Mi Pequeño Mundo
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Isaías, un profeta muy grande en un folleto muy pequeño


Por esas cosas de la vida, hoy, día de San Andrés, al recolocar en la biblioteca revistas leídas y a medio leer que tenía en la mesilla junto a mi cama, he topado con unos opúsculos que estaban olvidados tras la hilera de una estantería. Se trata de un pequeño tesoro que guardo desde mis tiempos de estudiante.
Son escritos de un profe mío de Sagrada Escritura, José Alonso S.J., que, a falta de otra posibilidad, editó en un formato, digámoslo claramente, de tapadillo. Parecían cuentos de los que se compraban en los quioscos. Se decía que era para dar esquinazo a la censura, que por entonces, como por ahora, estaba con mucho vigor; sin embargo consta bien visible "Con las debidas licencias". La foto muestra a simple vista el tamaño de los tales, y también la pinta.


El caso es que ahí tuve que estudiar muchas cosas, y aprenderlas, además de los apuntes y otros trabajillos que el bueno del padre Alonso nos encomendaba.
Valían 2, 3 y hasta 5 pesetas, del año 1967. Ahora están a la venta en internet, a razón de 5 € la unidad, el conjunto a 200 €. Servidor tiene 45 ejemplares, creo que todos los que le tienen por autor, y están todos en el hueco de mi mano. Se trata, como puede comprobarse de los Folletos ID, de la editorial Sal Terrae.
Dado que no creo que a estas alturas de la historia rompa con ninguna cláusula del copiraig, me tomo la libertad de colgar aquí uno dedicado al profeta Isaías, por dos razones, principalmente:
1. Porque estamos en Adviento, e Isaías es capital. Lo dice un entendido que tengo en la columna de la derecha: Martín Gelabert Ballester, de Blogs - Orden de Predicadores.
2. Porque yo trabajo subrayando el texto que leo, y éste está limpio; es milagroso, pero cierto.
Es posible que interese a alguna persona de las que visitan este lugar conocer qué se escribía sobre este asunto de la Biblia en aquellos años. En ese caso doy mi palabra de que, a modo de encargo, iré colocando aquí alguno que otro de los más enjundiosos, curiosos o divertidos, que también lo hay.
Miguel Ángel Velasco Serrano el 29.11.11 No hay comentarios:
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Adentrándonos en la niebla


Es el tercer día con niebla, y en mi ciudad el mercurio (o en su caso, el alcohol coloreado) no ha logrado superar los 4,5° del termómetro. Esa es la parte fea de este asunto. La otra, una más de las muchas posibles, es la bonita: el paisaje.
Si alguien viniera a verme desde, por ejemplo, el páramo de los torozos, saldría de la claridad soleada para internarse en la espesura de la niebla. Tal y como expresa la secuencia de fotos que encabezan este escrito. Así se ve mi barrio bajando desde allá arriba.



Si nos aproximáramos más, ese blancor se iría difuminando y aparecerían las fachadas de las casas de mis calles, y podríamos reconocer a las personas que transitan por ellas. Es agradable reconocerlas a pesar de la niebla. Pero ese paisaje no mola.
Este otro sí que mola, por ejemplo:
 
Entre la niebla. Ana Bragado. Óleo sobre lienzo 81 x 60. Diputación de Valladolid
Pero nadie vaya a creer que me gusta la niebla, que no, en absoluto. Podría aducir muchas razones, pero sólo voy a indicar ahora una, una sola: la niebla impide que luzca el sol aquí abajo, y la temperatura se mantiene tan próxima a los 0°, que es preferible que hiele a muchos grados bajo cero y luego se abra el cielo y resplandezca el astro rey; nos sentiríamos mucho más vivos.
Alguien, esta tarde que era día de catequesis y han venido muchos abuelos a recoger a sus nietos, ha dicho que si mañana también hay niebla, ésta no se irá de aquí en todas las Navidades. He intentado corroborarlo con un refrán, si lo hubiera, pero Internet no me ha dado respuesta.
Maldita sea si así fuere; no veríamos el sol y el frío nos llegaría hasta los huesos. Eso no sería invierno, sino infierno.
Miguel Ángel Velasco Serrano el 29.11.11 2 comentarios:
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Dime dónde duermes y te diré quién eres

