¿Adelanto o no adelanto la hora del reloj?




Estoy a punto de retirarme y no sé qué hacer. No es que la duda me corroa, pero modificar los relojes que están a mi cargo para atender al cambio horario decretado oficialmente a simple vista parece fútil, porque da lo mismo a qué hora me levante, no importa si duermo o dejo de dormir una hora menos, nadie se va a incomodar si madrugo como siempre o me quedo tumbado hasta las doce.
Y es que esta retención domiciliaria unida a la inactividad comunitaria consecuente plantea interrogantes que a nada conducen y nada significan.
Me iré a la cama como siempre, leeré un rato mientras aguante, y apagaré la luz para dejarle al sueño su lugar. Y mañana, a la hora de costumbre, volveré a encender la lámpara de mi mesilla para reiniciar otra jornada más llena de tiempo de libre disposición. Entonces ya encontraré el momento de poner en hora los relojes.
Ahora no es momento, no lo es.

El Papa ora por todos





«Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.
Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús. Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—. Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40).
Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados.

La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.
Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.

El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.
Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).

Gracias, Bob



MURDER MOST FOUL – BOB DYLAN


Era un oscuro día en Dallas, noviembre del 63,
un día que se recordará con vergüenza.
El presidente Kennedy estaba envalentonado.
Es un buen día para vivir y para morir
siendo llevado al matadero como un chivo expiatorio.
Él dijo, “Esperad un minuto, chicos” ¿Sabéis quién soy?
“Por supuesto que lo sabemos, sabemos quién es”
Después le volaron la cabeza mientras aún estaba en el coche,
le abatieron como a un perro a plena luz del día.
Era cuestión de tiempo y el momento era ideal.
Tiene usted deudas sin pagar; hemos venido a cobrar.
Te mataremos con odio; sin ningún respeto.
Nos burlaremos de ti, te sorprenderemos, y lo haremos a la cara.
Ya tenemos a alguien para sustituirte.

El día que volaron los sesos del rey
miles de personas miraban; nadie vio nada,
sucedió tan rápido, tan deprisa, por sorpresa
justo ahí, ante los ojos de todos,
el mejor truco de magia jamás visto bajo el sol
perfectamente ejecutado, con destreza realizado.
Hombre Lobo, oh Hombre Lobo, oh Hombre Lobo, aúlla.
Sin ton ni son, es el asesinato más vil.

Silencio pequeñuelos. Lo entenderéis.
Los Beatles venían; iban a darte la mano,
deslízate por la barandilla, ve a por tu abrigo.
Un ferry cruza el río Mersey y va por la garganta.
Vienen tres vagos vestidos de harapos.
Recoje los trozos y arría las banderas.
Voy a Woodstock es la era de Acuario.
Entonces me dirigiré a Altamont y me sentaré cerca del escenario.
Saca la cabeza por la ventana; deja que los buenos tiempos sucedan.
Hay una fiesta en marcha tras el Grassy Knoll.

Apila los ladrillos, vierte el cemento.
No digas que Dallas no te ama, Señor Presidente.
Pon tu pie en ese tanque y pisa el acelerador,
trata de llegar al triple paso subterráneo.
Cantante con la cara tiznada, payaso pintado de blanco,
mejor no muestres tus caras después del anochecer.
Arriba en el barrio chino, tienen policía patrullando
viviendo en la pesadilla de Elm Street

Cuando estés en Deep Ellum, ponte el dinero en el zapato.
No preguntes qué puede hacer tu país por ti.
Efectivo en la papeleta del voto, dinero para quemar.
A la Plaza Dealey, gire a la izquierda
voy a bajar al cruce de caminos; haré auto- stop.
El lugar donde la fe, la esperanza y la caridad murieron.
Dispárale mientras se escapa, chico. Dispárale mientras puedas.
A ver si puedes disparar al hombre invisible.
Adiós Charlie. Adiós Tío Sam.
Frankly, Miss Scarlett, me importa un bledo.

