Dedicatoria


Ha debido llegar antes de misa, y, no sé cómo, ha dado con su libro; lo tenía en la mesilla. Me lo he encontrado antes de comer encima de la mesa camilla, con esta dedicatoria de su puño y letra:
En realidad, no sé si Andrés ha tratado de dirigirse a mí o de expresarse a sí mismo. Acojo su escrito como dicho por él en nombre de muchos: así soy, de esta manera nos consideramos; esto es lo que buscamos, no nos contentaremos con menos.
Por encima de la niebla, de Andrés C. Bermejo, no es sólo un libro de poemas. Es todo un ideario y un compromiso.
Gracias, Andrés, lo tendré en cuenta. Me esforzaré por estar a la altura.

Setas


Los fines de semana invaden nuestro sendero aguerridos biciclistas que, con la pretensión de hacer deporte, ponen en peligro nuestras integridades. Dan voces para que nos apartemos, imponiendo su preferencia, y ni siquiera lo agradecen, como hacen los buses urbanos: “Gracias por ceder la prioridad”.
Para no volver del paseo de mal café, ayer decidí abandonar la senda y transitar campo a través. Sorpresivamente había metido la máquina en el bolsillo; de tal manera pude tomar esta instantánea:
En el pinar, en cuanto sales de la ruta trillada, puedes encontrar cosas interesantes. En el pinar y en otras muchas partes. Es preocupante comprobar que allá donde acuden masas, todo termina por ser plano.
El caso es que este hongo, –ignoro cómo se titule–, me llamó la atención. Los que suelo ver cuando paseo son muy sencillos, y ya supongo que no tendrán ninguna importancia culinaria. Lo digo porque sigo viéndolos algún día después, ya prácticamente impresentables. Éste, sin embargo, está vistoso.
Dado que sobre este particular mi ignorancia es supina, ni se me ocurrió tocarlo. Sólo me acerqué lo suficiente para fotografiarlo. Poco después encontré otro, éste:
 Esta mañana ya no los he visto; puede que alguien los haya recolectado, puede que nuestros pasos inciertos no atinaran con el recorrido anterior. Tampoco pasa nada. Las setas no me interesan, ni en el plato ni en el campo. Será porque no sé nada sobre ellas. ¡Qué lejos estoy de los que atesoran en una sola jornada ilegales cantidades, susceptibles de persecución a cargo de la benemérita!
Justo al final, ya de vuelta, aparece el enmascarado sobre ruedas, pasa a unos metros de nosotros y ni se digna saludar. Él por el sendero, nuestra tropa haciendo nuevo camino. Pero vernos, vaya que nos vimos. Como a las setas presumiblemente venenosas, por muy bonitas que aparezcan, hay quien usa bicicleta, pero no son gente de paz. Lo más cerca, a la distancia.

Vuelta a la normalidad



El comienzo del curso catequético, en medio de las obras que durante dos meses ha tenido el patio/jardín parroquial atestado de maquinaria y materiales, e inutilizadas todas las salas, resultó una aventura para la chiquillería y un quebradero de cabeza para mi humilde persona. Al final todo resultó, sólo resultó. Ni bien ni mal.
Estaba esperando el momento de que todo volviera a su ser, para ver si es posible que funcionemos también en la normalidad. He comprobado que sí. Porque tenía mis dudas.
Mientras los papás y las mamás esperaban en la calle, –no hay manera de convencerles de que es mucho mejor que entren dentro–, sus vástagos estaban desparramados en grupos por los habitáculos completamente remozados. Nadie se ha fijado en que ya no hay manchas en los techos, ni desconchones en las paredes, tampoco han caído en la cuenta de que las puertas ahora son blancas, no marrones, y han pasado de largo ante el curioso artilugio que atraviesa cada sala del que penden las luminarias de tubos fluorescentes. Ellos a lo suyo y lo demás para quien corresponda.
¿Cabría imaginar mejor inauguración?

