Volando voy


No queda otra. Dada la opaca y ya demasiado larga inexpresividad de la realidad que estamos viviendo, –que es que ni siquiera parece que esto sea verano–, lo mejor es cambiar de aires siquiera por unos pocos días. Y puesto que a la montaña ya no puede ser, insistiremos con el mar, la playa y todas sus circunstancias, por más que sean –todas juntas y revueltas– ciertamente problemáticas.
No sé qué me voy a encontrar. La climatología anda despendolada; tanto como puede estarlo la política, nacional e internacional, lo social y lo económico; y por eso pienso meter en mi mochila de colores bañador y chubasquero, camiseta y anorak, sombrero para el sol y gorro para la nieve. Y por supuesto saco de verano y saco de invierno. La tienda, la de siempre.
En fin, que me largo de la forma que acostumbro y si hay suerte, a la vuelta tal vez todo esté con un mejor aspecto. En cuyo caso, encararse a la rutina tendrá su puntito ilusionante.
¡Anda que si entonces ya maduraron las endrinas! Eso sí que sería bien interesante.
Porque lo que es este “paso” sobre el río Bajoz no creo que lo mejoren. Tal vez algún día…
Lo dicho: levanto el vuelo.

Al Bautista lo mataron


La decapitación de San Juan Bautista. Miquelangelo Caravaggio. Concatedral de San Juan. La Valeta, Malta
La Iglesia tiene por costumbre celebrar a sus santos en la fecha en que murieron. San Juan es una excepción, porque hay día señalado también para hacer memoria de su nacimiento.
Ocurre con Juan Bautista que todo el mundo sabe que su día es el 24 de junio, tal vez por las hogueras y lo de a buscar el trébole. Sin embargo, casi nadie cae en la cuenta de que hoy, 29 de agosto, está reservado para San Juan en su martirio.
Cierto que es importante el modo como nacemos; familia, sociedad, economía, cultura, etecé, etecé… Pero no menos importante, cómo morimos (cuando nos toque o nos lo provoquen). No es que sea inevitable y del todo consecuente, pero podríamos decir que en la generalidad se muere como se ha vivido. Por supuesto que hay excepciones, pero…
El profeta Juan parece que nació humildemente pero de tronco noble; su padre pertenecía a la tribu sacerdotal, aunque en su rama rural, la más baja dentro del escalafón. Estaba, pues, destinado a seguir los pasos de su progenitor, y, por lo tanto, a servir en el templo de Jerusalén según los turnos que le correspondiera. Pero se largó al desierto, y volvió de allá talmente transfigurado. Cambió las artes sacerdotales por la voz y el gesto de los profetas. Y a ningún profeta le ha ido bien. Lo dicen los libros de historia. Tanto profana como sagrada.
Y como profeta, su muerte tenía que ocurrir lejos de los palacios. Y así fue. Sin embargo, en palacio se decidió como había de ocurrir. Esta es la historia novelada de lo que ya sabemos porque está en los evangelios.
Decapitación de San Juan Bautista. Roger Van der Weyden. “Retablo de San Juan” (1455-1460, Staatliche Museen, Berlín)

LA CABEZA DEL PROFETA


Desde hacía muchos meses, el profeta Juan veía pasar lentamente los días y las noches en el oscuro y húmedo calabozo de la fortaleza de Maqueronte donde el rey Herodes lo tenía preso.(1) La voz del que gritaba en el desierto preparando los caminos del liberador de Israel, se iba apagando entre las sucias paredes de aquella celda. Un día, la puerta del calabozo se abrió y entró Matías, uno de los amigos del profeta. Venía de Galilea, de ver a Jesús.

