Frena el carro, que aún estamos en octubre

 

Cojo cuatro cosas y me voy corriendo; comemos rápido, que nos vamos para el pueblo, en Salamanca; ya sabes, el cementerio…
Así empezó nuestra conversación, que luego, y sin prisas, discurrió por otros derroteros hasta llegar a… En fin, para otra vez. Estábamos en medio de una gran superficie, no cito para no publicitar, y al parecer sin agobios, no importa qué excusa expresaran sus palabras.
Entre lo que él decía que iba a hacer y lo que yo callaba que ya había hecho, resultaba que como que ya estuviéramos en noviembre, estando aún a treinta y uno. Por eso es el título de esta entrada.
Y un pretexto para presentar al público la última reliquia que el Jefe ha puesto en uso.
Todo limpio, rescatado del polvo y del olvido, está a la vista de quien pase por aquel camino tanto tiempo relegado a las afueras y ahora tan bien adecentado que ni barro, oye, aunque llueva o nieve. Fui con botas, pero pude ir en playeros. Así da gusto pasear el pueblo.
Mirándolo por todas partes, pude constatar la consistencia de los materiales con que lo hicieron. Que ha durado y aún dura, aunque ya no tenga más utilidad que ser mirado y admirado.
Por un momento pensé en el animal de tiro que lo arrastró. Fuese mula, macho, yegua o caballo, cómo le costaría llevarlo cargado si vacío mete miedo. Y eso que le falta el tablero, que ¡dónde parará!
Mejor así, de puro adorno, que los tiempos que este carro viene a recordar no fueron buenos ni para las personas ni para los animales.
Pero no había otros. Y con todo y con eso cómo recuerdo cuando me llevaban y me traían montado en el carro de varas. No había mp3, ni aire acondicionado, ni airbag, ni limpiaparabrisas. Tampoco había prisas más allá de lo que el sol dibujara en la esfera del cielo, y casi siempre se iba cantando, aunque se llorara por dentro.
Pues eso, que aún estamos en octubre, aunque empiece el personal el puente de los santos.

¿Una pregunta más?



Tras visionar unas imágenes en el telediario del mediodía de la sexta, que digo yo que lo habrán puesto en las demás pero como es la que me pilla despierto, que las demás como ya estoy en la siesta no me entero, me permito seguir preguntándome hasta dónde puede llegar la idiotez del ser humano, o si será prepotencia o qué se yo, ¿pues no estaba una chavala en bikini y con paraguas frente al mar embravecido, o un señor o señora dentro de un todo terreno desafiando a las olas, o un grupo de valet en medio de una calle azotada por vientos rabiosos y ráfagas de lluvia que metían miedo… en medio, según decía la locutora, de una calle de Manhattan? ¿Truco o realidad?
No vi nada parecido cuando asoló Haití, ya asolado por la naturaleza y el abandono de los grandes; tampoco en otros lugares, Cuba por ejemplo, por donde ha pasado ese infernal y descomunal Sandy.
Sí, parece que hay gente para todo, incluso para hacer el ridículo. Pero claro, salen en la tele.
Esta vez no hacen falta imágenes, basta con las palabras.

Me pregunto…





¿?




Cómo es posible que tras una noche iluminada por una luna total, sin mancha en su azul profundo, suceda una mañana plañidera, también total, sin sol y sin alegría.
Si puedo estar de acuerdo con todo lo que he leído mientras almorzaba, sin romperme por dentro y por fuera.
Por qué ayer se juntó en esta santa casa tanta pequeñez, y no se acabó el papel higiénico de los retretes.
Qué ataque de revoltosa inquietud le ha dado a Gumi que, desde que volvimos del paseo, no ha dejado de saltar y brincar como un poseso.
Por dónde andarán los profetas de ilusiones que hagan si no callar, al menos que se les oiga mucho menos, a tanto profeta de calamidades que asaltan por aquí y por allá.
Si la gravedad y seriedad está en recordar normas y preceptos o más bien en mirar a la vida de frente y con decisión.
Para qué servirán los impermeables si he vuelto del pinar chorreando por los bajos, porque pensé: va, total son unas gotas de nada.
Quién sabrá más, si el sabio por sabio o el viejo por viejo. El viejo, ¿cuanto más sabio más viejo? El sabio, ¿cuanto más viejo más sabio?
Cómo aguantaron durante una hora sin pedir auxilio cuarenta y cinco niñas y niños con sus cuatro catequistas en una sala de apenas veinticinco metros cuadrados. No sólo no lo pidieron; hubo que echarlos.
Por qué el domingo pasado, con la iglesia a reventar y un silencio que se cortaba con un cuchillo de trinchar, la megafonía fetén que tenemos resultó insuficiente.




