Cuando llueve…



El agua que cae se mete por donde puede y le dejan. Por eso hay que tratar de que los edificios, por ejemplo, estén debidamente protegidos. Y no sólo por arriba, con tejados herméticos al elemento líquido, pero especialmente por ahí.
Esto en una obra nueva lo suelen resolver bastante bien los técnicos en la materia. Aunque si contáramos cosas…
En los edificios a mi cargo todo está manga por hombro. Claro que esto es así porque se hicieron como se hicieron y para el fin que entonces se pretendía. Ahora sufrimos las consecuencias.
Normalmente el tejado debe sobrevolar todo alrededor de la construcción, para que el agua caiga al exterior. Si no se hace así es muy difícil evitar que algo escurra por el muro, tanto da que sea por fuera como por dentro.
Este es un ejemplo de cómo no se debe hacer. La mancha en la pared manifiesta que esa humedad es permanente, porque ocurre desde el principio de los tiempos. Es una señora gotera. No pasaría a mayores si no existiera esa viga metálica de tubo, necesaria para sustentar las placas entre tirante y tirante de la estructura. Como el extremo de la viga que está enterrada en el muro nadie previó taparlo con lo que fuere –masa, trapo o simplemente una piedra–, ahora por ese agujerito, que vaya usted a calcular para qué se hizo, sale el agua que entra por allá. Es gota a gota, pero se nota.
Estudiada la cuestión, analizados los diversos presupuestos de los diferentes procedimientos posibles para solucionar el percance, decidí que me salía mucho más barato colocar debajo un simple cubo y esperar que se llenara.
Tal cosa nunca ha ocurrido, porque en esa parte de bajo teja en cuanto da el sol hace calor incluso en invierno. De modo que el poco agua que se recoge, se evapora antes de la próxima lluvia.
No ocurrió así en esta temporada larga de tormentas sin fin. Y el cubo tanto se llenó que amenazó con hundir la placa de lana de vidrio.
Vuelvo a repetir la chapuza, y lo dejo tal que así. Como no sea un diluvio, esto no se hunde jamás de los jamases.
Moraleja: Mientras no se vea y nadie se de cuenta, tú haz lo que te convenga. Mismamente como acabo de escuchar en el telediario sobre aumentos de sueldos en los parlamentos españoles.

Un tal Blázquez



Confieso que me sentó fatal que aquel señor dijera aquello cuando don Ricardo, al que conocí casualmente en una reunión de las diócesis de Castilla y León en Villagarcía de Campos como obispo de Palencia, asumió la sede episcopal de Bilbao. Por entonces no tenía de él mayor información. Luego sí, me fueron llegando más cosas.
Así que cuando mi diócesis quedó sede vacante, hice unas cuantas novenas por ver si conseguía que don Ricardo se viniera para acá, ya que estaba entre los posibles. Y entre éstos, el mejor sin duda era él.
Si fueron las novenas, o si fue el Espíritu Santo, por no mencionar las maniobras políticas para que no fuera destinado a otros lugares de más tronío, el caso es que aquí está. Y me alegro.
Ayer se celebró que hiciera veinticinco años que fuera consagrado obispo; es decir, sus bodas de plata episcopales. Y con tal motivo El Norte de Castilla publicó este escrito del teólogo Olegario González de Cardedal, que le conoce muy bien por paisanaje y por haber pertenecido al claustro de la Ponti de Salamanca.
Así que tengo el gusto de publicar esta primicia informativa.




Martes 28.05.13 EL NORTE DE CASTILLA

«¡Tú me levantas, tierra de Castilla!»

ITINERARIO DE MONSEÑOR RICARDO BLÁZQUEZ

El teólogo abulense narra para El Norte de Castilla los escenarios de la trayectoria vital del arzobispo de Valladolid, nacido también en Ávila, con motivo de los veinticinco años de su consagración episcopal.

Los hombres somos fruto de naturaleza, y de historia, de un legado de origen biológico, que los científicos llaman 'genes' y de otro legado de origen cultural que a su vez llaman 'memes'. Pero a esos dos elementos predeterminantes adviene aquella chispa, rescoldo impagable de la presencia de Dios en el hombre, que son la inteligencia y la libertad propias de cada uno y con ellas hacemos nuestra historia, llegamos a ser personas y construimos un proyecto mediante el que aportamos cada uno nuestra parte al destino común. ¿Cuáles han sido los pasos fundamentales en el cur­so vital de quien es hoy sucesor de los apóstoles en Valladolid, cabeza de la Iglesia y en calidad de tal mensajero y altavoz de Cristo?

1 El hombre de las alturas de Gredos. No es igual nacer al borde del mar con sus horizontes extendiéndose hasta el infinito, con el concierto visible y sonoro de las olas que se suceden amorosa o violentamente, dejando en el corazón del hombre un rumor de armonía y de paz absolutas, que nacer en medio de una llanura, o en las cumbres de una montaña. Villanueva del Campillo es una altiplanicie, valle de alta montaña, con los picos del Almanzor en el fondo, unas praderas feraces donde se alimentaron rebaños y boyadas, que trashumaban de los agostaderos de verano a las dehesas de Extremadura. Villanueva, con restos arqueológicos únicos, con una abadía e iglesia catedralicia. En esa altura nació y ha permanecido hasta hoy, enhiesto y arraigado nuestro protagonista.

2 El sacerdote abulense. Primero fue la larga formación humanística de Arenas de San Pedro en la que prevalecían junto a la literatura y las matemáticas, las lenguas clásicas griego y latín por un lado, francés y alemán por otro. Y tras los correspondientes años de estudio de la filosofía y la teología es ordenado sacerdote en Ávila. A esa ordenación habían precedido cuatro años de magisterio y colaboración con un gran maestro de espiritualidad y de preparación para el ministerio sacerdotal: don Baldomero Jiménez Duque; rector del Seminario de Ávila, guía de generaciones sacerdotales. Su vida, su espiritualidad y sus libros fueron la fragua para el ministerio apostólico del futuro obispo, pues no pasaron en vano los cuatro años que fue su secretario particular.