Matías - ¡Juan, Juan, ya estoy aquí de vuelta! ¿Cómo estás?
Bautista - Te dije que no me moriría antes de que regresaras. Y lo he cumplido. Y Tomás, ¿dónde está?
Matías - En Jerusalén. Ha ido a celebrar allí la Pascua con ese Jesús, el de Nazaret, y un grupo de sus amigos. Cuando acaben las fiestas vendrá por aquí.
Bautista - Háblame de Jesús. ¿Pudieron verlo? ¿Le dieron mi mensaje?
Matías - Sí, Juan. Para eso he venido. Para decirte que…
Bautista - ¿Que puedo morir tranquilo?
Matías - No digas eso, Juan. Tú no vas a morir. Mira, te he traído estas medicinas.
Bautista - Cuéntame lo que dijo Jesús. Es lo que más me interesa.
Matías - Jesús te dice que allí en Galilea la gente va abriendo los ojos. Que el pueblo se está poniendo de pie y echa a andar. Que a los pobres se les abren las orejas para escuchar la Buena Noticia. Que Dios está con nosotros y… y que él espera que todo esto te alegre, Juan.
Bautista - Claro que me alegra, Matías. En una boda, el novio es quien se queda con la novia. Pero el amigo del novio, que está allí, también se pone muy contento. Ahora le toca a Jesús. Él tiene que crecer mientras yo voy desapareciendo.
Carcelero - ¡Eh, tú, basta ya de palabrerías! ¡Se acabó el tiempo!
Matías - Tengo que irme, Juan. Pero volveré pronto. En  cuanto pueda.
Bautista - Te estaré esperando. Si vuelves a ver a Jesús, dile que agarre bien el arado y no mire hacia atrás. Y que si alguna vez salgo yo de este infierno, que… que cuente conmigo.
Matías - Se lo diré, Juan, se lo diré.
Carcelero - ¡Vamos, que bastante hago dejándote entrar aquí a ver a tu profeta! ¡Andando!

Matías y el carcelero se alejaron por los estrechos escalones que salían al patio. Juan se dejó caer sobre el sucio jergón, mirando fijamente el techo atravesado de goteras. Y se quedó dormido, recordando el rostro moreno de Jesús, aquel campesino de Nazaret que él habla bautizado hacía sólo unos meses en las aguas del Jordán.

Por aquellos días, se celebró en el palacio de Maqueronte el cumpleaños de Herodes.(2) Los lujosos salones del rey se llenaron de invitados: funcionarios y capitanes romanos, comerciantes venidos de Jerusalén, reyezuelos de las tribus beduinas del desierto. Todos querían felicitar al tetrarca de Galilea.

Hombre - ¡Viva el rey Herodes durante cien años más!
Mujer - ¡Salud, soberano de Galilea!
Herodes - ¡Bienvenidos todos a mi casa! ¡Que empiece la fiesta!
Mujer - ¿Te has fijado? Este Herodes tiene unas ojeras que asustan.
Amiga - Dicen que desde que metió preso al profeta Juan sufre unas pesadillas terribles…
Mujer - Pues cuando se despierte será peor. He oído que el tal Juan ni en la cárcel se está quieto. Tiene revolucionados a los demás presos. Y hasta agita a los carceleros.
Amiga - ¿De veras? No puedo creerlo.
Mujer - Pues créetelo, mi amiga. Y te digo que si el rey se descuida, ese melenudo nos va a hacer pasar un mal rato a todos. En fin, querida, esperemos que el rey le tape la boca a tiempo.
Amiga - ¡Y si el rey no se decide, que la reina le dé un empujoncito! ¡Je, je!
Herodías - ¿Qué te pasa, Herodes, mi amor? Esta mañana no haces más que mirarte el ombligo. ¿Te aburres?
Herodes - Déjame en paz…
Herodías - Humm… ¿Qué te pasa? Ven, ven… ¡Ja, ja! ¿Quieres un poquito de este licor? Te animará. Ven…
Herodes - Herodías, ¿Tú crees que esta bulla se oirá allá abajo?
Herodías - ¿Dónde abajo? ¿De qué estás hablando?
Herodes - ¡En los calabozos! ¿Dónde va a ser?
Herodías - ¡Otra vez lo mismo! ¡Sí, pues claro que se oye! ¿Y qué importa? ¿A qué le tienes miedo? ¿A un profeta sarnoso? ¡Pues sí, lo oye, lo oye todo! ¡Y se muere de envidia! ¡Profeta! ¿No quiso meterse en líos? ¡Pues ahora que las pague todas juntas! ¡Que se pudra! ¡Que reviente!
Herodes - No hables así, Herodías. Puede… puede traer mala suerte.
Herodías - La única suerte sería que ese maldito profeta se muriera de una vez. ¡Estoy harta de verte pensando en él continuamente! ¡No seas estúpido, Herodes, olvídate de esa carroña o córtale el pescuezo, decídete!
Herodes - No puedo, Herodías, no puedo… ¡no puedo!

Herodías, la amante de Herodes, la que era mujer de Filipo, el hermano del rey, odiaba a Juan.(3) Lo odiaba porque el profeta le echaba en cara a Herodes todos sus crímenes y hasta su adulterio con ella.