¿Cuál es la verdad y adónde fue?
Pregúntale a Oswald y a Ruby; deberían saberlo.
“Cierra la boca”, dijo el viejo y sabio búho.
Los negocios son los negocios, y este es un asesinato muy vil.

¿Tommy puedes oírme? Soy la Reina del Ácido
voy en una larga limusina negra.
Monto en el asiento trasero junto a mi esposa.
Voy directo a la otra vida.
Me inclino a la izquierda; mi cabeza en su regazo.
Espera, me han llevado a alguna clase de trampa.
Donde pedimos sin concesiones, y sin cuartel damos.
Estamos al final de la calle de donde vives.
Mutilaron su cuerpo y le sacaron el cerebro.
¿Qué más podrían hacer? Amontonaron el dolor,
pero su alma no está allí donde se suponía que debía estar.
Durante los últimos cincuenta años la han estado buscando.

Libertad, oh Libertad. Libertad cúbreme.
Odio decírtelo, caballero, pero sólo los muertos son libres.
Envíame algo, algo de amor; no me digas mentiras.
Tira el arma a la cuneta y pasa de largo.
Despierta pequeña Susie; vamos a dar un paseo,
crucemos el río Trinity; mantengamos viva la esperanza.
Pon la radio; no toques el dial.
Al hospital Parkland, sólo seis millas más.

Me ha mareado señorita Lizzy. Me llenó usted de plomo.
Esa mágica bala tuya se me ha subido a la cabeza.
Sólo soy un chivo expiatorio como Patsy Cline.
Nunca le disparo a nadie ni por delante ni por la espalda.
Tengo sangre en la mirada, tengo sangre en el oído.
Nunca llegaré a la nueva frontera.
La película de Zapruder que vi la noche anterior
la vi 33 veces, tal vez más.
Es vil y engañosa. Es cruel y mezquina,
la más fea que hayas visto jamás.
Lo mataron una vez y lo mataron dos veces,
lo mataron como sacrificio humano.

El día que le mataron, alguien me dijo: “Hijo,
la era del Anticristo apenas ha comenzado”.
El Air Force One entrando por la puerta.
Johnson investido a las 2:38.
Avísame cuando decidas tirar la toalla,
esto es lo que es, y es el más vil de los asesinatos.

¿Qué hay de nuevo, gatita? ¿Qué te dije?
Dije que el alma de una nación ha sido arrancada,
está empezando a entrar en una lenta decadencia
y que han pasado 36 horas desde el Día del Juicio.

Jack Hombre Lobo, hablando otras lenguas.
El sigue y sigue adelante hacia lo más alto de sus pulmones.
Toca una canción, Jack Hombre Lobo.
Tócala para mí en mi largo Cadillac.
Tócame esta, “Sólo los buenos mueren jóvenes”.
Llévame al lugar donde Tom Dooley fue colgado.
Toca, la enfermería St. James y la Corte del rey James.
Si quieres recordar, mejor toma nota de los nombres.
Toca a Etta James, también. Toca “Prefiero seguir ciega”.
Tócala para el hombre de la telepática mente.
Toca a John Lee Hooker. Toca “Ráscame la espalda”.
Tócala para el dueño del stripclub de nombre Jack.
Guitar Slim pasando despacio,
tócala para mí y para Marilyn Monroe.