3 El profesor y vicerrector de la Universidad Pontifica de Salamanca. Ávila y Salamanca siempre estuvieron muy cercanas espiritual y teológicamente ya desde los años de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz. Pero antes de llegar a la capital del Tormes Don Ricardo tuvo que hacer una segunda navegación por Roma, y una tercera navegación por Alemania, en vistas a adquirir una formación teológica a la altura del Concilio Vaticano II, de la exégesis moderna, de la teología en su historia y del pensamiento ecuménico contemporáneo. En la Universidad Gregoriana (Roma) hizo su doctorado bajo la dirección de un gran maestro, el Padre jesuita Z. Alszeghy, concluyendo su tesis en 1972 y publicándola en Vitoria 1976. Comenzaba así la preparación para el magisterio teológico en las aulas y para el ejercicio de escribir. Después de aquella tesis sobre un autor protestante, 'La Resurrección en la cristología de Wohlfart Pannenberg', que le abría al mundo ecuménico, hasta el libro que aun tiene reciente la tinta: 'Del Vaticano II a la nueva evangelización' han ido apareciendo uno tras otro, hasta la quincena, sus nuevos libros.

4 El obispo de la iglesia diócesis tras diócesis. Tras el ejercicio de la docencia y el cargo de gobierno en la Universidad Pontificia de Salamanca, este castellano de tierra alta es trasplantado a Galicia como obispo auxiliar del señor arzobispo don Antonio M. Rouco Varela. Quienes asistimos a su ordenación episcopal nunca olvidaremos la tarde de la despedida: llovía, llovía, llovía y no cesaba de llover. El se quedaba allí solo bajo tanta lluvia mientras nosotros nos volvíamos a la clara luz y limpio cielo de la meseta. Aprendizaje de situaciones, costumbres, historia y lengua en colaboración generosa con quien le había elegido, con los sacerdotes y el pueblo llano. Su primer traslado es a Palencia para suceder al obispo agustino Nicolás, que habiendo renunciado a la diócesis palentina marcha a Bolivia. Luego vendría el segundo traslado a tierras más lejanas, la diócesis de Bilbao, en una geografía, historia eclesial, social y política, necesitadas de claridad, concordia y paz. Y desde allí, cuando los años, la experiencia y la diversidad ya habían configurado en plenitud la raíz y el tronco de su vida, la venida a Valladolid.

5 El guía de la iglesia en España. Después del Concilio Vaticano II se pusieron en marcha las instituciones colegiales en la iglesia; en este caso la Conferencia Episcopal, órgano de gobierno y orientación pastoral para todas las diócesis de España. Las diversas Comisiones fueron asumiendo responsabilidades en el campo de la clarificación de cuestiones de fe, de criterios de acción pastoral y moral, de temas litúrgicos y otros. Don Ricardo presidió repetidas veces la Comisión Episcopal de la fe, cuya misión es promover su comprensión y actualización, verificar la autenticidad de las propuestas teológicas y pedagógicas que se hacen de la fe en la iglesia. Tarea sagrada y delicada, que hay que ejercer con inmenso respeto tanto a la realidad creída (Sagrada Escritura, Credo, Tradición apostólica) como a los sujetos que la enseñan y a los que la reciben. La responsabilidad máxima para la dirección de la Iglesia en España le llegó cuando fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal primero y luego vicepresidente.

6 El responsable de la Iglesia universal. Cada obispo forma parte del colegio apostólico al que le están encargados la atención y servicio a la iglesia como unidad y totalidad, de forma que le compete no sólo la responsabilidad particular de su diócesis, sino también en comunión con los demás obispos y con el Papa el cuidado de la Iglesia católica. Esa función la cumplen de manera especialmente visible y eficaz en los Concilios ecuménicos y en los Sínodos. Don Ricardo ha participado en varios de estos de manera muy significativa. Algunas. de sus intervenciones pasaron literalmente a las Proposiciones finales y a la Declaración que el Papa ofreció luego a toda la Iglesia. Junto a este trabajo ha tenido que cumplir encargos pontificios a la hora de visitar instituciones, ofrecer informes y orientar futuro. El desde sus primeros orígenes había percibido los riesgos y la real fecundidad posible de los nuevos movimientos si se los acompaña con cercanía amorosa, se los orienta con libertad y se los ayuda con vigilancia en sus momentos críticos.

7 El metropolitano de Valladolid. En su madurez episcopal y tras largos años de experiencia ministerial vuelve a Castilla en momentos gozosos pero no fáciles de nuestra historia religiosa y humana. Es la región más extensa de Europa, la que quizá tenga mayor patrimonio artístico y más gloriosa historia detrás de sí. Todo ello es fuente de gozo pero a la vez de pesadumbre, porque nada de lo anterior perdura si no es acompañado con nuevas creaciones. Castilla fue primero deforestada en sus árboles para construir galeones camino de América y luego despoblada de sus hombres, por la emigración camino del país vasco, Cataluña y Europa. Hay que crear nuevas fuentes de vida y de riqueza, de ilusión y de esperanza. No pocas iniciativas sociales, políticas y eclesiales van en esa línea: por ejemplo las Edades del hombre a lo largo de sus 25 años han sido regeneradoras de la propia conciencia, una palanca de nuestra dignidad colectiva y un afluente de riqueza para nuestra economía. Con ellas la Iglesia ha puesto a disposición de todos los tesoros de cultura y arte que habían nacido de su fe. En Castilla tenemos naturaleza y paisaje únicos por un lado y por otro historia y cultura. Junto a ellos necesitamos ciencia y técnica nuevas, propuestas económicas y esperanza social. La Iglesia es consciente de esta situación y de su responsabilidad específica en este orden. Ambas tienen en el Arzobispo de Valladolid un intérprete lúcido y un valedor generoso.

