Nueva estrella en el firmamento


Apenas desperté me llegó la noticia, "Pablo Milanés ha fallecido en Madrid a las cinco de esta mañana". Y ya no tengo otra cosa en mi cabeza.


La perrita que me cuida


Da toda la impresión de que está cuidando la casa…

Incluso pone cara de que está asumiendo algún tipo de responsabilidad…
Pero, quiá, en cuanto te das la vuelta, ella se aleja y se sumerge en sus propios pensamientos.

Todo se lo perdono: hoy cumple seis meses y pesa 28 kilos.
 
¡Es ya una buena moza!

Piedad Mediterránea

 

Las 3 “Pietà” de Miguel Angel:

Bandini*, Vaticana** y Rondanini***


La Piedad Mediterránea. Lau Feliu.

Santa María del Mar. Barcelona




* La Piedad florentina, llamada también Piedad Bandini, del Duomo, de las cuatro figuras o Deposición, es una escultura en mármol que representa una variante de las tipologías iconográficas de la Pietà ("piedad") y de la Deposición de Cristo, realizada por Miguel Ángel y conservada en el Museo dell’Opera del Duomo en Florencia.
 
** La Piedad del Vaticano o Pietà es un grupo escultórico en mármol realizado por Miguel Ángel entre 1498 y 1499. Sus dimensiones son 1,74 por 1,95 m. Se encuentra en la Ciudad del Vaticano.
 
***La Piedad Rondanini se encuentra en el museo del Castillo Sforzesco de Milán. Considerada como la última obra esculpida por Miguel Ángel, ya que estuvo trabajando en ella seis días antes de morir. Fue encontrada en su estudio después de su muerte e inventariada como: Estatua iniciada de un Cristo con otra figura encima, juntas, esbozadas y sin acabar.
(Tomadas de internet las dos fotografías primeras, y de Migraciones, Revista de la Campaña 2022-2023 de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de la Conferencia Episcopal Española, las dos siguientes)

 

Recolocando, puede considerarse alguna forma particular de adopción

 

     No son propiamente “juguetes rotos”, como se titulaba cierta peli de mis años mozos, y es seguro (con toda seguridad) que no les convenga ni el sustantivo ni el calificativo, pero han llegado a mí como objetos en desuso. No tiene nada de extraordinario su presencia en este sitio, en el que casi la totalidad del contenido, además del propio continente, está en su segundo, tercer, o… enésimo uso. Todo es reciclado, todo rescatado del olvido, todo resignificado. Y algunas piezas muy concretas y particulares gozan de un destino privilegiado: estar en exposición permanente, sea para el culto, sea para la contemplación, sea sencillamente para ocupar ese espacio dignamente.

     Su existencia me provoca cierta pena, algo de cabreo pero ningún gramo de nostalgia.

     Se trata de símbolos religiosos que atendían sentimientos muy arraigados en los domicilios familiares y que, superada la generación que los mantuvo, sobran por falta de espacio, ausencia de sentido o nula sintonía con la ética y la estética que ahora se requiere.
 
   

     Tengo algunas piezas colocadas aquí o allá, en lugares no públicos aunque no cerrados, y el resto aguarda almacenado en espera de otro emplazamiento o destino mejor. Se trata de imágenes del Niño Jesús en su cuna o sin ella, crucifijos desclavados de féretros que presidieron dormitorios y recuerdan a seres muy queridos pero ya olvidados, un cuadro de la Virgen de Guadalupe obsequio de la Asociación de Damas de Santa María de Guadalupe, un san Cristóbal, etc.

   

     Pero uno, puede que tenga suerte y viaje hasta Galicia. Es una imagen en escayola, pero muy digna, de un Corazón de Jesús sedente, podríamos decir “entronizado”.

     Como ya hay uno bien colocado, este otro aquí no tiene lugar, y será una suerte que viaje donde se le desea, en San Lourenzo de Oliveira.

   

     Ya está saliendo. Buen viaje y feliz aterrizaje…



¡Está lloviendo!


     Por un tiempo pensé que no lo volvería a ver. Sin embargo, esta mañana amaneció con el cielo encapotado y ahora mismo está lloviendo a buen ritmo.

     El patio se ha convertido en un pequeño barrizal, porque un verano entero sin agua lo ha dejado hecho un barbecho. El jardín aún no se ha enterado, pero Linda se ha metido en casa con el rabo entre las piernas al ver que llega una cosa para ella totalmente desconocida. Así que aquí la tengo debajo de mi silla.

     Estoy disfrutando viéndola caer, una lluvia suave, algún trueno en la lejanía, una nubes que no cierran del todo un cielo que se niega a oscurecerse, y el silencio de mi calle que parece que ha entrado en proceso de otoñización.

     Ha durado poco, ya está amainando y es posible que tarde en volver a descargar, pero dicen que lo hará a lo largo del día, porque ha entrado un frente por el oeste de la región y el calor acumulado en los mares y océanos va a provocar que las tormentas sean grandes y con graves consecuencias. 

     Linda acaba, pues, de recibir su bautismo de lluvia, que ha resultado para ella una novedad no demasiado agradable. Porque… una cosa es meterse en el agua y otra que le llegue de improviso y sin contemplaciones. Lo primero ya lo conocía, porque intentando beber en el canal su ansia la zambulló el otro día durante el paseo matutino en el líquido marrón que usan para regar los hortelanos de la zona. Lo segundo le acaba de sorprender ahorita mismo, y esas gotorronas tan frías y tan gruesas no le han hecho ninguna gracia al golpear sobre sus lomos.