El dormitorio. Vincent Van Gogh

Tardé mucho tiempo en tener habitación propia, después de compartir dormitorio con mi único hermano. En eso no me diferencio de la mayoría de los mortales coetáneos míos. Ha sido necesario para ello haberme independizado y tener casa propia.
Claro que tuve algo parecido a mi cuarto cuando ingresé en el seminario, pero aquello carecía de intimidad, habida cuenta de que el superior podía acceder en cualquier momento y sin previo aviso. También en colegios mayores, pero aquello tampoco, que más parecía el “cuarto de la bernarda” que una habitación personal; en parte porque se vivía en apertura casi declarada, en parte porque lo que estaba en derredor tenía tal vitalidad que no había manera humana de impedir su entrada, fuera como fuese.
Ahora no es así. Los papás, además de programar, más o menos, el número de descendientes, se procuran una vivienda acorde para que cada miembro de la familia tenga un lugar donde mantener su propia intimidad,  su habitación, el “cuarto de”. Y en ese lugar, primero dejas hacer, porque ni tienes edad ni conocimiento ni conciencia de ti mismo; pero en seguida aprendes, y colocas el cartel en la puerta que dice “no entrar, propiedad particular” o “república independiente, abstenerse extraños” o “leonera, cuidadín” u otros rótulos parecidos.
Ese lugar es, -o termina por llegar a ser-,  el más fiel reflejo de lo que uno/una vive, sueña, desea, atesora, posee y domina. De ahí salen, por ejemplo, la cantidad ingente de ropa y juguetes y… que lo atestan. Es preciso achicar un poco y hacer espacio para lo que está por llegar. Y de esta manera aparecen en mi parroquia -y supongo que también en otras- cabalgatas de padres que, con bolsas de todos los colores y cajas de todos los tamaños, peregrinan hasta aquí para dejar lo que allí ya no vale y tal vez a otros sí les convenga.
“Nos hemos acordado de que habrá niños que no tengan papá noel, o reyes magos, o… ¿Os viene bien que lo dejemos? Vosotros ya sabréis qué hacer con esto”.
Si, en nuestra sociedad, los cuartos están para algo más que sólo dormir. De alguna manera son prolongación de nuestras personas. Si somos personas de orden, están ordenados. Si no lo somos, están manga por hombro.
Si tenemos para dar y repartir, están hasta arriba de cosas. Si carecemos de todo, están vacíos o casi.
Sí, mirando nuestros cuartos vemos cómo somos.
Pero si nuestra mirada se abre al mundo, la cosa no cambia. Sólo se acentúa y pone en evidencia excesos y escasez, estilos y costumbres, gustos y sensibilidades, riqueza y pobreza, felicidad y tristeza, individualismo o…
Eso es lo que ha hecho James Mollison(1), fotógrafo que no precisa de palabras para mostrar las cosas tal cuales son.

El libro Where children sleep, de James Mollison, muestra fotografías de 56 niños y niñas de todo el planeta junto con sus dormitorios. He aquí una pequeña muestra:

 
Joey, de 11 años, vive en Kentucky, EEUU, con sus padres y su hermana mayor. Acompaña frecuentemente a su padre a cazar. Tiene dos rifles y un arco, y cazó su primera pieza a la edad de 7 años: un ciervo. Su familia siempre cocina las piezas de caza, y Joey no ve con buenos ojos que se mate a los animales sólo por deporte. 

Syra, de 8 años, pertenece a la tribu de los Bassari y vive en Senegal. En la aldea creen que el alma de Syra fue robada por los espíritus malignos después de que su madre tratara con un brujo. Debido a esto, a Syra no se le permite dormir bajo el mismo techo que cobije a una mujer en edad de procrear; lo hace con su abuela.

Lamine, de 12 años, vive en Senegal. Es alumno de la escuela coránica de la aldea, que no admite a chicas. Comparte dormitorio con otros chicos, donde las camas tienen las patas hechas con ladrillos. A las seis de la mañana, empieza a trabajar en la granja-escuela de la aldea, donde aprende agricultura y ganadería. Por la tarde, aprende el Corán.


Tzvika, de 9 años, vive en un bloque de pisos en Beitar Illit, un asentamiento israelí en Cisjordania. Se trata de una gran comunidad compuesta por 36.000 judíos ultraortodoxos. La televisión y los periódicos están prohibidos en el asentamiento. Allí, la familia media suele tener 9 hijos, pero Tzvika tiene sólo una hermana y dos hermanos, con quienes comparte dormitorio. Va a una escuela donde el deporte no está permitido. A Tzvika le encanta leer las Sagradas Escrituras y jugar a juegos religiosos con su ordenador. De mayor quiere ser rabino.