CODA ¿Quien hay detrás de esta historia? Un hombre, un sacerdote, un obispo que viene de lejos con saber y ciencia asimiladas y ejercitadas, capaz de hacerlas destilar en sabiduría personal, sumando lo universal con lo particular y desde esto avizorar la esencial y eterno. Son Proverbiales la humilde capacidad de concordia que posee, junto con su mesura y moderación. Él sabe que el tiempo es buen sanador en un sentido y buen constructor en otro, por eso no se precipita ni se deja aturdir por gritos y susurros. Su palabra es serena y atenida a la realidad a la vez que siempre atenta a la persona. Sabe oír y sabe esperar. Es bueno. La sobriedad castellana nos prohíbe callar pero nos impide decir más.


Y completo esta entrada con palabras propias del interesado, Don Ricardo Blázquez, ayer tarde en la catedral de Valladolid, durante la celebración de la Eucaristía, a la que no pude asistir, lamentablemente.

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DE LOS XXV AÑOS
DE LA ORDENACIÓN EPISCOPAL


Hoy hace 25 años recibí la ordenación episcopal en la catedral de Santiago de Compostela, en que se veneran la memoria y el sepulcro del Apóstol. Coincidió con el domingo de la Santísima Trinidad. Es una duración considerable para celebrarlo con familiares,  amigos y diocesanos. Saludo cordialmente a los señores obispos que han querido unirse conmigo a esta solemne acción de gracias a Dios, muestro mi respeto a las autoridades, manifiesto mi afecto a los fieles de las diócesis donde he ejercido el ministerio episcopal, Santiago, Palencia, Bilbao y Valladolid. A unos en la distancia geográfica y a otros en la convivencia diaria me siento vinculado con los lazos de la gratitud. ¡Gracias a todos por vuestra presencia y oración!
            1.- El Papa Juan Pablo II al terminar el Jubileo del Año 2000 y al comenzar el tercer milenio, nos invitó «a recordar con gratitud el pasado, a vivir con intensidad el presente y abrirnos con confianza al futuro: “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy siempre”( Heb.13,8) ( Novo Millenio Ineunte,1)». En la presencia del Señor se dilata el alma hacia el pasado, se concentra en la actualidad y se inclina hacia  el futuro. Quiero vivir ante Dios consciente de lo que he recibido, de lo que he faltado y de lo que debo a la misión encomendada.
            Recuerdo hoy a cada una de las diócesis con sus presbíteros, diáconos, consagrados y religiosos de vida apostólica y contemplativa, laicos y laicas, con quienes compartí la gracia de la fe cristiana, a los que quise y quiero servir pastoralmente. De manera particular quiero agradecer la ayuda de obispos auxiliares, vicarios y otros colaboradores más cercanos sin cuyo apoyo no hubiera podido cumplir el ministerio encomendado. Lo que emerge ante todo en mi vida, en este alto del camino de los XXV años, es la gratitud a Dios porque se fió de mí y me confió el ministerio episcopal (cf.1 Tim.1,12). Con un salmo proclamo ante todos: ”El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades” (Sal.99,5). Cuando miro hacia atrás siento que el agradecimiento a todos es como el perfume de la memoria del corazón (R.Guardini).
            He prestado mi servicio en Santiago de Compostela como Obispo Auxiliar, como Obispo en Palencia, en Bilbao y ahora lo cumplo en Valladolid. En todas las diócesis me he sentido profundamente integrado; he querido caminar como pastor unido al rebaño. El paso de una diócesis a otra ha sido como un trasplante; al principio se experimenta que se rompen raíces vivas, pero pronto he arraigado hondamente en el nuevo hábitat. Poco a poco se hace perfectamente compatible el recuerdo amoroso de las personas ya distantes y el amor de las personas del nuevo espacio eclesial y humano. Con el recorrido de las diversas estaciones vitales se hace acopio de numerosas experiencias enriquecedoras, ensanchándose el corazón a dimensiones amplias y de largo respiro. Nada se cancela ni desplaza; todo se integra en la unidad vital de pasado, presente y futuro. Concluyendo: Agradezco a Dios haber pasado por Santiago de Compostela, Palencia y Bilbao y por estar ahora en Valladolid; a todos en esta hora tan significativa para mí manifiesto mi gratitud.
            2.- Presidió la ordenación episcopal el Arzobispo de Santiago de Compostela Mons. Antonio Mª Rouco Varela y en su homilía unió particularmente la fiesta de la Santísima Trinidad con la ordenación episcopal. En efecto, la Trinidad Santa es el fundamento del ministerio episcopal. La unción del Espíritu Santo configura al obispo con Jesucristo, capacitándole para continuar su misterio a favor de la Iglesia. Estos son los rasgos del Buen Pastor Jesús, que debe transparentar el obispo: “Caridad, conocimiento de la grey, solicitud por todos, misericordia para con los pobres, peregrinos e indigentes, ir en busca de las ovejas extraviadas y devolverlas al único redil”. Cada obispo debe “velar con amor” por la grey que preside “en el nombre del Padre, cuya imagen hace presente; en el nombre de Jesucristo, su Hijo, por el cual ha sido constituido maestro, sacerdote y pastor; en el nombre del Espíritu Santo, que vivifica la Iglesia y con su fuerza sustenta la debilidad humana” (Pastores gregis, 71).
