descargado. Por comodidad y porque me gusta tenerlo en casa, he bajado de aquí el pdf de una preciosidad editada en Madrid en 1823, aunque también está otra editada en Barcelona en 1843.
Tras un primer vistazo me permito sacar unas conclusiones tal vez demasiado precipitadas, pero suficientemente elocuentes para comprender el halo de misterio que ha rodeado mi relación con el título de esta colección de cuentos, que no simplemente infantil:
1. Contiene algún que otro dibujo. Todo el libro está repleto de letras, y carece de color, es en blanco y negro. ¿La letra con sangre entra?
2. Más que entretener, estos cuentos son moralizantes; dan lecciones, no divierten. ¿La risa la inventó el maligno?
3. Se trata de una literatura torticera, aunque (o por eso precisamente tal vez) haya alcanzado fama universal. ¿Cómo es posible que un niño o una niña lea la primera página de este libro y no salga corriendo como quien pierde el culo? Veámoslo pues:
Prometo seguir leyendo hasta el final. Si cambio de opinión, expresaré mis nuevas conclusiones. De momento es lo que hay.

Si me llegas a arrancar, ahora estarías arrepintiéndote


Esto es que allá por la primavera tomé del monte tres varas de encina y las planté en dos tiestos. Pretendía sustituir a las que en agosto del 2011 se fueron por los calores y un descuido mío, aunque fuera a instancias de parte -al decir documentada- de que las estaba aguachirlando. No se pudrieron; se secaron.
El caso es que día tras día me acercaba a los tres palos y trataba de encontrar por dónde su piel se abriría en brotes nuevos de vida.
Por fin una lo hizo, y aquí di fe de aquel evento. Fue el 15 de mayo.
Terminó mayo y llegó junio. Y la vara brotada crecía, pero las otras dos no reaccionaban. Me cubrí las espaldas ante el verano y aproveché un desecho de una repoblación recientemente realizada en el pinar, y me traje una plantita que estaba en las últimas, porque nadie la regaba. La puse junto al palo inerte, y dejé éste para que sirviera de apoyo a la recién llegada. No seguí el consejo de quien me sugirió que lo quitara, porque estaba muerto y bien muerto.
Julio y agosto, y mis cuidados y atenciones, lograron hacer de la pequeña encina trasplantada del pinar a mi maceta esta hermosura, que no quiero comparar con sus hermanas allá en el campo porque no habría color. De aquellas están sobreviviendo hasta ahora sólo un escaso diez por ciento. Demasiado duro este verano, mucho calor y nada de agua.
Ha llegado septiembre y no he menguado en mis atenciones; pero no en mi afán observador. He dado por hecho que había lo que a simple vista se veía. Pero no.
Tan es así, que hoy, día 9, domingo para más inri, compruebo sorprendido que el palo que supuse seco y muerto, está vivito y coleando. No he saltado y gritado de contento porque ha sido justo al entrar en el templo para la eucaristía y había demasiado personal a la puerta. En su lugar he cogido la máquina para inmortalizar el momento y poder dejar aquí constancia.
Definitivamente nunca hay que rendirse. Siempre hay lugar para la sorpresa. La paciencia tarde o temprano recompensa. Y de los consejos ajenos tomar sólo aquellos que no cierren puertas ni impidan volver sobre los pasos dados. Si hubiera suprimido aquel palo, ahora no tendría esta encina, y yo estaría arrepintiéndome.

