Una corona para el adviento



Al grito de ¡Marana tha!, equivalente a nuestro ¡Ven, Señor!, concluye la Sagrada Escritura. Es la última frase del último libro, el Apocalipsis. Tras el rotundo «Sí, voy a llegar en seguida» de Jesús, la comunidad expresa su deseo no menos enfático y en arameo «¡Marana tha!»
Este grito y este deseo es el “canon” convertido en plegaria que la comunidad cristiana entona durante cuatro semanas que preceden y aproximan a la Navidad. Con la ayuda de personajes emblemáticos, -Isaías, Juan Bautista, José y María-, el clamor se va haciendo progresivamente más intenso hasta explosionar en el gozoso «¡Gloria a Dios y gloria a los seres humanos!» Porque el abismo que los separaba se ha rellenado de tal modo que el mundo divino se ha hecho uno con el humano de manera total e irreversible: es Navidad, Dios-con-nosotros.
Esta introducción me sirve para presentar en este sitio la corona de adviento, con la que visualmente nos ayudamos mutuamente mi gente y yo a vivir y a empaparnos de este tiempo litúrgico de espera y esperanza.
Se trata de un ritual ajeno a nuestra cultura mediterránea, porque es oriunda de países del norte, donde la luz y la oscuridad juega un papel tan importante desde la más profunda antigüedad. Pero que bienvenido sea si sirve, y creo que poco a poco algo estamos consiguiendo.
Y sirve, porque veo diferencia entre los advientos de mi infancia y juventud, y estos otros advientos de mi ya vida en su declive.
Aquellos eran más bien pasivos, con motetes del estilo de ¡Cielos, destilad vuestro rocío! Estos son enérgicos y decididos ¡Hagamos Navidad!
No basta esperar, hay que hacerlo jalando del futuro.
Hoy encenderemos la primera vela de nuestra corona de adviento, que tiene nombre propio. Y luego irán siendo encendidas las demás. Y en cada una de ellas es como si nos fuéramos encendiendo nosotros en el afán de que las cosas no sucedan irremediablemente sino en la medida y en la forma en que estamos decididos y dispuestos a hacerlas realidad.
Empezando por Isaías, el profeta de la confianza; siguiendo por Juan Bautista, el profeta de la conversión; continuando por José, el profeta del silencio y de la aceptación ante el misterio; y terminando por María, la profetisa de la entrega incondicional y la apertura al amor, desgranaremos en cuatro actitudes y disposiciones nuestra confianza en lo mejor que hay en cada persona y a partir de lo cual podemos y debemos esperar un mundo mejor, que no llegará por arte de bóbilis bóbilis, sino con sangre, sudor y lágrimas, tras una vela constante y comprometida. Y alegre, por supuesto.

6 comentarios:

  1. Muchas cosas en la vida llegan con sangre, sudor y lágrimas, pero tambien se valoran más por el esfuerzo que suponen.
    Pienso que es tu parroquia y me gusta tener una imagen de los sitios por donde te mueves....
    que esas velas no se apaguen.
    Un abrazo.

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  2. Por supuesto, Anna, es mi parroquia, ese es el lugar donde me muevo. En cuanto a las velas, tienen que durar hasta Navidad. No dejaremos que se apaguen. Un abrazo.

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  3. Hola Migel Ángel.

    Está bien ir preparando las cosas que deben estar... He pasado para saludarte, me alegra saber que estás aquí.

    Un saludo cordial.

    Aloe.

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  4. ¡Hola! Aloe, ya ves que estamos bien, preparando y realizando cosillas, como debe ser.
    También yo te saludo. Vuelve cuando te apetezca, y desees alegrarte.

    Un saludo afectuoso.

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  5. Gracias al Blog de Carmen he encontrado tu rincón y qué sorpresa tan agradable. Llevo leídas varias entradas y siento que está siendo un regalo tu pequeña ventana al mundo.
    Para no irme sin saludar, te escribo. Gracias también por la música que nos acompaña.

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  6. ¡Hola AXtina!, has hecho un buen recorrido. Eres bienvenida. Lee lo que te plazca, y di lo que te parezca.
    La música es acompañamiento, pero tiene personalidad propia y puede bastar por sí misma.
    Vuelve cuando quieras.

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