Perra apaleada, de la fregona huye


Han tenido que pasar doce meses menos unos días para que mi perrita Luna deje de temblar cada vez que me pongo de limpieza en casa. Se conoce que la animalita, que aunque cariñosa a más no poder también es terca como una mula, ha probado alguna vez cómo sabe un palo en los riñones. Así que era que yo me pusiera de faenas domésticas, y ella corría a esconderse en cualquier parte, a ser posible debajo de mi cama.
Hoy, sin embargo, ha permanecido quieta sobre la butaca mientras yo barría mi habitáculo. Algo hemos ganado, he pensado mientras recogía la tierra que he metido del jardín junto con sus pelos y los de Gumi y Tano.
Mientras intento escribir esto, Tano insiste en ¡aupa!, rascándome las piernas. También este individuo llegó brioso, y aún conservo cicatrices en las manos de sus mordiscos. Tardamos en dar con el asunto, una alergia le volvía loco de remate. Curado el mal, se ha vuelto un animalillo juguetón y lamigoso. Ahora mismamente está retozando con Gumi, que en su postrera edad, –ha cumplido siete años–, se porta con el pequeñajo como cualquier abuelete que se precie.
Visto lo cual, Luna también apela a mis caricias y esto se empieza a poner imposible. Yo lo soluciono levantándome y cogiendo los ramales; inmediatamente los tengo firmes y en posición de salida, es la hora del paseo.
Retomo la escritura y constato que mis vivencias con mis amiguitos no distan de la experiencia que tengo con los humanos.
Tras otra larga interrupción vuelvo al escrito, pero ya no recuerdo cómo iba la cosa ni encuentro un hilo al que agarrarme. Así pues, este cosido va a resultar un mal hilvane. Dos partidos de categoría suspendidos y otro celebrado no sé muy bien si con la cabeza o los bajos. Ver a Inglaterra y a Francia cantando la marsellesa es demasiado para mí, aunque esté en la cabecera de todos los periódicos. Y el resto es abundar sobre lo mismo, de modo que tendremos guerra. Menudo negocio para los industriales del ramo.
Menos mal que Luna ha perdido el miedo y no se ha puesto a hacer cosas raras.

Por encima de la niebla



Andrés me ha entregado su nuevo libro de poemas. Es más “gordo” que el anterior. Y también mejores introductores: Miguel Delibes, Nicolás Borrego, Joaquín Díaz, Sergio López y Mercedes Aurora Blanco.
Y un detalle que no puedo callarme: una dedicatoria a todos sus alumnos y alumnas desde que empezara a ejercer su vocación/profesión de maestro. Están todos los nombres, a partir del curso 72 hasta el 2007, en las seis apretadas páginas iniciales.
En este día brumoso, en lo climatológico y en lo anímico, me lo dio con prisas, porque era la hora de empezar la Eucaristía. Ya encontraremos el momento para la dedicatoria.
No los he contado, pero calculo doscientos textos, de entre los que me parece destacar el que pone título a la edición.
POR ENCIMA DE
LA NIEBLA

Hoy hace niebla,
hay niebla;
pero detrás de los cristales,
arriba,
en el cielo,
como todos los días,
ha salido el sol;
hay sol
por encima de la niebla.

Es como un cuento:
la niebla
esconde princesas,
esconde piratas
en los mares,
cisnes negros y blancos
en los lagos,
y hasta ogros sin sentido
fuera de las cavernas;
también esconde caperuzas
para tapar las cabezas,
y montañas con nieves blancas
sin huellas,
sin pisadas en las lomas,
porque nadie subió a verlas.

La niebla
no puede ocultar
el amor de los que empiezan
ni las manos que acarician
ni los versos del poeta
ni del maestro las notas
ni los óleos del pintor
ni del escultor la piedra.

Hoy hace niebla,
hay niebla;
pero detrás de los cristales,
arriba,
en el cielo,
como todos los días,
ha salido el sol;
hay sol
por encima de la niebla.


Andrés C. Bermejo

Hoy soy francés


Conforme discurría aquel final de jornada, miraba satisfecho el trabajo de Tirso y Paco, que estaban terminando de echar el hormigón. La cuba atronó la calle entera durante toda una larga tarde.
A la mañana siguiente, mientras Miche y Paco retocaban la colada de cemento a punto de caramelo para ser tratada, me pregunta Tirso si la quiero lavada. Dejadla como está, fue mi respuesta. Así se barre mejor que con el canto visto. Juanjo, el chispa, que acertó con el dichoso cable que nos había traído de cabeza la tarde anterior, paseaba mano sobre mano con los deberes ya realizados, esperando para recoger.
Al mismo tiempo, unas malas personas estaban preparando una carnicería en París.
Cuando voy a estrenar el paseo que me han regalado, no puedo sino acordarme de los más de cien muertos y doscientos heridos en la hermosa Francia, que esos desalmados, han provocado. Y en su honor propongo titularlo “Avenue de la liberté, égalité, fraternité. Estoy convencido que el consejo parroquial dará su aprobación.