            El entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, y hoy querido Papa Francisco, habló en el Sínodo de 2001 sobre el velar del obispo como virtud esencial de su ministerio. He aquí sus palabras: «Una de las imágenes más fuertes de esta actitud es la del Éxodo en la que se nos dice que Yahvé veló a su pueblo en la noche de la Pascua, llamada por ello “la noche de la vela”. Lo que deseo es resaltar esa peculiar hondura que tiene el velar frente a un supervisar de manera más bien general o una vigilancia más puntual. Supervisar hace referencia más al cuidado de la doctrina y de las costumbres, en cambio velar dice más a cuidar que haya sal y luz en los corazones. Vigilar habla de estar alerta al peligro inminente, velar en cambio, habla de soportar, con paciencia, los procesos en los que el Señor va gestando la salvación de su pueblo. Para vigilar basta con ser despierto, astuto, rápido. Para velar hay que tener además la mansedumbre, la paciencia y la constancia de la caridad probada» (Intervención en el Sínodo de los Obispos el 2 de octubre de 2001). “Velar con amor” sobre la grey, que dice la exhortación apostólica postsinodal, implica, además de custodiar la verdad recibida y estar alerta a las acechanzas que amenazan el rebaño, atender con amor y proximidad a cada persona confiada. El Buen Pastor conoce, ama y expone su vida generosamente por el rebaño.
            3.- Elegí como lema de mi episcopado la palabra latina “resurrexit” (resucitó), probablemente porque en ella se condensan muchas horas de estudio y mucho tiempo de oración y predicación. El lema está tomado de un texto de San Pablo citado en la alocución pronunciada al final de mi ordenación episcopal: “Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué y que vosotros recibisteis, en el que estáis fundados y que os está salvando, si lo guardáis tal y como os lo prediqué. Porque yo os trasmití en primer lugar lo que yo también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó (resurrexit) al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce” (1 Cor.15,1-5). El anuncio de la resurrección de Jesús crucificado pertenece al corazón del ministerio apostólico.
            La fe en la resurrección de Jesucristo es el fundamento de una vida nueva. Renacemos por la resurrección del Señor para una esperanza viva (cf. 1 Ped.1, 3-5). Por ello la esperanza en Dios no defrauda. Aunque en la vida de todo ministro del Evangelio haya muchos trabajos y sufrimientos, son más fuertes el gozo, la serenidad y la confianza en el Señor. Los cristianos estamos llamados a sembrar semillas de esperanza; también en la presente hora de nuestro mundo es posible la esperanza. Jesús que hizo suyos en la cruz la pobreza, el pecado, el dolor y la debilidad de los hombres, continúa iluminándonos con la resurrección. La victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte es para nosotros fuerza permanente para levantarnos de la postración y para superar el temor ante las adversidades del camino. Si el Señor está por nosotros, ¿quién podrá contra nosotros? (cf. Rom.8,31ss.). La resurrección de Jesucristo, asimilada por la fe, es la garantía de que la esperanza no es una ilusión, sino el principio de un mundo nuevo y mejor. Anunciar la esperanza, ser testigos de esperanza, sembrar semillas de esperanza es un precioso servicio que unos a otros debemos prestarnos y que la Iglesia tiene como misión irradiar sobre la humanidad.
            4.- El Evangelio que hemos escuchado nos invita a seguir a Jesús sin echarnos atrás y sin buscar salidas de falso éxito. Ante el anuncio por parte de Jesús de lo que le aguarda en Jerusalén, hacia donde va subiendo, los discípulos no entienden, lo siguen a duras penas, van como a remolque, y aspiran a otras formas de realización junto a Jesús que Él mismo desaprueba. Juan y Santiago pusieron palabras a sus deseos pero los demás compañeros pensaban lo mismo, como manifiesta el enojo que sintieron por el descaro de Santiago y Juan.
            Jesús da un vuelco a nuestros proyectos: Es grande el que se hace servidor, es primero el que elige ser esclavo de todos. Y esta exhortación de Jesús a sus discípulos, a los que quiere transmitir la lección más difícil del Evangelio, está fundada, precedida y ejemplarizada por el mismo Jesús: “No ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar la vida por todos” (cf. Mc.10,43-45). Jesús es el Maestro y su vida es la lección para los discípulos de la primera hora y para los discípulos de todos los tiempos.
            Al celebrar los XXV años de la ordenación episcopal quiero escuchar las palabras que preceden al texto de Juan Pablo II, citado al principio: “ Duc in altum” (Lc.5,4), rema mar adentro, asciende con Jesús a Jerusalén por el camino de la Pascua.
            ¡Que Santa María la Virgen, Madre del Señor y nuestra Madre, nos enseñe a seguir por todos los senderos del mundo a su Hijo Jesucristo!.


Valladolid, 29 de mayo de 2013



Mons. Ricardo Blázquez
Arzobispo de Valladolid.


En torno a un puñado de amapolas y flores del campo



Fue el domingo, e hicimos fiesta. Nos vimos reflejados en estas flores, que nacen en cuanto el sol empieza a calentar la tierra humedecida por las lluvias. En la variedad de tamaños, formas y colores son sentimos identificados. Porque la concurrencia de aquella mañana era de lo más variopinto, en edad, estatura, condición y calidad. Respecto de esta última, suprema.
No en balde era el día de La Trinidad. Hondo misterio que no osé desentrañar, ni lo habría conseguido desde mi cortedad si lo hubiera intentado.
Celebramos a Jesús, como Amigo, como Compañero de camino y como Maestro a cuyo lado crecer sin miedo a lo que tenga que venir, sean espadas o bastos, o incluso cruces.
Los más peques se mostraron audaces. Los medianos, algo vergonzosos. Y los mayores, expectantes. Aquí la edad funciona, pero de otra manera. ¿Nos hará más sensatos?
Por eso no hablamos de la locura de Dios, de cuya cordura más nos vale dudar, so pena de condenarnos a no sonreír jamás. Y no son las caras serias la manera de acabar el curso de catequesis. Reímos y rezamos, y nos emplazamos hasta después del verano.
Faltó tiempo para añadir algunas otras cosillas, porque el reloj corrió más de la cuenta o tal vez el tiempo se nos escurrió en un sentir.
Por eso vengo ahora a poner doctrina seria, como la que ofrece José Luis Cortés, que además es un valiente.
Pinchar en ellas para agrandar