Y me respondo…
Porque de la meteorología nadie sabe casi nada, todo quisque se equivoca.
No, vive el cielo. Es que ya soy mayor y sé discernir lo que vale y lo que no.
No tuvieron ni ganas, ni tiempo. Y si tuvieron, que seguro que sí, habría otras cosas más interesantes que atender.
Le gustó que le frotara y le secara. Se relamió de placer.
Es que a unos, los segundos, les gusta mucho hacer ruido. Aquellos otros trabajan y hablan, pero más bajito.
Por supuesto en lo segundo, con diferencia y sin comparación; lo que pasa es que en cuanto a la libertad todavía estamos en pañales, y da miedo, vértigo diría yo.
Porque soy de los que tropiezan muchas veces en la misma piedra. Además, la lluvia en sevilla es una maravilla. Y relamerme cuando me escurren gotas por la cara me gusta más que un caramelo de limón y miel.
El viejo es viejo, y el sabio es sabio. Hay viejos tontos y sabios jóvenes, y viceversa. No todo el mundo sabe crecer al mismo tiempo en edad y en sabiduría. Pero esto es un asunto muy complicado para resolverlo en dos palabras.
Pues, no lo sé. Supongo que a la hora de aguantar depende de si es divertido o no, interesa o no, engancha o no. Hay sermones que enseñan o amedrentan, y hay homilías que o duermen o espabilan. Hay chistes para echar a correr, y hay chistosos que hacen llorar.
Porque la ropa de abrigo también escucha, y a veces más de lo que uno cree.

Pero ya supongo que ni las preguntas tienen por qué estar bien planteadas, ni mis respuestas conseguirán resolver ningún enigma. Dejo, pues, el caso abierto, y háganse nuevas preguntas y búsquense nuevas respuestas, que cambiar el mundo a estas alturas no es cosa que se logre de la noche a la mañana. Aunque en Nueva York estén pasándolas canutas y teman que llega el fin del mundo con Sandy.

¡Manos de excomunión!

 
Taza recién "des-asada" - Taza reparada tiempo ha y desconchada desde sus principios

No hay taza, plato o cacharro de cacharrería que pase por mis manos y no tenga desconchón o rota el asa. Auténticas manos de excomunión, me decía mi abuela materna. Como mi madre, que tampoco logró mantener intacta la vajilla doméstica.
Al contrario que mi hermano, que conserva todo su ajuar perfectamente intacto, aunque lo tenga a su cargo desde hace miles y miles de años.
Soy un ejemplo del conservadurismo más perstinaz. Pero con aires de auténtico derribo.

Ayer planté este olivo




Por si el día de ayer no hubiera tenido la agenda completa, aún saqué un ratejo para pillar en La Arbolada un pequeño brote del enorme olivo que adorna su entrada para plantarlo cabe los lilares, a la espera de que arraigue y le encuentre el lugar que se merece.
Eso fue después, porque antes celebramos en la sala de estar la Eucaristía, y la pongo con inicial mayúscula porque estrenamos lectora, la muy cándida al decir ella de sí misma, y conseguimos que entre la concurrencia fueran añadiendo las “preces” que otros días inventaba yo. También el canto fue más participado, tal vez porque busqué cosas facilitas, quizás porque todos estaban más atentos. Aún así tuve que despertar a dos o tres para darles la Comunión.
Al final de la mañana, con la capilla a rebosar, inauguramos la catequesis. Ángel nos acompañó y quedó presentado oficialmente como “el adscrito”, que no sé qué significa, pero es lo que ponen para oficializarlo. El caso es que se acabaron las existencias, como dije yo al final no como chanza sino con la satisfacción del ama de casa que agradece a los comensales la buena cuenta que dieron a la comida. Pero el “adscrito” no resaltó esto, sino la forma en que todo el mundo participó en el canto. Y cantamos… a ver si recuerdo;
Ten piedad, con la música de Kumbayá, en el Kyrie
Gloria, gloria aleluya en el Gloria
Viva la gente entre las Lecturas
Credo nicaragüense en el Credo
Alabaré  en el Santo
Palomas de la paz y Cristo te necesita en la Comunión
Él se encargó de nombrar a buena parte de las nuevas adquisiciones, precisamente las de más edad; pero no quiso coger mis gafas, y mal se vio para terminar su recitado. Luego espabiló y al leer el evangelio usó los lentes y todos respiramos.
Como ya es habitual en mí, olvidé nombres e incluí a quien no debía. Me lo echaron en cara, pero no fue a mayores. Al final todo se perdona, o casi. Claro que también tuve aciertos, pero esos ni se dicen, ni se comentan.
Fue una fiesta, y nadie se atreva a discutirlo.
Una fiesta fue todo Valladolid, con el centro cortado para la marcha contra el cáncer. Seis mil participantes, y eso que era estreno. El año que viene, más.
Y nadie levantó la voz porque viniera Teresa Forcades a departir, aunque hubo quejas desde fuera, un tal cigoña; pero aquí no tiene nido, ni se le espera. Tampoco se le quiere.
¡Y mira que nos gustan las cigüeñas!
Pues eso, que ayer planté un olivo, y estoy contento.
¿El cambio de hora? me preguntas; que ¿qué tal lo soporté? Malamente. Me desperté con el sol donde siempre, así que me levanté para desayunar a oscuras, y esperé una hora para ir al pinar con mis amigos. Luego la recuperé con creces en la siesta. ¡Qué gran invento!