     Llueve sobre seco, mas me temo que el efecto sea el mismo que si lo hiciera sobre mojado: no aprendemos, no tenemos ninguna gana de hacerlo; sabemos que así no funciona bien la cosa, pero no queremos desandar, dejar de hacer, volver a vivir con menos: cosas, calor, frío, viajes, salidas, entradas, ruidos, luces…

     Linda sale ahora al mojado patio. Duda y se detiene, y, cuando se decide, da el paso con cuidado; pero enseguida se suelta porque el lugar de los juegos sigue estando ahí, y puede hacer lo que siempre ha hecho, correr, tumbarse, escarbar y morder. Y una cosa nueva que acaba de descubrir: puede jugar conmigo a la pelota, ya está esperando que salga y entra para reclamarse atención, que la tengo un poco abandonada…

     Han sido cuatro lametones, pero suficientes para convencerme. Espera, Linda, que doy al play y voy contigo!

     ¡Cachis, esto se demora, no te impacientes que ya termino!

     Resignada, ha vuelto a su puesto de vigía: desde ahí sabe quién pasa, se da a notar y por el momento al menos no avisa de que está de guardia; aún es pronto para ella eso de la agresividad. 

 

     A Andrés le bastan cien para explicarse. Yo estoy en quinientas y no termino de entenderme; tengo que cortar.

Influencer!




     Esto me espetó A. al comentar que yo tenía un blog y que de vez en cuando dejaba algo escrito para satisfacción propia y ajena.

     Servidor jamás de los jamases tuvo en mente actuar como dicen que lo hacen los que en verdad cumplen con el significado de tal calificativo. Si acaso, a lo más que aspiré es a ser curioseado por algunas personas conocidas que ya saben cuáles son mis manías y defectos, y tal vez participan igualmente de algunas de mis aficiones.

     El caso es que tengo un poco abandonado este lugar desde hace demasiado tiempo y únicamente porque de vez en cuando llega a mi buzón algún comentario a entradas que tengo aquí alojadas y que es una buena manera, como pudiera ser otra cualquiera, de recordarlas y volverlas leer, sólo por eso no he dado a la tecla de eliminar blog que está ahí cerquita…

     Hoy, sin embargo, me he propuesto escribir algo, unas pocas letras, para hacer saber que Linda cumple cinco meses.




     Pero… aclaremos conceptos. La susodicha A. es un alma de Dios que, desde que se ha topado con la realidad que gestiono, se hace lenguas de cualquier cosa que sale de aquí, todo le parece archiestupendo y no termina de agradecer a la vida el momento luminoso en que nos descubrió. Y Linda es la perrita que me acompaña permanentemente desde hace un trimestre, justo el verano, porque tuvo la suerte, o la desgracia, de nacer en un lugar en el que ya eran demasiados y había que achicar elementos por orden riguroso y categórico de la superioridad.

     Ni que decir que si A. está contenta, Linda está que echa chispas de alegría. Y así tengo yo mis zapatillas, las sábanas que me preparó mi madre cuando me fui al convento, los bajos de los pantalones, e, incluso, el tapizado de mis sillas y divanes raído por sus ansías de morderlo todo, chupetearlo y sacarlo sabor y substancia.

     Así pues, lo de influencer está más que justificado, o eso creo yo, teniendo a la vista toda la información que existe sobre el particular. Lo digo porque no hay prensa escrita, hablada o visualizada que no abunde en toda clase de personas y personajes que a diario, incluso en sesiones de mañana, tarde y noche, no se cansan de comunicarnos sus opiniones, —siempre, eso sí, en calidad de comentaristas debidamente acreditados—, que consisten en lo mismo, dicho de maneras diferentes. Puede, incluso, que más de uno o una lo haga en idiomas distintos, según el lugar desde el que nos pregonan.

     El caso es que soy influencer por varias razones. Una, la primera, porque tener blog ya lo dispone. Otra, porque me expreso para leerme y que me lean. Otra más, porque lo hago en un medio público y al alcance de cualquiera. Y solo por terminar, la última: porque la vida me hizo así.

     Voy a concluir, porque estoy llegando a las quinientas palabras, que me he fijado como tope.








No pudo ser


 
Hemos tenido el tiempo justo para conocernos.

 
De haberlo sabido habría aprovechado más las situaciones, apurándolas hasta las heces. 


 
Has sido una delicia de perrillo, un encanto. 


 
Me has hecho mucha compañía


 
Has sido fiel y dócil


 
Discreto y cariñoso


 
Cuidaste también de Luna


 
Vigilaste cuando hizo falta


 
Te estoy echando de menos…
 

 
¡Maldito mosquito cojonero!

¡Tranqui, Luna! ¡Volveremos!

 

Han pasado veintiocho días, cuatro semanas, y aún no me hago, no a la idea, a la realidad de tu no presencia en mi vida. Los siete años que hemos pasado juntos, han resultado intensos, placenteros y entrañables. Incluso el final, tus últimos casi siete meses, me han dejado el ánimo henchido de ternura, la que tú me has trasmitido al dejarte cuidar.

Sé dónde te deposité, no sé en qué paraje te encuentres ahora. También ignoro cuándo ocurrirá. Una cosa sí tengo por segura, Luna, con una fe inquebrantable, con una esperanza firme. Volveremos…


Tú a vigilar la casa…

Yo a cuidar de ti y de los otros…

Tú a caminar conmigo…

Yo a sentirme querido…
 
Tú a velar mis sueños…