Douha, de 10 años, vive con sus padres y otros 11 familiares en un campo de refugiados palestino de Hebron, Cisjordania. Comparte dormitorio con sus cinco hermanas. Su hermano, Mohamed, se inmoló en 1996 matando a 23 civiles en un ataque suicida contra los israelíes. Tras esto, el Ejercito de Israel destruyó la casa de su familia. Douha tiene un póster de su hermano en el dormitorio.


Nantio, de 15 años, es miembro de la tribu Rendile, del norte de Kenya. Tiene dos hermanos y dos hermanas. Su casa es una tienda hecha de pieles y plásticos. Tienen un fuego en mitad de la tienda, alrededor del cual duerme toda la familia. Sus ocupaciones consisten en cuidar el rebaño de cabras, cortar leña y traer agua. Fue a la escuela de la aldea durante un par de años pero decidió abandonar sus estudios. Nantio espera que un moran (guerrero) la escoja para formar matrimonio. Como es costumbre, antes de casarse tendrá que sufrir la ablación del clitoris.


Thais
, de 11 años, vive con sus padres y su hermana en la tercera planta de un bloque de pisos en Rio de Janeiro, Brasil. Comparte dormitorio con su hermana. Viven en el barrio Cidade de Deus, antaño famoso por el tráfico de drogas y la rivalidad entre las bandas mafiosas. Le gustaría ser modelo de mayor.



Roathy, de 8 años, vive en las afueras de Phnom Penh, Camboya. Su casa se ubica en un enorme basurero. Su colchón está hecho de neumáticos viejos. Cinco mil personas viven y trabajan allí. A las seis cada mañana, Roathy y otros cientos de niños se duchan en un centro de caridad antes de empezar a trabajar, buscando entre la basura latas y botellas de plástico que después venden a una empresa de reciclaje. El desayuno es a menudo su única comida del día.


Kaya, de 4 años, vive con sus padres en un pequeño apartamento de Tokio, Japón. Su dormitorio está repleto, desde el suelo hasta el techo, de ropa y muñecas. La madre de Kaya le confecciona todo su vestuario: tiene 30 vestidos y abrigos, 30 pares de zapatos y numerosas pelucas.


La casa de este chico es un colchón en un descampado de las afuera de Roma. Su familia llegó desde Rumanía en autobús, tras mendigar dinero para pagar los billetes. Cuando llegaron a Roma, acamparon en un terreno privado del que les echó la policía. No tienen papeles, luego no pueden conseguir un trabajo legal. Sus padres ganan dinero limpiando en los semáforos los parabrisas de los coches a cambio de la voluntad de los conductores. Nadie en su familia ha ido nunca a la escuela.


Dong, de 9 años, vive en la provincia de Yunnan, China, con sus padres, hermana y abuelo. Comparte dormitorio con sus padres y hermana. La familia tiene suficiente terreno como para plantar su propio arroz y cañas de azúcar. La mayoría de las tardes, emplea una hora haciendo los deberes del colegio y una hora viendo la televisión. De mayor quiere ser policía.


Indira, siete años, vive con sus padres, hermano y hermana, cerca de Katmandú, Nepal. Su casa tiene una sola habitación, con una cama y un colchón. Para dormir, los niños comparten el colchón en el suelo. Indira ha trabajado en la cantera de granito local desde que tenía tres años. Hay 150 niños que trabajan en esa cantera. Indira trabaja seis horas al día y luego ayuda a su madre con los quehaceres del hogar. También asiste a la escuela, situada a 30 minutos a pie. A ella le gustaría ser bailarina cuando sea mayor.


Jasmine, de 4 años, vive en una gran casa en Kentucky, EEUU, con sus padres y sus tres hermanos. Su casa está en el campo, rodeada de terrenos agrícolas. Su dormitorio está repleto de coronas y bandas que ha ganado en diferentes concursos de belleza. Ha participado en más de 100 competiciones. Gasta su tiempo libre ensayando todos los días con su preparador las escenografías de los concursos. De mayor quiere ser estrella del rock.

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(1) James Mollison nació en Kenia en 1973 y creció en Inglaterra. Después de estudiar Arte y Diseño en la Universidad Oxford Brookes, y más tarde cine y fotografía en la Escuela de Newport de Arte y Diseño, se trasladó a Italia para trabajar en el laboratorio creativo de Benetton. Su trabajo ha sido publicado ampliamente en todo el mundo, incluyendo Colores, The New York Times Magazine, The Guardian Magazine, The Paris Review, The New Yorker y Le Monde. Su último libro “Discípulos” fue publicado en octubre de 2008 tras su primera exposición en la Galería Hasted Hunt en Nueva York. En 2007 publicó La memoria de Pablo Escobar-la extraordinaria historia de "el gángster más rico y más violento en la historia", contada a través de cientos de fotografías reunidas por Mollison. Fue original el seguimiento de su trabajo sobre los grandes simios - ampliamente considerado como una exposición que se recoge en el Museo de Historia Natural de Londres, y en el libro “James y otros simios” (Chris Boot, 2004). Mollison vive en Venecia con su esposa.

