Es el tercer día con niebla, y en mi
ciudad el mercurio (o en su caso, el alcohol coloreado) no ha logrado superar
los 4,5° del termómetro. Esa es la parte fea de este asunto. La otra, una más
de las muchas posibles, es la bonita: el paisaje.
Si alguien viniera a
verme desde, por ejemplo, el páramo de los torozos, saldría de la claridad
soleada para internarse en la espesura de la niebla. Tal y como expresa la
secuencia de fotos que encabezan este escrito. Así se ve mi barrio bajando
desde allá arriba.
Si nos aproximáramos
más, ese blancor se iría difuminando y aparecerían las fachadas de las casas de
mis calles, y podríamos reconocer a las personas que transitan por ellas. Es
agradable reconocerlas a pesar de la niebla. Pero ese paisaje no mola.
Este otro sí que
mola, por ejemplo:
Entre la niebla. Ana Bragado. Óleo sobre lienzo 81 x 60. Diputación de Valladolid |
Pero nadie vaya a
creer que me gusta la niebla, que no, en absoluto. Podría aducir muchas
razones, pero sólo voy a indicar ahora una, una sola: la niebla impide que
luzca el sol aquí abajo, y la temperatura se mantiene tan próxima a los 0°, que
es preferible que hiele a muchos grados bajo cero y luego se abra el cielo y
resplandezca el astro rey; nos sentiríamos mucho más vivos.
Alguien, esta tarde
que era día de catequesis y han venido muchos abuelos a recoger a sus nietos,
ha dicho que si mañana también hay niebla, ésta no se irá de aquí en todas las
Navidades. He intentado corroborarlo con un refrán, si lo hubiera, pero
Internet no me ha dado respuesta.
Maldita sea si así fuere; no veríamos el
sol y el frío nos llegaría hasta los huesos. Eso no sería invierno, sino
infierno.
La niebla es un horror para todo menos para las novelas policíacas, y aun así, los pasajes de cualquiera de ellas en las que hay bruma o niebla a mi no me gustan ni una pizca. Esperemos que os salga es sol en breve.
ResponderEliminarBesos
Salió, y calentó. Lástima de lo poco que dura en este tiempo.
ResponderEliminarBesos a granel.