Se puede no estar en contra del cáncer




¡Se puede!
Como se puede estar a favor de las mayores “barrabasadas” imaginables, habidas o por haber; o estar en contra de los anhelos más sublimes que también imaginar se pueda.
De todo hay en este mundo perdido de la mano de dios, que no de Dios.
Acompaño con el deseo y mi pensamiento a los marchantes y marchantas que hacen el recorrido por las calles de Valladolid para reivindicar más medios, más comprensión, más acompañamiento para l@s enferm@s, l@s médic@s, l@s terapeutas, l@s enfermer@s, l@s acompañantes, l@s sufridor@s… de esta compleja y aún por dominar enfermedad que conocemos con el genérico nombre de
Cáncer

¿Invierno económico y/o administrativo?

 
Foto nocturna, porque destaca más el amarillo, que si no de qué voy a tirarla a estas horas

A punto de entrar en el invierno a golpe de decreto, ya sea por motivos económicos o por estar a bien con el resto de los países, compruebo con horror que la cosecha de membrillos se reduce a cuatro unidades: 4.
Puesto que no soy capaz de hacer mermelada para el año que viene a partir de tan escuálida recolección, me los comeré asados de postre cualquier día de estos.
Aviso pues: este año no esperen mis amistades que les llegue ningún tarro de tan dorado producto.
En su lugar les dejo esta panorámica de arena dorada, que no sabrá igual de rica, pero al menos relajará el ánimo y sustituirá la ansiedad resultante por otra centrada en el futuro verano. El año que viene, más de lo mismo.
Esas huellas de la derecha corresponden a mis pies desnudos y a las pezuñas de Gumi, también desnudas. Playa de Doñana

Una hora más de sueño

 

Sí, esta noche es el cambiazo: a las tres serán las dos. Con lo cual esta noche será la eterna noche, la más larga del año, contraviniendo a la naturaleza, que da por hecho que la noche más estirada es la del 21 de diciembre.
El caso es que esta noche me acostaré una hora más tarde, en la convicción de que voy a dormir lo mismo. Y estaré engañándome. Porque trasnocharé una hora que no sabré aprovechar, me desvelaré y tardaré en coger el sueño. Mañana me levantaré con el cuerpo maltrecho por no haber descansado adecuadamente, me arrastraré a lo largo de las horas, eso sí, a plena luz del día, hasta que anochezca, una hora antes, que me inducirá a ralentizar las cosas hasta que vuelva a la cama.
Ya en horario habitual, si he logrado para entonces normalizar mis biorritmos, tal vez consiga que la noche de después del cambio de hora me emboque en un lunes que se anuncia todo menos tranquilo. Ya veremos.

Esto debe saberse. Y si ya se sabe, denunciarlo



Recién publicada la cifra de parados en España, 5.778.100, el 25% de la población, y el 41 y el 30 en algunas provincias, y con nuestra casa hecha unos auténticos zorros, no podemos cerrar los ojos a lo que sucede en nuestra puerta trasera.
Si aún hemos de apretarnos más el cinturón aquí hay un sacabocados para hacer los agujeros que sean necesarios, pero nuestro bienestar futuro no debería construirse o recomponerse a base de estos procedimientos.
Alguien debería hacer mucho más de lo que hace. Mirar hacia otro lado, callarse o echar más leña al fuego lo único que va a conseguir es que tengamos que meternos en las catacumbas o buscarnos un refugio antiatómico. Al tiempo.

“Nos golpean con piedras en las rodillas y tobillos para no saltar la valla de Melilla”

Amanece en la Frontera Sur; es viernes 26 de octubre, todo parece tranquilo. Sólo dos sonidos pueden apreciarse en el ambiente si permanecemos en silencio: la llamada al rezo musulmán de la mañana y el rotor del helicóptero de la Guardia Civil que sobrevuela los llamados “puntos calientes” cercanos a la alambrada que separa Marruecos de Europa.
Hoy es la Pascua Grande musulmana, el Aid El Kebir. Aquí las gentes, como marca la tradición, se levantan con el alba y se desplazan, las familias al completo, en ayunas para la oración matutina antes de preparar el sacrificio del borrego y comenzar así tres días de fiesta y júbilo.
Pero no todos los musulmanes están de rodillas en las mezquitas y explanadas con los ojos puestos en el sol del nuevo día. Otros permanecen esparcidos por los caminos que llevan al monte Gurugú esperando a que lleguen las ambulancias y los miembros de Médicos Sin Fronteras.
“La mayoría somos musulmanes, sabemos qué día es hoy. Pero no tenemos nada que celebrar. Seguimos vivos, sí. Pero, esto no es vida. Dios no puede querer esta vida para nadie. Aun así no dejamos de creer en él. Al-lá es bueno y misericordioso, Él nos protege y le bendecimos”.
Anoche, entorno a las 05:30 horas, un grupo de más de cien subsaharianos, la mayoría de ellos de Mali, intentó acceder a Melilla superando la doble valla metálica de más de seis metros de altura, cerca del puesto fronterizo del Barrio Chino (una de las zonas más al sur del perímetro).