Más información en http://www.jamesmollison.com 

El libro está agotado pero se puede ver en este enlace:
Where Children Sleep by JAMES MOLLISON
Miguel Ángel Velasco Serrano el 27.11.11 2 comentarios:
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Una corona para el adviento



Al grito de ¡Marana tha!, equivalente a nuestro ¡Ven, Señor!, concluye la Sagrada Escritura. Es la última frase del último libro, el Apocalipsis. Tras el rotundo «Sí, voy a llegar en seguida» de Jesús, la comunidad expresa su deseo no menos enfático y en arameo «¡Marana tha!»
Este grito y este deseo es el “canon” convertido en plegaria que la comunidad cristiana entona durante cuatro semanas que preceden y aproximan a la Navidad. Con la ayuda de personajes emblemáticos, -Isaías, Juan Bautista, José y María-, el clamor se va haciendo progresivamente más intenso hasta explosionar en el gozoso «¡Gloria a Dios y gloria a los seres humanos!» Porque el abismo que los separaba se ha rellenado de tal modo que el mundo divino se ha hecho uno con el humano de manera total e irreversible: es Navidad, Dios-con-nosotros.
Esta introducción me sirve para presentar en este sitio la corona de adviento, con la que visualmente nos ayudamos mutuamente mi gente y yo a vivir y a empaparnos de este tiempo litúrgico de espera y esperanza.
Se trata de un ritual ajeno a nuestra cultura mediterránea, porque es oriunda de países del norte, donde la luz y la oscuridad juega un papel tan importante desde la más profunda antigüedad. Pero que bienvenido sea si sirve, y creo que poco a poco algo estamos consiguiendo.
Y sirve, porque veo diferencia entre los advientos de mi infancia y juventud, y estos otros advientos de mi ya vida en su declive.
Aquellos eran más bien pasivos, con motetes del estilo de ¡Cielos, destilad vuestro rocío! Estos son enérgicos y decididos ¡Hagamos Navidad!
No basta esperar, hay que hacerlo jalando del futuro.
Hoy encenderemos la primera vela de nuestra corona de adviento, que tiene nombre propio. Y luego irán siendo encendidas las demás. Y en cada una de ellas es como si nos fuéramos encendiendo nosotros en el afán de que las cosas no sucedan irremediablemente sino en la medida y en la forma en que estamos decididos y dispuestos a hacerlas realidad.
Empezando por Isaías, el profeta de la confianza; siguiendo por Juan Bautista, el profeta de la conversión; continuando por José, el profeta del silencio y de la aceptación ante el misterio; y terminando por María, la profetisa de la entrega incondicional y la apertura al amor, desgranaremos en cuatro actitudes y disposiciones nuestra confianza en lo mejor que hay en cada persona y a partir de lo cual podemos y debemos esperar un mundo mejor, que no llegará por arte de bóbilis bóbilis, sino con sangre, sudor y lágrimas, tras una vela constante y comprometida. Y alegre, por supuesto.
Miguel Ángel Velasco Serrano el 26.11.11 6 comentarios:
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Quevedo al Conde-Duque de Olivares


Retrato de Francisco de Quevedo realizado por Juan van der Hamen

Epístola de Quevedo al Conde-Duque de Olivares

Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a Don Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, en su valimiento


No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.

En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.

Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda,
que es lengua la verdad de Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda.

Son la verdad y Dios, Dios verdadero,
ni eternidad divina los separa,
ni de los dos alguno fue primero.

Si Dios a la verdad se adelantara,
siendo verdad, implicación hubiera
en ser, y en que verdad de ser dejara.

La justicia de Dios es verdadera,
y la misericordia, y todo cuanto
es Dios, todo ha de ser verdad entera.

Señor Excelentísimo, mi llanto
ya no consiente márgenes ni orillas:
inundación será la de mi canto.

Ya sumergirse miro mis mejillas,
la vista por dos urnas derramada
sobre las aras de las dos Castillas.

Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada.

Y aquella libertad esclarecida,
que en donde supo hallar honrada muerte,
nunca quiso tener más larga vida.

Y pródiga de l′alma, nación fuerte,
contaba, por afrentas de los años,
envejecer en brazos de la suerte.

Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
del paso de las horas y del día,
reputaban los nuestros por extraños.

