El día después

No vi el partido, porque me pongo muy alterado; pero lo seguí por mis vecinos que, con sus voces indicaban cómo iba todo. El gol sonó como un ejército en plena vorágine, presto a la batalla. Estaba preparando la cena y corrí al televisor; vi el gol de Torres. Precioso. Y eso que no entiendo nada de furbol.
Parece que ya tenemos equipo. Alegre, con desparpajo, joven, bullicioso, capaz de devolver al aficionado el entusiasmo por este deporte que interesa, de una manera o de otra, a todos, o casi.
Ahora que somos campeones duelen menos las hipotecas, la crisis, el parón en la construcción, la subida de precios, -qué subidón-; y por si fuera poco llegan las vacaciones…
En fin, el paraíso.
He dormido como un cesto, y después del paso con los politos me he metido con las parras, que estaban como un bosque; las he dejado bien ligeritas de ropa. El verano no va a ser un problema para ellas.
Estoy almorzando y en cuanto avíe la casa me voy a la piscina a disfrutar y relajarme.
Este diario que sólo me interesa a mí puede esperar hasta mañana, o hasta cuando me apetezca volver a escribir algo.
Ah, lo de Zapatero sí que es una maldad. Será gafe, pero tampoco hay que echárselo en cara de esa manera; ya son ganas de fastidiar.

La parroquia en internet

Me ha sorprendido, pero hoy aparece por fin la página que tanto me ha costado elaborar en internet. Y aparece por varios sitios y de varias maneras. Como mapa aparece en primer lugar. No diré que estoy eufórico, pero casi.
En todo caso habrá merecido la pena todo el follón si la gente encuentra la información que busca con facilidad.
Iré haciendo cambios según lo vaya viendo, pero ya más tranquilo. Me podré dedicar a otros menesteres.

Parada y fonda en Castromonte

Comimos y sesteamos durante la tarde del domingo en Torozos. ¿Qué mejor sitio y qué mejor compañía? Maribel y Jesús nos acogieron como siempre, con cariño. La casa fresquita y la tranquilidad de un pueblo que se niega a ser contaminado devuelve la paz al ánimo inquieto del urbanita.
Un paseo por las calles, una charla corta y amable con vecinos, una salida breve al valle con Moli y Pancho retozando, la potrica ya crecida y lustrosa (¡cómo se cría la condenada!) y la gran casona vacía y desangelada por los que ya no están. Un poco de todo, alegría, nostalgia, recuerdos vivos, sombras y silencio…, vamos la vida misma.
De vuelta a la ciudad, paralizada por el partido de España con Italia, uno se siente vivo y, sin ánimo de hacer mala trascendencia, enganchado a muchos por el cariño y la necesidad.
Un domingo más, que no se desperdicia, sino que te entona para seguir discurriendo por la vida.
Como es habitual, una noche sosegada y un sueño profundo y reparador.

Un día como otro cualquiera

Por fin he terminado la dichosa página de la parroquia. He mandado a amiguetes el enlace para que opinen y evalúen, y según lo que digan modificaré lo que sea pertinente.
No ha sido difícil, pero sí entretenido. No conocía el programa de googlepages y he tenido que leer y escribir incluso en html o como se diga, que no conocía tampoco. Pero creo que ha quedado al final algo relativamente digno.
¡Qué conformista soy!

En otro orden de cosas, Arguiñano ha dicho un chiste en su programa que me interesa no olvidar. Lo voy a transcribir para que no se me olvide, aún a pesar de que carezco de la gracia para hacerlo.

Esto es un cura que se cae en un pantano.
El pobre se va hundiendo en el barro, y al rato el agua le llega a las rodillas.
Llegan los bomberos del pueblo a rescatarlo. Y el cura les dice:
"No os preocupéis. Dios proveerá".
Los bomberos se retiran.
Pasa una hora, y el cura sigue hundiéndose, y el agua le llega por la cintura.
Vuelven los bomberos y reciben la misma respuesta del cura:
"No os preocupéis. Dios proveerá".
A las cuatro horas, el agua le llega al cura a la altura del cuello.
Aparecen de nuevo los bomberos a ayudarle, y el cura se lo impide con la retahíla de antes:
"No os preocupéis. Dios proveerá".
Llega la noche y el buen cura se ahoga.
Como buen cura que era llega al cielo y es recibido por San Pedro. Inmediatamente pide audiencia con el Padre Eterno. Al cabo de un rato es recibido en la sala privada.
Y el cura le increpa al Buen Dios:
"Señor, te estuve esperando para que me ayudaras, y no apareciste. ¡Así me aprecias!
Y Dios Padre, el Abba, le responde:
"¡Cabezota! Por tres veces te envié a los bomberos y no quisiste hacerles caso. ¿Qué más podía hacer?"

