Como no puedo salvar vidas, ni salir de casa, ni
siquiera ser voluntario en la casa de la Beneficencia, esta mañana me he puesto
a podar lo que faltaba.
Hace unos días alivié a las cuatro parras, y como no
hace frío han estado llorando como magdalenas. Creo que ya han parado y se han
puesto a trabajar.
Vedlas cómo están de preparadas para la faena.
Hoy me he “metido” con los taráis y el olivo. Los
primeros han sido fáciles, porque les ocurre como a mí con el pelo, cortes lo
que cortes da igual, es lo mismo, en cuanto crece ni se notan las escaleras, y
lo hace, eso de crecer, muy deprisa y en cantidad. Por eso con ellos no he
tenido miramientos y los he dejado “pelones”.
Tal que así:
Con el olivo, sin embargo, he tenido más cuidado y
más trabajo. Estaba verdaderamente frondoso y muy alto. Le he entresacado por
dentro y le he bajado los humos. Tal vez me haya pasado, y el resultado se verá
al año que viene, si no he sido demasiado radical y él resiste el envite.
Este es el resultado de mi limpieza y poda:
Como siempre que tengo que empuñar la tijera de
podar recuerdo a Felipe, el fundador de este jardín, que me dio sabios consejos
que yo no he olvidado pero nunca he sabido aplicar. Estoy seguro, sin embargo,
que él ha guiado mi mano, si no para hacerlo bien, al menos para no hacerlo
demasiado mal.
Éstá todo 'niquelao'. Eres un currante nato. Besos, amigo mío.
ResponderEliminarHola Miguel, como bien dices, ya se verá el resultado siempre que el tiempo acompañe y los animales respeten.
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