Y ahora ¿qué?


Tras este viaje a ninguna parte, los sueños que albergaron muchas gentes tornan en arena que se les escurrirá entre los dedos apenas se tranquilicen y sosieguen. Trajeados y equipados para la fiesta, mudarán tristes y cabizbajos al equipo de faena, y ojala no humillados a la realidad que siempre ha sido.
¡Qué antítesis más deprimente de aquel “Se fueron llorando, llevando sus semillas; vuelven cantando, trayendo sus gavillas”!
Estoy de enhorabuena, a pesar de todo. Volveré a la normalidad, a escuchar las noticias si me apetece, o a ver películas o futbol, aunque no me guste; dejará de ser obsesión, y a todas horas, el procès y sus figurantes, cuyas caras —permanentemente expuestas en los medios— ya no me apetece más volver a ver.
Lamento qué pueda pasar entre vecinos, entre amigos, entre familiares, que han sido rechazados, negados y humillados. Yo estoy demasiado lejos, más de 500 kilómetros lineales, de vivir lo que a partir de ahora pueda ser una convivencia imposible.
Puede, sin embargo, que algo llegue a salpicarme. No importa. Lo soportaré. Ya he aguantado sin llorar ese grito que me ha llegado a hacer daño, Visca la llibertat!, como si yo fuera parte de su problema. ¿Lo habré sido de verdad?
A ellos y ellas les tocará restañar… y perdonar.
A todos les deseo lo mejor.
Bona sort, Catalunya!

Citando a Goya, aunque no proceda.
Noche de insomnio



Con una humedad ambiente del 100%, 4° C y un sensación muy próxima a los 0° por culpa de la velocidad del viento, la puñetera niebla habitual de mi ciudad ha hecho acto de presencia, sumiéndome en un estado depresivo que presagia otro día tormentoso.
¡Y ya van siendo demasiados!
¡Que termine esto de una vez!
¡Que se abran todas las puertas y se queden quienes lo deseen!
Están dando las 10 de la mañana de un 19 de octubre, y el verano ha sido aplastado por el terrible invierno, un invierno mal venido que amenaza persistir más de lo previsto.
Dan las 10 de la mañana y el sol se hace hueco entre la bruma.
Tengo que aviarme que estoy convocado y llegar a tiempo, pero no me quedan ganas.
Se me han roto los afectos, los lazos en vez de deshacerse se han cortado, y los flecos malamente podrán volver a enlazarse.
No va a ser un buen día, desgraciadamente, ocurra lo que ocurra, se diga lo que se diga; ya no importa quien empuje ni quien resista, la razón ha quedado devaluada, la emoción se ha enturbiado, la fuerza ha perdido el sentido.
Me voy antes de terminar el partido. El resultado final es desfavorable para ambos equipos. Esta liga está perdida, definitivamente.

La jaula vacía



Desde esta mañana tengo reparo en entrar en la cocina: nadie me saluda ya y ese silencio es una pesada losa para mí.
Bienve ya no está.
¡Qué terrible es la muerte!
Pero la vida sigue, y no de cualquier manera, ¡afirmándose!
No lloraré por mi periquito. Tampoco por Cataluña. Sí lo haré con los gallegos. Ojala pudiera hacer más por ellos.

Si mi jaula ya no tiene ningún sentido, la que baña el Mediterráneo empieza a serme cargante. La otra, desolada por el fuego criminal, volverá a lucir hermosa como siempre no tardando.


¡Nunca máis!

