¿La única diferencia? El teléfono personal




Tras leer el evangelio de hoy, domingo 32º del tiempo ordinario, ciclo C, no sé por qué, el relato de las vírgenes necias y las vírgenes prudentes de san Mateo me dio por pensar que en Catalunya está ocurriendo lo que en el antiguo pueblo de Israel, deportado ilegítimamente en Babilonia, aunque con todas las de la ley, no en vano lo hizo un rey tras derrotarlo en simpar batalla. Entonces las cosas se hacían así: pierdes, pues pagas. Y como no tenían con qué, fueron esclavizados al exilio.
Desde entonces, los israelitas lloraban a moco tendido en las orillas de ríos extranjeros y entonaban tristes cantos a su pena y a la desaparecida patria:
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras.
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar, nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión.»
¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.
(Salmo 136)
Así me suenan todos los mensajes que los encarcelados y los puestos en libertad provisional con cargos han dirigido a la multitud que anoche alumbró la marcha de protesta en la ciudad condal. Como los profetas, también ellos y ellas arengaron a su pueblo con consignas mesiánicas y conmináronlo a esperar con decidida fe y activa militancia la vuelta desde el destierro vil a las ruinas que dejaron, porque ruinoso panorama provocaron cuando ni razonaron ni obedecieron.
No está claro si los antiguos profetas israelitas predijeron el desastre, o su prédicas fueron profecías “ex eventu”, es decir, las dijeron tras ocurrir los hechos. Aunque así no fuera, en lo que sucede en el Principat hay demasiados sacerdotes, levitas y profetas amansando el relato, —característico del pueblo elegido que tiene por central el “Shema, Israel”—, porque al igual que los judíos, los catalanes también tuvieron su Egipto (un faraón español y un pueblo opresor), su desierto y su conquista de la tierra prometida. ¿O aún no, y se preparan para ello?
Mala cosa esa mezcla de religión y política que concluye con la convicción de ser un pueblo único y elegido.  A los judíos les llevó a la diáspora. ¿Querrán los independentistas catalanes revivir en propia carne una historia tan larga y tan humillante?
Por más que intento quitarme esta idea de la cabeza, no consigo dejar de pensar en la similitud entre ambos pueblos. Encuentro paralelos suficientes, menos uno: A Israel le alumbraba una nube luminosa en la noche y placentera de día contra el sol. A los que se manifestaron, sólo sus teléfonos que, como las navajas multiusos, entre otros pequeños cachivaches, tienen linterna personal.

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