Ninguno consiguió entrar a Melilla, pero los vecinos de Altos del Real –el barrio más cercano a esta parte de la alambrada- aseguran que los alaridos y llantos de dolor de los jóvenes subsaharianos les hicieron estremecer hasta más de las siete de la mañana.
“Ha sido horroroso. Una auténtica masacre. Los vecinos nos han llamado escandalizados. Hemos venido en cuanto hemos podido, pero la Policía Local nos ha impedido el paso a la zona. Ha sido espantoso. Se oían llantos y gritos que se te ponían los pelos de punta”, asegura José Palazón, secretario y portavoz de la ong Prodein, uno de los activistas melillenses que fue alertado –“me han despertado los propios vecinos con una llamada de socorro al móvil”- y que se desplazó al lugar de los hechos para ser garante del respeto a las leyes y a los derechos humanos.
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Un gran número de guardias civiles -pertenecientes en su mayoría a los cuerpos de élite especialistas en cargas y métodos antidisturbios, conocidos como Módulos de Intervención Rápida (MIR) de los denominados Grupos de Reserva y Seguridad (GRS) del Instituto Armado- esperaba en el lado español -provistos de largas porras, cascos y material antidisturbios- a que alguno consiguiera entrar para detenerlo, pero esta vez Marruecos volvió a actuar con contundencia.
Los inmigrantes denuncian que no sólo les dispararon con pelotas de goma y les pegaron con bastones y la culata de los fusiles, “como suelen hacernos”, sino que un gran número de policía fronteriza y de militares les pegó patadas y les golpeó con piedras.
A algunos se los llevaron a la provincia de Oujda, a la frontera de Marruecos con Argelia –donde las organizaciones no gubernamentales denuncian que son abandonados en medio de zonas desérticas sin agua ni comida e incluso a veces engrilletados y después de haber sido sometidos a palizas y vejaciones-. Pero, no todos corrieron esa ‘suerte’. Porque, los que consiguieron quedarse y los que fueron capturados posteriormente en su huida y no se les deportó, volvieron a recibir brutales palizas más allá de la zona colindante con Melilla.
“Nos pegan, nos pegan y nos pegan. No hablan, no te miran a los ojos, sólo te golpean”, grita un joven de Liberia al que le han roto un dedo de la mano derecha y le han producido graves heridas en una de las rodillas.
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Y es que, según dicen, la intención de las fuerzas marroquíes es que estas personas no vuelvan a saltar, nunca más: “Nos golpean con piedras y bastones en las rodillas y tobillos, dicen que con las piernas rotas se nos quitarán las ganas de trepar por las alambradas. Antes golpeaban, siempre golpean, pero ahora quieren rompernos las piernas”, comenta muy nervioso un chiquillo de 19 años que ha huido de Mali; asegura que ha llamado a las organizaciones defensoras de derechos humanos y a las ambulancias –con un teléfono móvil que tiene en la mano y que no deja de observar para comprobar la hora-, pero nadie viene. Han pasado cuatro horas desde que fueron masacrados y siguen tirados en los andenes de las carreteras pidiendo auxilio.

Conforme nos adentramos en el campamento del monte Gurugú –desde el cual se divisa por completo la ciudad de Melilla, el ‘sueño dorado’ para muchos de ellos- nos vamos encontrado muchos más jóvenes y de más diversas nacionalidades: Mali, Senegal, Liberia, Guinea Conakry, Centro África. Algunos de ellos son muy pequeños. Concretamente un chaval delgadito que dice ser de Mali llega con toda la boca ensangrentada. Tiene sólo 15 años y le han abierto una herida en la rodilla derecha y le han echado abajo varios dientes con una piedra.
En un momento aparece medio centenar de subsaharianos. Al menos ocho tienen la cabeza abierta –literalmente- y a una veintena le han abierto profundas heridas en rodillas y tobillos.
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Un chico senegalés nos enseña varias cicatrices de grandes dimensiones en la cabeza, alguna con indicios de haberse cerrado hace escasas semanas. Nos asegura que ha intentado entrar varias veces a Melilla y que, al menos dos, lo ha conseguido, pero que la Guardia Civil les pega, les engrilleta y les expulsa a Marruecos de nuevo a través de las puertas de servicio del propio vallado, algo que incumple la Ley de Extranjería.
Es extraño comenta: “España no quiere que entremos y para Marruecos no existimos. Si entramos quieren echarnos y si no entramos no importa que muramos de hambre o desangrados, sólo somos negros pobres, ni siquiera nos consideran hermanos musulmanes”.
Se quejan de que en el reino alauí las organizaciones defensoras de los derechos humanos no les atienden y que los activistas españoles cada vez se preocupan menos pro ellos y con menor frecuencia.
Entre los campamentos de Segangan, Gurugú y Marihuari pueden ser más de trescientos calculan. La llegada del invierno –que endurece notablemente las condiciones de supervivencia en los campamentos en los bosques y a la intemperie- les hace querer conseguir su fin con la mayor de las premuras. Además, la entrada la pasada semana de más de un centenar de personas a Melilla en dos saltos grupales les anima y les da esperanzas.
No somos mala gente. Sólo queremos sobrevivir. Aquí no tenemos comida, ni agua. ¡Mira como vestimos! No somos ni personas. ¿Tú no lo harías?”, protesta enérgicamente un joven corpulento de Mali. Es la imagen más amarga de la inmigración. Son cientos de historias durísimas. Miles de personas que huyen del hambre, de las milicias, de la guerra, de la persecución, y que se topan con un muro que no van a dejar de intentar franquear, ya sea cojeando o con la cabeza repleta de cicatrices.

