Llegó una comadreja, un bichejo ágil,
sanguinario y pequeñajo, y fue ventilándose una a una, dos a dos y hasta tres a
tres, todas las gallinas que componían el alegre gallinero de mi amigo. Nada
sirvió para evitarlo, ni trampas ni cartones, alambradas y perros guardianes,
vigilancia nocturna ni luces de seguridad. Catorce gallinas cayeron, buenas
ponedoras, y también el gallo, aunque no era precisamente el gallo de Morón.
Llegó una comadreja y llegó una plaga.
La reflexión que este suceso me
provoca no es nada tranquilizadora, en absoluto. ¿Cuántas comadrejas juntas
pesan lo que una gallina ponedora? Así… a ojo puede que ¿10?, ¿15? ó ¿20?
Digamos, por poner un ejemplo, que sean doce. Dejémoslo en 10. Y ya puestos a
hacer cálculos digamos que una comadreja se come diariamente su mismo peso en
carne de presa. Con una gallina tendría alimento para diez días, en un mes,
tres gallinas. Pues no señor, esta ha necesitamos catorce, CATORCE.
Claro que no se las comía, sólo las
descabezaba. A la última, la pobre, sólo la quitó media ala, para que luego
nadie se queje.
La comadreja es una depredadora, mata
por matar, y se come lo que quiere, y el resto lo abandona. A la siguiente
noche, vuelve a repetir la hazaña.
Los pastores de esta tierra mía están
hasta las narices. Los lobos esquilman rebaños de ovejas, dejando muertas o
malheridas sin necesitar para nada su carne, sólo por oficio.
Los buitres, negros y leonados, qué
más da, ya no van a la carroña, ahora se abalanzan contra corderitos, o ternerillos
recién paridos, y, como no pueden llevárselos, allí mismo los despedazan y
malcomen.
Recuerdo de mi niñez, niño de pueblo
al fin y al cabo, que los campesinos tenían que defender sus cosechas y sus
ganados frente a una naturaleza que para nada es la arcadia feliz que ahora se
vende con tanta gracia, dulzura y Ecología, así se dice ahora. ¡Hay que ser
ecológicos, porque estamos matando la pacífica madre natura!
Resulta muy gratificante ir paseando
por el campo y probar frutos silvestres; la de veces que lo he hecho, y aquí
mismo he dejado constancia. ¡Qué satisfacción llegar a casa tras una excursión
por la montaña, y volver con los pulmones renovados tras tanto tiempo
respirando aire no contaminado! Y ¿cómo no esperar anhelantes el día programado
para acercarse a la playa a sorber iodo por todos los poros del cuerpo y salar
nuestras pieles con el sodio natural de la mar oceana?
Pero al mismo tiempo nos hemos ido
envolviendo en vacunas, protectores, fungicidas, herbicidas y toda una larga
serie de agentes hasta hacernos puros espíritus puros, tan puros, que damos
pena.
La misma pena que tiene ahora
Mariamma, senegalesa de nacimiento, vallisoletana de adopción desde hace más de
seis años, que a pesar de su cargamento de medicinas preventivas, ha vuelto de
su visita a Senegal, su país, con paludismo.
Mi amigo ha decido volver a poner
gallinas, y tendrá que armar un gallinero como dios manda. Las pobrecillas
podrán salir a escarbar durante el día, pero por las noches a clausura. No hay
otra. Ahí fuera, es la guerra.
Hola, no sé cómo he llegado a tu blog, y me ha encantado leerte. A mi hijo pequeño le detectaron hipercolesterolemia hereditaria a los 5 años, así que imagínate si te entiendo!. El pobrecito no come ni un dulce, ni una simple patata frita, y aún así, su cuerpo fabrica el colesterol malo. Se medica, y lo hará de por vida. Pero hay pocas cosas más tristes que decirle a un niño que no puedes darle un caramelo.
ResponderEliminarSaludos, te sigo leyendo.