Arbeit macht frei

 
Entrada al campo de concentración de Groß-Rosen
Así, escrito en alemán, no creo que exista ser humano que no sepa qué significa. Figuraba en la fachada, sobre la puerta de entrada, de todos o de casi todos los campos de concentración que el tercer reich tuvo el detalle de sembrar por Europa, conforme iba ocupando territorios y discriminando a sus pobladores. Los seleccionados entraban allá.
En aquel caso arbeit macht frei, el trabajo libera, era una gran mentira que señalaba dónde y cómo se iba a cumplir la condena inapelable dictaba con o sin juicio, qué más daba, sobre las personas consideradas excluibles para aquel sistema social, político y económico.
La primera vez que según me han dicho se escribió la palabra “trabajo” ya iba unida a condena, a dolor, a esfuerzo, que para nada dicen bien de efecto liberador; pero está en la Biblia, y tal vez es que haya que leerlo de alguna manera especial. Porque luego aparece otras muchas veces en ese texto sagrado, y generalmente va relacionada con la voluntad de Dios, con la dignidad del ser humano en cuanto colaborador suyo, y con la honorabilidad, honradez y bonhomía de quien lo realiza correctamente. El que no trabaja, el vago, es lo contrario, y resulta muy poco de fiar.
Viene esto a cuenta de que en un blog que leo asiduamente se relaciona esta frase, Arbeit macht frei, con el dichoso rescate al que parece que estamos irremediablemente condenados, pero que no termina de llegar. Si el otoño que se acerca resulta como el verano que se acaba, presumo que nuestra angustia puede llegar a hacerse tan insoportable que más desearíamos estar encadenados y en la sentina de un buque negrero, pero ciertos y seguros de saber dónde estamos y hacia dónde nos dirigen.
La incertidumbre es mala compañía. No saber cómo vas a encarar el día que está a punto de amanecer, si habrá algo que llevarse a la boca, si vas a seguir vivo o te vas a morir, o sólo enfermar… El trabajo siempre ha dado estabilidad, que es una manera de cortar con lo incierto, o al menos reducirlo para hacerlo asumible.
El trabajo, se ha dicho, dignifica al ser humano. Y nadie sabe bien cuánto me gustaría que fuera verdad, porque disfruto con mi trabajo, no me imagino mano sobre mano dejando que el tiempo transcurra y que sean otros lo que curren. Incluso cuando estoy con un profesional de lo que sea, meto baza aunque también meta la pata.
Pero advierto que a mucha gente le escuece trabajar, se evade, se escurre, se escaquea. O lo hace mal y hay que volver a repetirlo. O se aprovecha del derecho que a todos nos asiste al trabajo para ponerse en una lista y gozar de ciertas ayudejas que se dispensan por ese solo hecho.
También ocurre que el trabajo mata; si no directamente, poco a poco. Claro que mucho mejor mata el hambre, y eso es quizás por lo que si no queda otra que trabajar, se trabaja.
A estas alturas de este escrito ya no sé si interesa que nos rescaten, que baje el paro o que trabaje ruton. Porque llega nuestro rescatador con su máquina de hacer dinero con sólo echar las cartas o soltar para que ruede la bola. Y los políticos echan pecho por su hazaña, los propietarios del campo hacen sus cuentas de la lechera, y los enladrilladores cavilan cuantas ventanas poner por habitación de las mansiones que manden construir junto a los campos de golf que servirán de relax en los momentos entre partida y partida, entre apuesta y apuesta… De los que tienen pasta para dar y tomar bien guardada no comento; ya saben cómo prestarla, y lo harán por un ajustado tanto por ciento. Tienen experiencia.
Ahora, para terminar, me apetecería hablar de economía, pero no sé por dónde empezar ni para qué. Relacionarla con trabajo no me supondría problema, algo podría hilvanar. Pero ¿qué decir si el asunto que ahora nos pesa es nada más ni nada menos que el monetario? Las finanzas, that is the question, es la piedra de toque. No lo bienes escasos y su administración, no la producción y el trabajo; no; la pela, el puto euro, el patrón oro o los diamantes en bruto. Lo que no vale si no se le asigna un valor, eso es lo decisivo.
Mecagüenlamarserena. Y yo con estos pelos. Esto me ocurre por ponerme a escribir en una noche asfixiante, mientras la tormenta se va sin descargar una gota ni aflojar una miaja la calor.