El gallinero de mi amigo


Llegó una comadreja, un bichejo ágil, sanguinario y pequeñajo, y fue ventilándose una a una, dos a dos y hasta tres a tres, todas las gallinas que componían el alegre gallinero de mi amigo. Nada sirvió para evitarlo, ni trampas ni cartones, alambradas y perros guardianes, vigilancia nocturna ni luces de seguridad. Catorce gallinas cayeron, buenas ponedoras, y también el gallo, aunque no era precisamente el gallo de Morón.
Llegó una comadreja y llegó una plaga.
La reflexión que este suceso me provoca no es nada tranquilizadora, en absoluto. ¿Cuántas comadrejas juntas pesan lo que una gallina ponedora? Así… a ojo puede que ¿10?, ¿15? ó ¿20? Digamos, por poner un ejemplo, que sean doce. Dejémoslo en 10. Y ya puestos a hacer cálculos digamos que una comadreja se come diariamente su mismo peso en carne de presa. Con una gallina tendría alimento para diez días, en un mes, tres gallinas. Pues no señor, esta ha necesitamos catorce, CATORCE.
Claro que no se las comía, sólo las descabezaba. A la última, la pobre, sólo la quitó media ala, para que luego nadie se queje.
La comadreja es una depredadora, mata por matar, y se come lo que quiere, y el resto lo abandona. A la siguiente noche, vuelve a repetir la hazaña.
Los pastores de esta tierra mía están hasta las narices. Los lobos esquilman rebaños de ovejas, dejando muertas o malheridas sin necesitar para nada su carne, sólo por oficio.
Los buitres, negros y leonados, qué más da, ya no van a la carroña, ahora se abalanzan contra corderitos, o ternerillos recién paridos, y, como no pueden llevárselos, allí mismo los despedazan y malcomen.
Recuerdo de mi niñez, niño de pueblo al fin y al cabo, que los campesinos tenían que defender sus cosechas y sus ganados frente a una naturaleza que para nada es la arcadia feliz que ahora se vende con tanta gracia, dulzura y Ecología, así se dice ahora. ¡Hay que ser ecológicos, porque estamos matando la pacífica madre natura!
Resulta muy gratificante ir paseando por el campo y probar frutos silvestres; la de veces que lo he hecho, y aquí mismo he dejado constancia. ¡Qué satisfacción llegar a casa tras una excursión por la montaña, y volver con los pulmones renovados tras tanto tiempo respirando aire no contaminado! Y ¿cómo no esperar anhelantes el día programado para acercarse a la playa a sorber iodo por todos los poros del cuerpo y salar nuestras pieles con el sodio natural de la mar oceana?
Pero al mismo tiempo nos hemos ido envolviendo en vacunas, protectores, fungicidas, herbicidas y toda una larga serie de agentes hasta hacernos puros espíritus puros, tan puros, que damos pena.
La misma pena que tiene ahora Mariamma, senegalesa de nacimiento, vallisoletana de adopción desde hace más de seis años, que a pesar de su cargamento de medicinas preventivas, ha vuelto de su visita a Senegal, su país, con paludismo.
Mi amigo ha decido volver a poner gallinas, y tendrá que armar un gallinero como dios manda. Las pobrecillas podrán salir a escarbar durante el día, pero por las noches a clausura. No hay otra. Ahí fuera, es la guerra.

