Basta una simple denuncia…




Y una primera plana de un periódico* de tirada nacional para que se levanten furibundos comentarios por los medios y hasta se planteen preguntas en los parlamentos de ¡a ver qué pasa aquí!**
Y si la cuestión atañe a los quehaceres de la Iglesia, la controversia más que servida está recocida***.
“Las Edades del Hombre” no debió pasar de lo que en su momento pensaron sus ideólogos y primeros constructores: Aquellas hermosísimas exposiciones que en cuatro momentos castellanoleoneses y un apéndice europeo pusieron ante nuestra consideración, para embeleso y gratitud con nuestra historia, la riqueza en cultura, fe y arte de nuestros mayores, en la cual muchas personas que ya peinamos canas abrimos los ojos a la vida y crecimos haciéndonos lo que somos.
Pero dado que quien manda, manda, a José Velicia y Cía. no les quedó otra que seguir, estirando la cuerda más allá de lo que daba. De manera que ahora están por la veintidós, y no parece que esto pare.
Que alguien denuncie recuento de visitantes fraudulento cuando la entrada es libre y hay tiros por ser sede de la próxima exposición… Que parezcan abultadas las subvenciones cuando los industriales de cada plaza saben que con su llegada tienen el aforo completo y la caja a rebosar… Que se hable de dinero público cuando los particulares esconden su cartera a la hora de colaborar…
No hablé mucho con José de este asunto, que los nuestros eran otros por aquel entonces. Pero su queja fue constante: si no hubiera sido por caja Salamanca —y Sebastián Battaner Díaz**** muy en particular—, ni empezamos. Y mira que llamó a puertas…
Alguien ha dicho que Velicia sonreía como Spencer Tracy. Más bien reía como Gary Cooper, y como él estuvo y se mantuvo solo ante el peligro. Con una diferencia: el actor tuvo a su joven esposa a su lado; José Velicia tuvo muchos amigos que no le abandonaron.





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