Creo que ya lo he
dicho alguna vez, pero no me cuesta nada repetirlo: los locales de esta mi
parroquia tienen un total de treinta y siete ventanas, además de otras cinco
puertas también acristaladas en su parte superior. Salvo las que corresponden
al hogar, que son sus usuarias las responsables, todas las demás me corresponde a mí
mantenerlas en las debidas condiciones. Es decir, las tengo que limpiar yo.
Y como el curso de
catequesis comienza la semana que viene, ha sido hoy el día señalado para
empezar a adecentarlas.
Desde que allá en
Bujedo, Burgos, me enseñaron a realizar esta tarea limpiando las ventanas de
los gallineros, tengo una maña especial con sólo agua y papel de periódico.
Vamos, que dejo los cristales como si no existieran.
El tiempo me
favorecía, pues ha lucido el sol en todo su explendor. Pero en la ventaja
también va incluida la dificultad: las faltas se ven con escandalosa magnitud.
Estaba, pues, en mi
faena, dándole al papel hecho un ovillo y empiezan a salir las usuarias del hogar.
Una, que tenga cuidado que le he echado polvo sobre la cabeza y esta mañana fue
a la pelu; otra, que si me trae un líquido que limpia en un santiamén; otra más
tercia y dice que tiene una bayeta que no veas como lo deja. Y la última subió
con una goma de esas que usan los limpiaescaparates profesionales.
Todas ellas, en
atención a quienes tan amablemente me las ofrecieron, las utilicé. Y nada de
nada.
He vuelto al papel de
periódico, que es lo que sé usar y lo que deja la tarea a mi gusto.
Veáse, si no, la
diferencia. Una vez más, el algodón no engaña. En este caso, el periódico de
ayer.
Te han quedado de rechupete, limpios como los chorros del oro, ahora a rezar para que no llueva y te los ponga perdidos.
ResponderEliminarBesos, currante.
Pues sólo me llego por la mitad. Reuniones importantes no me dejan mantener el ritmo, así que entre cogerlo y dejarlo se me pasa un buen tiempo. Pero confío en que todo esté a punto en su momento.
ResponderEliminarBesos.