Resulta un chiste, pero es teología profunda de andar por casa. Lo aprovecharé para alguna ocasión.

Y con esto se zanja el tema

Ha pasado más de una semana desde el evento que originó mi incursión en el blog. Y las cosas han vuelto a su cauce de siempre.
Me equivoqué; simplemente me equivoqué. Inicié esto buscando ideas, experiencias, incluso confidencias. Como si internet fuera un paño de lágrimas o la solución a cualquier tipo de problema. Y sí que lo es en cierta manera. Busques lo que busques, lo necesites o no, ahí está; alguien lo "colgó" en algún momento y nadie se ha molestado en suprimirlo aunque el autor ya ni se acuerde de ello; aunque ni se haya ocupado en comprobar si sirvió de algo a alguien; si fue útil, o un mero artificio caprichoso.
Pues, eso, que me equivoqué invocando a la red de redes. Nadie respondió. Empecé tarde, es verdad, casi sin tiempo; pero había oído que en internet las cosas vuelan, las respuestas son inmediatas, todo se propaga al instante.
Iluso de mí; el tema no importa, no llega a la gente, preocupada o interesada por otras cosas.

Si así están las cosas, volvamos al principio.
Han pasado ya unos días como para que tenga perspectiva suficiente de hacer una valoración pausada y moderada.

Mereció la pena reunirnos; sin peros. Mereció la pena recordar que fuimos niños y que ya no lo somos. Mereció la pena comprobar cuánto hemos cambiado y cuánto ha cambiado el resto: la ciudad, la sociedad, la cultura, la religión…

Una sola cosa voy a destacar. El colegio de Lourdes era el mismo en cuanto al edificio. El resto era irreconocible. Los ex-compañeros, -conservaban de alguna manera la fisonomía de la infancia-, son ahora abuelos respetables, jubilados algunos; gente situada: médicos de prestigio, profesores universitarios, empresarios de renombre. Los ex-profesores (hermanos de La Salle - baberos) ancianos beneméritos que perdieron el empaque que yo recordaba. Los patios (3) donde jugábamos están acondicionados para nuevos deportes. Las aulas de 60 chavales son ahora cómodas dependencias dotadas de sofisticada tecnología para no más de 20 privilegiados alumnos y alumnas. El cine no lo vimos, seguro que está apolillándose. El comedor de los internos, aquel tétrico lugar que olía a fritanga, es ahora una sala diáfana y luminosa donde se huele y se come lo que alguna empresa cocina desde algún otro lugar. El despacho del hermano director, la sala de la comunidad, -donde íbamos a recibir el castigo merecido-, la portería, la enfermería, la librería… ¿dónde los han metido?
Pero ¿la capilla? Era la misma. Es cierto que habían realizado cambios: el altar de cara al pueblo, los confesionarios disimulados, los reclinatorios de los hermanos suprimidos, megafonía moderna; y para de contar. Entrar en ella era entrar otra vez en aquella misma capilla donde de pequeños, en ayunas, los primeros viernes asistíamos a misa a primera hora, saltándonos la clase de turno; donde los domingos asistíamos a la misa de mañana y a la exposición del santísimo en la tarde, antes de asistir a una película por 1 peseta (o eran 50 céntimos, ya no me acuerdo). Incluso era la misma donde se lucían los congregantes y el coro del hermano Julián, la ESCOLANÍA.
Que tenga la sensación de que no ha cambiado nada no significa que no haya cambiado. Claro que lo ha hecho. Y esto me produce una sensación de cierta perplejidad. ¿La Iglesia no cambia? ¿La Iglesia no tiene que cambiar?
Si 49 años no son suficientes para olvidar algunas cosas es posible que no haya que desfallecer ni desanimarse cuando lo que intentamos no sale tan pronto como quisiéramos. La historia es muy larga y da para todo.