De visita por la ciudad III



Recorrido con las seis paradas señaladas en rojo



Punto de partida, de la mano de Paz Altés Melgar, la mejor guía de nuestra ciudad



Prodigios y leyendas (un poco más sobre el Valladolid misterioso)
Visita por la ciudad, jueves 25 de octubre de 2012, 17.30 horas. Punto de encuentro: Plaza de Zorrilla
Duración aprox.: 90 min

Camino de la primera parada, Calle Santiago adelante



1. Un pavimento muy… “siniestro”



Esta foto está hecha a través de los arcos acristalados del claustro. No se limpian desde hace mucho tiempo. ¡Como es propiedad privada! Menos mal que nos dejan entrar y verlo.



Entre las calles de Santiago y María de Molina sobrevive un elegante patio gótico de piedra en torno al cual se articula un complejo comercial-residencial, que ocupa el lugar en el que se erigía, hasta finales de los años 60 del siglo XX, el convento de las Comendadoras de Santa Cruz, ocupado en sus últimos tiempos por madres dominicas francesas. En pie queda la iglesia que, adquirida por el Ayuntamiento de Valladolid ha sido convertida en Sala de Exposiciones; y el claustro del convento, de singular arquería perimetral y “siniestro” pavimento. Este claustro es obra del maestro cantero Fernando de Entrambasaguas (1530) y su pavimento no está realizado con losas de piedra o, baldosas sino con un empedrado de guijarros seleccionados y multitud de huesos, concretamente tabas o astrágalos de animales, fijados con mortero componiendo una decoración geométrica. Esto es lo inicialmente “misterioso”: el uso de tabas como base de un empedrado realizado con la técnica del popular del "enchinado". Este pavimento ha demostrado tener una gran durabilidad, de ahí que todas las leyendas que se cuentan sobre su porqué no se sostengan. Su explicación es mucho menos “esotérica” de lo que cabría esperar y radica, precisamente, en su bajo precio y su resistencia (más bien esto último). El suelo data de finales del siglo XVI y su estado de conservación es increíble. El patio tiene planta cuadrada y tres pisos, los dos inferiores compuestos por arcos escarzanos y el superior recorrido por vigas de madera sobre zapatas y un amplio voladizo sobre canecillos. En el centro del patio se conserva una fuente, con taza y estanque. La gran escalera que conduce a los pisos superiores hoy está restringida a los usuarios de las viviendas y las galerías han sido acristaladas. El convento fue fundado en 1487 bajo la advocación de Santa Cruz por las hermanas doña María de Zúñiga y doña María de Fonseca, que cedieron sus viviendas de la calle del Campo (calle de Santiago) para levantar un convento en el que ellas mismas ingresaron, destinado a acoger a las hijas y mujeres de los caballeros de Santiago.