Herodías - ¡Salomé! ¡Salomé! ¡Ven acá, preciosa!
Herodes - ¿Para qué llamas ahora a esa hija tuya?
Herodías - Espérate, no seas impaciente…
Salomé - Sí, mamá…
Herodías - Salomé, hija, el rey está preocupado. Y yo he pensado que sólo tú puedes espantar los negros pensamientos que tiene en la cabeza.
Salomé - ¿Qué quieres que haga, mamá?
Herodías - Baila. Baila para él la danza de los siete velos. Ya sabes, uno a uno…

La música de la fiesta llegaba hasta los calabozos del palacio…

Carcelero - Tú, desdichado, ¿no oyes el jolgorio que se traen allá arriba? ¡Es la fiesta de nuestro rey!
Bautista - De tu rey, dirás. Yo no tengo nada con él.
Carcelero - Hay mucha comida, vino del más caro, música… ¡Una francachela por todo lo alto!
Bautista - Déjalos. Están engordando como los cerdos para el día de la matanza.
Carcelero - Ya te lo he dicho, lengua larga. Por eso estás aquí trancado. Si cerraras el pico de una vez, a lo mejor el rey te soltaba.
Bautista - Que me suelte y gritaré más duro que antes.
Carcelero - Ay, amigo, tú no tienes remedio. Escucha, yo soy un soldado bruto, pero la gente como tú… Si supieras, yo admiro a los tipos valientes como tú.
Bautista - No me sirve para nada esa admiración. Son palabras. Tú que puedes, ve y haz algo. Háblales a tus compañeros, diles que ustedes son hermanos nuestros, que no levanten la espada contra sus propios hermanos.
Carcelero - ¿Que diga yo eso? ¡Ja! Pero, ¿qué quieres? ¿Que me corten la lengua?
Bautista - No te atreves, ¿verdad? Pues mira, haz una cosa más fácil. Abre ese cerrojo y déjame escapar a mí y yo les hablaré.
Carcelero - ¡Ja! Peor me lo pones. Si te suelto, me cortan no la lengua sino la cabeza. No, no, no me embarulles. Yo soy un soldado. Cumplo órdenes. Y la orden que me ha dado mi jefe es vigilarte y tenerte a raya a ti.
Bautista - Las órdenes de un hombre injusto no tienes por qué cumplirlas. Rebélate, compañero.
Carcelero - Pero, ¿qué dices? ¿Estás loco? Yo soy un soldado. Y para eso estamos nosotros, para obedecer lo que nos manden. La ley es la ley.
Bautista - La ley de Herodes es el crimen y el atropello. La ley de Dios es la libertad.(4) Abre las rejas, deja salir a los presos. ¡Rebélate, compañero!

Mientras tanto, arriba, en el gran salón del palacio, Salomé terminaba de bailar, encandilando a todos los comensales. Y especialmente, al rey Herodes…

Herodes - ¡Muy bien, Salomé, muchacha! ¡Qué bien meneas las piernas, pollita! ¡Ja, ja! Me has hecho babear de gusto… Te mereces un buen regalo. ¡Ea, pídeme lo que quieras! Brazaletes, sedas, oro, plata, perfumes… Te prometo que cualquier cosa que me pidas, te la daré. ¡Te mereces la mitad de mi reino!

Entonces Herodías, que estaba reclinada junto al rey, miró a Salomé y le guiñó un ojo. Todo estaba planeado antes del baile.

Salomé - Mi señor: falta un plato en esta mesa.
Herodes - ¿Cómo dices? ¿Es que quieres comer más? No me gustaría que engordaras, muchacha. ¡Estás muy bien así como estás! ¡Ja, ja! ¿No lo creen ustedes? A ver, ¿qué quieres? ¿Más salsa, pollos, una cabeza de cordero?
Salomé - No. Quiero la cabeza del profeta Juan.
Herodes - ¿Cómo has dicho?
Salomé - Que me regales la cabeza del profeta. ¡Que me la traigan ahora mismo en un plato!
Herodes - Pero… pero, ¿qué estás diciendo, Salomé?
Herodías - Lo que has oído, Herodes.
Herodes - Esto es una trampa. ¡Maldita! Yo no puedo hacer eso.
Herodías - Has jurado delante de mucha gente, Herodes. Hay muchos testigos. ¿Es que el tetrarca de Galilea tiene palabras que se lleva el viento?

En el salón se hizo un gran silencio. Sólo lo rompía el tintinear de algunos vasos. Los borrachos no se enteraban de lo que estaba pasando allí. A Herodes le temblaban los labios cuando dio la orden.

Herodes - Aquiles, ve abajo, al calabozo y… haz lo que ha pedido esta muchacha.

Aquiles, uno de los guardaespaldas del rey, cumplió la orden recibida. Juan no dijo una palabra. Sus ojos quedaron abiertos, como cuando allá en el río miraban al horizonte esperando ver llegar al Mesías.