Para terminar: comimos juntos, rato muy agradable en el que hablamos más del presente que del pasado; lo normal, dónde andas, que tal la familia, los tiempos han cambiado, ahora es distinto, etc. Para irnos, al final, cada uno a nuestro sitio.
Del pasado habló, mejor hablaron, Quintín e Ignacio en el flamante salón de actos del Colegio.

Y como esto sólo me interesa a mí, voy a poner a continuación las cosas que me da la gana.

Las oraciones

Acto Penitencial

Al comenzar esta celebración presentamos nuestras vidas a Dios Padre-Madre de todos, y reconocemos que no todo en ellas es limpio, claro y transparente. Por eso invocamos al Señor Jesús, que desde el principio nos llamó a ser sus testigos y nunca nos ha fallado:
- Tú que siempre nos perdonas porque nos quieres mucho. Señor, ten piedad…
- Tú que siempre nos ayudas porque nos quieres mucho. Cristo, ten piedad…
- Tú que siempre nos escuchas porque nos quieres mucho. Señor, ten piedad…


Oración colecta

Padre-Madre de todos los seres humanos: Para ti nadie es desconocido. Antes incluso de que el mundo pensase en nuestra existencia, tú ya susurrabas nuestro nombre y sonreías con ternura.
Que el gozo que sentimos al darnos cuenta de que nos conoces y nos eliges nos sirva para crecer como amigos, hijos tuyos y como comunidad de los que creen en ti.


Oración de las ofrendas

Tu presencia en nuestras vidas transforma hasta el más pequeño de nuestros esfuerzos en ocasión de recibir tu gracia. Que así mismo hoy transforme pan, vino, sudores, tristezas y alegrías en sacramento de vida para nosotros.


Oración de postcomunión

Amigo-hermano Jesús: Como al mejor de nuestros amigos te sentimos ahora dentro de nosotros; te damos las gracias porque esa presencia tan íntima nos ha ayudado y alentado durante nuestra vida para vencer todas las dificultades del día a día y así derramar amor en medio del mundo.
Continúa tu presencia salvadora en nosotros.

La homilía

No sé quién dijo: "Algunos hacen historia. La mayoría cumplimos años". Ni siquiera sé si se dijo alguna vez, pero no me gusta en absoluto. Pensar que esta historia grande en la que estamos inmersos es obra de algunas personalidades escogidas no se compagina ni se compadece con mi concepto de la dignidad de que estamos revestidos todos los seres humanos.
Es verdad que me abruma pensar que desde que dejé este colegio, (bueno, desde que lo dejamos todos nosotros), han pasado por aquí 44 generaciones de alumnos. Antes ya lo habían ocupado más de 75 (recordad que celebramos las bodas de diamante del colegio). Y a buen seguro que continuarán desfilando cientos de ellas después de ahora. Esto da una idea no muy aproximada de la pequeñez de cada uno de nosotros. Pero con ser tan mínima, ES. Nadie existe para nada, todos tenemos nuestra tarea y de todos depende que la humanidad progrese.
Tendremos oportunidad de escucharnos en el rato que vamos a pasar juntos y nos enteraremos de nuestras andanzas durante todo estos años pasados. Ahora me limitaré a comentar la Palabra de Dios para ayudarnos a participar en esta mesa redonda de la amistad que Jesús nos ofrece.
¿Quién era Abraham? ¿Quién era Mateo? ¿Qué era Israel? Humanamente, muy poquita cosa.
Abraham era jefe de una insignificante tribu nómada, que recorría el desierto con sus ganados.
Mateo era funcionario posiblemente corrupto a favor del imperio romano invasor; un pecador público a quien ningún judío piadoso quisiera tratar.
El pueblo de Israel ni siquiera era pueblo, sino un revoltijo de pequeñas tribus que recayeron en Egipto forzados por el hambre.
Dios los llamó para que fueran instrumentos suyos a favor de toda la humanidad. Como humanos que eran cumplieron con dudas y altibajos, pero cumplieron. Abraham es desde entonces nuestro padre en la fe; hasta San Pablo lo pone como modelo de situarse ante Dios con devoción y fiarse de Él: «Se persuadió de que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le fue computado como justicia.»
En un momento que cada uno de nosotros sabrá situar en su historia personal, Dios también nos llamó para que nos fiáramos de Él y dejáramos que Él fuera tejiendo a través nuestro la urdimbre del Reino que había soñado en su amor hacia los seres humanos.
Cómo respondimos entonces, sólo Él puede valorarlo.
En todo caso, en este momento, sesentones todos pero con ganas renovadas de vivir y comunicar alegría, se nos ofrece la gracia de renovar nuestra respuesta a su llamada, y comprometernos de nuevo con su plan de amor. Dejemos que Él permanezca en nuestra vida, (o dejémosle entrar si es el caso), porque no se trata a su servicio de llevar a cabo grandes y maravillosas empresas, sino de tener un corazón misericordioso y rendirle culto en espíritu y verdad.

