Llegué con el tiempo justo y la noche bien entrada,
urgido por dejar el corsa recorrí la calle hasta el extremo y respiré aliviado,
¡podía aparcar! Lo hice a la primera y me fui a nadar. A la vuelta casi no me
lo creía: ¿Cómo lo he metido ahí? ¿Lograré sacarlo sano y salvo?
Salió como había entrado, a base de maniobras, pero llevó
su tiempo. Y lo no menos importante: si al dejarlo no fui consciente del poco
espacio que tenía disponible, al recogerlo ¡vaya si me arrepentí de haberlo
encajado de tal manera!
Moraleja: Hay acciones de las que te arrepentirás
cuando sufras las consecuencias que acarreen. O también: No te metas donde no tengas la
seguridad de poder salir.
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