Cuando Matías y sus amigos lo supieron, recogieron su cuerpo, curtido por el sol del desierto y por los tormentos de la cárcel, y lo llevaron a enterrar. Todo Israel lloró al profeta Juan, el que preparó los caminos del liberador de Israel.



Mateo 14,3-12; Marcos 6,17-29.



1. En la época de los reyes, unos mil años antes de Jesús, surgió en Israel la cárcel como institución. En general, servían como calabozos dependencias que estaban dentro de los mismos palacios de los reyes o jefes de la ciudad. En tiempos de Jesús se podían hacer visitas a los presos. Éstos estaban generalmente encadenados y como castigo se les aplicaba, entre otras medidas, el cepo en los pies. Juan el Bautista sufrió la cárcel durante algunos meses en las mazmorras del palacio que Herodes tenía en Maqueronte, cerca del Mar Muerto.

2. Herodes el Grande, padre de Herodes Antipas, no tenía sangre judía. Era hijo de un idumeo y de una mujer descendiente de un jeque árabe. Las costumbres de su corte estaban influenciadas, más que por la estricta moral judía, por costumbres extranjeras y helenísticas. Herodes el Grande se casó diez veces y llegó a tener nueve esposas a la vez. Celebraba orgías donde el lujo de los vestidos y el derroche en las comidas eran famosos en los países vecinos. Era aficionado a luchas de fieras, teatro y juegos de gimnasia. La corte de su hijo Herodes Antipas, el rey de Galilea en tiempos de Jesús, cultivó también este estilo de vida. En Maqueronte, fortaleza y palacio a la vez, se celebraban a menudo grandes francachelas. El cumpleaños de Herodes era ocasión anual para ellas.

3. Herodes Antipas fue un hombre políticamente corrupto. Sus costumbres personales no fueron tampoco ejemplares. Por ambición de poder se casó con una hija de Aretas IV, rey árabe. Después, en un viaje que hizo a Roma, se hizo amante de Herodías, casada con Filipo, uno de sus hermanastros, y repudió a la hija de Aretas. Esto provocó una guerra entre el rey árabe y el rey galileo, en la que parece que Antipas resultó vencedor. Desde entonces, Herodes vivió con Herodías, que se trajo con ella a su hija Salomé. La oposición que Juan manifestó ante la unión adúltera de Herodes y la denuncia que hizo siempre de los crímenes y abusos del rey, le enemistaron con esta mujer, que fue la que en último término decidió la muerte del gran profeta del Jordán.

4. La más antigua tradición cristiana abre espacio a la desobediencia civil cuando se trata de elegir entre la ley de Dios y una ley injusta (Hechos 5, 27-29). Hasta nuestros días ha llegado este clamor profético de rebelión en las últimas palabras que pronunció en su catedral el arzobispo mártir de San Salvador, Oscar Romero: “Ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice: ¡No matar! Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios”.

Un tal Jesús». José Ignacio y María López Vigil. Salamanca 1982. Volumen 1, págs. 400-406]


Se me ocurre ahora pensar que mientras siga habiendo palacios habrá profetas. Los palacios se “contienen” entre sí, pero también se alían y… confabulan. ¿Contra quién? Está claro, contra los que no tienen palacios que los acojan y protejan. Los desprotegidos necesitan profetas. Es así que siempre existirán personas y pueblos desvalidos, ergo los profetas son necesarios.
La historia de Juan ilustra de modo claro el camino a seguir: vestirse de piel de camello y alimentarse de miel silvestre. O sea, ser ejemplar. Independiente, audaz, veraz, al carecer de cuarteles a los que volver para guarecerse, el profeta sólo mira hacia delante. No puede, no sabe, dejar de dar la cara. Es su oficio y es también su destino.
¿Que ya no quedan profetas? Puesto que quien no sale por la tele, no existe, efectivamente alguien puede deducir que ya no los hay. Sin embargo, haylos. Vaya si existen. Es sólo cuestión de abrir los ojos.
Termino con esta preciosidad, procedente de la Cartuja de Miraflores, Burgos, y actualmente en el museo del Prado:
Degollación de San Juan Bautista. Maestro Miraflores