Una flor y una canción, o mejor dos


26 de julio
30 de julio
1 de agosto
5 de agosto
8 de agosto

11 de agosto
15 de agosto
20 de agosto
25 de agosto
31 de agosto

Eco, eco, eco…



Alguna vez ya he aludido a la facilidad con que algunas cosas se repiten en Internet, valgan o no valgan, enseñen o no, sean oportunas o caigan de pico sobre nuestras cabezas, tengan consecuencias o apenas pesen veintiún gramos.
Por principio me resisto, incluso me niego, a pasar la bola cuando me depositan en mi mail preciosidades cursilísimas con el apercibimiento de mil males si no las comunico a otras diez personas, porque el mundo no podrá resistir por más tiempo si no se hacen públicas y todo el personal vibra al unísono con tan altísimos saberes.
No se me ocurrirá decir que estoy de vuelta de estas cosas, paupérrimo de mí, pero cuántas veces me veo sin saber qué responder cuando una amabilísima persona me remite dulces historias y pensamientos con toda su buena voluntad, con la sana intención de ayudarme.
Termina el verano, y, como es natural, la vuelta al trabajo pilla a los cuerpos desacostumbrados a un horario fijo y a las almas las fuerza a la disciplina que olvidaron no hace tanto tiempo, sólo el suficiente. Vuelven los ordenadores a abrirse a la hora de costumbre, y empieza el trasiego de mensajes, fotogramas, reflexiones, ocurrencias, curiosidades y frases lapidarias, que te caen mismamente como piedras en tormenta de verano.
Dejo de lado la inmensa mayoría por tediosas, y selecciono sólo una, nada original por otra parte, repetida hasta la saciedad, pero con su chispa. Y aprovechando que hoy amanece poco iluminado, ¿será que agosto quiere despedirse discretamente?, en lugar de re-enviarla, la escribo aquí como expresión que recoge mis vivencias de un mes que me ha dado pocas satisfacciones, mucho trabajo y, ¡oh cielos!, silencio en todo mi alrededor.

«Nunca discutas con un imbécil,
te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia»

[Que nadie se moleste en repetirla, ya está suficientemente multiplicada; exactamente 83.542 veces]

Templando gaitas

Este título(1) de ahora no tiene ningún significado especial. Simplemente me ha sonado bien y me ha dado por ponerlo, sin que necesariamente tenga relación con lo que ahora voy a escribir. Porque de eso se trata, de un escrito.
En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre tengo conocimiento desde mi más tierna pubertad, -no en balde lo atravesé en muchas ocasiones a bordo de un 600 camino de la tierra de los amores de mi madre, Alacant-, Mota del Cuervo, nació hace ya un tiempo un señor que ahora se intitula filósofo y escritor.
Este buen señor ha escrito en cierto lugar un sueño que él ha tenido, y que nos invita a compartir. “EL PAPA QUE, HASTA UN ATEO, ANHELARÍA”, publicado en Diario de Castilla La Mancha, http://www.dclm.es/noticia.php?noticia=101820
Corrí veloz a leerlo, pensando que sería del estilo de otros sueños que abren la mente, entusiasman el corazón y ponen pilas nuevas a las ganas adormecidas que todo el mundo tiene por hacer las cosas bien, o sea mejor de lo que las estamos haciendo.
Ni me entusiasmó, ni me abrió la mente, ni encontré las baterías recién cargadas que tanto necesito.
Cuenta el autor que soñó que el actual Papa, Benedicto dieciséis, bendito sea el pobre, se había escapado de su refugio antinuclear para aparecer en un campo de refugiados del África más famélica, y desde allí amenazaba con matarse de hambre si las cosas no cambiaban. El mundo entero se revolucionó, las instituciones internacionales se conmovieron, y los de siempre se aprestaron a capturarle para reducirle a la cordura.
Esta gesta, tan familiar y semejante a la de otro personaje ínclito de la zona, bien pudiera ser adjetivada de quijotesca, pero no lo es. Don Quijote se armó de adarga y armadura, se juntó con Rocinante y Sancho, y salió al encuentro de gigantes y malandrines, y a vencerlos en simpar y desigual combate. Tuvo sueños, pero eran propios, y los vivió con gran entusiasmo y quebranto.
El sueño de este otro manchego falla porque él no hace lo que sueña, sólo sueña lo que quiere que otros hagan, en tanto él se dedica a filosofar y escribir.
A mí ya sólo me impresionan los que encarnan lo que piensan, ésos son auténticos profetas. Los demás… no me interesan. Aunque lea sus historias, y hasta me entretengan.
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(1) "Templar gaitas” es recurrir a contemplaciones y miramientos con ciertas personas para evitar contrariarlas y enojarlas. Para algunos expertos, como Seijas Patiño, el modismo proviene “del modo como en los instrumentos de cuerda y viento se tocan todas las llaves y registros para armonizar los tonos”. En este caso, el verbo templar se utiliza en el sentido de afinar.
Otros autores, sin embargo, opinan que el origen de la frase es otro distinto. Antiguamente, gaita se usaba como sinónimo de lavativa, el instrumento con forma de perilla que se emplea para administrar un enema y que en cierto modo recuerda al instrumento musical. Además, templar es también entibiar o suavizar, por ejemplo, el agua demasiado caliente. De ser así, templar gaitas equivaldría a entibiar el contenido de una lavativa, para que el paciente sobrelleve mejor este poco agradable tratamiento médico.