Rezando nona en una appel tienda




Allá me fui con la comida en la boca y muy despierto sin haber disfrutado de mi siesta. La necesidad lo requería. La mañana entera pasé tratando de imprimir un papel que había que presentar ineludiblemente en el registro municipal, y cuando por fin lo conseguí cogí el teléfono y llamé a la central appel: mi mac daba problemas. Muy atentísima, una persona desde Barcelona fue indicándome los pasos de comprobación escritos en las ordenanzas, sin conseguir que el aparato respondiese convenientemente. Tras no querer explicarse acerca de lo que allí ocurre, —¿qué quiere que le diga?—,  se declaró incapaz de resolverme el problema y me remitió solícita al taller; ella no podía hacer más. Media hora de telefonía inútil, pero agradable.
Llegué a la novedosa tienda con la lengua fuera y sudando por todos mis poros. El sol era inclemente y no había forma de aparcar el auto; había allí más gente que en la calle en semana santa. Y el viejo(?) mac pesa lo suyo.
Me salió a recibir un encargado tableta en mano. No tiene cita… Pues no, pero me urge; no salgo de aquí si no es con esto arreglado o una máquina nueva, respondí. Bien… lo anoto y en cuanto haya un hueco le avisamos. De aquí no me muevo, espero lo que sea, tengo de límite hasta las 7 de la tarde. Eran las 3 y cinco. Le avisamos al móvil. De acuerdo, pero no me voy a ninguna parte, ahí me siento. Y me senté.
Podía optar entre mirar al personal repartido entre los diversos mostradores, unos recibiendo información, otros planteando dudas, aquel que si móvil no se qué, la de más allá que si su portátil no hacía no sé cuánto… Y también podía abstraerme del ambiente y relajarme hacia dentro. Y a través del iphone enlacé con el rezo de la horas y empecé nona.
No llegué a terminarla. Alguien vino a atenderme. Todo lo demás fue de corrido. La vieja(?) máquina —diez añitos justos— había hecho crack y había de ser sustituida.
Y lo fue. Ahora estoy tratando de organizarme con la nueva, que, para empezar, utiliza un teclado diferente y cada golpe de tecla supone borrar y volver a escribir.
Pero tengo por delante toda una vida. Con este trasto me jubilo.

PD. La modernidad ha traído muchas consecuencias. Una, y no menos importante, es que ahora un clérigo puede estar con el breviario en la mano en un lugar público y pasar totalmente desapercibido entre la multitud.
Esto con toda seguridad molestará a muchos. A otros, sin embargo, les parecerá de perlas.
A mí ni me va ni me viene. Es cómodo y práctico, sencillamente.

“Pero de nuevo vendrá la luz”



Así se expresó mi arzobispo, cardenal Ricardo, más cardenal hoy que nunca al presidir el funeral en la catedral, rodeado de todo su pueblo. No le vi lágrimas, pero sentí su llanto interior.
“Hay ocasiones en que las tinieblas nos envuelven y no vemos nada”, dijo en un templo abarrotado, tal vez porque mirara hacia abajo, en el amplio espacio delante de él, cuyo centro ocupaba el féretro con el cuerpo muerto de Fernando.
Perdido entre la muchedumbre, sin pararme a calcular cuántos entrábamos por metro cuadrado, le escuchaba fijarse en el Crucificado para, a pesar de la amargura, afirmar su confianza en el Buen Padre. “Podemos con su Espíritu decir al Señor: Tú eres la fuerza de mi salvación” fue una frase suya que me espabiló cuando ya me desvaía en pensamientos derrotistas.
Fue muy breve, la verdad. Una celebración austera y plena de contenida emoción. Concluyó sus palabras así: “Que la Virgen María, Madre de misericordia, muestre su Hijo a nuestro querido hermano. Que así sea, y que desde el Padre, nuestro Rector no deje de alentarnos en la respuesta fiel a la vocación amorosa del Señor”.
Entonces vi llorar, abrazarse, cogerse de las manos… Habían sacado a hombros el féretro hasta fuera, escoltado por cuantos le habíamos despedido en un acto litúrgico que me recordó vívidamente lo que sé de aquel cenáculo evangélico.
Cuando salí al mediodía soleado, volví a la realidad que creí aparcar al entrar hora y media antes. Todo seguía igual. Pero al pedalear hacia mi casa pensamientos iban y venían. Esto se arregla, me decía. No importa lo que hagan unos y otros, lo que hagamos todos, o no haga nadie. Esto tiene solución. Lo ha dicho don Ricardo. Se lo hemos escuchado y nos lo hemos apropiado. Incluso lo hemos celebrado. Creemos en ello.
¡De nuevo vendrá la luz!

