Porque es tarde, Dios mío,
porque anochece ya
y se nubla el camino;
porque temo perder
las huellas que he seguido,
no me dejes tan sola
y quédate conmigo.
Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curiosa
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.
Porque ardo en sed de Ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa;
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!...
¡Quédate al fin conmigo!
porque anochece ya
y se nubla el camino;
porque temo perder
las huellas que he seguido,
no me dejes tan sola
y quédate conmigo.
Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curiosa
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.
Porque ardo en sed de Ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa;
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!...
¡Quédate al fin conmigo!
Este poema oración,
integrado en la Liturgia de las Horas como Himno de Vísperas del Jueves IV del
Salterio dividido en cuatro semanas, pertenece a Ernestina de
Champourcin, que lo tituló
“Emaús”. También se utiliza en el Tiempo de Pascua.
Internet, sin embargo, se dedica a repartir autorías a voleo, y tanto
se lo atribuye al Padre Pío, como a la Hermana Glenda, como le añade estrofas
sin citar autor o autora; en fin, un dechado de rigor y exactitud.
De Ernestina de
Champourcin hay cumplida información en la red, mismamente en wikipedia, por lo
que no me molestaré en añadirla.
Quiero dar razón de
por qué me fijo hoy en estos versos.
Es cosa ya habitual
en mí refugiarme cuando fuera percibo peligro, desolación, perplejidad,
impotencia, soledad… Poco rezador, -siempre he sido remiso a repetir
jaculatorias o plegarias de esas que se aprenden y se recitan a solas o en
grupo-, sin embargo hay momentos en que sólo orando amarrado a determinadas
rúbricas consigo atemperar mi ánimo, sosegarlo y no pasar directamente a la
desesperanza, o incluso desesperación.
Hoy ha sido un día en
que me ha ocurrido tal cosa. Y ha ocurrido mientras descargábamos el último
viaje que nos traía la cuarta entrega de alimentos CE de este año. Han sido
treinta y cuatro toneladas de queso fundido, leche UHT, cereales, pasta en sus
diversas modalidades, sopa en líquido y en polvo, tomate frito, zumo de frutas,
etc. Lo malo no es que el próximo año ya avisan que se van a reducir
drásticamente las cantidades. No.
Lo peor me ha llegado
al ver que estaban aquí, ayudando a que volaran las cajas de cada palé, treinta
tíos como treinta castillos, de los que siempre han trabajado, desde que les
salieron los dientes, peleando con la masa, los ladrillos y el encofrado día
tras día, año tras año, de una obra a otra obra, con unas manazas que me cogen
y me alzan en volandas si lo pretendieran, una edad media de treinta y pocos
años, familia e hijos en edad escolar, que no sólo están en paro; es que tienen
paro para tiempo. Y no se ve luz en el horizonte. Y saben que ahora sólo comen
de lo que se llevan de la parroquia. Y que como esto se corte… ¿Qué otra
solución les queda sino pedir en medio de la calle o ir al pillaje de algún
almacén donde puedan encontrar lo que buscan?
Hubo un momento, no
hace mucho, en que estuve dudando sinceramente de que las cifras del paro
fueran verdaderas. Yo pensaba que la gente se estaba apañando con trabajillos
de tapadillo, en eso que llaman economía sumergida. Y no digo que no exista,
que existirá. Pero lo que esta mañana he podido confirmar, por más que lo
estaba viendo todos los días, es que ya no hay trabajo ni legal ni a
hurtadillas. Que los abuelos ya no pueden mantener a sus hijos y nietos, que
una pensión de 800 € dan de sí lo que dan, pero no admiten más estiramientos.
Que un salario de 900 € repartido entre la hipoteca, los libros escolares, la
ropa, el gas, la luz, y el agua, no deja casi nada para calefacción, y comer…
hay que hacerlo todos los días.
Esto se arregla o más
de alguno va a salir a la calle en plan atracador con el cuchillo de trinchar
el pollo.
Y por eso me ha dado
el pataleo, y puesto que ni soy violento, ni soy capaz de aglutinar al personal
y arrastrarlo para ir juntos a asaltar la bastilla, o el palacio de invierno, o
lo que sea que pudiera ser asaltado con algo de provecho, me ha dado por
encerrarme en mí mismo, y tratar de encontrar algo de alivio. Y he buscado el
poema oración de Ernestina.
Puedo asegurar que no
lo he encontrado, pero al menos lo he intentado, que conste.
No sé porqué se me pasó por alto esta entrada el otro día al hacer un repaso general después de mi estancia fuera de Madrid.
ResponderEliminarCómo te comprendo Míguel, la desesperanza y la impotencia me tienen soliviantada, porque el mundo se está yendo al garete y no parece que haya una reacción unánime para parar a los "mercados". Cada país va haciendo sus protestas (me refiero al pueblo "soberano") pero no hay manera de que organismos como la CES (confederación europea de sindicatos) haga una llamamiento conjunto a toda la clase trabajadora contra este ataque sin precedentes a todo lo que se ha ido construyendo desde la segunda guerra mundial. ¡Pero ésto qué es! ¡Cuando vamos a hacer una protesta masiva en toda Europa contra los mercados y los gobiernos que les sirven!. No lo entiendo. Ya te digo, a ti si te entiendo, tú que los ves ahí con tanta crudeza comprendo lo que te pasa.
Espero que el asunto explote cuanto antes. Por el bien de todos los que nos importan.
Besos