Toca, “Por favor no dejes que me malinterpreten”.
Tócala para la Primera Dama, ella no se encuentra muy bien.
Toca a Don Henley, toca a Glenn Frey
llévalo hasta el límite y déjalo pasar.
Tócala para Karl Wirsum, también.
Mira a lo lejos, más lejos en la Avenida Down Gallow.
Toca tragedia, toca “Hora Crepuscular”.
Llévame de vuelta a Tulsa, a la escena del crimen.
Toca otra más y “Otro más que muerde el polvo”.
Toca “Vieja Cruz Gastada” y “En Dios confiamos”.
Monta ese caballo rosa por el largo y solitario camino,
quédate ahí y espera a que su cabeza estalle.
Toca “El tren del misterio” para Mr. Misterio,
el hombre que cayó muerto como un árbol sin raíces.
Tócala para el Reverendo; tócala para el Pastor.
Tócala para el perro que no tiene amo.
Toca a Oscar Peterson. Toca a Stan-Betz.
Toca “Cielo Azul”; toca a Dickey Betts.
Toca a Art Pepper, a Thelonious Monk,
Charlie Parker y toda esa basura,
toda esa chatarra y “Todo ese Jazz”.
Toca algo para el Hombre pájaro de Alcatraz.
Toca a Buster Keaton, toca a Harold Lloyd.
Toca a Bussy Siegel, toca a Pretty Boy Floyd.
Juega con los números, con las posibilidades.
Toca “Llórame un río” para el Señor de los Dioses.
Toca la Número 9, la Número 6.
Tócala para Lyndsey y Stevie Nicks.
Toca a Nat King Cole, toca “Chico de campo”.
Toca “Caer en los suburbios” para “Terry Malloy”.
Toca “Sucedió una noche” y “Una noche de pecado”.
Hay 12 millones de almas que las están escuchando.
Toca “Mercader de Venecia”, toca “Mercenarios de la Muerte”.
Toca “Stella con luz estelar” para Lady Macbeth.

No te preocupes Sr. Presidente. Viene la ayuda
Tus hermanos están llegando; Será un infierno.
¿Hermanos? ¿Qué hermanos? ¿Qué es eso del infierno?
Diles, “Estamos esperando. Siguen llegando”. Los atraparemos también.

Love Field es donde su avión aterrizó
pero nunca volvió a levantarse del suelo.
Fue un acto difícil de seguir, insuperable.
Le mataron en el altar del sol naciente.
Toca “Niebla” para mí y “Esa vieja y endemoniada luna”.
Toca “Todo vale” y “Memphis en junio”.
Toca “Solitariamente en la cima” y “Solo está el valiente”.
Tócala para Houdini dando vueltas alrededor de su tumba.
Toca a Jelly Doll Morton, toca “Lucille”.
Toca “En lo profundo de un sueño” y toca “Rueda motriz”.
Toca “Claro de luna” en fa sostenido
y “Una llave para el autopista” para el rey del arpa.
Toca “Marchando por Georgia” y “Tambores de Dumbarton”.
Toca, la oscuridad y la muerte vendrá cuando venga.
Toca “Ámame o déjame” para el gran Bud Powell.
Toca “La bandera manchada de sangre”, toca “El más vil asesinato”.


Y con la poda llegó la primavera


Como no puedo salvar vidas, ni salir de casa, ni siquiera ser voluntario en la casa de la Beneficencia, esta mañana me he puesto a podar lo que faltaba.
Hace unos días alivié a las cuatro parras, y como no hace frío han estado llorando como magdalenas. Creo que ya han parado y se han puesto a trabajar.
Vedlas cómo están de preparadas para la faena.

Hoy me he “metido” con los taráis y el olivo. Los primeros han sido fáciles, porque les ocurre como a mí con el pelo, cortes lo que cortes da igual, es lo mismo, en cuanto crece ni se notan las escaleras, y lo hace, eso de crecer, muy deprisa y en cantidad. Por eso con ellos no he tenido miramientos y los he dejado “pelones”.
Tal que así:

Con el olivo, sin embargo, he tenido más cuidado y más trabajo. Estaba verdaderamente frondoso y muy alto. Le he entresacado por dentro y le he bajado los humos. Tal vez me haya pasado, y el resultado se verá al año que viene, si no he sido demasiado radical y él resiste el envite.
Este es el resultado de mi limpieza y poda:

Como siempre que tengo que empuñar la tijera de podar recuerdo a Felipe, el fundador de este jardín, que me dio sabios consejos que yo no he olvidado pero nunca he sabido aplicar. Estoy seguro, sin embargo, que él ha guiado mi mano, si no para hacerlo bien, al menos para no hacerlo demasiado mal.