NUEVE CLAVES DE LECTURA (Alberto Ares Mateos, sj)
El gran teatro del mundo
Una
amiga me escribía desde una pequeña ciudad en el norte del continente
africano: “es una sensación muy extraña... como si los papeles se
hubieran invertido... Hoy es África la que se protege de la amenaza
europea, la que cierra sus fronteras... la que teme que lleguen los
extranjeros... Ayer a tres chicas francesas unos niños las perseguían
con piedras gritándoles: coronavirus, coronavirus,...”. Esta imagen me
recuerda la obra de Calderón de la Barca, “El gran teatro del mundo”
donde cada personaje en la obra representa un papel social que hoy viste
de lujo o está en una zona, pero mañana puede cambiar las tornas. El
mismo David Trueba reflexionaba sobre el coronavirus, planteando una
distopía desde la realidad migratoria actual.
El tiempo y la verdad
“Tenemos
que vernos más” fue un anuncio viral en las navidades de 2018. En él se
calculaba el tiempo que pasarías en el futuro con la gente que te
importa de verdad. Sorprende las reacciones de las personas
entrevistadas. Da mucho que pensar personalmente. De alguna manera este
tiempo que vivimos me trae los mismos sentimientos, como posibilitadores
de encuentro. Pero ¿el encuentro con qué o con quién? Parece que
inesperadamente todos nuestros compromisos, encuentros, apretadas
agendas se desvanecen, como por arte de magia. Tenemos tiempo para leer,
para escribir a los amigos, para soñar, para redescubrir lo que
hacemos. El tiempo cobra un nuevo sentido y nos abre a una verdad a la
que normalmente da miedo acercarse.
Impossible is nothing vs La vulnerabilidad
El
ser humano que ha conquistado la cúspide de la cadena trófica y que se
cree todopoderoso, hoy se arrodilla ante un ser minúsculo, un pequeño
virus. “Impossible is nothing” es un eslogan de una gran marca
deportiva que pretende hacernos creer que lo podemos todo, incluso el
imaginario de que no hay nada que la tecnología no pueda resolver, pero
no es verdad. Un pequeño bicho nos ha hecho caer en la cuenta de que
somos seres vulnerables personal y colectivamente. El coronavirus nos lo
ha recordado de nuevo, como en otro tiempo lo hizo la gripe o el ébola.
¿Y será que porque somos vulnerables somos tan fuertes? Ya nos lo decía
Pablo en la Carta a los Corintios (2 Cor 12, 9) y el mismo Leonard
Cohen: “Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz”.
Cambio climático y la domesticación del ecosistema
Nuestro
mundo ha puesto en el centro los intereses económicos y del mercado y
desde esta clave se ha tratado al medio ambiente y a las distintas
especies. Unido a esto, el cambio climático ha hecho que muchos
ecosistemas se hayan roto, lo que ha provocado también la aparición de
nuevas enfermedades como el SIDA o el zika o el coronavirus. Los seres
humanos en estos cambios tenemos cada vez menos defensas, por lo que
sufrimos amenazas crecientes. El coronavirus ha puesto de manifiesto las
influencias que en nuestra vida tiene el cambio climático y el cuidado
de la casa común (Laudato Sí)
Individualismo y el bien común
El
neoliberalismo, es la fórmula dentro del capitalismo que ha primado la
liberalización de la economía y la reducción del Estado, anteponiendo al
individuo sobre el bien común. Aunque puede ser cuestionado este
planteamiento, los años que en nuestro país se ha ido desmontando el
sistema del bienestar, entre ellos el sistema sanitario, ahora nos
cobran factura. Algunos amigos médicos del sistema público cuando
hablábamos ya venían augurando que si algo así pasaba nuestro sistema
colapsaría. Ante una pandemia, los adinerados podrán pagarse sus seguros
privados o aislarse en una isla del Caribe. Pero ante el “sálvese quien
pueda” ¿Qué haremos el resto de los mortales, especialmente las
personas más vulnerables?
El miedo al otro y la hospitalidad
Estos
tiempos de alarmismos no son los mejores para sembrar cauces de
hospitalidad. De hecho, algunos países han cerrado sus fronteras, para
proteger a su población. Los atentados del 11 de septiembre sembraron en
el mundo el miedo al islam, del mismo modo que el coronavirus lo ha
hecho con las personas chinas, italianas y españolas. Xenofobia,
aporofobia,... y el resto de las fobias. Creo que es bueno recordar que
el aislamiento en este tiempo tiene que ver con preservar al más
vulnerable, no una manera de seguir creando más muros. Con todo sigue
habiendo muchas familias y comunidades que apuestan por la hospitalidad.
Aldea global y la puerta de atrás
El
coronavirus también nos ha recordado que vivimos en un mundo
globalizado, donde lo que pasa en una pequeña región de China puede
tener consecuencias en el mundo entero, donde un pequeño virus puede
provocar una crisis económica mundial. Lo curioso es que muchas veces
los trapos sucios de la globalización los pagan las personas más
vulnerables, y no solo como decíamos en el sistema sanitario. Me llama
una amiga salvadoreña, ciudadana de Estados Unidos, desesperada porque
tiene atrapado a su hijo salvadoreño, en Barcelona sin posibilidad de
volar a su país por más de veinte días, sin conocer a nadie en la ciudad
y sin apenas medios. Las personas más vulnerables son la puerta de
atrás de la globalización.
¿Nos salvamos individualmente o nos salvamos todos juntos?
El
coronavirus también nos recuerda nuestra común humanidad. Por mucho que
queramos hacer individualmente para gestionar la pandemia, no tendría
ningún sentido si no lo hacemos como comunidad, como humanidad. No hay
posibilidad de que nadie pueda salvarse en solitario, pues dependemos de
muchas personas. Un compañero en casa tiene el coronavirus, y por eso
estamos de cuarentena todos juntos. La solidaridad en el cuidado, en la
atención, en el preocuparnos los unos por los otros es lo que nos
sanará. #YoMeQuedoEnCasa
Lo esencial y la solidaridad
Las
situaciones límite en la vida hacen aflorar lo mejor y lo peor de cada
persona y de la humanidad. Realmente estas circunstancias que nos
obligan a parar en seco nos descubren lo esencial de nuestra vida. En
sociedades como las nuestras, urbanitas, con agendas locas y actividades
por doquier, un parón posibilita que recapacitemos y que toquemos lo
realmente importante. El coronavirus puede sacar todos nuestros egoísmos
y miedos, discursos nacionalistas o xenófobos, pero también ha sido
cauce de solidaridad y de cercanía a los que más lo necesitan. Hoteleros
que ponen sus recursos para atender a enfermos, vecinos y vecinas y el
mismo Caritas que se organizan para que ninguna persona se sienta
aislada o sola. Son sólo dos ejemplos. El coronavirus nos devuelve a lo
esencial, poniendo codo con codo, como nos dice Jorge Drexler.
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