Nadie contaba cuánta edad vivía,
sino de qué manera: ni aun un′hora
lograba sin afán su valentía.

La robusta virtud era señora,
y sola dominaba al pueblo rudo;
edad, si mal hablada, vencedora.

El temor de la mano daba escudo
al corazón, que, en ella confiado,
todas las armas despreció desnudo.

Multiplicó en escuadras un soldado
su honor precioso, su ánimo valiente,
de sola honesta obligación armado.

Y debajo del cielo, aquella gente,
si no a más descansado, a más honroso
sueño entregó los ojos, no la mente.

Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja, primero que el vestido;
menos le vio galán que peligroso.

Acompañaba el lado del marido
más veces en la hueste que en la cama;
sano le aventuró, vengóle herido.

Todas matronas, y ninguna dama:
que nombres del halago cortesano
no admitió lo severo de su fama.

Derramado y sonoro el Océano
era divorcio de las rubias minas
que usurparon la paz del pecho humano.

Ni los trujo costumbres peregrinas
el áspero dinero, ni el Oriente
compró la honestidad con piedras finas.

Joya fue la virtud pura y ardiente;
gala el merecimiento y alabanza;
sólo se cudiciaba lo decente.

No de la pluma dependió la lanza,
ni el cántabro con cajas y tinteros
hizo el campo heredad, sino matanza.

Y España, con legítimos dineros,
no mendigando el crédito a Liguria,
más quiso los turbantes que los ceros.

Menos fuera la pérdida y la injuria,
si se volvieran Muzas los asientos;
que esta usura es peor que aquella furia.

Caducaban las aves en los vientos,
y expiraba decrépito el venado:
grande vejez duró en los elementos.

Que el vientre entonces bien disciplinado
buscó satisfacción, y no hartura,
y estaba la garganta sin pecado.

Del mayor infanzón de aquella pura
república de grandes hombres, era
una vaca sustento y armadura.

No había venido al gusto lisonjera
la pimienta arrugada, ni del clavo
la adulación fragrante forastera.

Carnero y vaca fue principio y cabo,
y con rojos pimientos, y ajos duros,
tan bien como el señor, comió el esclavo.

Bebió la sed los arroyuelos puros;
después mostraron del carchesio a Baco
el camino los brindis mal seguros.

El rostro macilento, el cuerpo flaco
eran recuerdo del trabajo honroso,
y honra y provecho andaban en un saco.

Pudo sin miedo un español velloso
llamar a los tudescos bacchanales,
y al holandés, hereje y alevoso.

Pudo acusar los celos desiguales
a la Italia; pero hoy, de muchos modos,
somos copias, si son originales.

Las descendencias gastan muchos godos,
todos blasonan, nadie los imita:
y no son sucesores, sino apodos.

Vino el betún precioso que vomita
la ballena, o la espuma de las olas,
que el vicio, no el olor, nos acredita.

Y quedaron las huestes españolas
bien perfumadas, pero mal regidas,
y alhajas las que fueron pieles solas.

Estaban las hazañas mal vestidas,
y aún no se hartaba de buriel y lana
la vanidad de fembras presumidas.

A la seda pomposa siciliana,
que manchó ardiente múrice, el romano
y el oro hicieron áspera y tirana.

Nunca al duro español supo el gusano
persuadir que vistiese su mortaja,
intercediendo el Can por el verano.

Hoy desprecia el honor al que trabaja,
y entonces fue el trabajo ejecutoria,
y el vicio gradüó la gente baja.

Pretende el alentado joven gloria
por dejar la vacada sin marido,
y de Ceres ofende la memoria.

Un animal a la labor nacido,
y símbolo celoso a los mortales,
que a Jove fue disfraz, y fue vestido;

que un tiempo endureció manos reales,
y detrás de él los cónsules gimieron,
y rumia luz en campos celestiales,

¿por cuál enemistad se persuadieron
a que su apocamiento fuese hazaña,
y a las mieses tan grande ofensa hicieron?

¡Qué cosa es ver un infanzón de España
abreviado en la silla a la jineta,
y gastar un caballo en una caña!

Que la niñez al gallo le acometa
con semejante munición apruebo;
mas no la edad madura y la perfeta.

Ejercite sus fuerzas el mancebo
en frentes de escuadrones; no en la frente
del útil bruto l′asta del acebo.

El trompeta le llame diligente,
dando fuerza de ley el viento vano,
y al son esté el ejército obediente.

¡Con cuánta majestad llena la mano
la pica, y el mosquete carga el hombro,
del que se atreve a ser buen castellano!