El boletín



“Clases de treinta o treinta y cinco alumnos, en las cuales el profesor diariamente "tomaba" la lección, siendo los contenidos del catecismo o la "Doctrina" la única que tenía que ser preguntada al pie de la letra. Y para asegurar éstos se celebraban anualmente tres certámenes de la Doctrina. Las notas que cada alumno obtenía semanalmente eran reflejadas en el Boletín semanal que era remitido a las familias…”, acabo de leer en una página titulada “Aquellos alumnos en color sepia” que mi antiguo colegio de Lourdes mantiene en su web oficial, http://www.colegiolourdes.es. Y, cosa muy propia en mí, enseguida he empezado a recordar…
Aquel día de la semana era para mí terrorífico. Entraba el hermano director en el aula con una caja de regaliz en la mano, se sentaba y empezaba a nombrar por orden de excelencia, desde el primer alumno hasta el último. Íbamos situándonos en fila alrededor del recinto hasta concluir. Entre medias, parabienes o rapapolvos, según tocara. A mí siempre de éstos, porque mi posición solía estar de la mitad para atrás, más bien hacia la cola.
En casa siempre, semana tras semana, me tocaba suplicar la firma de mi padre, mi madre se ausentaba en este asunto, sin la cual no era posible devolver el dichoso boletín. Y había que hacerlo, vellis nollis. Así que durante mi infancia colegial cada semana había un día de suplicio notaril.
Dicho boletín, forrado en papel azul, reflejaba las notas de todas y cada una de las asignaturas del curso, divididas en partes. La más noble, en la parte de arriba, incluía asuntos tales como Doctrina Cristiana, Urbanidad, Conducta. En una segunda, Matemáticas, Gramática… Y creo recordar que había una tercera en la que estaría la Gimnasia. Así que la suma de todo ello daba la nota final de la semana y el orden en el que me tocaba a mí y al resto de compañeros situarnos en la cola detrás del primero. Este solía ser, con una regularidad pasmosa, Laso, José Francisco Álvarez Laso. Siempre él. O casi siempre.
Es verdad que la doctrina cristiana que ocupaba la parte más de arriba era cuidada y atendida en mi colegio. No en vano los hermanos de las escuelas cristianas también eran conocidos como hermanos de la doctrina cristiana. Sin embargo, las otras dos, urbanidad y conducta, no lo eran tanto, aunque se considerasen. Daban incluso hasta diploma al final de curso, que íbamos a recibir todos juntos al teatro Calderón. Poseo dos al mérito (sic).
Lo fuerte, sin embargo, del asunto estaba en la parte de en medio. Ahí había que sudar la camiseta y estudiar de lo lindo. Y en esto es precisamente en lo que yo flojeaba, en tanto que en lo de arriba siempre salí airoso. Muy aplicado en doctrina, bien educado y con buen comportamiento. Si mi nota media de aquella época reflejara a mi persona, no habría podido continuar estudiando. Por incapaz. Pero seguí a pesar de todo, y lo hice con soltura y en algunos lugares hasta con sobresaliente.
El boletín de las notas semanales debe estar por casa, en cualquier rincón lleno de polvo y telarañas. Mis recuerdos los tengo bien presentes. Y también las discusiones sobre una asignatura considerada por la gran mayoría como “una maría” que había que cursar, pero que nadie impartía y nadie preparaba. Sólo figuraba.
Pasó el tiempo y ya de profesor me avisan de que hay una reunión para docentes de la asignatura de religión. Preside el obispo. Allí están muchos compañeros y compañeras, curas y no curas, y tras el acto protocolario y el planteamiento de la cuestión, levanto la mano, me conceden la palabra, y empiezo una disertación improvisada –pero profunda y largamente reflexionada– sobre el por qué esa materia no debería constituir parte integrante en el diseño curricular en un centro de enseñanza, sino algo a impartir en la familia, la parroquia o similares. Rápidamente me retiran la palabra, y casi hasta me mandan a la calle. Me callé, pues, y aguanté unos minutos más en aquella reunión. Terminé marchándome.
Vuelve a estar esta polémica en lo alto del candelero. Y hay para todos los gustos. Particularmente expresivo ha sido el escritor Juan José Millás. Y también hay que citar aquí la réplica que le ha dado Pedro Miguel Lamet. Tal para cual. Yo me inclino de la parte de Pedro, porque el Juanjo en mi opinión se ha pasado más de un pueblo.
Pero no estoy con ninguno de los dos. La religión no pinta nada en la escuela. Si algo ha de haber es cultura religiosa, historia de la religión, religiones comparadas, o cualquier otro título que exprese cómo la religión ha formado y forma actualmente parte de la cultura y de la historia, de la filosofía y de la literatura de todos los pueblos que son y han sido a lo largo de nuestra evolución como seres humanos.
Pero hacer como a mí me hicieron escribir cien veces las bienaventuranzas porque en un momento dado no conseguí recitarlas de memoria, eso sí que no. Y mucho menos suspender a alguien porque en religión está in albis.