El credo

Creemos en Dios, Padre de todos, que nos quiere sin medida.
Creemos en Jesús, nuestro hermano, que dio su vida por nosotros.
Creemos en el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús que nos da fuerza y alegría.
Creemos en el amor, que sí es posible entre los hombres.
Creemos en el perdón, en la reconciliación y en la amnistía.
Creemos en el trabajo que nos permite ser creadores de nuestro mundo.
Creemos en la amistad, porque no hay otra forma más bonita de vivir.
Creemos en la generosidad y en que merece la pena compartir todo en la vida.
Creemos en la Iglesia, que somos todos y que tenemos que seguir construyendo entre todos.
Creemos en la igualdad de todos los hombres y de todas las razas.
Creemos en la justicia, porque este mundo es para todos, sin excepciones.
Creemos en la libertad, porque para ella nos liberó Jesús.
Creemos en la misericordia que mueve nuestro corazón a acoger a todos los hombres como hermanos.
Creemos que debemos vivir como resucitados porque hemos sido llamados a la vida.
Creemos en la solidaridad hacia todos los hombres y hacia todos los pueblos.
Creemos en la tolerancia y en el respeto de todas las ideas, esperanzas e ilusiones.
Creemos en la imaginación: la imaginación al poder, para que juntos descubramos nuevos caminos.
Creemos que merece la pena estar alegres y contagiar alegría.
Creemos que la esperanza permite pensar y construir el futuro.
Creemos que la delicadeza debe presidir nuestros actos y animar nuestra vida, para que todo sea posible entre todos.
Creemos que nadie debe crecer sin educación, para que todos tengamos cultura y nos podamos defender.
Creemos en el Evangelio, la buena noticia de Jesús para todos los hombres.
Creemos que hay que recuperar la inocencia, para que seamos limpios y hagamos las cosas con honradez y claridad.
Creemos que hay que ser valientes, para defender a todos de cualquier atropello.
Creemos que todos estamos llamados para cosas importantes.
Creemos necesario alcanzar la unidad entre los cristianos, para que nuestro testimonio sea convincente.
Creemos en la oración, porque no todo está en nuestras manos.
Creemos que la naturaleza merece más respeto: queremos habitar una tierra limpia y hermosa.
Creemos que las guerras no llevan más que a la destrucción. ¡Queremos la paz ya!
¡Creemos que es posible un mundo donde todos seamos hermanos!

Un reencuentro. Muchos de los que fuimos.




















Señor, quiero ser el amigo que comprende
aunque las apariencias engañen;
el amigo que desde lejos
hace sentir su presencia.

Quiero ser, Señor,
un amigo que no distingue razas,
ni edades, ni credos, ni política, ni distancias.
Quiero saber conservar la verdadera amistad
como el más maravilloso de los regalos.

Quiero ser el amigo que profesa un afecto desinteresado y personal,
que cuida del trato y es generoso con el tiempo.
Quiero ser un amigo leal, llegar a sentirme como hermano.

Nada hay más noble y escaso
que un amigo de verdad.

Por fin nos juntamos la generación del 48

En el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes, de Valladolid, nos reunimos los que fuimos compañeros hasta 1964. Todo muy preparado. Nos juntamos cerca de 80 personas, entre compañeros y acompañantes.
No es el momento de más. Poco a poco iré anotando las impresiones y sugerencias que este evento me ha producido.

En vísperas

Mañana me juntaré con mis antiguos compañeros. No he pensado demasiado en ello. He preparado las cosas que me corresponden y lo he hecho a la primera, sin retocar demasiado. Estoy expectante. ¿Qué sentiré? Posiblemente nada en especial, pero no lo sé.
Han pasado muchos años, y el resquemor que me dejó ese colegio por su comportamiento tan poco en sintonía con lo que nos enseñaban (o decían que querían enseñarnos) ya es agua muy pasada.
Espero no encontrarme como un extraño.