Carmen Tablada



Una de mis feligresas más fieles acaba de fallecer. Asidua habitual, con sitio propio, su imagen menuda y aparentemente quebradiza ha resistido todos los embates del clima y de la historia.
Ayer fue la última vez que nos acompañó. Ya en silla de ruedas por su extrema debilidad, aparentemente transpuesta, me sorprendió su viveza en el momento de comulgar. Ahora mismo me dicen que murió al regresar a casa.
En el entorno de los 87 años, trabajadora jubilada, madre de familia y artista de renombre, deja motivos para ser recordada en mi ciudad: dos monumentos y una calle.
La vía pública está en el barrio de La Rubia y es una pequeña entrada sin salida en los pares de la carretera de Rueda en dirección al Pinar de Antequera.
El Arco de toros es una escultura en las proximidades del coso taurino, del año 2007.
El Espíritu y la pluma, representa a Santa Teresa de Jesús, en el barrio del Cuatro de marzo, del 2009.
También Wikipedia tiene un hueco para ella, que acabo de descubrir.
Y una pequeña indiscreción que no pudo materializar: hacer, dentro de su “realismo mágico”, un homenaje a la Virgen de Guadalupe para honrarla en la que fue su parroquia en los últimos treinta años de su vida.
No pudo ser. Tal vez la inspiración le sobraba, pero le faltaron fuerzas.
Descansa en paz, Carmen. No te lo tendremos en cuenta.

Autorretrato


Ahora lo llaman “selfie”. En realidad es una autofoto, que el propio interesado realiza con la cámara digital o el teléfono móvil. Y esta palabra, “selfie” o “selfy”, tiene registro de nacimiento: ABC on line de la televisión pública australiana, 13 de septiembre de 2002. ¿Tendrá también registro de la propiedad?
En nada de esto pensé, porque lo desconocía, cuando saqué a Gumi abrazado por mí en el jardín de la parroquia. Fue el 21/09/2010, a las 10:19:23 horas. Que es lo que tienen estas cosas de ahora, que te fijan hasta el instante en que aprietas el botón.
A la vista de los “selfies” que la gente saca en los momentos de impacto o de peligro por los que les gusta discurrir, y que ya han costado varias vidas, he pretendido hacerme un autorretrato cuando volvía de recuperar a Berto, que se había quedado rezagado en el “prado oscuro” y nos demoraba el regreso a casa.
Se trata de una “autonuca”, si se me permite el término, porque en ningún momento pude sacar de frente a la pareja.
Solos como estábamos, así pude enfocar al conjunto aparejado para caminar unidos. Si me hubiera enfocado a la cara, Berto no habría salido; por lo mismo que tampoco salí yo cuando enfoqué a Berto, que iba delante, tirando con todas sus fuerzas.
Resulta simpático que papa Francisco haya sido objetivo de este tipo de fotografías por parte de jóvenes coreanos, durante su viaje a Oriente. No creo que lo permitan ni Rajoy ni Obama, cuestión de seguridad, responderán los guardaespaldas de turno. Veremos si Merkel, en su viaje/peregrinación a Santiago, lo consiente.
Personalmente gusto de sacar grupos y panoramas, y raramente detalles, de los que soy bastante incapaz de percibir.
A pesar de ello, y satisfecho con la evolución que va teniendo mi tobillo magullado, he sacado esta instantánea en la que se puede ver la diferencia que aún existe entre el pie sano y el enfermo. Aún así, hoy he caminado por el monte y no he sentido ninguna molestia. Y eso que el terreno era por demás irregular. Claro que no he tenido que correr detrás de mis amigos, tampoco me habría atrevido. Todavía no.
Volviendo a los autorretratos: considero esperpéntico que por inmortalizarse, alguien se exponga a matarse. En tales casos hacerse un selfie es una contradictio in terminis, un oximoron.

