Primeras Comuniones



Cada año inventaba algo. Un gesto, una construcción, una pequeña escena, unas palabras…, con explicación si era necesario, sin ella si no lo necesitaba. Me decía que igual que no somos todos iguales, tampoco lo es cada grupo, y por lo tanto había que darles la oportunidad de expresarse.
Una y otra vez me esforzaba. Así fueron saliendo cosas, qué sé yo, soltar una paloma en medio de la celebración, construir un edificio con cajas de cartón en el presbiterio, accionar ante el respetable una máquina futurista que transformaba los problemas en cosas resueltas, ir presentando herramientas de trabajo o útiles de cocina… Creo que lo primero de todo fueron ladrillos de diversos tamaños y texturas con palabras pintadas, y que de allí fue surgiendo lo demás, pero la memoria ya no me alcanza.
Pasado el tiempo, una catequista propuso que el grupo cantara solo, algo que ya había intentado Alicia mucho tiempo atrás sin lograr gran cosa. Pero esta vez sí, tal vez por la canción que sugirió, que había escuchado en algún lugar. Aceptada la idea, vino lo de aprender la letra y la melodía, todo en plan artesanal porque no había partitura ni grabación ni texto de fiar; todo era de oídas.
Salió bien la primera vez, gustó, y repetimos. Y volvió a salir bien, y volvimos a repetir. Así ya no sé durante cuántos años. Hasta ahora.
Este año no hemos ensayado lo suficiente porque los puentes de fin de semana se han multiplicado y hemos dedicado los días disponibles a los asuntos más importantes. En vista de lo cual, con la canción cogida con alfileres pretendí salvar la situación ayudándonos con música de fondo; pero ¡dónde encontrarla!, ¡quién tendría una grabación o una partitura! Ni corto ni perezoso la grabé con mi voz. Era un auténtico estropicio y no me atreví a mostrarla. La deseché. Empecé a buscar, y di en internet con la canción original. Se trata de un disco pequeño de acetato, de los de 45 rpm, publicado en la editorial San Pablo en los años finales setenta, por el grupo infantil Canta con nosotros, y la canción “Deseos de un niño” entre diez que componen el conjunto.
Me faltó tiempo para descargarme todo lo que pude, y así a toda prisa hilvané música que sirviera de guía en una especie de karaoke.
Lo probamos con el primer turno, y no me gustó. Tampoco al resto de catequistas. Con el segundo volvimos a nuestro estilo, y gustó más. Con el tercero casi nos sacan a hombros. Así que con los tres que faltan ya tenemos claro cómo hay que hacerlo: como siempre.
Pero ha sido interesante la experiencia, porque nos ha servido para comprobar que, aunque son útiles las nuevas tecnologías, las clásicas siguen funcionando.
Total que con los restos hemos generado una herramienta que resultará práctica en los ensayos y además, que es lo más importante, tenemos una base fiable de la canción original, que ya se encontraba algo deteriorada a base de transmitirla de memoria y sólo de oreja.
Se trata de que el grupo que acaba de hacer su primera comunión, y cuando todo está en silencio porque el momento lo requiere, se exprese cantando. No se pretende una actuación en y para el público asistente, sino de que las niñas y los niños que forman el grupo eleven una plegaria que además pueda ayudar a quienes les acompañamos. Durante los ensayos hay que animarles porque se avergüenzan y repetir, y repetir, y repetir… hasta la saciedad. Pero llegado el momento, la vergüenza desapareció, la memoria funcionó perfectamente y sus voces dejaron de ser un murmullo para convertirse en un coro de pajaritos.
¿Qué decir de la canción? Poca cosa. La usamos y parece que gusta. Está adaptada a quienes la cantan y ojalá también sirva a quienes la escuchan. En el fondo y en la forma una Eucaristía de primera comunión ha de tratar de mantener la fidelidad al hacer habitual de la Iglesia, y al mismo tiempo ofrecer sentido a quienes se acercan a ella por las circunstancias, que son las que son, y ya están de vuelta o aún no han empezado. Así, pues, es hacer equilibrios sobre una alambre, y debajo no hay red que valga. Hay quien sale diciendo que qué larga y quien opina que ha durado lo justo; quien se entusiasma con la libertad litúrgica en que va expresada, y quien se disgusta por ello; y hay también quien ni siente ni padece, porque o se ha quedaba fuera o ha estado dentro obligado.
En fin, mamá, esto es lo que tengo que contarte, nada del otro mundo, en este día en que emocionado te recuerdo. Un beso para papá, que para ti ya sabes que uno solo me sabe a poco.

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