Woodyallen…ando







"No ser y ser algo"- Selección de la tira cómica: Inside Woody Allen (Sólo para adultos). Tusquets Editores 1979

Estramonio

Alguien tiene la culpa, pero como no sé de quien se trata, mejor no apunto con el dedo.
Entre la mucha maleza que crece en los campos que rodean mi barrio nace a placer el estramonio. En especial los patatales parecen que le gustan. Cada día, durante mi paseo matutino, observo la rapidez con que crecen estas plantas, se hacen grandes y florecen en forma de trompetas de un blanco azulado.
Me gusta, al vencerse el verano, contemplarlas bien erguidas como un residuo primaveral entre tanta hierba seca. Pero mirarlas es una cosa, y otra bien diferente es masticarlas, destilarlas o cocerlas para ingerir lo que salga de esa manipulación en busca de una placidez o alucine, o lo que sea.
La gente de mi barrio no es demasiado leía, por eso no sabe que las brujas usaban el estramonio en sus aquelarres como pócimas mágicas. Ni que de esta planta se extraen esencias que calman dolores y otros males como asma, neuralgia facial, tos espasmódica, laringitis crónica, y cólicos nefríticos y hepáticos. Y por supuesto, no tiene ni idea de que sirvan sus hojas para alucinar y colocarse. Ni falta que le ha hecho hasta la fecha.
Mucho me temo, sin embargo, que dada la buena información/deformación que se ha dado hasta la fecha sobre muertes acaecidas por culpa del estramonio, esto se va a convertir en lugar de peregrinación de buscadores de productos alucinógenos a bajo precio.
¡Da gusto ver lo mucho y rápido que progresamos!
Había pensado no poner imágenes, más que nada para no dar pistas a posibles usuarios, pero en internet hay todo lo que uno/una quiera saber sobre el particular, de modo que no me privo del placer de hacerlo. Aquí está el cuerpo del delito:
¡Habiendo estramonio en abundancia, disponible con sólo salir al parque, sería de tontos que te pillaran la maría en la ventana que da al patio de luces!

¡Yo no he sido!


Respuesta repetida inevitablemente cada vez que se pregunta ¿quién ha hecho…?, ¿quién ha dejado…?, ¿quién se ha reído…?, o ¿quién ha roto…?
Porque si la pregunta estuviera hecha de otra manera, la respuesta también habría sido diferente, pero sólo en la forma, que en el fondo daría igual, por ejemplo, ¡siempre me miras a mí, jolínes! o ¿por qué dices que he sido yo?
Cuando se me presenta la oportunidad de hacerla, no la hago, ¿para qué? Más bien espero que la persona indicada se adelante y confiese su pecado: “Me acuso de que he dejado una planta colgada de la verja de la parroquia, a escondidas y al atardecer”, por ejemplo.

Esta mañana he descubierto esto, porque ayer volví de la piscina ya noche cerrada y no me percaté de ello.



He podido darme cuenta de que quien fuera sabía de refajos, por tanto debía ser alguien que tiene instinto maternal y ha cambiado pañales con soltura.


Y como uno tampoco es manco, le ha faltado tiempo para poner a la pobre criaturita a buen recaudo.
¿Satisfecha? Pues qué bien.