La casa por el tejado




En una construcción normal, cuando se cubren las aguas, es decir, cuando el tejado está completo, se coloca una bandera y se continúa trabajando en el interior. Aquí lo hemos hecho al revés, y con el tejado aún por rematar, ya estamos preparando la salida. La culpa es de la fábrica, que se ha tardado en enviar unas piezas que faltaban, justamente los remates.
Por momentos, esta obra parecía el archiconocido camarote de los hermanos marx: dos ebanistas, seis albañiles, tres pintores, tres especialistas en el tejado y otros tres colocando los techos; además, un electricista, el jefe de obra, el aparejador, el arquitecto y el contratista para cerrar el cupo. ¿Cómo cabían? ¡Ah, misterio! Y todos trabajando. ¿Cómo? Sí, comiendo.
Aún así, el mes inicial se va a convertir en casi dos, o sin casi. Y el presupuesto, disparado. Pero apostaría doble contra sencillo a que nadie adivinaría en qué función primera cumplieron los locales que dentro de poco vamos a volver a estrenar: ¡Reestreno!
Y es que no hay nada como empezar la casa por el tejado. Es lo principal. Si hay goteras, mal asunto. Al tratar de repararlas, se van descubriendo otras coqueras que hay también que corregir, y se va bajando trecho a trecho, piso a piso, hasta los cimientos. Y si éstos tampoco están sanos, pues se cava hasta encontrar base firme. Ahí es justamente donde hay que afanarse con mayor rigor. Luego, pues se pone el paseo central de entrada, y el cartel de ¡pasen señores, y vean!
Exagero un poco, pero este ha sido un retejo especial, y ya puedo dormir sin temor a que me llueva encima para los restos. Acaban de terminar los del tejado, y el de los canalones de colocar el último tubo, el de la calle, mientras yo repasaba las tres puertas usadas que han sustituido a las viejas que sólo permitían el paso de tallas pequeñas, porque el lunes vuelven los pintores para dar el último brochazo y el electricista a enganchar la postrera luminaria. Luego llegará el camión hormigonera y se vaciará sobre el patio parroquial… Lo último será un cepillado y abrillantado.
No terminará así la cosa. Afortunadamente continuará con el uso gozoso y el disfrute compartido en nuestras reuniones, actividades y demás. Porque para eso son las cosas, para usarlas. Y todo continuará como hasta ahora, salvo por este pequeño paréntesis de dos meses más un año de preparativos, con una sola diferencia, ya no temeremos que se nos venga encima un edificio que fue construido para otros menesteres, y ahora ha terminado de verdad su reciclado.
Volverá la rutina de los días, y yo intentaré saber en qué mundo vivo, porque no me he ausentado de él, sólo he estado sordo y ciego temporalmente.



Amenazando cisma


Intentaba poner en letras los negros pensamientos que me sobrevienen en este momento, pero no me dejan. Ni siquiera no mirándoles consigo dejar de ver su gesto reprobatorio. Así que no tengo más remedio que callarlos. Mis pensamientos no salen esta noche.
Porque una muchedumbre ingente me observa. A mí y a vosotros. A todos.
Es demasiado fácil no tenerlos en cuenta, pero están. Tienen todos los rostros, proyectan todas las miradas, articulan todos los lenguajes, han recorrido todas las veredas, han atravesado el tiempo y su número nadie podría calcular.
Hablar, pues, ante ellos, de pequeñeces, sea mi verdad o la tuya, una opinión o un simple parecer, aunque se revista de absolutidad, es, si se me permitiera la comparanza, como llegar a lo alto del Taillon y dejar allí tirada la colilla. De lesa majestad.
Hablemos de cosa serias. Ni tu tierra es tuya, ni tu idioma te pertenece. Tu sangre, al fin y al cabo, lo que corre por tus venas, es simplemente roja, como la de los demás. Tampoco la moral está supeditada a ti, y la doctrina que dices defender, es un simple momento congelado.
¿Cuáles son las cosas serias, preguntas? Abre los ojos, observa, escucha, levántate de tu poltrona, sal a la calle y písala, habla con las gentes… Constata que el mundo es mucho mayor y variado que tu pequeña parcelita; que somos miles de millones habitándolo y nadie es igual a nadie. Advierte que lo que a ti te parece una simpleza, para otro es inamovible; lo que tú consideras un derecho, puede ser para aquel o aquella una aberración; y lo que vienes practicando desde siempre, el de más allá hace mucho que lo olvidó.
Y si no eres aún capaz de descubrirlo sábete que está al alcance en cualquier informativo: el hambre, la enfermedad, la violencia, la guerra, la injusticia, la discriminación, la trata de seres humanos, la explotación, la intolerancia religiosa, y muchas otras más, puede que sean simples palabras para ti, pero para quienes las padecen son su dura realidad.
Aún así, esa inmensidad de seres que nos observa demuestra que es mucho más lo que nos une que lo que nos puede separar.
Yo estoy dispuesto a sumar. ¿Te vas a quedar restando?