2. José Zorrilla y la Virgen de la Cabeza

Explicación previa antes de entrar en San Lorenzo




Cuenta la leyenda que don Alonso, un estudiante de la Universidad, joven y enamoradizo, fue correspondido por la joven doña Aldonza, a la que cortejaba haciendo promesas de futuro para cuando concluyera sus estudios. En cierta ocasión en que ambos merodeaban por la ermita de San Lorenzo, decidió dar su palabra de casamiento a la joven ante la imagen de la Virgen con el Niño que había en una capilla del pequeño templo. Transcurrido el tiempo, a punto de terminar los estudios, don Alonso abandonó a la joven, que le reprochó el no haber cumplido su promesa, hecho que el joven decía no recordar. Pero Aldonza, que era mujer de carácter, acudió a la Universidad y presentó una querella ante el Rector, que requirió al estudiante el cumplimiento de su palabra, compromiso que él negó haber contraído. Doña Aldonza pidió al Rector que exigiese a don Alonso que jurase tal afirmación ante la imagen que había sido testigo de la promesa, propuesta que todos aceptaron. Personados los jóvenes y los representantes universitarios en la capilla, don Alonso negó de nuevo su promesa, por lo que la joven afligida se arrodilló ante la imagen implorando: "Reina de los Ángeles ¿no me dio en vuestra presencia este hombre palabra de casamiento? Al momento comenzó a escucharse una dulce música mientras una luz deslumbrante envolvía la imagen, apreciando todos los presentes cómo la Virgen asentía con la cabeza. Don Alonso, abatido y avergonzado, reconoció su error ante los concurrentes y renovó su promesa, que cumpliría poco tiempo después en aquella misma capilla. La imagen de la Virgen permaneció desde entonces con la cabeza inclinada y el prodigio se divulgó siendo objeto de una multitudinaria devoción popular bajo el sobrenombre de Virgen de la Cabeza. Lamentando romper el encanto de esta narración milagrosa, es de ley confirmar que la obra A buen juez, mejor testigo, de nuestro inmortal paisano José Zorrilla (siglo XIX), tiene idéntico argumento…


Parece que esta virgen cambió su advocación por la de “Virgen del Pozo” por un problema de celos conyugales, también recogida Zorrilla en 1892 con el título El Sacristán Juan del Pozo. Lucía, esposa de Juan, el sacristán de San Lorenzo, tenía una gran devoción por la Virgen de la Cabeza y colgó un imagen suya sobre el pozo de un caserón contiguo a la iglesia de San Lorenzo. Lucía le adjudicaba un papel protector. Con ocasión del nacimiento de su hijo, el padrino de Lucía, un rico hidalgo, llegó de visita a la vivienda, despertando los celos del sacristán, que comenzó a dudar sobre la paternidad del niño. Llegada la Nochebuena, cuando estaba a punto de concluir la Misa del Gallo en la iglesia de San Lorenzo, una voz de alarma resonó en el templo: "¡El hijo de Lucía ha caído al pozo!". Salieron todos en tropel y se dirigieron al patio del caserón vecino, donde encontraron a Lucía mirando desesperada la profundidad del pozo. Rodeada del cura y la concurrencia, la madre desconsolada levantó sus brazos en gesto de desamparo y con la mirada clavada en la imagen de la Virgen suplicó a viva voz que salvase a su hijo. Al momento las aguas del pozo ascendieron de nivel y todos pudieron comprobar cómo el bebé aparecía a la altura del brocal gozosamente dormido sobre un amplio almohadón flotante. La escena fue contemplada por Juan, que permanecía aturdido en un rincón del patio. Cuando su mujer recogió al niño en brazos, rompió a llorar confesando que había sido él quien había arrojado al niño al pozo y mostrando su arrepentimiento. Lucía le recomendó entonces: "¡Juan, si quieres que Dios te perdone, debes encomendarte a la Virgen del Pozo!". Y desde entonces los devotos de la imagen aumentaron y pasaron a denominarla Virgen del Pozo


Ya que estábamos dentro, ¿por qué no sacar esto?



3. La marquesa infiel





Los marqueses de Valverde vivían en el palacio que hace esquina entre calle de San Ignacio y calle de Expósitos. Cuenta la leyenda popular que una de las marquesas cometió adulterio con un criado joven y apuesto, que abusó de la confianza de los señores y cortejó a su mujer. En uno de sus encuentros la pareja fue sorprendida por el marqués, quien, dirigiéndose a su mujer le dijo: “Señora, tenéis permiso de vuestro esposo para acompañar al amante a donde él quiera llevaros, pero reflexionad que yo también sabré hacer lo que juzgue más oportuno para que vuestro delito no quede sin el justo castigo que merece”. Y así hizo, denunciando el hecho ante la justicia y consiguiendo licencia para instalar en la fachada de su palacio, para escarnio de los amantes, sendos retratos de su esposa infiel y el paje. En el siglo XIX, el mismísimo Campoamor inmortalizó la historia en su poema titulado El pecado de la impureza
“Se alzó en Valladolid un edificio,
de Fabio Nelli en la plazuela un día
y desnudo en el ancho frontispicio,
el cuerpo de la dueña se veía.
Creyó, haciendo la impúdica escultura,
este marqués celoso y delirante,
vil castigar la vil desenvoltura
de esa adúltera esposa y del amante.
Ciego, al llenar a su mujer de lodo,
no ve el marqués que su deshonra sella,
publicando el imbécil de este modo,
la infamia de él y la vergüenza de ella”.