Tengo fallos de memoria, no soy desmemoriado



Los he tenido de auténtico campeonato. Los olvidos, quiero decir. Como aquella vez que hice esperar a toda la comitiva engalanada para la boda porque me dormí en la siesta y no supe cómo despertarme a tiempo. O cuando ni siquiera aparecí, y aguantaron esperándome hasta que se cansaron; aquella celebración hubo que posponerla. Se trataba de un bautizo.
Despistes he tenido para dar y contar. Pero, ¡hombre de dios! apunta las cosas. Y ¿qué adelanto con apuntarlas, si luego no miro los papeles?
Ahora suelo decir que me refresquen la memoria avisándome un poco antes de los acontecimientos. Pero siempre hay quien piensa que lo suyo, lo que sea, es único y es imposible de olvidar. Y servidor en eso no hace distingos…
Ayer tarde me disgusté muy seriamente conmigo mismo. Olvidé el aniversario de Ramón. Lo habíamos hablado Tere y yo el domingo pasado; el sábado era buen día porque podía juntarse casi toda la familia. Bien, pues el sábado.
El sábado estuve dándole vueltas durante todo el día a la celebración de hoy, que concluye la catequesis. Y como las fechas han venido este año algo desajustadas, terminamos un poco más tarde y ya la gente ha entrado en desbandada. Estaremos los que estemos, pero hay que hacer lo que hay que hacer. Y tantas vueltas lo di, que Ramón se me pasó. Ahora eso sí, lo de mañana está atado y bien atado.
Resulta pues que llegó la parte que se llama “memento de difuntos”, que es cuando se dice en voz alta el nombre de la persona o personas que se quieren recordar, y pasé de corrido a otra cosa mariposa. Fue terminar la plegaria y darme cuenta de la omisión.
¿Olvidarme de Ramón? Eso no se lo cree nadie. No puede ser y además es imposible. Desde hace tres años duermo envuelto en las sábanas que me regaló Tere por encargo suyo. Cada vez que miro la hora en el reloj de pared veo el belén de madera de radal* que me trajeron ambos de su viaje argentino. Y, por si hiciera falta un tercer motivo, es la única persona que me esperó para morirse.
Sí, soy muy fallón; de siempre, no por decrepitud. Despistes, lo llamaba mi madre; porque ella bien sabía que cuando meto en mi cabeza más de una cosa, a partir de la segunda todas pueden darse por amortizadas.
Terminé la ceremonia con Ramón en la boca. Otros días sólo lo tengo en el corazón.
Suerte tiene Ramón de haber creído y confiado en la Vida. Nunca caerá en el olvido. «Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuado». (Isaías 49, 15-16).




* El radal, raral o nogal silvestre, (Lomatia hirsuta), es una especie botánica de árbol siempreverde de la familia de las Proteaceae. Crece en los bosques templados de Chile, y de Argentina, entre los 35° y los 44º de latitud Sur. En Chile crece desde la IVª a la Xª región.

Si guardas, hallas;
si siembras, recoges

(Anónimo)


La tercera sorpresa que me deparó la limpieza de mala hierba que hice en mi jardín el jueves fue encontrarme con esto:

¡Cuatro pequeños acebos, nacidos al abrigo de la madre… o del padre! Y digo bien, –o mal, según como se mire–, porque aún no sé si este que está en la parte delantera es madre o padre. Y bien que me lo explicaron, pero sigo sin entenderlo.

El caso es que al suprimir hierbas y hojarasca aparecieron tan hermosos y pimpantes. Como no era momento para hacer más manipulaciones, los dejé tal como estaban.
Durante la noche le di vueltas al asunto, y me preguntaba cómo es que siendo cuatro estaban tan juntos y en la parte más accesible del molesto e inaproximable acebo, cuya hojas raspan como lija. Al día siguiente, con la fresca y ánimo decidido, me embarqué en la delicada tarea de transplantarlos, ahora que están tan tiernecitos. Con cuidado fui retirando la tierra que estaba dura como el pedernal. Al poco di con la razón de su existencia y de su posición y lugar. Los cuatro arbolitos surgían de unos recipientes enterrados. Los había sembrado yo mismo, hace más de dos años. Ya no me acordaba. Es lo que tienen las plantas de crecimiento lento. Que te olvidas.

Hago ahora memoria para contarlo. Por entonces, hará tres o cuatro años, me pidieron réplicas del acebo. Es cosa sabida, y si no lo fuera lo digo ahora, que este árbol tarda alrededor de dos años en brotar de su semilla. Es mucho más rápido enterrar tallos inferiores, y esperar que arraiguen. Como no tenía ni lo uno ni lo otro, cuando maduraron las semillas, en pleno invierno, sembré unas cuantas en tiestos y los enterré junto al tronco. Allí los dejé, supongo que en las navidades de 2010 ó 2011. No recuerdo cuantas puse. Ahora compruebo que de los dos recipientes que he encontrado sólo en uno han brotado cuatro. Digo yo que pondría ocho, mitad y mitad.

Con mimo y tacto he separado a los cuatro hermanitos cuidando de que sus raíces no se desprendieran de la tierra, y así, de un sólo plumazo, los he autonomizado. Aquí están, a la sombra húmeda de los lilares, esperando crecer más y encontrar cada cual su propio destino.
Esto tiene doble moraleja. Una es que no importa lo que sea, guárdalo por si alguna vez te hace falta.
La otra es que tengo demasiada edad, y he guardado tantas cosas por si acaso, que ya he perdido la cuenta. Cuando algo me hace falta invoco a la diosa suerte y me pongo a buscar por ver si encuentro algo apropiado entre mis baúles.
Querría ser más joven para recordar; pero entonces seguro que no habría atesorado tanto. ¿Tendría tanta paciencia?
Post data:
¡Si seré viejo que hasta la pluma de Santa Teresa me florece!

Está preciosa y ahora mismo está iluminada por la luna que mañana será ¡llena!