Ni diezmos, ni primicias

Esta tarde se ha presentado Mariano con una caja de productos de su huerta: tomates, pimientos, calabacines y berenjenas.
Hablamos de este verano tan raro, de cosas de familia, y de lo difícil que es hoy en día alcanzar lo que uno quiere.
“¿Habré hecho algo mal?”, me soltó casi al final. “¿Como qué?”, le repliqué. “No sé, digo yo que algo no habré hecho bien”. Yo miraba la caja; miraba a Mariano: diez hijos, muchos nietos, buena gente… Y miraba los tomates y no sabía dónde encajar su pregunta. Y recordaba los centros de flores que su mujer prepara para la iglesia en los días de fiesta, y aún lo tenía más difícil. Y hacía memoria de toda su familia, y me resultaba del todo imposible encontrar algo mal hecho de lo que él pudiera ahora estar arrepintiéndose.



Tal vez sea que nadie es perfecto y que tampoco es responsable de todo lo que ocurra en el universo.
“Bueno, un día te pasas por casa y charlamos”, dijo al despedirse. “¡Por supuesto!”, respondí. “Saludos a Ele”.

A las doce y media en Villaverde de Íscar

La cita es en un pueblo a caballo entre Valladolid y Segovia, en Tierra de Pinares: Villaverde de Íscar. La suerte le tocó estar de la parte segoviana, pero el apellido no ofrece ningún lugar para la duda, es vallisoletano.
La foto no le hace justicia, porque esta iglesia sobresale entre el caserío y con su reloj sigue marcando el tiempo y la vida de los lugareños.
Un olivo a la puerta es señal de que el lugar está habitado por gentes hospitalarias: la paz se respira desde las afueras hasta muy adentro.
Este crucero, tras el olivo, no se oculta; sólo confirma, con discreción, las primeras impresiones.
De verdad que no hacía falta este rótulo; pero ya que está, entremos y curioseemos. Seguro que algo bueno se encierra entre sus muros.
Sencillo, limpio y acogedor. El coro abierto es, sin embargo, un lugar aparte; que esa escalera avisa, vaya si avisa, que no todos pueden estar arriba.
En esta otra parte puede estar todo el mundo, ni escaleras ni estrecheces; luz, silencio, acomodo y compañía.
Aquí, dentro de un rato, R y R, como si de un cuento se tratara, van a jurarse fidelidad perpetua, en exclusiva pero no excluyente; porque el amor no es ciego, aunque a veces peque de travieso y parezca que juegue con honores, haciendas y sentimientos.


Y en efecto, cuando más lucía el sol, en el día de autos, R y R, se han dado palabras de casamiento, y por ello ahora ya son esposo y esposa, matrimonio para siempre, de lo cual somos testigos cuantos allí estuvimos, y damos fe de ello.

Seguro que R y R van a ser felices y comerán cuantas perdices tengan el gusto de poner en su mesa, para ellos y para quienes tengamos la suerte de ser sus invitados.

¡Larga vida a los esposos!

Hoy quiero contarme un cuento

"Cuentan que, como siempre, una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el CANSANCIO había bostezado por tercera vez, la LOCURA, tan loca como siempre, les propuso: "¿Jugamos al escondite?" La INTRIGA levantó la ceja intrigada, y la CURIOSIDAD, sin poder contenerse, preguntó… "¿Al escondite? Y… ¿Cómo es eso?" "Es un juego", explicó la LOCURA, "en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras os escondéis, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de vosotros que encuentre ocupará mi lugar para seguir el juego"
El ENTUSIASMO bailó secundado por la EUFORIA, la ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA e incluso a la APATÍA, a la que nunca le apetecía nada. Pero no todos quisieron participar: la VERDAD no quiso esconderse, para qué, si al final la iban a hallar. La SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto, pero en el fondo, lo que le molestaba era que la idea no hubiera sido suya, y la COBARDíA prefirió no jugar.
"Uno, dos, tres…", comenzó a contar la LOCURA. La primera en esconderse fue la PEREZA, que como siempre, se dejó caer en el primer sitio. La FE subió al cielo, y la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La GENEROSIDAD casi no alcanza a esconderse, cada sitio que encontraba le parecía perfecto para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino ideal para la BELLEZA; que si la sombra de un árbol, perfecta para la TIMIDEZ; que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD; que si una ráfaga de viento, lo mejor para la LIBERTAD… Así que terminó por ocultarse en un rayo de Sol. El EGOÍSMO, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: ventilado, cómodo, pero eso sí, sólo para él. La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos… ¡Mentira! Se escondió detrás del Arco Iris, y la PASIÓN Y EL DESEO en los volcanes. El OLVIDO… el olvido se me olvidó donde se escondió, pero eso no es lo importante. Cuando la LOCURA contaba el 999.999, el AMOR no había visto ningún sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal, y enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

