Pura deformación profesional, me salió escuchando en
la SER, mientras desayunaba, la noticia de que han puesto en la fachada de la
iglesia de un pueblo un recordatorio de las cosas que no se deben hacer, decir,
pensar… bajo pena de…
Y pensé en lo del fariseo y el publicano del
evangelio. Mea culpa.
Si se me permitiera, que no es el caso, poner un
letrero de esa guisa a la puerta de mi iglesia, buscaría otra cosa. Por
ejemplo, las bienaventuranzas.
Pero ni eso; tampoco. Encartelar así la entrada,
como indicando quiénes son bienvenidos y quiénes no, no me parece. Lo hizo
Dante en la Divina Comedia que en las puertas del infierno sitúa este rótulo: “LASCIATE
OGNE SPERANZA, VOI CH'INTRATE” (Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza).
Lo han hecho en muchos cementerios con lápidas que igual ponen “MEMENTO HOMO,
QUIA PULVIS ES ET IN PULVEREM REVERTERIS” (Recuerda hombre, pues eres polvo y
al polvo volverás) que “BEATI MORTUI, QUI IN DOMINO MORIUNTUR” (Bienaventurados
los muertos, los que mueren en el Señor). Lo puso el régimen nazi en la entrada de los
terroríficos campos de exterminio: “ARBEIT MACHT FREI” (El
trabajo libera). En algunos bares y cafeterías también se lee al
entrar “RESERVADO EL DERECHO DE ADMISIÓN”. Y en la piscina donde suelo
solazarme un cartel justo en la puerta dice “NO SE ADMITEN PERROS”.
A mí me basta que a la
entrada de los cines ponga cine, sólo cine, no hacen falta más explicaciones.
Porque cuando se dan explicaciones
innecesarias la cosa no suele oler bien.
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