Mala hierba


Estaba mi jardín invadido por la mala hierba. Sí, también había hierba. Siempre hay hierba; esa que nace sola y también desaparece ella sola. Pero cuando digo mala hierba, me estoy refiriendo a otra cosa. Tal que esto:


Se trata de una hierba que parece enredadera, muy mona ella cuando es sólo una plantita, que incluso hasta echa florecillas cuando toca. Se sube por el tronco de los rosales y se enreata en el romero; adorna los bajos del acebo y donde no hay nada plantado, ella solita luce hasta bonita.
Sin embargo, como otras muchas cosas en esta vida, no es lo que aparenta. Tiene el gusto de construir bajo tierra una suerte de redes que lo van invadiendo todo. Pasa por debajo de la tierra de un macizo al otro, cubre los paseos que menos se pisan e incluso brota entre las grietas de la roca. Cuando menos te lo esperas, no hay nada más, sólo ella.
Es inútil cortarla; quedan las raíces. Es bobada que tires y arranques lo que sea, siempre queda algo. Y vuelve a brotar. Y con qué fuerza.
No sé cómo se llama. Pero para mí que es pariente muy cercana de la grama. Que también hubo por aquí, y costó dios y ayuda exterminarla.
Ayer por la mañana, arremangados los faldones, he realizado una limpieza general azada en mano que me ha dejado baldado como un perro, con perdón de mis amigos. Pero a ella, a esa mala hierba, la he hecho desaparecer. Esta vez le va a costar mucho trabajo volver a ocupar esta parte de mi mundo.

¿Quién dijo que a la mala hierba hay que dejarla hasta el final? Pues se equivocó. Si ella queda, el resto desaparece. No; hay que ventilarla en cuanto se pueda; por ejemplo en primavera, antes de que el resto del jardín esté en pleno desarrollo. Aunque lo mejor es prevenir y hacer la limpieza en invierno.
También hay quien dice que no hay mala hierba, sino hierbas malas. Como queriendo decir que una hierba puede ser buena o mala según. Tengo vecinos que han puesto el césped de su adosado con grama. Claro, así casi no tienen ni que regar. Yo pondría simplemente una moqueta. Esa grama que ahora tanto les adorna, algún día se comerá hasta el cemento de sus cimientos. Al tiempo.
Pero también yo soy débil con ella, qué le voy a hacer. Tengo hechos unos floreros, para cuando ya no hay flores en nuestros jardines, hechos con flores silvestres secas. Los más espectaculares son los de avena loca. Un día un agricultor casi me pega. Y tiene razón. Recuerdo que a mi padre le daba miedo esa avena que, si entra en una tierra sembrada de trigo, se lo come de principio a fin. Es una auténtica plaga.
La mala hierba no merece cuartelillo. Si se lo das, te pierdes.

¿Una trufa blanca en mi jardín?





¡Sí, cielos, sí!
Ahora viene lo peor: ¿qué hago con ella? Lo primero, me dije, solicitar la opinión de alguien experto. Entro en el hogar y pregunto a las señoras. Ellas huelen, y se alegran.

No obstante, leo para saber más. Y descubro que la trufa blanca se cosecha en otoño. ¿Entonces? Resulta que en hongos hay mucha variedad. Lo que acabo de encontrarme bajo el acebo es una criadilla de tierra. De mucho menos interés culinario y por supuesto crematístico.
¡Vida!

Consejos vendo, que para mí no tengo



Sansón en El Norte de Castilla 12/02/2012
Muchas veces oílo de boca de mi madre. Lo cual no la impedía darme sabias advertencias. No te enfríes, tápate bien la boca. No corras. Fumas demasiado. Mete esa tripa y echa los hombros para atrás. Acuéstate pronto. No seas tan condescendiente con la gente. No trabajes tanto. En fin, esas cosas que supongo dicen tantas madres a tantos hijos.
Por ver si continúa en vigor, he indagado en la red y he encontrado esto:
«Refrán con el que se critica a los entremetidos y sabihondos que siempre parecen capaces de saber lo que deben hacer los demás, aunque en sus propios asuntos a veces no son capaces de llegar a buen puerto o los gobiernan con mal timón. Es un refrán especialmente indicado cuando alguien no se aplica sus propias recetas, de forma que lo que ha aconsejado a otros no los sabe utilizar para sí mismo. Este refrán nos hace figurarnos a una persona a la que parece sobrarle tanto de algo, que puede sacar a la venta sus excedentes.

Tradicionalmente se ha asociado este refrán con el alcaraván, ave a la que se atribuye la característica de ponerse a chillar cuando advierte un peligro para advertir a sus congéneres y otras aves, si bien se queda paralizado, siendo incapaz de huir y por eso se dice Alcaraván zancudo: para otros consejo, para ti, ninguno
Mi mamá fue entrometida sólo en un aspecto: picaba hebra con quien fuese y donde estuviese. No se cortaba un pelo a la hora de hilvanar palabras con la gente, sin mirar. En lo demás no podía ser más discreta. Ahora sí, conmigo cantaba las cuarenta, lloviese o escampase. Sabihonda, pobrecilla, bien sabía ella que no. Y ni por asomo. Por eso sólo llegaba hasta donde podía; a partir de ahí, silencio.
Por eso me llama tanto la atención, llego incluso a la admiración, que tanta gente se atreva a hablar de lo más divino, cuando en lo simplemente humano están como están.
Tengo entendido que la pasada noche alguien que fue hasta presidente del gobierno largó posiblemente más de la cuenta. Como estuve entretenido con mis cosas me perdí esa entrevista. Pero estoy en condiciones de asegurar que encontré otra cosa mucho más sustanciosa.

Patada a la hipercolesterolemia



He vuelto a estar enganchado a la máquina durante buena parte de la mañana. He terminado cansado, pero satisfecho. Tras el primer aviso, “van a ser más de ochenta minutos, ¿hacemos sólo plasma”?, respondí “vamos a por las plaquetas, dure lo que dure”. La técnica sanitaria me hizo caso y yo puse de mi parte cuanto pude, dándole al puño para mantener la tensión. Al final sólo fueron setenta y siete. Esta vez gané.
Ya de paso, en la sala de “recuperación” pesqué este artículo que no recordaba de la última vez, y lo coloco aquí para información general.
Dar sangre, o sus derivados, no sólo viene bien a quien lo necesita; también redunda en beneficio de la propia salud. Lo dice Marilyn Rosa-Bray*.