"¡Un millón!" contó la LOCURA, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la PEREZA, sólo a tres pasos de la piedra. Después escuchó a la FE discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología. A la PASIÓN Y AL DESEO los sintió en la erupción de los volcanes. En un descuido encontró a la ENVIDIA, y claro, puedo deducir dónde estaba el TRIUNFO. Al EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo: el solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA. Y con la DUDA fue más fácil todavía, pues estaba sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. Así fue hallando a todos: el TALENTO entre la hierba fresca, la ANGUSTIA en una oscura cueva, la MENTIRA tras el Arco Iris… y hasta el OLVIDO, que ya había olvidado que estaba jugando al escondite. Pero sólo el AMOR no aparecía por ningún sitio. La LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando estaba a punto de darse por vencida, divisó un rosal. Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto, un doloroso grito se escuchó: las espinas habían herido en los ojos al AMOR. La LOCURA no sabía qué hacer para disculparse: lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su Lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la Tierra…

 
Mañana se casan R y R, Ricardo y Rosa, y me han invitado a que esté presente y presida la celebración religiosa. Bien estoy seguro de que esta vez el Amor no necesitó lazarillo. Con el ojo bueno acertó de lleno. Allí estaré, sin falta.

[El cuento está tomado sin permiso del blog "Mi pequeño mundo", que no es éste de aquí, sino este otro: http://mimundo-nerea.blogspot.com/2009/11/os-quiero-contar-un-cuento.html]

Julio Lois (y remate)

La última catequesis: en memoria de Julio Lois

José Cristo Rey García Paredes, cmf - Viernes 26 de Agosto del 2011
 
Dos acontecimientos de aparente desigual magnitud -pero a mi modo de ver interconectados- me han sorprendido en estos días: el final de la JMJ y la  despedida  del presbítero y teólogo Julio Lois. En uno se muestra la  emergencia y exuberancia juvenil de una Iglesia que muchos creían envejecida y en declive; en el otro la progresiva desaparición de un modo de ser pensador cristiano: el de quien está comprometido –siguiendo a Jesús- con la causa de los pobres y de su liberación.

En estos dos acontecimientos aparecen vida y muerte en singular batalla.  Por una parte el esplendor y empuje de una juventud -en números que exceden toda previsión- que está dispuesta a ser protagonista de una nueva evangelización y, por otra, el progesivo acabamiento de sueños posconciliares que no se han podido realizar.


Se ha ido extinguiendo lenta y dolorosamente sin que le haya sido concedido entrar en la tierra de su utopía. Forma parte de ese grupo de soñadores que han gastado su vida para que venga otro mundo posible, otra Iglesia posible. Pero se ha despedido de nosotros, solo abrazado a la esperanza contra toda esperanza. Se trata de Julio Lois.


No tuve la oportunidad de tratar con él. Sólo me queda el recuerdo de encuentros esporádicos en el Instituto Superior de Pastoral y el haber contado  con su confianza para formar parte del grupo de profesores auxiliares. Julio Lois  me llamó la atención por su estilo amigable, sencillo y humildemente elegante; también por la firmeza de sus convicciones y su parresía o libertad de espíritu. Era fácil apreciar que  vivía por una causa y que rehuía  fáciles e interesadas alianzas con aquello que para él no era absoluto.


He tenido acceso a su teología (libros y artículos). Escribía con admirable claridad, elegancia y ofrecía claves de vida, de transformación y compromiso. Julio Lois rehuía el exhibicionismo teológico y el tratamiento de cuestiones especulativas sin conexión con la transformación de la realidad. Quería  abrir caminos a la utopía del Evangelio y mostrar cómo ser discípulo de Jesús en este tiempo y en las circunstancias de nuestro mundo.