Con asco, entre las otras gentes, nombro
al que de su persona, sin decoro,
más quiere nota dar, que dar asombro.

Jineta y cañas son contagio moro;
restitúyanse justas y torneos,
y hagan paces las capas con el toro.

Pasadnos vos de juegos a trofeos,
que sólo grande rey y buen privado
pueden ejecutar estos deseos.

Vos, que hacéis repetir siglo pasado,
con desembarazarnos las personas
y sacar a los miembros de cuidado;

vos distes libertad con las valonas,
para que sean corteses las cabezas,
desnudando el enfado a las coronas.

Y pues vos enmendastes las cortezas,
dad a la mejor parte medicina:
vuélvanse los tablados fortalezas.

Que la cortés estrella, que os inclina
a privar sin intento y sin venganza,
milagro que a la invidia desatina,

tiene por sola bienaventuranza
el reconocimiento temeroso,
no presumida y ciega confianza.

Y si os dio el ascendiente generoso
escudos, de armas y blasones llenos,
y por timbre el martirio glorïoso,

mejores sean por vos los que eran buenos
Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
os muestre, a su pesar, campos serenos.

Lograd, señor, edad tan venturosa;
y cuando nuestras fuerzas examina
persecución unida y belicosa,

la militar valiente disciplina
tenga más platicantes que la plaza:
descansen tela falsa y tela fina.

Suceda a la marlota la coraza,
y si el Corpus con danzas no los pide,
velillos y oropel no hagan baza.

El que en treinta lacayos los divide,
hace suerte en el toro, y con un dedo
la hace en él la vara que los mide.

Mandadlo así, que aseguraros puedo
que habéis de restaurar más que Pelayo;
pues valdrá por ejércitos el miedo,
y os verá el cielo administrar su rayo.


Fdo.: Francisco de Quevedo-Villegas




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No sé qué diría don Francisco de Quevedo en esta hora que nos toca, él que también medró en alta política y que en lo que pudo no dejó títere con cabeza. Tampoco me importa, porque qué falta hace que él diga algo sobre lo que está a la vista y todos sabemos o suponemos.
Hace tiempo que quería tener este escrito en mi blog, y hoy es un momento tan bueno como cualquier otro para situarlo. Así tendré ocasión para no poner excusa de que no sé dónde pueda encontrarlo, ahora no tengo tiempo, es demasiado largo, es costoso de leer, aquella época no es la nuestra, ya no hay condes ni duques ni validos, qué importa ahora cómo fueran aquellos castellanos… En fin, que, teniéndolo en casa, si no lo leo todo entero caiga sobre mi cabeza la ignominia y el oprobio, y determine por callarme, porque al fin y a la postre, tendré lo que me merezco.
Miguel Ángel Velasco Serrano el 25.11.11 No hay comentarios:
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Estoy en una lista