La donación de plasma reduce el colesterol

Un estudio para evaluar la salud de los donantes arroja que esta mejora

Los autores no tienen una explicación para el fenómeno

 Madrid 14 MAR 2012


La directora de Grifols, Marilyn Rosa-Bray. / LUIS SEVILLANO

Los datos han sorprendido a los propios autores del estudio: las personas que se someten a una plasmaféresis reducen sus niveles de colesterol total y, sobre todo, del LDL, el malo. Es el resultado de un estudio observacional realizado con 663 donantes de plasma por la empresa biotecnológica española Grifols en sus centros de captación de plasma de Estados Unidos.
“No sabemos por qué” sucede, admite la directora de estos centros, la puertorriqueña Marilyn Rosa-Bray, quien hoy presenta los resultados en el congreso de la Asociación de Terapias de Proteínas de Plasma (PPTA, por sus siglas en inglés). “Nosotros lo que queríamos era estudiar qué pasaba con la salud de los donantes”, dice. Así que aprovecharon los análisis a cada uno para ver cuál era la evolución de algunos parámetros. Y el resultado fue que “el colesterol total bajaba hasta 45 puntos en hombres y 35 en mujeres, y el malo alrededor de 35 puntos en ambos grupos”, afirma Rosa-Bray.
Además, la reducción era proporcional al exceso que tenían los voluntarios. “Si una persona tenía niveles normales, no bajaba”, señala la médica, que no puede ocultar la sorpresa. “Pero se han tomado 9.000 muestras en nueve de nuestros centros en distintos lugares de la geografía de Estados Unidos para asegurarnos de que hay una representación variada, y esto es lo que ha salido”, apunta.

“Si una persona tiene niveles normales de colesterol, este no se reduce”
La plasmaféresis es un proceso de donación de sangre distinto al que se conoce más en España. Lo que se hace es extraer la sangre —hasta 800 mililitros—, someterla a una centrifugación y la fracción celular (los glóbulos) se vuelven a inyectar al paciente. Por eso, la Agencia del Medicamento y la Alimentación de EE UU (FDA) permite que el proceso se haga incluso dos veces en semana, ya que el plasma, que es agua en un 92%, se recupera mucho antes que en el caso de la sangre completa.
El laboratorio es un líder mundial en derivados de plasma, como el factor VIII que usan los hemofílicos o la inmunoglobulina, que se extraen precisamente de ese plasma.
Rosa-Bray explica que esta especie de diálisis (aunque mucho más sencilla) ya se practica en algunos casos de hiperlipemia familiar, cuando los niveles de colesterol son extremadamente altos incluso en niños.
Lo que la médica no quiere es aventurar una explicación al fenómeno, que se detectó al comparar las sucesivas analíticas de los voluntarios. “Es todo teórico. No hay una explicación. Lo que hemos visto es que no importa el peso o la edad de las personas: el colesterol, si está alto, va a bajar. Y eso lo podemos decir”, afirma. “Nosotros hicimos el estudio para asegurar que donar era seguro”, indica.

"No importa el peso o la edad de los donantes: si el colesterol está alto, va a bajar"
De hecho este tipo de trabajos están en auge. A diferencia que en España, en EE UU hay muchas donaciones de órganos de vivo, y ver los efectos en la salud de quienes ceden un riñón es muy importante para fomentar esta práctica. Por eso son frecuentes los estudios sobre su esperanza de vida y otros datos relacionados. Por cierto, que esta suele ser incluso superior a la de la media, no porque donar alargue la supervivencia, sino porque solo se deja someterse al proceso a personas sanas. Pero eso, al menos, indica que su calidad de vida no se resiente. “Nosotros dependemos de los donantes y por eso tuvimos la curiosidad de hacer este trabajo. Porque tan importante como la salud de quien recibe nuestros productos es la de quien nos los facilitan”, manifiesta la experta.
Rosa-Bray no quiere apuntar aplicaciones futuras de este hallazgo. “El metabolismo del colesterol es muy complicado”, dice. Aunque la gente está acostumbrada a oír que lo malo es tenerlo alto, esta molécula tiene una función en el organismo. Es parte del proceso de producción de hormonas y forma parte de la membrana celular. Por eso tan importante como que su nivel cuando es excesivo baje está el hecho de que las personas con niveles normales no experimentan una reducción, recalca la experta. Además, “hay que tener en cuenta que los donantes son, por definición, personas sanas”, añade como otro factor que puede haber condicionado los resultados. “Eso sí, descartamos, con la entrevista que les hacemos antes, que el cambio pueda deberse a una modificación de hábitos, de dieta o de medicación”, asevera.
Como mucho, la médica apunta a que “el cuerpo humano es listo”. “No es un cubo en el que se añaden o quitan cosas. Parece que él se autorregula”. Por eso, ella espera “que los datos despierten la curiosidad de la comunidad científica”.
Esta idea de “abrir una puerta” es una constante en las explicaciones de Rosa-Bray. La idea de limpiar la sangre no es nueva, y Grifols está incluso haciendo estudios con alzhéimer, en los que, en un proceso algo más complejo, se retira la proteína beta-amiloide de la sangre. Este es uno de los indicadores de esta enfermedad neurodegenerativa porque se acumula en el cerebro, impidiendo el correcto funcionamiento de las neuronas.

* Puertorriqueña, doctora miembro del Academy Board y directora médica para Biomat USA, una de las divisiones de plasma de Grifols.