Julio Lois no creía en un Dios sin mundo, ni en un mundo sin Dios. El encuentro con Dios acontece en este mundo, en sus logros y sus fracasos. Donde más peligrosa pero también más intensa se hace la experiencia de Dios es en el fracaso de la pobreza, la injusticia, la exclusión. Para Julio Lois la piedra de toque de la ética y de la experiencia religiosa era el encuentro afectante y comprometido con “el pobre,  el excluido, el  sobrante, el ninguneado, el don-nadie”. La presencia eucarística de Jesús dentro de la comunidad es correlativa a su presencia existencial en la persona marginada, pobre, excluida… fuera de la comunidad. Tendemos a ocultar a las víctimas, a olvidarlas, a excluirlas de nuestras fiestas y celebraciones… Y con ello nos debilitamos como seres humanos éticos y religiosos.


Un seguidor de Jesús no puede permanecer indiferente ante las pobrezas e injusticias que este mundo genera respecto a millones de seres humanos. No es ético cruzarse de manos y desatender los gritos de los necesitados, las peticiones de los excluidos, o vivir como ricos epulones cuando Lázaro llama a nuestras puertas. La ética de la hospitalidad, de la dignificación de todo ser humano -cualquiera que sea su condición-, es la clave de una existencia cristiana auténtica.


Julio Lois  decía que el encuentro afectante con el pobre tiene un rostro “jánico” (dos caras): en él se puede experimentar a Dios, tal como Jesús nos lo reveló, o se puede experimentar la gran decepción, el escándalo y el rechazo o negación de Dios.


El pobre es lugar privilegiado de  experiencia de Dios.Julio, como profundo creyente, evocaba las palabras de Bernanos: ”No mires nunca el rostro del mal, sin rezar”: cuando uno conecta con el mal y ora ahí le es concedido experimentar a Dios. La compasión nos des-centra y nos  trans-ciende: “en el tú humano tocamos la orla del tú eterno” (Juan de Dios Martín Velasco). El “pobre”, el que “no tiene lugar digno en este mundo” es el “otro”, el “diferente” y todo lo que es “otro” nos acerca al  ”absolutamente Otro”, que es nuestro Dios y a la experiencia mística. La hospitalidad hacia el pobre, el excluido, nos abre a la hospitalidad hacia Dios mismo.

Pero, por otra parte, el encuentro con el pobre es el encuentro con un fracaso y también una experiencia peligrosa. “Que el verdugo pueda triunfar sobre la víctima” (Horkheimer) es la expresión de la impotencia de Dios y del escándalo de la fe en Dios. Hay personas que no logran rehacerse ante esta tremenda sensación de fracaso que ofrece nuestro planeta, cuando pensamos en millones y millones de seres humanos empobrecidos, hambrientos, enfermos y al borde de la muerte.. ¿Cómo reconocer a Dios, cuando al parecer nada hace para evitar el sufrimiento de sus criaturas, y se olvida de su Alianza con la humanidad, dejándola en manos de la injusticia? Por eso, Julio comprendía a quienes en su lucha por la justicia llegaban a rechazar al Dios de la religión y al mismo sistema religioso cuando se aliena en la búsqueda del poder y del dinero.

Julio Lois respondía a estas objeciones diciendo que era necesario “dejar a Dios ser Dios”. Y Dios es Dios retirándose para que el ser humano sea humano, libre, compasivo, providente. Dios crea espacios para que el ser humano asuma el protagonismo histórico que le compete y no sea solo un compañero pasivo de la Alianza. Dios no nos disminuye y por eso tiene todo el derecho a esperar de nosotros aquello que podemos dar con nuestro compromiso y nuestra imaginación creadora.