No tenderé sábanas blancas



No estuve en la plaza mayor. No fui vestido de blanco, ni me sumé a nadie para reclamar diálogo. No formé parte del pequeño, mediano o gran tropel de gente que se constituyó a la hora señalada, las 12: horas.
En mi ausencia, que nadie pretenda incluirme como uno más allí presente, porque si así fuere, demandaré a quien lo hiciere por faltar a la verdad y utilizarme en su provecho.
Falté a la convocatoria por considerarla inútil. No hace falta el diálogo que se solicita enarbolando una bandera blanca. No es necesario establecer un armisticio. Menos aún ofrecer la rendición.
¿Que calla el gobierno? Está hablando la Constitución; escuchémosla a través de los dictámenes judiciales. Ni siquiera el dinero debería suplantarla. ¿Lo está haciendo? ¿Desgraciadamente será él quien ponga orden?
Espero y deseo que no. ¡Ardientemente!

¿No caeré en esa trampa?



Hace tiempo comenté a una persona amiga: “El independentismo catalán puede despertar al león”, y enseguida vi que no me había entendido, o que mi frase no era lo suficientemente explícita.
Anoche le dije: “Ves, tenía razón; se despertó”.
En lo que conozco a esta persona siempre ha votado a partidos de izquierda. Si hubiera elecciones esta semana, ella votaría sin dudarlo a la derecha.
He visionado todas las imágenes, he aguantado videos, he leído noticias, comentarios, he escuchado eslóganes, gritos e insultos. Sí, también he visto sangre. Y he visto a unos polis buenos paseando "sin defensas" entre la gente, recibiendo aplausos de “los suyos”, y a polis malos armados por si acaso que pegaban a la gente. Pero también he visto muchas personas, —con niños, ancianos e impedidos—, haciendo frente “pasivamente” a quien detentaba la autoridad legal y democrática, en una suerte de rebelión premeditada, escrupulosamente calculada y organizada hasta en los más pequeños detalles, con apariencia de pacífica fiesta campestre; una encerrona en toda regla a nuestro sistema de vida democrática, a una convivencia ordenada y relativamente justa que venimos disfrutando muchos años el pueblo español.
No se trata de una lucha por logros sociales, acabar con las desigualdades, restituir derechos conculcados, rescatar colectivos marginados, defender a los más indefensos, dignificar y alcanzar cultura, pan y casa. Sino precisamente de lo contrario: dar más a quien ya tiene más que los demás.
Mi grado de hartura ha llegado a una altura imposible de medir. Puedo colapsar, como los edificios mal construidos o sometidos a fuerzas ciclópeas.
Sé, o creo, que todo es una trampa. Puede que en cualquier momento surja un mago que extraiga de su chistera el monigote ahí encerrado o un enorme globo que se pierda en lo alto de los cielos. O puede que yo esté soñando y despierte.
Sueño con ello, incluso lo deseo. Por eso trato de contenerme y no adelantar un paso que resulte imposible desandar.
Dicen que Rajoy ha creado más independentismo que toda la historia anterior. Puede. Puede que sea él, precisamente, el único que en este momento representa el único referente respetable del estado de derecho en nuestro país. Y bueno, él y algunos jueces, y también los policías y los guardias civiles que han pegado y han recibido la mala baba en el cumplimiento del deber.
Reniego de los partidos de izquierda que no han hecho nada positivo en mucho tiempo.
Y a quienes se han servido, en conciencia por supuesto, de su condición de clérigos para abusar de lo que no es sino una encomienda y un servicio en favor de todos, simplemente los ninguneo. Ni los templos ni los pectorales pueden utilizarse así.