Y esta lista está ahora en todas partes, en el País y en la Cuatro, en Público y en ABC, en Internet tropecientas mil veces, y en Forbes. Porque ésta, la revista americana Forbes especializada en el mundo de los negocios y las finanzas, tiene la culpa: es la que ha tirado la primera piedra.
Sí, me ha puesto en una lista, del mismo modo que lo ha hecho con los 500 personajes más ricos del planeta, las 1000 personas más influyentes de la política mundial, las 100 mujeres más poderosas del mundo, las celebridades desaparecidas con mayores ingresos, o los más ricos de la India.
Esta vez la medida no ha sido la popularidad o el dinero o la influencia social y política, que pueden ser fácilmente medibles mediante datos objetivos, aunque no sean exactos. Como aproximación, todo el mundo los acepta sin mayor dificultad.
No. Ahora se trata de evaluar el grado de felicidad en el trabajo o actividad que se ejerce o realiza. Y desconozco cómo se ha llevado a cabo este estudio, porque manda narices si alguien ha conseguido cuantificar la felicidad de las personas.
El caso es que en primer lugar, en esta lista de seres bienaventurados porque son felices, figuramos los curas católicos junto con los pastores protestantes. Luego nos siguen los bomberos, los fisioterapeutas, los educadores de educación especial… Ignoro si entre unos y otros niveles hay pequeña o gran distancia, no consta o no lo he encontrado.
Tampoco he podido llegar a saber si ese trabajo de investigación se ha realizado indagando en la opinión que el personal tiene de las diversas profesiones, o si han ido directamente a los interesados y se les ha aplicado el micrófono a la boca. Desde luego a mí no.
Pero resulta muy interesante comprobar dos cosas:
1ª Son profesiones o trabajos que parecen tener poco atractivo, y sin cola para acceder a ellos.
2ª Los ingresos económicos que generan tampoco son llamativos, incluso podrían ser considerados de subsistencia.
A estos dos, algunos medios añaden una tercera: La entrega a los demás. Que digo yo que esto querrá decir que son profesiones que antes que nada buscan la relación con las personas en una actitud más de servicio que de recibir un beneficio, sea económico o de otro tipo. Pero sólo lo supongo, no lo sé.
El trabajo lo ha realizado el Centro Nacional de Investigación de Opinión de la Universidad de Chicago, y Forbes sólo hace que publicarlo. Pero aún así, tengo para mí que con esto la revista se está cavando su propia tumba. Mientras los listados anteriores aludían a aquello que todo el mundo parece ansiar, incluso envidiar, como el dinero, el prestigio, la fama y el reconocimiento; en esta última lista ¿a quién puede importar si una persona que es fisioterapeuta es feliz dando masajes o rehabilitando una torcedura de tobillo? Y por no hablar de los curas para no personalizar, ¿quién va soñar con ser bombero, con el calor que se pasa y el miedo que dan los incendios? De la educación especial, o de la conducción de una retroexcavadora mejor mejor tampoco digo nada, porque en la primera hay que tener mucha santa paciencia, y en la segunda se traga tanto polvo que no puede compensar lo comido por lo servido.
En fin, que me ha hecho mucha gracia este asunto, y que ya que he salido en todas partes, me hubiera gustado que alguien no me mirara con cara de decirme que tengo que ser feliz porque es mi obligación. ¿O es que es así, y estoy obligado a ello?
Esta misma tarde, una parroquiana me lo ha espetado: tú estás más cerca de Dios, y eso cuenta.
Me terminó de amolar. A ver ahora cómo me justifico cuando se me ponga cara de cabreo y alguien me descubra de tal guisa.

Miguel Ángel Velasco Serrano el 24.11.11 4 comentarios:
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Porque es tarde, Dios mío, porque anochece ya

 
Porque es tarde, Dios mío,
porque anochece ya
y se nubla el camino;
porque temo perder
las huellas que he seguido,
no me dejes tan sola
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curiosa
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de Ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa;
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!...
¡Quédate al fin conmigo!


Este poema oración, integrado en la Liturgia de las Horas como Himno de Vísperas del Jueves IV del Salterio dividido en cuatro semanas, pertenece a Ernestina de Champourcin, que lo tituló “Emaús”. También se utiliza en el Tiempo de Pascua.
Internet, sin embargo, se dedica a repartir autorías a voleo, y tanto se lo atribuye al Padre Pío, como a la Hermana Glenda, como le añade estrofas sin citar autor o autora; en fin, un dechado de rigor y exactitud.
De Ernestina de Champourcin hay cumplida información en la red, mismamente en wikipedia, por lo que no me molestaré en añadirla.
Quiero dar razón de por qué me fijo hoy en estos versos.
Es cosa ya habitual en mí refugiarme cuando fuera percibo peligro, desolación, perplejidad, impotencia, soledad… Poco rezador, -siempre he sido remiso a repetir jaculatorias o plegarias de esas que se aprenden y se recitan a solas o en grupo-, sin embargo hay momentos en que sólo orando amarrado a determinadas rúbricas consigo atemperar mi ánimo, sosegarlo y no pasar directamente a la desesperanza, o incluso desesperación.
Hoy ha sido un día en que me ha ocurrido tal cosa. Y ha ocurrido mientras descargábamos el último viaje que nos traía la cuarta entrega de alimentos CE de este año. Han sido treinta y cuatro toneladas de queso fundido, leche UHT, cereales, pasta en sus diversas modalidades, sopa en líquido y en polvo, tomate frito, zumo de frutas, etc. Lo malo no es que el próximo año ya avisan que se van a reducir drásticamente las cantidades. No.
Lo peor me ha llegado al ver que estaban aquí, ayudando a que volaran las cajas de cada palé, treinta tíos como treinta castillos, de los que siempre han trabajado, desde que les salieron los dientes, peleando con la masa, los ladrillos y el encofrado día tras día, año tras año, de una obra a otra obra, con unas manazas que me cogen y me alzan en volandas si lo pretendieran, una edad media de treinta y pocos años, familia e hijos en edad escolar, que no sólo están en paro; es que tienen paro para tiempo. Y no se ve luz en el horizonte. Y saben que ahora sólo comen de lo que se llevan de la parroquia. Y que como esto se corte… ¿Qué otra solución les queda sino pedir en medio de la calle o ir al pillaje de algún almacén donde puedan encontrar lo que buscan?
Hubo un momento, no hace mucho, en que estuve dudando sinceramente de que las cifras del paro fueran verdaderas. Yo pensaba que la gente se estaba apañando con trabajillos de tapadillo, en eso que llaman economía sumergida. Y no digo que no exista, que existirá. Pero lo que esta mañana he podido confirmar, por más que lo estaba viendo todos los días, es que ya no hay trabajo ni legal ni a hurtadillas. Que los abuelos ya no pueden mantener a sus hijos y nietos, que una pensión de 800 € dan de sí lo que dan, pero no admiten más estiramientos. Que un salario de 900 € repartido entre la hipoteca, los libros escolares, la ropa, el gas, la luz, y el agua, no deja casi nada para calefacción, y comer… hay que hacerlo todos los días.
Esto se arregla o más de alguno va a salir a la calle en plan atracador con el cuchillo de trinchar el pollo.
Y por eso me ha dado el pataleo, y puesto que ni soy violento, ni soy capaz de aglutinar al personal y arrastrarlo para ir juntos a asaltar la bastilla, o el palacio de invierno, o lo que sea que pudiera ser asaltado con algo de provecho, me ha dado por encerrarme en mí mismo, y tratar de encontrar algo de alivio. Y he buscado el poema oración de Ernestina.
Puedo asegurar que no lo he encontrado, pero al menos lo he intentado, que conste.
Miguel Ángel Velasco Serrano el 23.11.11 1 comentario:
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El pueblo soberano