Cosas que vuelven a suceder


Tenía apenas veinte años, calzaba unas botas de aviación adquiridas a buen precio en el rastro madrileño, estábamos llevando el grano al silo del pueblo y nos llegaba el momento de descargar el remolque en la tolva del servicio nacional del trigo. Entre el gentío allí apelotonado, haciendo cola desde la víspera, me disponía a desenganchar el tractor para el pesaje, cuando a los gritos de unos que tira y de otros que para, Félix arrancó y yo me quedé con el perno de la mano y el grito ahogado en la garganta. El pesado hierro que unía tractor y remolque cayó sobre mi pie izquierdo y yo no me caí al suelo sin sentido por puro milagro.
Algo se me ha roto, pensé, mientras intentaba mantener el equilibrio.
A partir de entonces, catorce de agosto de un año ya pasado, cojeé durante muchos meses. Agustín, el médico del pueblo, me lo untó de una pócima oscura y me aconsejó reposo absoluto, pero la cosa se curó cuando le pareció.
Hace diez días ese mismo pie ha vuelto a magullarse, esta vez por una torcedura. Va mejorando, pero aún le queda horizonte que alcanzar.
Esta vez no ha habido reposo, y he podido hacer todo lo que he querido, cojeando no porque me doliera, sino para que no molestara.
Esto es lo que me ha traído este día de la exaltación del cuerpo, –del mío, del tuyo y del de más allá–, fiesta de la Asunción en cuerpo y alma de María a lo alto de los cielos.
Icono de la Dormición, Koimesis. Theophanes the Greek
No viene nada mal, en estos tiempos de culto a la belleza externa y de admiración por la fuerza muscular, hacer caer en la cuenta de que un cuerpo sin alma es como una caja de zapatos vacía, pero que un espíritu desencarnado… es una zapatilla encerrada en una jaula, nunca cantará. Tomen, pues, papel y lápiz, no sólo los que miden logros en céntimos, segundos o milímetros. Tomen, también, nota, aquellos otros que desprecian este saco de huesos que habitamos. Somos una unidad indisoluble, nuestro destino está por calcular… y ni sospechamos la gloria que nos espera.
No lo supo, no sólo expresar, tampoco imaginar, un alto personaje como Pablo, que hace numeritos en su primera a los corintios (15, 35-53) para explicarnos cómo serían los cuerpos resucitados. También le costó un riñón a la teología oficial católica. Sin embargo, mucho antes de que Pío XII, –uno de noviembre de 1950–, proclamara el dogma de la asunción, ya la gente sencilla hablaba del Tránsito, –dormición– de María, y esta creencia popular hunde sus raíces muy al principio.
Somos polvo de estrellas, pura materia espiritual, o si ustedes prefieren, un precioso tejido de sueños, sudor y lágrimas. Y de sonrisas, que no se nos olvide.
Aunque bien pensado, ¡qué es mi dolor de tobillo comparado con lo que ahora sienten Antonio Luis e Isamari! Y sólo cito a estos dos, pero podría seguir dando nombres…

Carpe diem


«El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente, sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro, examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida».
Confieso que desde que le escuché al profesor Keating decirlo por la tele, dejé de sentir agobio por usarlo en mis homilías. “Aprovecha el momento”, frase latina donde las haya, en boca de Robin Williams en El Club de los poetas muertos, dejó de ser entonces una frase culta y para gente cultivada, y pasó a ser de uso general, para cualquier persona de no importa qué edad y condición.
Hay personas que marcan, y Robin ha sido una de ellas. ¿Un actor? Pues sí. Y siento pena de tener que hablar ahora en pasado, porque su muerte, conocida esta mañana al despertar, me ha dejado tocado del ala.
Y la otra muerte, la del misionero repatriado por el ébola, Miguel Pajares. ¡Claro, un cura es diferente! Pues no, no precisamente por eso.
Una por imprevista, la otra por no deseada.
Ambas vidas no dejarán de seguir teniendo presencia. La de Robin Williams por las películas que protagonizó y los personajes que encarnó. La del hermano misionero, porque a partir de él las enfermedades de pobres han golpeado nuestra conciencia de ricos.
Si en vida destacaron con sus hechos, muertos se convierten en profetas. Ya no podemos seguir igual que antes. Algo debemos y podemos hacer…

Una superluna


Esta noche tenía que mirar a la luna, que a las 20:10 horas alcanzaba el perigeo, y se colocaba “cincuenta mil kilómetros más cercana que cuando se encuentra en el punto más lejano, el apogeo, y esto hace que el tamaño aparente de la luna llena sea un 16% más grande y que su brillo sea un 30% más alto”, según el director del Observatorio Astronómico Nacional (OAN), Rafael Bachiller. Concretamente, se encuentra a una distancia aproximada de 356.896 kms del centro de la Tierra.
Y como había que dejar constancia de mi proeza, me alejé del alumbrado público y me sumí en la oscuridad cámara en ristre.
No he sacado gran cosa, porque soy un patosón. Pero sirvan de acta notarial estas dos instantáneas, sacadas cada una como Dios me dio a entender, a base de probar, probar y probar.
Así supongo yo que se han ido consiguiendo cosas a lo largo de la historia. Probando. Así, me figuro, luchan en muchos lugares contra las plagas y enfermedades. Así, creo, tenemos que avanzar en cualquier orden de la vida, cuando no hay nada a lo que echar mano y la necesidad aprieta.
Ya sé que cuando la sociedad es muy avanzada y los adelantos técnico/científicos están disponibles, casi nada está al albur del destino, sino sometido a rutinas, que se dice, protocolos a seguir… Con lo cual, indefectiblemente se obtiene el resultado esperado. Y si no, entonces ha ocurrido un error en el proceso, o un imprevisto ha surgido y habrá que seguir investigando.
No ocurre así en todas partes, desgraciadamente. Y el método rudimentario y artesanal se muestra incapaz de resolver nada frente a los avances y progresos de la parte más selecta del planeta. Esto es lo que sucede en África. Y a esto se refiere este escrito del padre Ángel, el de Mensajeros de la Paz:

Ébola, el grito de África:

(Padre Ángel, presidente y fundador de Mensajeros de la Paz).- Más que una serpiente de verano...


