Volando voy


No queda otra. Dada la opaca y ya demasiado larga inexpresividad de la realidad que estamos viviendo, –que es que ni siquiera parece que esto sea verano–, lo mejor es cambiar de aires siquiera por unos pocos días. Y puesto que a la montaña ya no puede ser, insistiremos con el mar, la playa y todas sus circunstancias, por más que sean –todas juntas y revueltas– ciertamente problemáticas.
No sé qué me voy a encontrar. La climatología anda despendolada; tanto como puede estarlo la política, nacional e internacional, lo social y lo económico; y por eso pienso meter en mi mochila de colores bañador y chubasquero, camiseta y anorak, sombrero para el sol y gorro para la nieve. Y por supuesto saco de verano y saco de invierno. La tienda, la de siempre.
En fin, que me largo de la forma que acostumbro y si hay suerte, a la vuelta tal vez todo esté con un mejor aspecto. En cuyo caso, encararse a la rutina tendrá su puntito ilusionante.
¡Anda que si entonces ya maduraron las endrinas! Eso sí que sería bien interesante.
Porque lo que es este “paso” sobre el río Bajoz no creo que lo mejoren. Tal vez algún día…
Lo dicho: levanto el vuelo.

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