4. La famosa que murió en “olor” de santidad





Marina Escobar nació en 1554. Su padre era un prestigioso abogado y, su madre, hija de uno de los médicos del emperador Carlos V. Antes de Marina, el matrimonio había tenido tres hijas y el padre supo, a través de una visión, que la cuarta sería santa; una santidad que el diablo intentaría frustrar. De hecho, el diablo ya intentó ahogarla cuando estaba en el seno materno. Marina pasó sus primeros años en Ciudad Rodrigo. Allí protagonizó su primer milagro, cuando tenía 4 años y vio a Dios en un prado. A los 9 años volvió a Valladolid y se instaló junto a su familia en la casa de la calle del Rosario (hoy de San Juan de Dios). Pronto, Marina entró en contacto con los jesuitas y, con 20 años, llegó a entrevistarse con santa Teresa, quien la rechazó como postulante y le recomendó que permaneciese en su casa, porque el Señor le tenía reservadas grandes cosas. Eso hizo y en su casa fue donde soportó los envites del demonio que le empujaba a no atender a su vocación. Marina Escobar era una mujer muy depresiva y, a los ojos del siglo XXI, una gran depresión es lo que le acechó durante toda su vida. De ella quisieron salvarla los jesuitas, mediante la oración y la frecuencia de los sacramentos. Tuvo frecuentes visiones y revelaciones y, poco a poco, se convirtió en una afamada asesora de personas de toda condición. Pasó los últimos 30 años de su vida en su habitación, un cuarto sobrio, poca limpieza, algunas banquetas para recibir y una sencilla cruz. Su existencia estuvo salpicada de repetidas apariciones, acompañadas de revelaciones (sociales, políticas, religiosas, etc.). Marina Escobar advirtió, por ejemplo, de la peste que asoló Valladolid entre 1599 y 1600. Los nobles de la Corte de Felipe III y su esposa –Margarita de Austria– la visitaron de forma asidua, buscando consejo. Marina Escobar falleció en su habitación, en junio de 1633. Tenía 79 años, una edad nada desdeñable para la época. Muchísima gente se acercó a darle su último adiós e intentar poner en contacto con su cuerpo algún tipo de objeto que convertir en reliquia. Puede que la Virgen María frecuentase la puerta de su casa, pero lo que sí es más que probable es que, después de 30 años tumbada, doña Marina hubo de morir, necesariamente, en “olor” de santidad.



Arzobispado de Valladolid




5. Ese incendio del que todos hablan… 1561

Calle de Cantarranas (actual Macías Picavea) esquina a Platerías, a la izquierda, y Rúa Oscura a la derecha



En septiembre de 1561. Felipe II había retirado su Corte a Madrid y Valladolid intentaba desesperadamente no hundirse en una crisis cada vez más difícil de esquivar. El 21 de septiembre de aquel año se inició un fuego en la casa del platero Juan de Granada, en la calle de la Costanilla (hoy Platerías) esquina a Cantarranas. Hacía viento y éste ayudó a que el fuego se propagara rápidamente hacia el corral de la Copera (calle del Conde Ansúrez), Malcocinado (calle de Francisco Zarandona), Especería y Cebadería hasta La Rinconada. En la plaza del Corrillo el fuego se dividió, entrando por los callejones que desembocaban en la plaza del Mercado y alcanzando el convento de San Francisco, las Casas Consistoriales, la calle Jerez (hoy calle de Jesús) y la calle Empedrada (hoy Caballo de Troya), hasta detenerse en el pasadizo de Don Alonso (hoy calle de la Pasión). El fuego estuvo activo unas 36 horas (3 días) y arrasó entre 400 y 600 casas, aunque sólo ocasionó media docena de muertes. Al parecer, se originó en una hoguera mal apagada, encendida por unos críos en La Costanilla (Platerías). El corregidor (hoy alcalde) no creía que aquello hubiese sido accidental, como tampoco lo creía el presidente de la Chancillería (hoy Audiencia Nacional), ni los canónigos de la Colegiata que apuntaron a una venganza por el ajusticiamiento de los herejes compañeros de Cazalla a manos de la Inquisición dos años antes. Ninguna de las hipótesis prosperó y el gran misterio quedó sin resolver. No hubo culpables (Valladolid, incluso, consideró durante décadas la onomástica de san Mateo, como eje de sus fiestas…) y lo cierto es que aquel triste suceso hizo posible que Felipe II decidiera reconstruir el centro de su ciudad natal, a cualquier precio.




6. Quince eran 15, las calles y callejones que conducían a la plaza del Mercado (hoy Plaza Mayor)



Calle de Viana



Mirando de frente la Casa Consistorial, hacia la derecha, a finales del siglo XVII, se identificaban las siguientes entradas a la Plaza: 1. Soportales de la Manzana (hoy calle de la Manzana); 2. Callejón de San Francisco (hoy cerrado); 3. [Primer callejón sin nombre hacia plaza del Corrillo]; 4. [Segundo callejón sin nombre] (hoy cerrado); 5. [Tercer callejón sin nombre] (hoy cerrado); 6. [Cuarto callejón sin nombre] (hoy cerrado). 7. Calle Lencería; 8. Calle de la Sortija (hoy Ferrari). 9. Callejón de Torneros (hoy cerrado); ); 10. Calle de Santiago; 11. Callejón de Ricote (hoy cerrado); 12. Pasadizo de don Alonso (hoy calle de la Pasión); 13. Calle de Calixto Fernández de la Torre; 14. Calle de Viana; y 15. Calle de Jerez (hoy Jesús)

Plaza Mayor, donde se puede seguir, girando como las agujas del reloj, el orden de las quince calles y callejones. Dos son tan pequeños que no se aprecian en el plano de Ventura Seco de 1738.