A propósito del “rescate” de unos misioneros en Liberia


Vivo en una zona de España en la que la sanidad de todos los que aquí habitamos está, eso juzgo, suficientemente atendida. Castilla y León parece ser que cumple, en tanto en otras zonas dicen que hay muy serias deficiencias.
Gozando, pues, de buena salud por una parte, y de la debida y suficiente atención sanitaria por otra, estoy siendo testigo perplejo de la amplia información mediática y de los múltiples y dispares comentarios sobre el tratamiento que se le está dando a unas personas pertenecientes a una institución religiosa, afectadas de ébola, que han sido repatriadas con todos los medios disponibles para ser atendidas en nuestro país.
Lo excepcional del caso, en todos los sentidos, –enfermedad rara y altamente peligrosa, despliegue de un costosísimo y muy complejo equipo militar con avión incluido, selección de personas enfermas a transportar, acondicionamiento de un hospital madrileño, caravana de catorce vehículos atravesando Madrid, condición de miembros de entidad religiosa y no del ejército en servicio o del cuerpo diplomático del estado…– es base suficiente para que la gente se pregunte, y yo tenga mis reparos.
Lejos del ruido que se ha hecho y de los juicios y opiniones a favor y el contra, muchos de ellos desorbitados y en algún caso carentes de conocimiento de causa y de sentimientos que se precien de humanos, he encontrado esta comunicación de una persona conocida mía, Ana María Rodrigo Contra, que la ha dejado como comentario en atrio.org, y que me parece digna de toda consideración. Con su permiso, la ofrezco en mi pequeño mundo:

Comienzo manifestando mi desconcierto personal ante el hecho por un lado y, por otro, ante determinados posicionamientos sobre el hecho concreto que estamos analizando.

*En primer lugar, quede constancia de mi admiración por las personas que con una generosidad digna del mayor de los elogios entregan su vida a los más débiles y desamparados del mundo. Una  vida carente de las muchas comodidades, atenciones sanitarias, alimentarias, familiares, etc. que tendrían en sus lugares de origen sin complicarse la vida yendo a lugares hostiles a la vida misma.

*Supongo que su intención es ayudar a los demás (que no es poco), no ir a morir. Y bastante heroicidad es estar en esos lugares durante 50 años, como para pedirle que aguante la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Si alguien quiere dar la vida en estas circunstancias, mi admiración total, pero echarle en cara que no lo haga, me parece injusto.

*Que salvarle la vida en estas circunstancias a este misionero haya desbordado la exhibición del protocolo correspondiente, ahí está, cada cual puede pensar lo que quiera. Quizá no haría falta tanta parafernalia. Si bien, creo que se trata de evitar dar entrada a un virus letal, no sólo a un país, sino a un continente.

*¿Podría haberse resuelto de alguna otra manera con menos coste económico? Puede ser.

Creo que la orden de San Juan de Dios siempre han sido unos auténticos héroes de generosidad con los más desfavorecidos de la sociedad. Han hecho mucho bien, seguro que a cambio de nada, ¿es proporcional el que se le juzgue tan fuerte por un caso que se ha atendido de esta manera, cuando esta orden lo ha hecho con tantos miles y miles de enfermos que nadie quería atender ni siquiera acoger? San Juan de Dios y sus frailes tienen mucha tradición encomiable en Granada donde pasó parte de su vida.

*¿Se trata de dinero? Pues vamos a mirar, primero nuestros bolsillos, o sueldos, o gastos compatibles con nuestra salud y nuestras vidas. Sigamos por los corruptos y el dinero que han robado, de ahí vayamos a las millonadas que el ejército gasta en aviones y otros elementos de muerte, (Creo que no es un exceso que por una vez se dedique el ejército a salvar una vida), seguimos por los sueldos y sobresueldos (y otro tipo de sobres), ERES, Puyoles, comisiones por vivienda y alimentos a l@s polític@s en vacaciones, etc. etc.. Y podemos seguir hasta la Roseta, artilugio que ha viajado durante 10 años recorriendo seis mil millones de kilómetros para llevar otro artilugio a un pedrusco del espacio.