Julio luchó para que el Reino de Dios venga, se haga presente en medio de nosotros; luchó con las armas de la teología y a veces de la contestación, por un mundo nuevo, una iglesia nueva. Se está despidiendo de la tierra una generación de luchadores y luchadoras que todavía no vislumbran en lontananza la llegada de la tierra utópica que han soñado. Quizá hayan pensado en más de una ocasión: “en vano me he cansado”.  Irán desapareciendo poco a poco del escenario de la historia… Creo que hay que reconocer que eran personas enviadas por el Espíritu para sacarnos de nuestro sopor, de nuestro aburguesamiento y de nuestra falta de pasión. Julio nos ha dejado. Pero su actitud última no ha sido de desesperación. Todo lo contrario, en el momento más serio de su vida ha confesado su esperanza en la tierra utópica con este bello texto que transcribo:


“El sufrimiento derivado de la finitud de la creación y la palabra penúltima de todos los verdugos serán sepultados en el amor de Dios que tiene la última palabra para enjugar toda lágrima, superar toda contradicción, dar vida definitiva a los muertos y hacer que Él sea todo en todas las cosas” (Julio Lois).


La JMJ y la muerte de Julio Lois nos interpelan como dos palabras del Espíritu en nuestra tiempo. De seguro que esa juventud tan generosa de cualquier tendencia o grupo habría recibido conmovida y enardecida la catequesis de las grandes convicciones del creyente y teólogo Julio Lois. De seguro que el Espíritu no desaprovechará la oportunidad para que Julio Lois, con su pensamiento y su pasión, renazca en las nuevas generaciones que sueñan un mundo nuevo.

Miedo a la libertad


En los últimos días he tenido acceso a reflexiones, opiniones, comentarios y otro tipo de expresiones acerca del papanatismo y borreguismo de una parte de seres humanos y de todo lo contrario de otra parte de la humanidad. Incluso he llegado a leer que es el miedo a la libertad lo que distingue a un grupo del otro, que como es natural gozaría de lo que se conoce como “libre albedrío” con toda plenitud y en sana compañía.
Desde que Erich Fromm escribió su libro “El miedo a la libertad”, como igualmente desde que Daniel Goleman escribió “Emotional Intelligence”, suelo encontrarme por doquiera que transito afirmaciones rotundas que, más que citas eruditas, o argumentaciones de autoridad, o incluso complementos cultos en una amistosa conversación, parecen escupitajos en la cara. Aún recuerdo que alguien me abrumó citando una obra de Fernando Savater de cuyo título no quiero hacer publicidad, para hacerme ver que le había tratado malamente en el despacho parroquial, negándome a sus requerimientos.
Miedo, ese es el asunto. ¿Existe el miedo? ¡Claro! ¡Yo tengo miedo! Es una cosa que no he conseguido superar, a pesar de mi avanzada edad. Desde que recuerdo, lo he sentido. Pero no me importa, porque puedo decir que he vivido a pesar del miedo. Y lo mismo que yo, creo que la inmensa mayoría de la gente.
¿La libertad da miedo? Pues… no sabría qué responder. En mi caso tanto miedo podría tener a ser libre como a vivir en dependencia.
Pero lo que sí puede asegurar es que cada vez que he tenido que tomar un decisión importante, durante el tiempo que lo he estado dando vueltas, el miedo ha sido compañero inseparable; pero llegado el momento, el salto lo he dado “totalmente” libre y sin mirar atrás. Ejem, digamos que más bien “medianamente libre” y con el rabillo del ojo echando una mirada a ciertas cosas.
Un consejo, desde mi propia experiencia: cuanto más se dilate en el tiempo, cuántas más opiniones se consulten, a mayor cantidad de razones en pro y en contra que se ajunten para hacer un juicio ponderado, a demasiadas opciones contempladas, mayor será el sufrimiento y hasta es posible que más débil sea la propia voluntad. ¡Ay, el discernimiento! ¡Qué difícil! Aquí sí que vale lo de “in medio virtus”: ni pasarse, ni quedarse corto…
Y por cierto, la fe no suele estar ajena en mi toma de decisiones; fe en mí mismo, fe en las personas en quienes confío; y, por supuesto, fe en Abbá. Facilitar, facilitar, no lo facilita. Pero ayuda, vaya que sí.

Comiendo gratis

Esta mañana fuimos al campo de paseo. Nos salimos de lo habitual y escogimos recorrer un vallecillo de Torozos. Queríamos ir ligeros de equipaje y dejamos el almuerzo para el final. Pero no hizo falta echar mano del fardel. Cuando llegamos no teníamos hambre. ¿Será necesario explicar por qué?