Quiero saber dónde está Dios

  

Así se ha presentado la última piculina [1] al inscribirse en nuestra catequesis. Y por si no estuviera clara su pretensión, añadió: No consigo ver a Dios.
No valió de nada la insistencia de su mamá, alegando que para eso la tiene apuntada a la clase de religión.

La persona que la atendió en ese momento, lejos de darle una respuesta contundente, tal y como hubieran hecho con nosotros a los siete años, -¿Dónde está Dios nuestro Señor? Dios nuestro Señor está en todo lugar, especialmente en los cielos y en el Santísimo Sacramento del Altar? [2]- simplemente anotó sus datos y le recordó cuándo comenzábamos: el próximo domingo.

Además le dijo que esas preguntas también las hacemos los mayores, y que por eso es conveniente que nos reunamos para ver si es posible dar con la respuesta. En el cole, aunque se trate como en su caso de uno público, enseñan muchas cosas que vienen en los libros, y los profes se esfuerzan por ayudar a sus alumnas y alumnos a situarse ante la vida. Pero no siempre pueden dar respuesta a todas las preguntas, ni resolver todos los problemas. Ser catequista desde esta parroquia viene a ser más o menos así, (y supongo que esta fue la contestación que le dio a la niña preguntona, que por otra parte, y según me comentó, era como para comérsela [3]): tu pregunta es mi pregunta, tu duda es también mi duda, y lo imposible para ti también lo es para mí; si te parece nos ponemos juntos a resolver este galimatías.

No recuerdo de mi infancia haberme hecho tales planteamientos. Supongo que algo maquinaría en mi magín, no creo ser en esto un bicho raro. Pero si entonces me ayudaron, y estamos hablando de los tiempos del Astete, estoy plenamente convencido de que ahora esta niña va a recibir el acompañamiento que requiere su edad y su condición.

Eso espero. Y supongamos que estoy hablando de mi parroquia.
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1. Acabo de enterarme de los otros posibles significados de la palabra piculina. Digo y proclamo que en este caso me estoy refiriendo, por si no se me ha entendido desde el principio, a una niña de siete años, pizpireta y con ganas de comerse el mundo por un pie, a pesar de su corta edad. Excúseme quien se haya visto confundido por mi causa.
2. Catecismo del Padre Astete, edición 1957, pág. 24
3. Comérsela por su afán de encontrar respuestas, por su actitud de estar abierta y receptora de cuanto seamos capaces de ofrecerla, porque viene con interés y ganas de pasarlo bien y agarrarse a la vida  que tiene delante de sí. Esta niña va a dar mucho juego. Como todos los demás, los cuarenta y cuatro que hasta ahora están inscritos. Si es que vienen arrasando. ¡Qué generación!

Limpiando cristales

 

Creo que ya lo he dicho alguna vez, pero no me cuesta nada repetirlo: los locales de esta mi parroquia tienen un total de treinta y siete ventanas, además de otras cinco puertas también acristaladas en su parte superior. Salvo las que corresponden al hogar, que son sus usuarias las responsables, todas las demás me corresponde a mí mantenerlas en las debidas condiciones. Es decir, las tengo que limpiar yo.
Y como el curso de catequesis comienza la semana que viene, ha sido hoy el día señalado para empezar a adecentarlas.
Desde que allá en Bujedo, Burgos, me enseñaron a realizar esta tarea limpiando las ventanas de los gallineros, tengo una maña especial con sólo agua y papel de periódico. Vamos, que dejo los cristales como si no existieran.
El tiempo me favorecía, pues ha lucido el sol en todo su explendor. Pero en la ventaja también va incluida la dificultad: las faltas se ven con escandalosa magnitud.
Estaba, pues, en mi faena, dándole al papel hecho un ovillo y empiezan a salir las usuarias del hogar. Una, que tenga cuidado que le he echado polvo sobre la cabeza y esta mañana fue a la pelu; otra, que si me trae un líquido que limpia en un santiamén; otra más tercia y dice que tiene una bayeta que no veas como lo deja. Y la última subió con una goma de esas que usan los limpiaescaparates profesionales.
Todas ellas, en atención a quienes tan amablemente me las ofrecieron, las utilicé. Y nada de nada.
He vuelto al papel de periódico, que es lo que sé usar y lo que deja la tarea a mi gusto.

Veáse, si no, la diferencia. Una vez más, el algodón no engaña. En este caso, el periódico de ayer.