Esta Comunidad no expondrá a ninguna persona al
contagio, ni participará en una celebración presencial de la Eucaristía desvirtuada por las
condiciones en que habría de realizarse de acatar el Real Decreto por el que
se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis
sanitaria ocasionada por el COVID-19:
no permitir la asistencia de personas en situación de riesgo, mantener
una distancia mínima de un metro entre las personas presentes y hasta sólo un
tercio de la capacidad del recinto.
Unido el arciprestazgo entero, se han suspendido las
actividades propias de la parroquia, incluso las celebraciones de la
Eucaristía.
Hay quien opina que no se va a entender esta
determinación, y que a muchas personas no les va a gustar quedarse sin misa, o
que no haya misas en las parroquias. Por supuesto que a quienes hemos tomado
esta decisión tampoco nos gusta. Como tampoco nos gusta que un virus venga a
fastidiarnos la vida, la economía y hasta la salud.
Esta medida temporal, aunque sea incierto el período
que dure, no va a menguar nuestra fe, ni debiera impedirnos vivirla con la
intensidad que la cuaresma solicita. Incluso pudiera ayudar a hacerla más
lúcida y fecunda. Pudiera resultar provechoso sentir carencias reales y comprobar
que con frecuencia ganamos si, en vez de más, tenemos o podemos menos; y tanto
voluntarias como forzosas pero asumidas, esas disminuciones nos colocan en un mismo plano y nos
dan el nivel de solidaridad suficiente y necesario para mirar a los ojos de los
demás sin avergonzarnos ni engreírnos.
Por supuesto que ya tenemos la dispensa de la
autoridad competente para “las misas a las que no podamos asistir” y que podremos
suplir por los diversos medios de comunicación: televisión, radio e internet.
Hay cantidad y variedad.
Yo coloco este enlace de información sobre misas en diversos horarios e idiomas y que cada quien haga su plan.
Y por lo demás, tranquilidad, porque no todo está en
nuestras manos, pero Él siempre está con nosotros.
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