Punto y aparte. Dicho lo dicho, ahora afirmo que lo mismo que se ha hecho con este hombre, se debe hacer con cualquier ciudadano o ciudadana española en casos en los que viniendo a su país, se le pueda salvar la vida. Y condeno los casos en los que no se ha hecho.

Sí, cierto, nadie sabe porqué algunas personas hemos tenido la suerte (¿privilegio?) de nacer a un lugar determinado del planeta y no en otro. No lo hemos elegido, pero ya que nos ha caído en suerte, tenemos derecho a que se nos atienda como ciudadan@s de dicho país. ¿Es una injusticia cósmica? ¡¡Yo qué sé!!

Otro tema, el de los y las misioneras, así como el voluntariado de ONGs españolas cristianas que, a quienes admiro y me asombran de que sean capaces de llevar su compromiso evangélico hasta las últimas consecuencias, sin mirar el que su vida podría haber sido más confortable en su tierra. ¡Tantas veces criticamos lo poco coherentes que somos con nuestra fe cristiana!!!!!!!!! Mi idéntica admiración por tantas otras personas que sin referente religioso alguno, entregan su vida con la misma entrega en lugares peligrosos arriesgando su salud y sus vidas.

Así mismo, pido que se atiendan a l@s inmigrantes que vivan en este país porque es un derecho humano. Me gustaría que hubiese posibilidad de mayor cooperación con los países empobrecidos, y empobrecidos, entre otras razones, porque explotamos sus riquezas naturales en beneficio nuestro.

Y me gustaría que los miles de millones en construir armas, se dedicasen al desarrollo de tantas regiones en el mundo, y me gustaría que las farmacéuticas investigasen enfermedades que afectan solamente a países empobrecidos, y me gustarían tantas cosas, pero…, sigue mi desconcierto ante tanta impotencia.

En un lugar, junto al río Duero


El Duero, según viene

El Duero, según se va
Me entretuve tras la ceremonia recogiendo sillas, guardando ropas y utensilios, y devolviendo los bancos a su lugar habitual; porque habíamos entrado en aquel templo a saco y no podíamos dejárselo así a la feligresía, que al día siguiente, o sea hoy, domingo, ellos y ellas no debían cargar con nuestros desafueros.
Fuera, en la amplia explanada llovía arroz y pétalos de flores, y hasta dentro llegaban los vivas y vítores a los novios. Perdón, quiero decir a los desposados.
Salí cuando estaba todo algo apaciguado y la primera imagen que recibieron mis ojos, al salir de la penumbra monacal, fue esto:
El cielo estaba expresivo
La boda había terminado en su primera parte, y empezaba el largo impasse que nos abocaba a la boda en su segunda parte, el convite.
Hubo tiempo para todo, que fue mucho. Y no puedo poner imágenes, por razones obvias de oficio, pero haberlas haylas, que los profesionales trabajaron a destajo y allí los dejé, cuando ya no pude estar más, porque la fiesta continuaba, y no tenía visos de acabar nunca.
Tras el yantar, y entremezclado, la música, la juerga, los vivas y la alegría dominaron demostrando su poder y su capacidad de aunar sentires y pareceres, edades y estaturas, culturas e idiomas.
Los cronistas vendrán luego a narrarnos la jornada, será su momento de gloria. Yo, ahora, sólo aporto unas pocas y sencillas pinceladas desde la ajustada distancia en que lo viví.
Ocupando cada quien su sitio

Afinando instrumentos

Todo está dispuesto

Lo nuestro, ya se ve, es la música: Contigo, pulso y púa

Concesiones al momento, pero a nuestra manera

Mientras llegamos, no os aburráis

Ya estamos aquí, qué gusto volver a veros

Lo que no dije al salir, porque lo hice de puntillas mientras el personal visionaba un vídeo conmemorativo, espacio previo a unas actuaciones musicales que se preveían altamente interesantes, lo digo ahora:
¡¡¡Que vivan los recién casados!!!



Una post data totalmente necesaria:

No hubo puros, para ellos, ni bolsita de golosinas, para ellas; tampoco zapatillas cómodas para calmar pieses embutidos en zapatos imposibles. ¡No hubo botellas D.O. en la tierra del mejor vino del mundo mundial!
Todos recibimos esto, –no en su lugar–, como signo y compromiso, como inspiración y sugerencia, como oficio y beneficio, en fin… como recuerdo: un libro y una púa.

Y como encantadora "frivolidad", este prendedor, o broche, o prendido, (o como quiera que sea el nombre con el que se designe a la chapita que ahora se utiliza a modo y semejanza de las antiguas insignias –"pin" es palabra poco seria), para que luzcamos su imagen adosada a nuestra ropa, que no a nuestra carne: