Mi canario nunca tuvo nombre propio



No se lo voy a poner ahora que ya no le hace falta. Le bastó mi sola presencia para romper a cantar. Y sólo aquí, para hablar de él, he usado “Mi canario” o “Pichurri”, pero sólo por que no pareciera huérfano o abandonado.
Nunca lo estuvo. Lo adquirí para que mi mamá estuviera entretenida en sus últimos tiempos, en que la vista, la audición y hasta el habla se le fueron anulando. Luego mi papá simplemente dijo “llévatelo, hijo”. Y me lo traje.
Me ha acompañado durante nueve años. Alegre siempre, sus baños eran una fiesta, no importa que salpicara cuanto pillara. En el mismo sitio donde ahora se ve la jaula vacía, avisaba de alguien que entraba o salía, porque entonces redoblaba sus trinos.
Lo he enterrado al pie del cedro, donde puse a mi jilguero hace ya demasiado tiempo.
Ahora tengo el amplio ventanal expedito para ver entero el jardín y ya no volverán a mojarse los cristales, ni las plantas del alfeizar a llenarse de cáscaras de alpiste y de neguilla. No es ganancia.
Sólo querría saber la respuesta a esta pregunta: ¿Dónde van los animalitos cuando se les agota la vida? ¿Tendrán su cielo particular o seguirán acompañándonos?


Perder para ganar



Mac OS 10.7 o superior, requería el aparato, cuando intenté descargarme la aplicación PADRE de Hacienda para hacer una declaración de IRPF de un descolgado del sistema. Así fue como me enteré de que tenía una herramienta obsoleta, que necesitaba urgentemente una puesta al día en toda regla.
Tras sopesar pros y contras, decidí tirarme al agua, los ojos cerrados y confiando en la providencia, abandonando el ya superado 10.5.8. El novedoso, –y gratuito– maveriks 10.9.5 fue mi decisión. Y ahora asumo las consecuencias.
Cambiar de sistema acarrea problemas aunque sea necesario y se obtengan ventajas. Como todo en la vida, que así son las cosas. Hay que calibrar el asunto y… decidir.
Si lo que pierdes compensa con lo que ganas, la decisión será buena. Si lo tienes que hacer “a fortiori”, ¡chico!, ¡esto son lentejas!
De modo y manera que he cambiado el sistema de mi imac y en la modernización algunas cosillas se han quedado en el baúl de los recuerdos. Irrecuperables.
Pero ¡habrás hecho copia! Pues claro. Pero de qué sirve tener almacenados unos documentos a los que nunca vas a poder echar siquiera un vistazo porque has perdido la herramienta imprescindible? Tiene gracia perder información por ganar información.
No parece haber perdido demasiado y sí ganado mucho este buen señor, de nombre Rafael, misionero en Fô Bouré, diócesis de N´Dali (Benín), que cambió, o actualizó, el sistema de su vida: «¿A qué hemos renunciado? En mi caso lo que más añoro es la familia y los amigos, porque en realidad no siento que haya renunciado a lo más importante, sino que aquí lo estoy viviendo de manera plena. Soy un hombre enamorado de Jesucristo y su Evangelio. Éste me enseña a estar siempre con los que más sufren, por lo que en realidad estoy cumpliendo un sueño y sintiendo que mi vida tiene pleno sentido».
Ganar también es lo que esperamos por lo menos la mitad más uno, o sea la mayoría, con lo que se ha tratado en Roma en el sínodo extraordinario de los obispos católicos. En este caso no hay cambio de sistema, sino intento de recuperar el disco original. ¿La pérdida? Pues… está por ver, pero de momento una forma de mirar y de entender estrecha y carente de sentido de la realidad.
Y ganar con todo derecho una sanidad que mire a la persona y no al dinero; es lo que estoy del todo convencido que va a significar la victoria de Teresa sobre el ébola, que supone también recuperar la sensatez y abandonar cualquier miedo irracional.
Resultón ha resultado este día en que hemos celebrado el DOMUND. La colecta ha sido de récord.

Control de calidad



Al entrar aquella mañana en el taller me lo vi con la pintura fresca. No era de extrañar, ellos empezaban la jornada a las siete y yo solía dormir la mañanada. ¿Y esto? Las normas; a partir de ahora aquí hay control, me respondió Jose. ¿Y qué vais a renovar? Nada, sólo el letrero.
El taller de Abdón era el lugar donde además de remolques, arados y otros aperos agrícolas que se trabajaron en el pasado, en aquel momento surtía a un gran fabricante de vehículos del trasportín para la rueda de repuesto de sus camiones. O sea, cuatro hierros soldados en forma de caja con unos acomodos de madera.
Pero era también donde las vecinas iban a reparar sus sartenes de hierro, de aquellas que tenía patas. Y allí aprendí a soldar, cortar, usar la plegadora, y romper utillaje por meterme a meticón. Me lo consentían porque les había caído en gracia.
Finalmente, es el lugar que ahora, remozado, sirve de templo parroquial.
El caso es que el cartel, pintado en la pared encima de la puerta donde se guardaban las brocas, fresas, repuestos de hojas de sierra y almorzaban los cinco operarios que constituían el total de trabajadores del sector del metal en este barrio, cumplía las disposiciones europeas para que se aceptara que unos vehículos militares con destino internacional incierto fueran provistos de unos parabrisas construidos a toda prisa en este recinto. Corrían mucha prisa y fui requerido para ayudar durante toda la noche en atornillar al marco los junquillos que sujetarían los cristales blindados. O sea, alta precisión.
No supuso ningún progreso en el modo de proceder. Seguridad toda, calidad ninguna. Lo soldado duraba porque era robusto. Estética y sobre todo seguridad e higiene en el trabajo no estaban ni se las esperaba.
Desde entonces ha llovido y escampado mucho, pero en los usos y costumbres no parece que hayamos evolucionado demasiado. Esta misma noche, sin ir más lejos, un usuario de la piscina municipal coincidió conmigo en las taquillas tras salir de la ducha. Me he dado un golpe en la piscina y estoy un poco aturdido, ¿puedes decirme si esta llave corresponde a esta taquilla? La taquilla era la 104, pero en la llave se leía –me tuve que poner las gafas– 64. Con una salvedad: el seis había sido corregido con rotulador y delante había grabado un 1 sobre el plástico. Sí, es la 104. Nos reímos la gracia y lamentamos el coscorrón.
Que nuestras chapuzas no tengan jamás otras consecuencias sino chancearnos de nuestro particular control de calidad.
Pinta mal la cosa, me dice Miguel Ángel al salir de la Eucaristía. Tiene autoridad, lleva años trabajando en la uci del Río Hortega. Todos hemos rezado esta tarde.

Siguiendo el protocolo


Me avisaron a finales de agosto y decliné por las vacaciones. No importa, dijeron, llamaremos en septiembre. Y ha sido en octubre. Le tomaremos plaquetas. Si tiene delante mi historial comprobará que en eso doy problemas, llevo tiempo dando sólo plasma. No se preocupe, tenemos una máquina nueva que agiliza el proceso. De todos modos lo veremos. Quedamos, el miércoles 8 a las 10.
Dando las 10:00 horas, como un clavo, presentaba mi carné en recepción. Relleno de hoja con mis datos y respuesta a listado de preguntas protocolarias. Es ya simple rutina. Todo está controlado. Espera.
Llega la enfermera de otras veces y comprueba que la tensión está de libro: 13/8 (Y eso que tomo sólo la mitad de lo prescrito). Nivel de hierro: no puede ser, no baja la gota. Como siempre, replico. Otras veces o no se ha tenido en cuenta o se ha realizado una segunda comprobación mediante una maquinita; incluso hasta un análisis y visto bueno de la superioridad médica. Hoy no.
Tras unos consejos de andar por casa, –“comer caracoles y mejillones”, “aunque claro con esa dieta que dice…”–, me reenvía para casa.
Y me zambullí en la ciudad, de visiteo. Todo parece estar tranquilo, y con las mismas me volví.
Chetán pendiente de la foto
Ya en el barrio me lo encuentro de ramal de Javi. Y casi sin tocarle, o sobándole su enorme cabezota, le digo que no se enferme de ébola, porque habría que sacrificar al amo. Y Javi se sonríe. Pero él, mira que no consigo retener su nombre, me mira, mueve el rabo, y se va tan campante sin querer saber de qué le estoy hablando.

San Francisco, patrono de los animales y de los veterinarios


Gumi aún no se ha enterado. A Berto ni le nombro. Mientras paseo con ellos atados de mi persona doy en cavilar o rezo. Hoy es San Francisco de Asís, su patrono. ¿Me tocará a mí algo por eso de que quiero a estos animales? Aunque sea sólo porque los cuido y curo cuando lo requieren, del patrono de los veterinarios digo yo que algo participaré.
No cito a Bienve ni a Mi canario, porque con ellos el diálogo resulta algo más opaco. Pero tengo entendido que también con las aves tuvo que ver el de Asís.
En todo caso, y aunque no milite en partido animalista alguno, me congratulo de que entre los santos y santas exista alguien que haya salido por todos ellos, sin esperar nada a cambio.
He encontrado un ejemplar curioso, un voluminoso libro titulado "San Francisco de Asís", con ilustraciones de José Benlliure y comentarios del P. Antonio Torró, publicado en Valencia 1926 a expensas de la Tercera Orden Franciscana, con ocasión del VII Centenario de la muerte de San Francisco de Asís. De él que extraigo esta lámina ilustrada:

Francisco acaricia un corderillo

"No seamos sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros" (San Francisco, Carta a los fieles)
23
José Benlliure Gil. Gouache. "San Francisco de Asís", Valencia 1926
En el lenguaje de la vida religiosa, las cosas alcanzan frecuentemente categoría de signos trascendidos por la simbolización. Por analogía, la imagen inmaculada del Cordero de Dios surge espontánea en la imaginería espiritual del santo, al contemplar la blancura inocente del cordero mínimo. Ambos religiosos se arrodillan y Francisco lo acaricia enternecido.
El cuadro muestra el amor del santo por todas las criaturas del Señor, que aquí se ha detenido para acariciar a un corderito. En el centro de la composición aparecen Francisco, su compañero y el pequeño animal cuya blancura le hace destacar del conjunto.
El gesto cariñoso del Pobre de Asís pasa desapercibido para las dos figuras que tras la cerca están conversando. Su posición en el fondo de la obra está acentuada por la sumaria representación, unos sencillos trazos de pincel. Tras ellos el amplio paisaje cuyo colorido y luminosidad crean un eficaz efecto de lejanía.

Y tras el comentario, otro comentario que escribiré cuando encuentre un ratejo…
 
Esta foto está tomada esta misma noche en la plaza de San Pedro del Vaticano. No está Francisco, el de Asís; no pudo asistir por razones obvias. Está el de ahora, Francisco papa. No hay animalitos, sino personas, sin que por ello desmerezca el espectáculo. A falta de luz impresa por el autor de la instantánea, se ven lucecitas que enarbola el público asistente. No hay gesto tierno, salvo el de papás y mamás hacia sus hijos/as. (Esto lo he visto en el vídeo). En fin, hay muchos detalles que más de dos horas, si se aguantan, son tiempo suficiente para almacenar.
Pero hay un algo que no está explícito, y que quiero sacar a la luz. Me explico:
Cuando voy a mi médica, ella me pregunta qué me pasa. Y tras escucharme, me ausculta, me toma la tensión y me pesa. Luego aconseja y, en su caso, solicita alguna prueba, receta o remite al especialista.
Cuando me encuentro con mi veterinario favorito no necesito hablar. Al mirarme ya me diagnostica. Y suele acertar.
Es diferente, ¿verdad?
Pues en esa foto hay una persona que ha tomado el pulso a la humanidad entera y ha hecho su diagnóstico. Y es correcto. Por eso no es de extrañar que suyas sean estas frases que me retrotraen a muchos años atrás:
“La colegialidad episcopal se manifiesta en un camino de discernimiento espiritual y pastoral, para intentar saber lo que el Señor quiere de nuestra Iglesia. Debemos escuchar lo que gritan los hombres de nuestro tiempo, y hacer nuestras las tristezas y las esperanzas”.
“Tenemos una ocasión providencial para renovar, a ejemplo de San Francisco, la Iglesia y la sociedad. Con la alegría del Evangelio llevaremos el paso de una Iglesia reconciliada y misericordiosa, pobre y amiga de los pobres, con capacidad de vencer, con paciencia y amor, las aflicciones y las dificultades que vengan tanto de dentro como de fuera”.
“Oremos por el Sínodo que iniciamos mañana, que nos dé la luz para escuchar a Dios y el clamor del pueblo, disponibilidad a confrontarnos de forma sincera, abierta y fraterna, mantener nuestra mirada fija en Jesucristo, haciendo lo que Él nos diga”.
“Invoquemos la disponibilidad de un diálogo sincero, abierto y fraterno, que lleve con responsabilidad pastoral a dar respuestas a los interrogantes de este cambio de época”.
“¿Cuántas personas viven en la resignación o en el abandono? ¿En cuántas casas no entra el vino de la alegría, ni el sabor de la vida? A unos y a otros, en esta tarde, nos acercamos con nuestra oración. Una oración por todos…”
No me cabe duda. Francisco de Asís “patronizaba” –¿patroneaba?– aquella magna reunión.

Mejor la ducha compartida


A diario saco un montón de papeles de mi buzón de correo físico con propaganda y ofertas de todos los estilos y colores. Abundan pliegos enormes con imágenes de productos de limpieza, comestibles y herramientas. También de sanitarios, duchas, hidromasajes y similares, que pretenden hacerme soñar con paraísos bajo el agua.
En su momento, al hacer esta casa habitable, el personal opinó que sin baño, no había tal cuarto. Y se acomodó en el exiguo recinto una medio bañera, con su correspondiente grifería. Era un instrumento doble, que alimentaba el recipiente inferior al tiempo que servía también como regadera. Muy práctico y muy simple.
El baño poco lo he practicado. Acostumbrado a no parar en detalles en lo que se refiere a mi higiene personal, –ducha rápida, cepillado breve y secado de manos en las perneras–, el llenado de la bañera se me hacía largo y aburrido. Y total para leer o escuchar música, prefiero cualquier otro lugar antes que dentro del agua.
En cuanto a la ducha, desde que asisto a la piscina municipal, también la tengo fuera de uso.
De modo que esa parte de mi cuarto de baño la tengo dedicada a otros menesteres, como tender la ropa, por ejemplo. Me libro así de tener que encargar a fábrica cosas como ésta:
Se trata del rodamiento de una mampara de baño. Alguien me encargó que le ayudase en una avería. Fui, creyendo aviar en un pispás el asunto, y me encontré con que tardarán de tres a cuatro semanas en enviar el repuesto.
Estoy por prestarle las cortinas de mi ducha en tanto llega el suministro. No es de recibo salpicar la casa o no poder ducharse durante todo ese tiempo. Deberían tenerlo presente a la hora de repartir por los buzones propaganda de aseos de ensueño a precios asequibles.
No conozco el monasterio de los benedictinos de Montserrat. Es posible que ya no usen las duchas comunes propias de otros tiempos y cada uno de ellos tenga en su celda retrete, lavabo y ducha/baño particulares. Es una pena que hayan perdido la sana costumbre de hacer cola, con la muda limpia en una mano y el jabón, la esponja y la toalla en la otra, en las duchas comunales que también –y tan bien– yo disfruté de mis tiempos del convento. ¡Qué divertido era rascarse el cuerpo bajo el agua y estar de charleta con el resto!