Desierto de Refidim y roca de Massá

Acabo de leer en algún sitio que el pueblo nunca se equivoca. Que eso no se puede decir en democracia, y que cuando las urnas hablan, a callarse todo el mundo.
Servidor, que es como es, y que no tiene endiosado nada, ni siquiera a Dios, mucho menos a esta forma de gobierno en la que simplemente el número cuenta, y manda por encima de todo, incluso de la razón y de los sentimientos.
Por mi deformación ya envejecida tiempo ha, prácticamente desde la niñez, leo más en la Biblia que en la prensa, a pesar de que mi profe preferido me enseñó a leer las dos cosas al mismo tiempo. Y en esta mañana en la que no he parado y por tanto no se me ha permitido celebrar ninguna fiesta, ni ganas que tenía, mientras faenaba recordaba. Y pensé en aquel episodio, en el desierto, en el que el pueblo de Israel tuvo un ataque de sed. Claro, en medio de la arena el agua escasea y, o se lleva en cantimploras o pellejos, o te aguantas, o te bebes tu propia orina, o te mueres, sencillamente y sin más. Lejos de hacerlo, los israelitas ni cayeron en su poca previsión; ni trataron de encontrar un intinerario más adecuado, de oasis en oasis, por ejemplo; ni fueron capaces de beber el rocío que pudieran recoger tras las noches frías y húmedas que se presentaran, como yo he leído en muchos sitios, novelas incluidas. Lo que hicieron fue ponerse a protestar y a echar en falta las cebollas de Egipto y el agua marrón del Nilo.
Por si no me acordare del texto exactamente, voy a ponerlo aquí como recuerdo.
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés:
- ¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?

Clamó Moisés al Señor y le dijo:
-¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.

Respondió el Señor a Moisés:
- Preséntate al pueblo llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con el que golpeaste el río, y vete, que allí estaré Yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.

Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor diciendo:
- ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?.
 (Libro del Éxodo  17, 3-7)
Estas lecciones del pasado me sirven mucho más que unas votaciones democráticas, especialmente cuando éstas se hacen apremiadamente, acuciados por la necesidad, con mucho miedo dentro del cuerpo, y sobre todo, cuando el estómago y los bolsillos están vacíos.
Israel tuvo que recordarse siempre Massá y Meribá, creo que aún lo hace, porque no acabó allí la cosa. Volvió a las andadas después y muchas veces, ansiando ser sacado del fuego de sus propios errores merced a personajes emblemáticos, entre los que cito, por ejemplo, a una mujer como la copa de un pino: Judit, la cortacabezas.
Judit y Holofernes. Caravaggio 1599
Dios nos libre de tener que desear que aparezca alguien, cimitarra en mano, que nos rescate de este pozo de los leones en que nos hemos metido.
Profeta Daniel. Miguel Ángel. Capilla Sixtina
Bueno, tampoco sería mala idea que surgiera un Daniel clarividente. No habría mejor premio en esta lotería.
Miguel Ángel Velasco Serrano el 21.11.11 5 comentarios:
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